La bruja novata
eBook - ePub

La bruja novata

  1. 288 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

¡Treguna mecoides trecorum satisdi!¿Quién no recuerda el conjuro con el que la bruja en prácticas Miss Eglantine Price se lleva a los hermanos Charles, Carey y Paul a un mundo de magia y aventuras? Por desgracia, cuando una consigue el título de hechicera en un curso por correo llamado Cómo convertirse en bruja en 10 sencillas lecciones, los problemas no tardan en aparecer. Desde viajes en el tiempo hasta accidentados vuelos en escoba, las peripecias de esta bruja novata solo acaban de empezar.Bienvenidos a un clásico de la literatura infantil y juvenil, adaptado con éxito al cine en 1971. Una novela de culto que trasladará a los lectores de todas las edades a un universo de sueños, fantasía y desastres mágicamente divertidos.

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Información

Editorial
RBA Libros
Año
2019
ISBN del libro electrónico
9788427218451
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

Hogueras y escobas

Perdido y encontrado

Pasaron dos años. Tía Beatrice falleció y se vendió la casa, así que nunca regresaron a Much Frensham. El recuerdo de aquel verano se convirtió en un secreto, algo de lo que rara vez hablaban, y menos con Paul.
—Podría delatarnos, ¿lo entiendes? —señalaba Carey—. Debemos hacerle creer que solo fue un sueño.
Algunas veces, cuando estaban con otras personas, Paul se podía convertir en una amenaza. «Cuando estuvimos en la cárcel...», exclamaba, y Carey, sonrojándose, le corregía apresuradamente con un «¡Cuando soñaste que estabas en la cárcel, Paul!».
Tras un tiempo, la confusión de Paul aumentó; mirando por el rabillo del ojo a Carey, decía cosas del tipo:
—Ayer, cuando soñé que me comía un huevo para merendar...
—Pero si ayer te comiste un huevo para merendar... —señalaba su madre.
—¡Oh! —exclamaba él sorprendido, y a continuación, muy serio, añadía—: Entonces, ¿también vi los antófagos?
—¿Qué antófagos?
—Creo que quiere decir «antropófagos» —se apresuraba a explicar Carey—. No, Paul, no los viste. Eso lo soñaste —añadía, y cambiaba de tema rápidamente.
Incluso a Charles todo aquello le parecía irreal. De vuelta en la escuela con sus amigos, la simple mención del término lo incomodaba. ¿Magia? Uno no hacía..., uno no podía..., es decir, todo aquello era un poco... Se apuntó a clases de boxeo, empezó primer año de Latín y comenzó a coleccionar sellos. Borró de su mente aquellos acontecimientos e hizo como si jamás hubiesen ocurrido.
Pero eso es imposible de lograr. Raras veces se consigue; tarde o temprano, el destino toma cartas en el asunto y el pasado regresa como una bomba. Eso mismo les ocurrió a Carey y a Charles, aproximadamente dos años más tarde, en una mañana de invierno fría y aburrida, bajo la forma de un periódico. Llegó de manera inocente con el desayuno, disfrazado de London Times.
—Mira —dijo Carey en voz baja.
Estaba inclinada, cuchara en mano, sobre la sección de anuncios personales.
Charles levantó la vista. En aquel preciso momento, no había nadie más en la estancia, salvo ellos dos. La señora Wilson, su madre, ya se había marchado al despacho y Paul todavía no había bajado. Carey tenía una expresión extraña: parecía muy asustada.
—¿Qué sucede? —preguntó Charles.
Carey le tendió el periódico a través de la mesa.
—Mira —dijo señalando con el dedo.
Al principio no lo vio.
—«Abrigo de visón casi nuevo...» —leyó en voz alta.
—No, más abajo.
—«Manos pálidas, mi corazón canta...».
—No, aquí. —Se inclinó hacia él, con las trenzas serpenteando por encima de la mesa—. «Dama, propietaria de casa pequeña...».
«Dama, propietaria de casa pequeña en la campiña, se ofrece para acomodar a dos niños en edad escolar durante las vacaciones de verano. Precio módico. Buenas referencias. Respondan a E. Price, Much Frensham... —La voz de Charles se hizo más lenta—, Bedfordshire».
Después, enmudeció.
—¿Lo entiendes ahora?
Charles asintió y se quedaron de nuevo en silencio.
—Pequeño aliso... —susurró Charles después de un momento—. Ese era el nombre de la casa, ¿verdad?
—Algo parecido. No lo recuerdo.
—Debe de haber muchos Price en Much Frensham —protestó Charles.
—Pero no E. Price. El nombre de pila de la señorita Price era Eglantine —declaró Carey.
—¿De verdad? —respondió Charles.
Su rostro también había palidecido.
—Sí, era Eglantine Price —repitió Carey con firmeza.
Se miraron el uno al otro sin intercambiar palabra alguna. Entonces, una vez más, se inclinaron sobre el periódico.
—Dice solo dos niños —señaló Charles.
—Oh, Paul puede dormir en cualquier sitio si ella sabe que somos nosotros, ¿no crees?
Sus mentes discurrían frenéticamente. Con su madre encadenada a su trabajo en el despacho, el problema de las largas vacaciones de verano siempre surgía. El año pasado habían ido a una granja en Cornualles y se lo habían pasado muy bien; no parecía haber razón alguna para que no los enviaran allí de nuevo.
—Pero Much Frensham está mucho más cerca de Londres —señaló Carey—. Madre podría venir a visitarnos. Y cuando le digamos que la señorita Price era amiga de tía Beatrice...
—No exactamente amiga.
—Sí. ¿No recuerdas los melocotones?
Charles permaneció en silencio.
—¿Y qué pasa con el boliche? —dijo al fin.
—¿Qué sucede con él?
—¿Dónde está?
Carey puso cara larga.
—No lo sé.
Se detuvo a pensarlo un momento.
—Debe de estar en alguna parte.
—Bueno, en esta casa hay un montón de cosas que no están en ninguna parte —continuó Charles—. Antes iría a Cornualles que presentarme ante la señorita Price sin el boliche.
—Caramba, yo también —admitió Carey.
En Cornualles al menos había playas..., y cuevas, y rocas por las que escalar. Reflexionó durante un instante y luego dijo:
—Una vez lo vi en la caja de los cuchillos.
—Allí ya no está.
—¿O era en el cajón de las herramientas?
—Sí, estuvo en el cajón de las herramientas mu...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. El boliche mágico
  6. Hogueras y escobas
  7. Sobre la autora
  8. Notas