Ocultismo medieval
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Ocultismo medieval

Xavier Musquera

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Ocultismo medieval

Xavier Musquera

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Ocultismo medieval es una invitación para que el lector se sumerja en la azarosa Edad Media y descubra los entresijos de los Maestros constructores, sus vidas y sus ritos. Un viaje en el tiempo que permitirá descubrir a las primeras logias que se establecieron en dicha época, el nacimiento de los gremios artesanales, sus conocimientos, su simbología críptica y los mensajes que dejaron impresos en la piedra para los iniciados y para todo aquél que sepa ver.

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Información

Año
2019
ISBN
9788497637367

Capítulo 1
SIMBOLOGÍA

EL ESTUDIO ETIMOLÓGICO DE LA PALABRA SÍMBOLO procede del griego sumbolon, derivada así mismo del verbo sumballo que significa unir o juntar. Resulta muy significativo, para el tema que nos ocupa, tener constancia de esta búsqueda de unión del hombre con esa realidad formada por lo físico y lo metafísico. El ser humano era completo en un principio, antes de quedar «roto» por la «caída», y ello ha motivado que su objetivo final sea el de reunificar, unir las dos partes, la material y la espiritual, en un todo renovado regresando a su estado primordial.
Desde las escenas pintadas en las cavernas prehistóricas hasta el logotipo o marca de moda, el ser humano ha hecho uso del símbolo. Éste transmite información al presentarse con un aspecto y unas características propias que permiten su rápida identificación. Además, existen signos que poseen contenidos y significados ocultos que pueden transformar a aquél que capta y comprende su mensaje. Se trata de signos que han llegado hasta nuestros días desde la más remota antigüedad, en ocasiones perdiendo su contenido y esencia original adoptando nuevos significados.
Los buscadores de todos los tiempos conocían verdades que llegaban al hombre a través del símbolo. Los ritos iniciáticos de todas las culturas lo han utilizado en sus ceremonias. Desde un principio, llegó a diferenciarse aquello que el símbolo venía a manifestar en su parte visible y accesible al profano con el calificativo de exotérico. Pero esa otra dimensión, la esotérica (interna), que va más allá de las apariencias, es la que permite entrar en contacto con las fuerzas que realmente mueven al mundo, situándolo en el ámbito de lo sagrado.
Desde el antiguo Egipto hasta la Edad Media, estos signos han guardado celosamente sus secretos. Peregrinos de todos los tiempos y de todas las culturas han buscado este Saber que libera al ser humano de su ignorancia, ubicándolo en el lugar que le corresponde en el Universo y en comunión con la Naturaleza de la que forma parte. El maestro, el sabio o el iniciado reconocen en el símbolo las propiedades que posee y el esfuerzo que se precisa para descifrar su mensaje. La complejidad de los significados que posee y a los que hace alusión conducen al hombre por los laberintos de la mente y el corazón. El signo, al poseer múltiples interpretaciones, alcanza en su justa medida la comprensión de aquel al que va dirigido. Cada cual recibe el mensaje que le corresponde según su nivel de conciencia. A mayor nivel, mayor comprensión.
Aprehender el significado no se consigue únicamente a través de nuestras capacidades intelectivas, sino que demanda una elevada dosis de intuición. La mente, el corazón y el mundo de las emociones llevan al caminante por los senderos del mito, que encierra grandes verdades, y por los arquetipos, que son los esquemas básicos en que se asienta nuestra mente para construir su representación del mundo. Ese largo camino, que no es otra cosa que una vía iniciática, nos permitirá asimilar y comprender cómo a lo largo de los siglos el hombre ha venido representando a través de los símbolos esa búsqueda trascendente que le permitiera unir lo material con lo celestial, lo visible con lo invisible, lo terreno con lo divino y lo perecedero con lo inmortal y eterno.

Hay símbolos tan antiguos como este que puede verse en el parque arqueológico de Villar del Humo y que debió proporcionar buena información sobre algo de lo que se han perdido las claves.
El símbolo posee un poder trascendente, pues hace percibir a aquél que lo contempla los variados aspectos de una aparente realidad. Lo visible o sensible y lo velado, lo que se ha manifestado y lo oculto o trascendente, lo consciente y lo que va más allá: lo supraconsciente. Donde no alcanza la palabra debido a sus limitaciones llega el símbolo expresando otras realidades esenciales. Por eso, cada símbolo tendrá una enseñanza u otra distinta según el observador. Al ser sintético, solo sugiere pero no expresa y por eso es el lenguaje utilizado por la metafísica tradicional. Esta es la base del arte del Románico y del Gótico. Es ante todo un arte sagrado y, como tal, nada resulta insignificante, gratuito o puramente ornamental.
No es de extrañar por tanto que en plena Edad Media aparezcan, por ejemplo, estos conceptos a través del mito de la espada rota, que el héroe debe soldar para empuñarla de nuevo y vencer al dragón, como ocurre en la leyenda nórdica de Sigfrido, o bien en el mito céltico-artúrico en los cuales la espada clavada en la piedra (lo superior retenido por lo material) demanda una liberación (acto de extraerla) o el conocido ciclo artúrico y el Santo Cáliz, el Grial, cuya búsqueda por parte de los caballeros de la Mesa Redonda les convierte en una «caballería celestial».

