Mundos extremos
eBook - ePub

Mundos extremos

  1. 208 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Mundos extremos

Descripción del libro

El ser humano ha sido capaz de llegar a los lugares más inhóspitos del planeta y sobrevivir a ellos. Esos parajes se rigen siempre por sus propias leyes extremas, por su propia realidad extraordinaria que nos supera y a la vez nos fascina.Siete son los destinos escogidos por Amalia Martínez Muñoz para demostrar la capacidad de la naturaleza para superarse a sí misma. Siete galerías pictóricas donde los lienzos tridimensionales asombran al espectador con unas condiciones geográficas o climáticas llevadas al límite. Siete mundos extremos que se descubren a través de los sentidos, pero que también tienen una historia llena de matices para contarnos y atraparnos con ella.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Mundos extremos de Amalia Martínez Muñoz en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Personal Development y Travel. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
RBA Libros
Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788491871798
Categoría
Travel

EL EXTREMO OCCIDENTAL DE ÁFRICA

RÉSIDENCE HÔTELIÈRE GOGO
Me despierto en la Résidence Hôtelière Gogo y, como todos duermen —llegamos a las cinco de la mañana después de pasar por Madrid, Casablanca y el caos del aeropuerto de Dakar—, salgo a explorar los alrededores de lo que va a ser mi casa durante la semana que pasaré en la capital, un sitio que tiene más de gogó que de hotel, un lugar de hospedaje para senegaleses —privilegiados, claro—, que no tiene, por tanto, nada que ver con los hoteles convencionales, ni con los resorts para turistas que hay en la costa. Lugares que no visitaré, pero que conozco como si hubiera estado porque sé con certeza que son clones de los que sí he disfrutado en otros lugares del mundo, muy bonitos pero todos idénticos a sí mismos, no importa dónde se ubiquen, diseñados para satisfacer las necesidades de un ocio estandarizado. Porque los conozco sé que no tienen la menor posibilidad de excitar mi curiosidad, ese hormigueo alegre que aligera mis pasos por calles desconocidas y alimenta la mirada que busca lo inesperado, lo diferente, lo que hace del viaje una ocasión para el hallazgo.
Résidence Hôtelière Gogo, sin embargo, cumple sobradamente estas expectativas. En líneas generales se podría decir que tiene los estándares de un hotel modesto, quizá su mayor peculiaridad reside en albergar en la planta baja una boulangerie que emite sabrosos efluvios que inundan los dormitorios. Despertarse envuelta en un aire pleno de los olores del pan crujiente y los croissants de mantequilla me parece un lujo modesto pero intenso y un magnifico comienzo de viaje.
El Gogo está en una gran avenida, en los carriles de circulación de ambos lados los coches pasan presurosos como en cualquier otra gran ciudad del mundo. No hay muchas diferencias entre ese tráfico y el que es seña de identidad de nuestra modernidad urbana, cara y cruz de las grandes ciudades pertenezcan al primer o tercer mundo, pero aquí la mayoría de coches no tienen el glamur reluciente de los anuncios: las carrocerías son cascarones llenos de parches y los diseños no son de última generación. Como para mí los coches no son sino unidades básicas de transporte, soy totalmente indiferente a su tersa sensualidad, mientras se muevan todos me parecen iguales, no conozco ni marcas ni modelos, no os puedo decir cuáles son los más o los menos habituales aquí, tan solo reconozco en ellos el aire de desvalimiento que comparten la mayoría.
Es en los márgenes de la avenida donde las diferencias con nuestro mundo se muestran con toda rotundidad. Por alguna razón quedó a medio construir y la escoria generada por las máquinas que allanaron la tierra quedó abandonada en los laterales como documentos que revelan la naturaleza original del suelo. La avenida es una cicatriz en la superficie de arena y piedras ahora habitada; los montones de cascotes en los márgenes son la memoria del pasado conviviendo con la actualidad de cemento y asfalto, pero también con los escombros, la basura, el ganado, la mezcla de casas modernas y precarios tenderetes de hojalata y madera.
