Breve historia de las cruzadas
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Breve historia de las cruzadas

Juan Ignacio Cuesta Millán

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Breve historia de las cruzadas

Juan Ignacio Cuesta Millán

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Con la Breve historia de las cruzadas revivirá las ocho expediciones en las que miles de cristianos batallaron contra los musulmanes para conquistar Tierra Santa. La piedad y la fe de estos caballeros fueron las aparentes justificaciones de una aventura que provocó un continuo baño de sangre durante tres siglos y cambios fundamentales tanto en los invasores como en los invadidos. La justificación fue liberar los Santos Lugares; la realidad, invadirlos.

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Información

Año
2019
ISBN
9788497632164
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LAS CRUZADAS SIRVIERON DE PRETEXTO para que se instalaran en Tierra Santa una serie de congregaciones religiosas que desempeñaron diversas tareas que cada vez eran más necesarias en aquella conflictiva región. Esa fue la razón por la que tuvieron que adiestrarse en el uso de las armas y convertirse en monjes-soldado. La tierra sagrada donde Jesucristo predicó las bienaventuranzas fue siempre lugar de enfrentamientos entre los hombres.
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A la izquierda: Tierra Santa fue llenándose poco a poco de monjes que tuvieron que ir convirtiéndose en soldados para proteger a los peregrinos que acudían en busca de los lugares en los que predicó Jesús de Nazaret.
Las cinco órdenes más importantes que se asentaron en los Santos Lugares fueron: la de San Juan de Jerusalén (hospitalarios), la del Santo Sepulcro, los Caballeros Teutónicos, los Lazaristas y la del Templo o templarios. Estos últimos se hicieron especialmente famosos.
También hubo otras que participaron, aunque de una manera casi testimonial, como por ejemplo algunas de origen hispano. La del Monte Gaudio fue fundada por el conde don Rodrigo Álvarez en el año 1178. Sin embargo, no llegó a intervenir en ninguna acción de relevancia, así que sus bienes pasaron a engrosar el patrimonio del Temple en el año 1186. Hubo más intentos para que participaran algunas otras. Intentaron convencer a los calatravos y a los santiaguistas (órdenes de Calatrava y de Santiago), así como a los templarios españoles, sin resultados. En la Cruzada que emprendió Jaime I participaron algunos calatravos aragoneses, pero una tormenta mermó la flota e hizo desistir al monarca de tal empeño.
Por otra parte, España estaba en plena Reconquista, y eran necesarios prácticamente todos los efectivos para que la península Ibérica no fuera la puerta de entrada del Islam a Europa. Bastante tenían los monarcas españoles con contener al enemigo más cercano. Por esa razón se mostraron siempre reticentes a participar en las Cruzadas en Oriente Medio. No acudieron muchos caballeros hispanos a las llamadas que se hicieron.
La Orden de San Juan de Jerusalén
Posiblemente una de las instituciones religiosas más antiguas que llegaron a la zona es la Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, hoy día de Rodas y de Malta (So berana Orden de Malta).
Fue fundada en la Ciudad Santa alrededor del año 1050 por comerciantes de Amalfi (Salerno, Italia), gracias a la autorización del califa de Egipto. En su forma original se trataba de una cofradía que tenía a su cargo el funcionamiento y la conservación de un hospital en donde los peregrinos hallarían alivio ante las dificultades de su viaje. Su propio lema lo manifestaba perfectamente: «Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum» (en defensa de la Fe y al servicio de los pobres). Adoptaron como emblema la cruz blanca de ocho puntas.
En sus primeros años fue una comunidad monástica puesta bajo advocación de San Juan Bautista. Se profesaban los votos de pobreza, castidad y obediencia. El Papa Pascual II la reconoció formalmente mediante una bula promulgada el día 15 de febrero del año 1113. Pronto tuvo que implicarse en acciones militares para poder ejercer bien su función en una región agitada y sensible, escenario de permanentes conflictos. Esto sucedió siendo gran maestre Raimundo de Puy (1120-1160), sucesor del primer Gran Maestre, el beato Gerardo Tenque, que había muerto el día 3 de septiembre de 1120.