Todas las vías iniciáticas tienen sus propios símbolos. Este crucero en uno de los Mil Caminos de Santiago, junto a Santa Coloma de Albendiego, confirma al peregrino que va por buen camino.
En esta búsqueda descubriremos, por ejemplo, cómo el famoso yin-yang oriental, que corresponde al par de opuestos complementarios, también fue representado en los templos de la Edad Media, aunque de forma distinta. Cómo la Trinidad cristiana es la misma que la egipcia o la hindú, entre otras, y basadas todas ellas en el ternario espiritual y sagrado. Penetraremos en el mensaje universal que atesora el símbolo que nos introducirá en los dominios de la antropología, las religiones comparadas y las corrientes filosófico-religiosas de diferentes épocas.
Se trata de un viaje hacia lo mágico en el que tendremos la sensación de encontrarnos como perdidos en la inmensidad de un extraño bosque, cuyos árboles no figuran en los libros de botánica convencionales y sin guía que nos indique cuál es el camino a seguir. De todo ello se ocuparon los maestros canteros, artesanos y especialistas quienes transformaron la materia, dándole forma y transmitiendo su mensaje. Éste será el camino por el que transitaremos. Camino en ocasiones engañoso, que guarda celosamente conocimientos, saberes, conceptos e ideas que duermen un sueño de siglos.
Comprobaremos cómo, al margen de sus dimensiones, los templos poseen valores simbólicos que los convierten en representaciones del microcosmos y en una imagen cósmica del universo (macrocosmos). Este carácter simbólico se ve representado en las portaladas, cuya estructura es reflejo de las armonías del universo y de la naturaleza. Mientras que jambas y dinteles generan un cuadrado, símbolo de la tierra, las arquivoltas y las bóvedas originan semicírculos, reflejo de las esferas celestes.
Desde tiempos remotos, el simbolismo de lo terrenal y celestial viene siendo representado por las cuevas. En la Grecia clásica, la cueva representaba el mundo. Platón simbolizó a la gruta como arquetipo cósmico y como símbolo ético y moral. Para el filósofo, esa cavidad en las entrañas de la tierra era como el útero o la matriz materna. La luz es percibida como un reflejo y los seres como sombras, esperando su conversión para acceder a niveles superiores de conciencia y su conversión para la trascendencia del alma. Se trata de una exploración del yo interior y concretamente del yo profundo del inconsciente. Así es como la cueva se convierte en una imagen del cosmos, el suelo corresponde a la tierra y su bóveda al cielo, al igual que en las iglesias. En ellas, la paz interior que se logra en el silencio de los edificios propicia la introspección necesaria para un viaje interior.