La línea de alcorques que flanquean la cinta por donde discurren los coches es una hilera de agujeros llenos de basura y maleza: nunca albergaron los árboles para los que fueron diseñados. Aquí y allá se amontonan las losas que esperaban formar parte del pavimento de la avenida, pero que han envejecido sin que nadie las haya llegado a pisar. Las aceras que debían delimitar un parque que correría paralelo a la autovía son un tejido roto y discontinuo: se trabajó simultáneamente en diferentes tramos que, al no dar término a la obra, quedaron separados entre sí. Es como si distintas cuadrillas de obreros hubieran trabajado en la avenida de forma autónoma porque no hay un orden de construcción uniforme y los tramos presentan diversos niveles de acabado. Caminas por un trecho totalmente construido y de repente el enlosado acaba abruptamente en la arena; unos metros más allá comienza otro tramo al que solo pusieron la capa de cemento y en otro el trabajo alcanzó tan solo a poner una capa de grava. La alternancia entre trechos terminados, los que están a mitad de hacer y los de terreno yermo, se traduce en una visión de desolado caos: solo la suciedad y los escombros, además del tráfico rodado, dan unidad a la avenida. En medio de esa alternancia de pavimento, arena, basura, ladrillos y losas amontonadas, una vaca inmóvil convierte el paisaje en una imagen surrealista: no sé si su insólita presencia en medio del caos urbano es una incoherencia o, por el contrario, acaba de dar sentido a ese escenario en el que lo todavía sin nacer es ya viejo.
A espaldas de la avenida donde está el Hotel Gogó, se despliega el barrio del Sacré Coeur. La regularidad reticular de su trazo me permite vagabundear azarosamente sin miedo a perderme; para volver al hotel no tengo más que buscar el amplio tajo de la avenida. Las calles inundadas de arena ofrecen un aspecto ambiguo: con el primer vistazo dudas de si están en construcción o en ruina, las basuras y los escombros conviven con setos raquíticos, algunas macetas huérfanas y unos arbolitos con encendidas flores rojas, todos ellos llenos de polvo espeso. Y, sin embargo, cuando te fijas te das cuenta de que la mayoría de las casas están bien cuidadas, muchas de ellas son como los chaletitos que tanto abundan en las urbanizaciones levantinas.
Es primera hora de la mañana y menudean las mujeres que, envueltas en telas de diseños y colores magníficos, barren la arena de las puertas. Seguramente inician con este ritual cada día, ajenas a los cascotes e inmundicias que comienzan en el mismo punto en el que termina el umbral que ellas barren, indiferentes al aire sucio que volverá a cubrir de arena los zaguanes. También hay buenos coches con carrocerías brillantes en medio de esta mezcla de bienestar moderno y abandono inclasificable. En un amplio descampado salta y aletea un numeroso grupo de aves con estampa de rapaces. Ya había detectado su presencia en el cielo al poco de salir del hotel: me había extrañado su número y su presencia en una ciudad tan plana. Viéndolas de cerca, hurgando entre basura y escombros, doy por supuesto que son aves carroñeras, aunque quizá sean rapaces adaptadas a la ciudad, tan abundante en basura, pero, francamente, no parece que sea alimenticia, no distingo nada nutritivo entre el manto de plásticos que forman el grueso de lo acumulado. Las acompañan otros pájaros que parecen cuervos engalanados con un collarín blanco.
