Introducción a Nietzsche
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Introducción a Nietzsche

  1. 160 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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Introducción a Nietzsche

Descripción del libro

Friedrich Nietzsche es el pensador crítico por antonomasia. Se enfrentó a la cultura de su época, atacó de forma violenta la moral tradicional y llegó a predicar la muerte de Dios. Construyó una filosofía basada en la supremacía de la vida y decretó que el porvenir pertenecía a un nuevo tipo humano, el "superhombre", y al nuevo sistema de valores que traería con él. Su influencia hoy aún es abrumadora.Este libro constituye el acercamiento ideal al crítico más radical y lúcido de la sociedad contemporánea, cuyas ideas aspiran también a configurar el futuro.

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Información

Editorial
RBA Libros
Año
2019
ISBN del libro electrónico
9788491874270

El sentido
de la existencia

En pocos filósofos como en Nietzsche es tan esclarecedor estudiar su biografía para entender su manera de pensar. Él mismo repitió con frecuencia que su filosofía manaba de sus experiencias vitales y era fruto no solo de su carácter y de sus vicisitudes, sino también de sus estados anímicos y de cómo se encontrara físicamente. En su autobiografía Ecce Homo (1888) afirmó que hizo de su voluntad de salud y de vida su filosofía. La enorme influencia de su obra, que logra entablar una relación personal con el lector, surge de un método de análisis continuo de sus propios sentimientos y percepciones, muy semejante al examen de conciencia de la confesión protestante, en cuyo seno transcurrió su infancia.
Gracias al interés y a la polémica que ha suscitado y sigue suscitando su figura, Nietzsche es uno de los filósofos de los que más se sabe. Su vida ha sido investigada hasta en los detalles más nimios y una copiosa correspondencia ha permitido reconstruirla casi día a día. De su obra se puede decir otro tanto. Los italianos Giorgio Colli y Mazzino Montinari emprendieron la edición crítica de sus escritos, sin obviar pasaje o fragmento alguno, incluyendo sus anotaciones y apuntes. Pero esto no quiere decir que de Nietzsche se haya dicho todo lo que se puede decir. Su vida y su obra siguen ofreciendo enigmas y en ocasiones, quizá por concentrarse demasiado en los detalles, se pierde la visión de conjunto. Parece que cuanto más se ahonda en la personalidad y en las ideas de este filósofo, más misterios se encuentran y más incógnitas quedan por resolver.
Friedrich Wilhelm Nietzsche nació en Röcken, un pequeño pueblo de la antigua provincia prusiana de Sajonia, hoy Sajonia-Anhalt, el 15 de octubre de 1844. Su padre, Carl Ludwig (1813-1849), fue un pastor luterano que veneraba a su rey, Federico Guillermo IV de Prusia, y como el nacimiento de su primogénito coincidió con el cumpleaños del monarca, decidió darle el mismo nombre. Pero lo que pudo haber sido una infancia normal en una pequeña ciudad de provincias se truncó muy pronto, primero con la inesperada muerte del padre, cuando Nietzsche contaba tan solo cinco años, y después con la muerte de su hermano menor, que tuvo lugar al año siguiente.
