
- 304 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Breve historia del espionaje
Descripción del libro
"Breve historia del Espionaje es un libro que fascinará al lector de principio a fin, pues aunque la finalidad de este oscuro oficio siempre ha sido el mismo se dará cuenta que la manera de realizarlo ha variado desde la más simple y original hasta la más sofisticada y tecnológica."(Blog Historia con minúsculas) "Este libro es un trabajo fabuloso, que se acompaña de muchas e interesantes fotografías, narrado con ritmo y de lectura ágil. Una apasionante aproximación a uno de los oficios más antiguos y vilipendiados de la Historia, lleno de personajes fascinantes y controvertidos, de anécdotas y episodios dignos de recordarse."(Web Anika entre libros) "Este autor ubicado siempre en los temas de la periferia de la historia (con lo que conlleva de ampliación del conocimiento), de aquellos personajes, acontecimientos y asuntos que se salen de lo propiamente comercial y académico."(Revista digital Diario crítico) Desde la conquista de Jericó hasta el escándalo de Wikileaks el hombre siempre ha necesitado de héroes que le revelaran secretos con los que tomar ventaja sobre los demás. Desde los primeros gobiernos hasta la actualidad, los agentes secretos, los agentes dobles o los informadores han sido usados para dar ventaja a unos pueblos sobre otros. Presentes en la Biblia, en la historia y, por supuesto, en el imaginario popular, los espías producen una mezcla de admiración y repulsa difícil de explicar. Breve Historia del Espionaje nos desvelará, de un modo accesible a cualquier lector, la historia de los servicios de inteligencia, de los gobiernos que los crearon y, por supuesto, de los grandes maestros del espionaje. Pero también veremos la evolución de las técnicas de espionaje desde las arcaicas misiones y los primitivos infiltrados, hasta las modernas técnicas de localización vía satélite o mediante dispositivos móviles.
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Información
1
El espionaje en la antigüedad
ORÍGENES DEL ESPIONAJE
El espionaje es tan antiguo como la guerra y, por lo tanto, podemos decir que sus orígenes se remontan a la propia historia del hombre. Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con la historia de la guerra, apenas encontramos testimonios de las más antiguas actividades de espionaje en el mundo, debido a su propia naturaleza secreta. Aun así, no es descabellado pensar que en las primeras evidencias de enfrentamientos entre humanos como, por ejemplo, los de los pueblos neolíticos del asentamiento de Talheim, en lo que es hoy el estado alemán de Baden-Württemberg, o los representados en Abrigo de Les Dogues, en la provincia española de Castellón, hubiera un reconocimiento de la zona y de sus habitantes previo al ataque por parte de los asaltantes, lo que facilitaría el ataque relámpago. La masacre que se produjo en Asparn-Scheltz, en la actual Austria, hacia el 5000 a. C., muestra una matanza que podría calificarse de «selectiva», porque de entre los sesenta y siete individuos que han salido a la luz en las excavaciones, sólo cuatro cuerpos corresponden a mujeres jóvenes. Esto podría ser un indicio de que se realizó un raid o incursión rápida con el fin de raptar a las mujeres, lo cual demostraría, a su vez, que la tribu asaltante conocía de antemano la estructura social del poblado enemigo.
No obstante, sólo podemos tener constancia de la utilización de la inteligencia y de la información proporcionada por el espionaje en época histórica, en la que los testimonios han perdurado hasta nosotros mediante la escritura.
Las primeras manifestaciones de la utilización de los servicios de inteligencia y de espionaje los encontramos en Mesopotamia en el iii milenio a. C., cuando Sargón I de Acad se hizo con el poder, reuniendo bajo su cetro un imperio que abarcaba desde las costas de Siria hasta el sur del actual Irán. Así, su dominio se extendía desde el Golfo Pérsico al Mediterráneo; había creado el Imperio acadio. Para su formación, Sargón I
era consciente de la necesidad de información, de inteligencia, más allá de las tierras de Acad. Por ello se sirvió de espías que lo informaban puntualmente, a modo de exploradores, de las características de las tierras que se disponía a conquistar. Una tablilla en acadio, datada hacia el 2210 a. C. y escrita con caracteres cuneiformes, nos muestra cómo el rey de Acad utilizó mercaderes, verdaderos espías durmientes del imperio, para que lo informaran sobre las regiones que planeaba dominar y así proveerle de inteligencia con la que planificar adecuadamente la marcha de sus ejércitos.
era consciente de la necesidad de información, de inteligencia, más allá de las tierras de Acad. Por ello se sirvió de espías que lo informaban puntualmente, a modo de exploradores, de las características de las tierras que se disponía a conquistar. Una tablilla en acadio, datada hacia el 2210 a. C. y escrita con caracteres cuneiformes, nos muestra cómo el rey de Acad utilizó mercaderes, verdaderos espías durmientes del imperio, para que lo informaran sobre las regiones que planeaba dominar y así proveerle de inteligencia con la que planificar adecuadamente la marcha de sus ejércitos.