En ese mismo solar, apenas a unos metros del lugar de reunión de las aves, han iniciado la construcción de una casa. El terreno está en pendiente y ni siquiera lo han nivelado, tan solo han retirado los desperdicios y las matas dibujando la planta de la casa con bloques de hormigón que han depositado directamente sobre la arena removida, una superficie rectangular atravesada por las líneas que definen el punto de arranque de los futuros tabiques. Después han rellenado sus huecos con más hormigón y han repetido la operación poniendo sucesivas filas de bloques. Estoy segura de que cuando acaben la casa lo que la rodea permanecerá igual que ahora, lleno de escombros y porquería: con el tiempo harán un poco más allá otra casa y más tarde otra y otra hasta que todo el solar se haya incorporado al barrio y esta nueva zona quede convertida, como todas las demás, en un tejido de casas separadas por un trazado de calles ocupadas por desperdicios de todo tipo.
Pero no os equivoquéis, no se trata de pobreza. Sonko, uno de los senegaleses que nos acompaña en el viaje, me dijo que el Sacré Coeur es un barrio de gente de dinero. Y lo creo: las casas y los coches aparcados junto a las casas son de estándar occidental, lo que aquí debe de significar un nivel económico altísimo. La alta calidad del barrio la corroboran los edificios institucionales que hay en las inmediaciones del hotel. En la avenida, a la izquierda del Gogó, hay dos edificios que podrían estar en la Castellana de Madrid: el Centro Cultural de la Embajada Islámica de Irán y, junto a él, una clínica odontológica, pero a su derecha se extiende un gran descampado «polivalente», una parte del terreno está utilizado como aparcamiento, el resto es un vertedero lleno de electrodomésticos, muebles rotos, váteres y todo tipo de inmundicias.
Junto a este otro solar, pero dándole la espalda y encarándose hacia la avenida, hay una variopinta alineación de puestos de venta; en uno de ellos se acumulan sacos de cemento que comparten vecindad con montones de haces de hierba para alimento de ganado. El propietario permanece sentado frente a las mercancías acompañado de tres ovejas que comen tranquilamente junto a unos niños, supongo que sus hijos. Un poco más allá, hay una caseta que es un puesto de venta de lotería y otra que es una gran cocina al aire libre bajo un entoldado. Cuando paso por allí, una negra de sonrisa amplia reclama mi atención instándome a sentarme para disfrutar de sus guisos; frente a los comensales que se afanan en ello, se extiende una superficie continua hecha de los omnipresentes escombros y de basura rica en residuos plásticos. Sin desviar mis pasos, bordeo la zona hasta llegar a la esquina del edificio del hotel ocupada por la panadería-pastelería y doy término a mi paseo con la compra de apetitosa bollería francesa y baguettes crujientes. Con mi aromática carga subo hasta la suite que tenemos reservada en el Gogó a esperar a que mis compañeros despierten. El día ha desplegado un cielo radiante y Dakar es tierra incógnita que empezaré a descubrir tras el desayuno.
IMPRESIONES DE UNA FLÂNEUSE EN DAKAR
Dakar es un gran espectáculo de gentes y el mercado un escenario privilegiado para verlo. Hemos ido a dos de ellos, Sandaga y Kermel: este último es un recinto cerrado construido por los franceses en hierro y madera, pero hoy ha rebasado ampliamente sus límites, a su alrededor y en las calles adyacentes se agolpa un tropel de puestos de venta entre los que abundan los de artesanía, quedando el interior reservado para los alimentos. No sé si el mercado de Sandaga nació dentro de un recinto construido: lo que yo he visto ha sido un gran entramado de calles ocupadas por mercancías, una enmarañada telaraña de puestos que parecía no tener fin, un laberinto recorrido por un apretado hormigueo de gentes, compradores y vendedores ambulantes con sus productos encima de la cabeza compitiendo por hacerse un hueco. Sobre todo se vende ropa: pegados unos a otros, los tenderetes quedan ocultos bajo la mercancía y forman una apretada urdimbre que deja tan solo angostos pasillos de altas paredes —telas y vestidos colgados sobre hilos— por las que es muy dificultoso transitar. Los espacios son tan angostos que permiten el paso de una sola persona y los entrecruzamientos son lentísimos.