Después de estos hechos trágicos, la familia abandonó Röcken y se mudó a la casa de su abuela materna en Naumburgo. Friedrich se crió allí en un hogar exclusivamente femenino, con su madre, Franziska Oehler (1826-1897); su hermana, Elisabeth Nietzsche (1846-1935), su abuela y sus tías. Tras acabar los estudios primarios, logró ingresar en la prestigiosa escuela Pforta, una institución reconocida en toda Alemania por su excelente formación humanística, que hacía especial hincapié en las lenguas clásicas. Nietzsche fue un niño excesivamente serio y disciplinado para su edad, también algo pedante, al que sus compañeros llamaban por ese motivo el «pequeño pastor». De hecho, su madurez intelectual se manifestó de modo muy precoz en varios escritos, entre ellos una autobiografía, titulada De mi vida, redactada a los catorce años.
En Pforta, donde imperaba una disciplina prusiana y un ambiente monacal, Nietzsche se interesó por algunos de los temas que le iban a ocupar el resto de su vida: la cultura griega, la música de Wagner o el culto a la genialidad encarnada en personajes históricos como Napoleón y Goethe. De aquella época escolar se conservan algunos escritos como Fatum e Historia, un trabajo en el que se perciben dudas incipientes acerca de la verdad del cristianismo. En otro texto, dedicado a Napoleón III, se observa ya su tendencia a justificar las acciones de personalidades geniales por su voluntad de poder. Y en el fragmento «Sobre el cristianismo», escrito en abril de 1862, el joven ya especuló sobre un posible final de la religión y de un mundo sobrenatural.
Entre los poetas sintió una gran pasión por el alemán Hölderlin (1770-1843) y el inglés Lord Byron (1788-1824). De su compatriota le fascinaba la musicalidad de sus obras; al británico lo admiraba por haber convertido su vida en una obra de arte y llegó a calificarlo de «superhombre». En la escuela cultivó, además, su pasión por la música; Nietzsche era un buen pianista, con talento para la improvisación, y se mostró especialmente cautivado por la obra de Wagner Tristán e Isolda.
A los quince años Nietzsche anotó que de él se había apoderado una avidez descomunal de conocimientos y de formación universal. Su volumen de lecturas durante su etapa escolar fue, en efecto, asombroso. Destacó sobre todo en latín y en griego, con trabajos de una calidad extraordinaria, mientras que las matemáticas fueron su punto débil. El trabajo en latín con el que concluyó su período en Pforta resulta muy revelador. Lo dedicó al poeta griego Teognis de Megara, del siglo VI a.C. Exiliado de su patria por motivos políticos, Teognis era un miembro de la alta nobleza que defendió en sus elegías una ética aristocrática, y a él se atribuye la distinción entre una moral de señores y una moral de esclavos que sería determinante en el pensamiento nietzscheano.
Nietzsche retratado en 1861, a los diecisiete años, cuando, según uno de sus escritos autobiográficos, redactado en 1863, «todas mis posibles inclinaciones se habían despertado ya, escribía poemas y dramas horripilantes y mortalmente aburridos, me martirizaba con la composición de música sinfónica y se me había metido en la cabeza la idea de adquirir un saber y un poder universales».