Sargón I, en acadio Sharrum-kin, (2334 a. C-2279 a. C.) fue el primer rey del que tenemos constancia que llegó a formar un imperio. La leyenda de su origen es paralela a la de otro conductor de pueblos de la Antigüedad, Moisés, ya que ambos fueron rescatados al nacer de las aguas de un río, y ninguno de los dos dudó en utilizar el espionaje para conseguir sus objetivos. Máscara de Sargón, 2250 a. C. Museo Nacional de Irak, Bagdad.
Incluso en la mitología sumeria, especialmente en el poema épico de Ninurta, hacia el 2200 a. C., se hace mención al espionaje. Dicho dios guerrero tiene un atributo que le sirve como si fuera sus ojos y su fuente de información: su maza Sharur, que es descrita como un ser vivo que espía para él y le aconseja. Aun moviéndonos en el plano mitológico, este poema puede entenderse como una demostración del uso del espionaje en el engranaje y la táctica militar de la antigua Mesopotamia. Sharur podría ser, sin duda, el símbolo mítico de una fuerza de exploradores, cuyo cometido sería servir de espías del rey.

Ninurta, el dios acadio asociado al planeta Saturno, aparece normalmente representado como una deidad guerrera, entre cuyas armas destacan el arco y la maza Sharur, que le servía para recabar información sobre sus enemigos, actuando como un espía para él. Bajorrelieve en alabastro de Ninurta persiguiendo al demonio Anzu, 865 a. C.-860 a. C. Museo Británico, Londres.
Estas epopeyas mitológicas mesopotámicas se enmarcan totalmente en el trasfondo religioso que tenía la guerra en la Antigüedad. Efectivamente, la victoria entre dos ejércitos contendientes dependía en gran manera de la victoria de los dioses de una nación sobre los de la enemiga. Por ello era fundamental que, antes de entrar en combate, la suerte de la guerra se dejara en manos de los sacerdotes que servían como adivinos. Estos, mediante oráculos y profecías, auguraban el devenir del enfrentamiento. A su vez, en Mesopotamia lideraban las tropas y frecuentemente actuaban como espías al enviar detallados informes sobre asuntos políticos y militares al rey, como, por ejemplo, el hecho de que el enemigo estuviese reclutando guardias de fronteras, elegidos de entre las tropas de élite, o tropas auxiliares para preparar la guerra.
En el año 1930, arqueólogos franceses descubrieron en la ciudad siria de Mari, actual Tell Hariri, más de veinticinco mil tablillas escritas en acadio, la mayoría datadas entre los años 1800-1750 a. C., poco antes de que la ciudad fuera destruida por Hammurabi, el sexto rey de Babilonia. Cubren, pues, uno de los períodos más activos e importantes desde el punto de vista militar de la historia de Mesopotamia. El archivo de Mari incluye en su mayor parte las cartas que le fueron enviadas al rey de dicha ciudad, Zimri-Lim, por sus comandantes. Estas contienen importantes informes sobre aspectos militares tales como las listas de las tropas, los desertores, las bajas, la solicitud de órdenes concernientes a los asentamientos, a sus reemplazos, o a las tropas mercenarias bajo las órdenes del rey. Dentro de esta organización se hace mención por primera vez a los soldados dedicados a la exploración, que conformarían un verdadero cuerpo de espías militares, conocido como skabum. Esto demuestra la importancia del reconocimiento del terreno (es decir, saber qué hay más allá de la colina) por parte de los antiguos ejércitos. Los exploradores y los espías son mencionados frecuentemente en los archivos de Mari. De ellos se dice que espían y observan los movimientos del enemigo. Cuando se actuaba en terrenos desconocidos, se utilizaban como rastreadores y guías a los propios habitantes de dichas zonas. También se enviaban espías a los campamentos enemigos durante los asedios para que descubrieran sus planes y los transmitieran puntualmente a los mandos mediante frecuentes despachos. Estos agentes son mencionados habitualmente como los «ojos» y los «oídos» del rey, mientras que los informadores enemigos eran llamados las «lenguas».
Los espías a las órdenes de Hammurabi, el que fuera rey de Babilonia entre 1792 y 1750 a. C., intentaban conseguir dicha información infiltrándose en el ejército de Zimri-Lim y así minar los planes de sus comandantes. Un informe de los archivos de Mari menciona el descubrimiento de espías en la corte de Zimri-Lim que habían estado enviando información al enemigo. En otra tablilla se informa de que se desbarataron los planes de ataque de una fuerza mariota de tres mil hombres que pretendía atacar la ciudad de Eshnunna, en el actual Irak, debido a que un espía del ejército enemigo reveló estos planes y el grueso del ejército tuvo que regresar sin conseguir su objetivo.