En la uniformidad de esa masa humana nosotros éramos la nota discordante. En Dakar no son muy apreciados los toubab (blancos) y no consienten de ninguna manera que les hagan fotos o los filmen. Como uno de los objetivos del viaje es hacer un documental que acompañará la exposición que sobre la cultura senegalesa prepara el grupo con el que viajo, vienen con nosotros dos cámaras locales para que sean ellos los que hagan las tomas. Aun así solo lo permiten con reticencias, y no siempre, después de pedirlo por favor y dar todo tipo de explicaciones. Pero yo me he erigido sin proponérmelo en la fotógrafa del grupo y he ejercido de paparazzi clandestina paseando con una pequeña cámara oculta en el bolsillo. Cuando me pillan empiezan a increparme, a veces de muy malas formas, entonces me escabullo rápido entre la gente.
Hacer fotos es uno de los grandes alicientes del viaje, todo lo que me rodea constituye un auténtico banquete para los ojos y me siento avariciosa e insaciable, creo que podría pasar meses en Senegal antes de saturar mi mirada. Viajo siempre con dos cámaras, una Nikon equipada con varios objetivos y una pequeña que cojo cuando no quiero cargar peso, tengo poco espacio en la mochila, o debo pasar desapercibida. En Senegal, esta va a ser la más útil. La pasión de hacer fotos es complementaria al placer que me produce guardar memoria escrita de lo que veo y de cuanto me sugiere lo que veo. Los pensamientos nacen al ritmo pausado que exige escribir, se gestan en el mismo desarrollo de la escritura y gracias a ella. Escribir es mi forma de digerir imágenes y experiencias, de hacerlas mías; al nombrarlas las doto de voz propia y esta vuelve a mí convertida en sustancia de la memoria. Sin palabras la experiencia es un caos de sensaciones, sin fotografías el mundo que ahora contemplo se iría borrando sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. Para mí viajar, hacer fotos y escribir son verbos que se conjugan al unísono.
Nos desplazamos en una furgoneta conducida por Shila, en ella nos moveremos durante toda nuestra estancia en Senegal. Después de detenernos largamente en Sandaga y Kermel, subidos de nuevo a la furgoneta hemos atravesado otras zonas en las que las mercancías invaden calles y avenidas haciendo de estas un inmenso escaparate al aire libre. En realidad, todo Dakar parece ser un gran mercado. Mientras cruzábamos la ciudad íbamos haciendo comentarios jocosos sobre algunas de las cosas que veíamos. Hemos bautizado como «Zona Ikea» una avenida en la que la mediana estaba invadida por muebles: cercados por el tráfico, se agolpan allí tresillos y mesas mientras dormitorios completos ocupan las aceras. ¿Qué harán por la noche con todo eso?, ¿lo montan a diario? Seguramente tienen que acarrear todos los muebles cada día, vivir en estado de perpetua mudanza, también transportar, montar y desmontar un montón de ladrillos porque para salvarlos de la suciedad las patas de los muebles reposan sobre ladrillos.
Cerca de la «Zona Ikea» las aceras están ocupadas por ordenadas hileras de plantas y centros florales, unas y otros perfectos, como recién salidos de los invernaderos. Su mera existencia en medio de la suciedad y el polvo me ha parecido un milagro. Conviviendo con todo ese barullo aparecen de vez en cuando vacas de largas y afiladas cornamentas con pelaje muy claro y una pequeña giba tras la nuca. Parecen campar por sus respetos sin que nadie las vigile y no se sabe si están a la venta o es que viven en la calle. También he visto carneros atados a cualquier cosa —una farola, un árbol, un carrito— y gallinas dormitando semienterradas en la arena, estas sí, junto al dueño que espera venderlas. Para completar el paisaje hay que añadir a esa abigarrada mezcolanza pequeños puestos de cosas inimaginables para las que ni siquiera tengo nombre y minúsculos talleres que, junto al trasiego de carros y el pulular de gente, forman un entramado de vida burbujeante.
El vagabundaje por Dakar ha concluido con la visita a la ciudad histórica donde está el...

Índice

  1. Prólogo
  2. COLORES EN EL DESIERTO AUSTRALIANO
  3. EL SALAR DE UYUNI. EL NUEVO POTOSÍ
  4. EL CAMINO INCA
  5. UNA CIUDAD CARIBEÑA VOLCADA AL PACÍFICO
  6. FORMAS DE LO SAGRADO EN MÉXICO
  7. EL SUR DEL SUR
  8. EL EXTREMO OCCIDENTAL DE ÁFRICA