A CABALLO ENTRE LA FILOLOGÍA Y LA FILOSOFÍA

Aunque Nietzsche ya tenía serias dudas acerca de su vocación religiosa, se matriculó en la Facultad de Teología de Bonn por iniciativa de su madre, aunque compatibilizó los estudios teológicos con los de filología clásica, en este caso por iniciativa propia. Es fácil imaginarse sus dificultades para romper con la tradición paterna y las presiones que debía de ejercer su entorno familiar, pero Nietzsche pronto dio a entender que una crisis de fe había eliminado la posibilidad de seguir la carrera eclesiástica, y lo demostró dejando de acompañar a su madre a los servicios religiosos. Tras dos semestres de estudios en Bonn, siguió a su afamado catedrático de Filología, Friedrich Ritschl (1806-1876), a Leipzig, de cuya universidad este último había recibido una oferta para ocupar una cátedra vacante. Su discípulo aprovechó la oportunidad para abandonar definitivamente los estudios de Teología.
Poco después de llegar a Leipzig en 1865 hizo un descubrimiento, decisivo para su desarrollo intelectual, que le impulsó a adentrarse en la filosofía. Encontró en una librería El mundo como voluntad y representación, obra de Schopenhauer (1788-1860) cuya lectura le causó una auténtica conmoción. De inmediato se identificó con el autor: «Le entendí como si lo hubiese escrito para mí».
Nietzsche se enfrascó durante semanas en la lectura de las obras de ese «enérgico y sombrío genio», sumido en una suerte de éxtasis, y después no dejó de hacer propaganda en su favor siempre que se le presentaba la ocasión. Sobre todo le atrajo su actitud ante la existencia, la idea de que cuanto más consciente se vuelve el hombre de la vida, tanto más reconoce que toda la vida es sufrimiento. En el mundo no hay voluntad que logre una plena satisfacción, por lo cual el sufrimiento es inagotable y crece con la conciencia. Solo la contemplación de las ideas en el arte proporciona a la voluntad una breve pausa de sosiego. De este conocimiento se derivan dos actitudes ante la vida: la primera de ellas culmina en una afirmación de la existencia por la cual el hombre toma la vida como es y acepta todo lo que representa y contiene; la segunda supone la negación de la voluntad, mediante la cual se supera el sufrimiento intentando apagar el impulso vital. Schopenhauer era favorable a esta última actitud.
Otros descubrimientos de este período universitario, que influirían de modo esencial en su posterior pensamiento filosófico, fueron la Historia del materialismo, de Friedrich Albert Lange (1828-1875), libro de consulta que le acompañó el resto de su vida y que rellenó en gran parte sus lagunas en la historia de la filosofía. Llegó a decir: «Kant, Schopenhauer y este libro de Lange: no necesito más». Fue a través de él que conoció a Max Stirner (1806-1856), el autor de uno de los libros más radicales de la filosofía, El único y su propiedad, que dejó profunda huella en su obra, aunque nunca lo reconociera expresamente.
Entre 1867 y 1868 Nietzsche cumplió su servicio militar en el ejército prusiano, incorporándose a la sección de caballería de un regimiento de artillería, destacado en Naumburgo. Un accidente cuando montaba a caballo le causó una lesión grave en el esternón, por la cual tuvo que someterse a cinco meses de tratamiento médico intensivo y se vio obligado a recibir morfina para aliviar los terribles dolores.
De regreso a Leipzig, se produjo un encuentro que sería providencial: durante una visita a la casa del orientalista Hermann Brockhaus (1806-1877), conoció al «maestro», a Richard Wagner (1813-1883), con quien conversó sobre Schopenhauer. Este encuentro estimuló su curiosidad y le hizo emprender la lectura de las obras del genial músico.
El catedrático de Filología Friedrich Ritschl —arriba a la izquierda— fue uno de los personajes más relevantes en el período de formación de Nietzsche, ya que supo espolear su interés por los estudios clásicos e influyó para que el filósofo se trasladara a Leipzig, donde realizó el descubrimiento de la obra de Schopenhauer —arriba a la derecha—, el autor que más le influyó, y de Friedrich Albert Lange —abajo a la izquierda—. La influencia de Ritschl fue fundamental, asimismo, para que Nietzsche obtuviera la cátedra de Lengua y Literatura griegas de la Universidad de Basilea, donde conoció al historiador Jacob Burckhardt —abajo a la derecha.