San Isidoro de León. El macrocosmos representado por los símbolos del zodiaco que rigen el movimiento armónico de las esferas.
La escultura integrada en los elementos arquitectónicos cumple una doble función: estética y didáctica. Imágenes portadoras del mensaje evangélico, doctrinal o moral resultan asequibles a las gentes del pueblo llano, población analfabeta en aquella época. Además de cumplir su función estética, dicha iconografía es un reflejo de la belleza de los mundos celestiales y supraterrenales.
Era en las iglesias donde los feligreses podían contemplar conjuntos y repertorios inspirados en pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, desde el «Pecado Original» hasta la «Pasión de Cristo».
Existe toda una serie de representaciones que simbolizan pecados y virtudes, a través de figuras antropomorfas y de un nutrido bestiario de todo tipo: desde la fauna autóctona del lugar donde se halla emplazada la iglesia hasta seres fantásticos, híbridos compuestos por distintos cuerpos de animales y, en ocasiones, con el añadido de cabezas humanas. Fue a partir del siglo X cuando estas imágenes pasaron a engrosar las ya existentes.
Los seres híbridos de los capiteles románicos representan las bajezas humanas.
A todo ello se añaden temas que podríamos llamar profanos, formados por escenas cotidianas en las cuales pueden verse diversidad de profesiones y ocupaciones de la época, luchas entre caballeros, escenas de caza, juglares, músicos o combates entre hombres y fieras. En esta temática simbólica y narrativa se incluye el predominio de ornamentos moldurados, sobre todo en las arquivoltas de las portaladas. Los llamados dientes de sierra, zigzag, frisos ajedrezados o las llamadas puntas de diamante son los más utilizados. Asimismo el mundo vegetal adquiere gran relevancia con tetrafolias, hojas, tallos, zarzas, árboles, todo ello perteneciente al universo de lo simbólico.
Si resulta relativamente fácil reconocer figuras antropomorfas y es posible distinguir con cierta claridad a personajes evangélicos de los que no lo son, respecto a la flora y la fauna, la identificación se convertirá en una tarea bastante más compleja. Muchas veces los elementos vegetales darán la impresión equivocada de que se encuentran en un determinado lugar para llenar y embellecer al mismo tiempo un espacio. Pero no es así. Las lacerías y los entrelazados formados por hojas, ramas o frutos nos están indicando un mensaje claro. La existencia en la naturaleza de hojas perennes y hojas caducas nos está «hablando» sobre la eternidad o la muerte respectivamente.
Torneo estilizado en San Juan de Amandi, Asturias.
Poco a poco iremos descubriendo cómo cada motivo y cada detalle tienen su razón de ser. Una vez más estaremos frente a distintas interpretaciones, ante significados polivalentes. La zarza constituye uno de estos múltiples ejemplos. Tradicionalmente, las espinas, lo espinoso, simbolizan las dificultades del camino, los obstáculos a superar para alcanzar la luz, el conocimiento o la trascendencia. Al mismo tiempo, si dichas zarzas envuelven la imagen de un ser humano representará que su alma pecadora ha quedado atrapada por los deseos materiales, las pasiones y los vicios terrenales. La Alquimia también se halla presente en el mundo vegetal. El árbol lunar o solar, las rosas, así como determinados frutos aparecerán en canecillos, capiteles o arquivoltas, aguardando al peregrino con alma de alquimista para revelarle su mensaje. A pesar de la complejidad del tema, el uso del sentido común, la lógica y la coherencia serán de gran utilidad para poder extraer esa joya que es el mensaje y que se halla escondido tras el signo. No es posible imaginar a la paloma como símbolo terrestre o al sapo como uno celeste. Desvelar estos mensajes pétreos que los gremios de artesanos medievales dejaron para la posteridad es un apasionante recorrido hacia lo desconocido y un viaje en el tiempo. La verdad sea dicha, su estudio no es fácil. Pero nada de valor lo es.

Las parejas de seres fabulosos deben leerse en clave alquímica. Representan sales, metales y minerales utilizados en la Gran Obra. San Miguel, Ayllón.
Si el contenido es extraordinariamente importante, el continente también lo es. La relevancia de la construcción que visitemos estará condicionada evidentemente por su ubicación. En lo alto de una montaña será fácil contemplar una ermita o una pequeña iglesia. En cambio, en una localidad de tipo medio, el templo atesorará una relevancia mayor. En consecuencia, tendremos más posibilidades de contemplar imágenes en aquellos edificios que estén situados en las grandes urbes, exceptuando evidentemente los grandes monasterios que se encuentran por lo general en plena naturaleza. En esas construcciones, podremos llevar a cabo ese estudio o esa simple contemplación que nos lleve más lejos de las interpretaciones convencionales. Nuestro intento será el de poder diferenciar el mensaje estipulado por la ortodoxia cristiana de otros significados o claves, que subyacen a la lectura o interpretación oficial. Será entonces cuando entremos en el mundo de la ortodoxia y el de la heterodoxia.
Los próximos apartados no tienen por finalidad la de ofrecer al lector una guía que indique dónde encontrar esta o aquella imagen curiosa, extraña o con contenido supuestamente esotérico. Bien al contrario, se trata del intento en proponer las posibles interpretaciones de aquello que puede observarse en la simple visita de la iglesia de su localidad. Posiblemente obtendrá con ello una visión distinta de la que poseía tradicionalmente. Si los interesados por tema tan apasionante tienen la oportunidad de realizar una visita guiada por alguna de las muchas iglesias importantes de nuestra geografía, podrán confirmar cómo las doctas explicaciones del cicerone de turno a veces resultan demasiado simples o cuando no contradictorias, Y en el caso de que el visitante formule alguna pregunta concreta, la evasiva por respuesta o una nueva definición no convincente será todo lo que consiga. Creo que unos pocos ejemplos pueden ser su...

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