Mientras existió el reino cristiano de Jerusalén, consecuencia de la Primera Cruzada, los monjes realizaron su labor normalmente y, al adquirir carácter militar, admitieron en su seno a caballeros nobles que profesaban como religiosos aceptando la regla de la Orden.
Fueron expulsados de Tierra Santa en el año 1291. Era por entonces Gran Maestre Foulques de Villaret (1315-1319) y durante algún tiempo se asentaron en Chipre, trasladándose en el año 1310 a ocupar la isla de Rodas.
Crearon entonces una flota encargada de vigilar las rutas comerciales y militares del Mare Nostrum. Participaron en importantes combates frente a las costas de Egipto y Siria, donde fueron muy eficaces.
En el año 1523, el sultán Suleiman el Magnífico los expulsó de la isla. Fueron despedidos con honores militares. Durante siete años no tuvieron donde aposentarse, hasta que en 1530 Carlos V les cedió la isla de Malta. El Gran Maestre Jean de la Valette ocupó su capital, a la que dio su nombre (Valetta). Desde este estratégico lugar, combatieron contra los turcos, que los asediaron durante más de noventa días.
Su intervención en la batalla de Lepanto en 1571 fue decisiva, gracias a su potente flota, contribuyendo decididamente a que cayera el imperio otomano.
Años después, en 1798, fueron expulsados por Napoleón Bonaparte cuando iba a Egipto, puesto que la regla de la orden les impedía luchar contra otros cristianos. Sin embargo, aunque en el Tratado de Amiens (1802) se les atribuye la soberanía sobre Malta, no pudieron volver. La isla estaba entonces ocupada por los ingleses. Actualmente, y desde 1834, su sede oficial está en Roma, aunque tienen diversas posesiones por el mundo. Por ejemplo en Segovia tienen la iglesia de la Vera Cruz, un templo atípico con un tipo de arquitectura que permite sospechar la influencia en su construcción de las cofradías adiestradas por los caballeros templarios.
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Foulques de Villaret. Veinticuatro Gran Maestre de la Orden de Malta
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Malta, isla fortificada cercana a Sicilia. Perteneció a la Orden de Malta hasta su expulsión por parte de Napoleón Bonaparte. Aunque posteriormente se les reconoció su soberanía, no pudieron regresar.
A pesar de sus vicisitudes militares y su errática historia, su misión sigue siendo de tipo altruista, y no se les conoce ningún proceso incoado en el que alguien hubiera estado interesado en su disolución. Actualmente casi todos sus miembros son caballeros laicos.
La Orden del Santo Sepulcro
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La iglesia de la Vera Cruz, en Segovia, propiedad de la Orden de Malta. Posiblemente de origen templario.
Fundada por Godofredo de Bouillón, acogió en principio a cincuenta caballeros que fueron nombrados en el considerado como sepulcro de Jesús de Nazaret, que quedó bajo su custodia. Así nos los relató el poeta Torcuato Tasso: «Son cincuenta guerrier he in pure argetnto. Apiegan la tronfal perpetua coce.» Se hicieron cargo de la sagrada tumba en el año 1098. Era necesario que 100 miembros estuvieran disponibles permanentemente en Jerusalén, y así lo hicieron. Participaron en varias expediciones a partir del año 1123, bajo el mandato del rey Balduino, como por ejemplo el sitio de Tiro de 1128, el asedio de la fortaleza de Montferrand en 1146, el sitio de Damasco en 1153, la batalla de Bethsan en 1180 y la conquista de Arcalea en 1182. El prior de la orden falleció peleando durante la toma de San Juan de Acre.
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Según la tradición, este es el lugar donde estuvo enterrado el cuerpo de Jesucristo y en el que tuvo lugar su resurrección.
El conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, ingresó en sus filas, sin que esto significara que desatendiera sus labores como monarca. Jaime I el Conquistador les donó tierras y bienes para realizar su labor con comodidad.