En la universidad, mientras tanto, Nietzsche atravesaba un mar de dudas. No veía claro su futuro académico y barajaba varios temas para su tesis doctoral sin decidirse por ninguno, hasta que resolvió abandonar la filología clásica y estudiar ciencias naturales, a ser posible en París. No sabía que su catedrático y mentor, Ritschl, estaba negociando en secreto que pudiera recibir una cátedra de lengua y literatura griegas en la Universidad de Basilea, un pequeño centro que solía servir de trampolín a los jóvenes docentes. Para el futuro filósofo era un honor casi inmerecido, sobre todo porque ni siquiera contaba con una tesis doctoral, de modo que la Facultad de Filología de Leipzig se tuvo que apresurar a otorgarle el título de doctor, reconociéndole como tesis los trabajos publicados hasta ese momento. Tras renunciar al derecho de ciudadanía prusiano para evitar ser llamado a filas en caso de guerra, Nietzsche se dirigió a su nueva ciudad de residencia, convertido en un apátrida, situación que mantuvo el resto de su vida. En su lección inaugural, dada el 28 de mayo de 1869, disertó sobre Homero y la filología clásica.
Uno de los grandes alicientes con que contó en Basilea fue poder viajar a la localidad de Tribschen, donde residía Richard Wagner en compañía de Cosima von Bülow (1837-1930), entonces aún amante. La polémica pareja, con veinticuatro años de diferencia en edad y ella aún casada con el director de orquesta Hans von Bülow (1830-1894), acababa de traer al mundo a su hijo Siegfried (1869-1930). Nietzsche había entrado en el reducido círculo de amistades íntimas de la familia, hasta el punto de pasar las Navidades con ella y disponer de un estudio propio en la villa. Su admiración por el compositor no conocía límites y lo consideraba el mayor genio de la época, un hombre inconmensurable.
Otra amistad que le proporcionó Basilea fue la del historiador Jacob Burckhardt (1818-1897), el autor de la célebre La cultura del Renacimiento en Italia. En la universidad suiza enseñaba asimismo el filósofo Gustav Teichmüller (1832-1888), de quien Nietzsche adoptó el concepto de «perspectivismo», la posibilidad de considerar el mundo, o lo existente en él, desde diferentes puntos de vista, sin que ninguno de ellos sea fal so; en realidad, cada perspectiva ofrece una imagen única e indispensable de su objeto.
Los primeros años de Nietzsche como catedrático se caracterizaron por sentimientos encontrados. Por un lado, la confianza adquirida con la familia Wagner lo llenaba de orgullo y le servía de estímulo intelectual; por otro, comenzó a tener dudas acerca de su vocación filológica y de su futuro profesional, viéndose bajo la presión de tener que justificar con algún libro importante haber recibido una cátedra siendo tan joven. Wagner, intuyendo en él un intelecto excepcional, se afanó en que el joven catedrático se pusiera al servicio de su causa: una regeneración de la cultura alemana inspirada en su obra musical y teórica, y le animó a investigar y a escribir. En 1870, sin embargo, se produjo una breve interrupción en la vida académica de Nietzsche a causa del estallido de la guerra franco-prusiana. El joven quiso participar en el conflicto, pero las autoridades suizas solo se lo permitieron como sanitario. Tras realizar un curso de formación, fue destinado al campo de batalla, donde atendió a heridos y agonizantes. Apenas trascurrida una semana, enfermó gravemente de disentería, lo que dio por terminada su fugaz aventura bélica.
De regreso a Basilea, sus dudas acerca de la filología se recrudecieron. Convencido por fin de que en realidad su vocación era la filosofía y que había equivocado sus pasos, optó a la cátedra de Filosofía que dejaba vacante Teichmüller, una resolución que parece tanto más desesperada cuanto que no disponía en su currículo de ninguna base académica que pudiera sustentar semejante solicitud.
Abrumado por sus clases y por la presión que sentía, sufrió una crisis nerviosa. Se le concedió un permiso de seis semanas para recuperarse, durante el cual terminó de fraguar la que iba a ser su primera obra importante, El nacimiento de la tragedia del espíritu de la música, un trabajo al que dio un sesgo filosófico con el que pudiera justificar futuras opciones a una cátedra de Filosofía, ya que su solicitud en Basilea había sido denegada.

LA TRAGEDIA GRIEGA

El nacimiento de la tragedia cuenta con una serie de precedentes que fueron contribuyendo a darle forma y contenido. Es el resultado de varios años de investigación que el pensador plasmó en fragmentos, lecciones, conferencias y textos dispersos que no habían llega...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Introducción
  5. El sentido de la existencia
  6. La muerte de Dios
  7. El superhombre, la superación del nihilismo
  8. La voluntad de poder
  9. Glosario
  10. Bibliografía