Con la caída de Jerusalén en manos de los turcos, se dispersaron por Francia, Flandes, Alemania y Polonia, fundando conventos en París y Parma. En el año 1480, Inocencio VII los incorporó a la Orden de Jerusalén. Su Gran Maestre más destacado fue Pío X en 1907, auxiliado por el patriarca de Jerusalén. Siguen en activo, divididos en Caballeros, Comendadores y Grandes Cruces.
Sus símbolos es la cruz «potenzada» de color rojo, de gran tamaño y rematada con brazos. Contiene cuatro más pequeñas en los cuarteles que se forman. Sobre el pecho utilizan la «patriarcal», con su doble traviesa característica.
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Cruces de la Orden del Santo Sepulcro.
Los Caballeros Teutónicos
La aparición de esta orden militar en Jerusalén tuvo su origen años antes. Una vez establecido el Reino Latino, se construyó un hospital para los peregrinos alemanes. Adjunto al mismo, se edificó una iglesia bajo la advocación de la Virgen, dependiente del gran maestre de San Juan. Ambos edificios serían destruidos por Saladino en el año 1187. Así que, durante la Tercera Cruzada (1190), peregrinos procedentes de Lübeck y Bremen, con el apoyo del duque de Holstein, utilizaron las velas de los navíos para improvisar un hospital de campaña en las afueras de Acre. Una vez conquistada la ciudad, Federico de Suabia, líder de los soldados alemanes, levantó un hospital permanente, defendido por algunos monjes guerreros que recibirían a partir de entonces el nombre de Caballeros Teutónicos.
En 1192, Celestino III les otorgó privilegios semejantes a los recibidos por las otras órdenes, en concreto iguales que los de San Juan, de quienes tomarían la regla hospitalaria. Inocencio III aprobó su hábito blanco, sobre el que pusieron una cruz de color negro.
Fueron apoyados notablemente desde su tierra natal por los emperadores, sobre todo por Federico II, que tendría problemas con el Vaticano, como veremos después. En el año 1229, en plena Cuarta Cruzada regresarían a su primera casa, la de Santa María de los Alemanes, aunque esta vez por breve tiempo. Abandonaron definitivamente Tierra Santa en el año 1291.
A partir de este momento, su campo de operaciones se trasladó al Báltico. Allí pusieron todo su empeño en luchar contra Prusia, cuyos habitantes aún seguían siendo paganos. Se crearon entonces los Schwertzbrüder, los «portadores de espada», una orden militar que tuvo escaso éxito, lo que llevó a Conrado de Masovia a llamar en su ayuda a los teutónicos, a cambio de cederles Culm con los botines que pudieran obtener.
En aquellos momentos ascendió al Gran Maestrazgo de la orden Hermann von Salza (o Saltza), quien recibió de Honorio III y del emperador Federico II en 1230 la autorización para su campaña. La lucha duró veinticinco años durante los cuales el germanismo fue difundiéndose por toda aquella zona del viejo continente, y por tanto el Imperio fue engrandeciéndose con la incorporación de nuevos territorios que vinieron a quedar bajo la tutela del jefe de la casa Hohenstaufen.
En 1309 el gran maestre Sigfrido de Feuchtwangen trasladó su residencia oficial desde Venecia hasta el castillo de Marienburg, una gran fortaleza desde donde dirigió el país con la disciplina propia de lo castrense.
Nunca fueron más de mil caballeros. Con esta fuerza vencieron a los lituanos en Rudau (1307). Su jefe, el duque Ladislao Jagellón, se casó con la heredera del trono polaco y se convirtió al cristianismo, terminando con el pasado pagano de aquella región. Los teutónicos, al no ser tan necesarios, perdieron gran parte de su in fluencia.
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Hermann von Salza fue amigo personal de Federico II, que le nombró «Príncipe Imperial». Los Caballeros Teutónicos consiguieron entonces grandes riquezas y privilegios. El Gran Maestre prefirió abandonar Tierra Santa con sus tropas y emprender otras campañas en Hungría. Posteriormente seguiría ampliando su campo de operaciones hasta Prusia.
A partir de entonces estallaron ...

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