La antigua Babilonia también vivió un período de complicadas intrigas diplomáticas. Muchos reyes mantenían embajadores permanentes en las cortes rivales. Estos funcionarios, tal como ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la diplomacia, sirvieron como espías. Por ejemplo, Zimri-Lim mantuvo a dos embajadores espías en la corte de Hammurabi, de los cuales incluso conocemos el nombre: Ibalpiel e Ibalel, que quizá sean los dos primeros espías identificados de la historia de la inteligencia. Estos agentes se utilizaban para recabar información sobre los planes militares de Hammurabi que posteriormente era transmitida a través de la correspondencia con su rey.
Tampoco fue ajeno a las actividades de espionaje otro de los grandes imperios de la Antigüedad: Egipto.

Senusert I, o Sesostris I, llegó al poder en Egipto tras el complot que acabó con la vida de su padre, el faraón Amenemhat I. Para él trabajó como espía el verdadero Sinuhé el Egipcio. Estatua de Sesostris I, 1956 a. C.- 910 a. C. Museo de Luxor, Egipto.
Esta gran civilización de las orillas del Nilo conoció las intrigas palaciegas, los complots que se orquestaban alrededor del faraón y que en algunos casos llegaron al regicidio, tal como ocurrió con la muerte de Amenemhat I, en el año 1947 a. C.
Las fuentes de información y los servicios de inteligencia no funcionaron siempre correctamente en el Antiguo Egipto. Durante el reinado de Ramsés II, en el siglo XIII a. C., un imperio se alzaba como su oponente más poderoso: el Imperio hitita de Muwatallis. Estos dos colosos se disputaban el Oriente Próximo. Ramsés II deseaba apoderarse de la ciudad de Qadesh, actual Kinza, en Siria, en aquellos momentos en manos de los hititas. Esta ciudad era la llave de una importante región estratégica. Debido a esto, para el faraón egipcio era primordial dominar Qadesh. La batalla se libró el año 1247 a. C. Además de la importancia de las fuerzas concentradas para la confrontación, fue capital en el desenlace del combate la acción del espionaje. Una vez entabladas las hostilidades, las tropas egipcias capturaron a dos beduinos que fueron interrogados por el propio faraón. Estos declararon que el grueso de la tropa de Muwatallis no se encontraba en la llanura de Qadesh, como creía el Alto Mando egipcio, sino en Khaleb, una localidad situada al norte de Tunip, en la región de Alepo. Sin embargo, estos dos beduinos eran en realidad dos espías instruidos por el ejército hitita para llevar a cabo una maniobra de inteligencia sorprendente, puesto que dieron una información falsa; es decir, eran dos agentes cuya misión era contaminar al ejército egipcio con inteligencia falsa. Las declaraciones de los dos beduinos no fueron comprobadas por los servicios del faraón y este dio la orden de que marchara contra Qadesh la división Amón. En las cercanías de la muralla asentó su campamento. Posteriormente el faraón descubrió que los beduinos eran agentes de los hititas que habían sido enviados para espiar al faraón. Por fin confesaron que las tropas de Muwatallis estaban tras la muralla de la antigua Qadesh. Este error supuso un primer ataque sorpresa de los carros hititas, que arrasaron la división de Ra al acudir esta en ayuda de la solitaria división comandada por el propio faraón. El combate continuó durante once días. La victoria, a pesar de que Ramsés se apropió de ella, no quedó clara; el faraón egipcio no consiguió apoderarse de la tan ansiada Qadesh. Quizá el soberano hitita tomó la iniciativa del armisticio instigado por los informes sobre la crueldad del faraón que le dieron sus comandantes cuando fueron liberados, tras ser obligados a ver la dura represalia que tomó Ramsés mismo contra sus propias tropas al ejecutar al décimo soldado de cada fila en formación.

La crueldad con la que trataba el faraón Ramsés II no sólo a sus prisioneros, sino incluso a sus propias tropas, consiguió influir tanto en el ánimo de sus enemigos, que forzó el armisticio en la batalla de Qadesh. Relieve de Ramsés II matando a sus prisioneros, en el templo de Abu Simbel, construido tras la batalla de Qadesh en 1274 a. C.
Aunque la utilización de la inteligencia militar se dio en todas las civilizaciones antiguas, será en el Imperio chino donde encontremos el primer tratado militar en el que se hace referencia al espionaje: el Arte de la guerra, de Sun Tzu. Considerado tradicionalmente como un general que sirvió bajo el reinado de King Helu, hacia el año 512 a. C., las experiencias de Sun Tzu al servicio de su señor le sirvieron para componer su tratado. En el capítulo xiii expone la importancia que tiene el conocimiento, la información y la inteligencia por parte de un jefe militar antes de entrar en combate. Sun Tzu parte de premisas realistas a la hora de establecer de dónde tiene que partir la información: no se puede obtener ni «de fantasmas ni espíritus», es decir, el teorizador chino rompe con la tradición militar de las civilizaciones mesopotámica y egipcia, cuyos ejércitos, antes de entrar en combate, consultaban la viabilidad o no de ir a la guerra. Sun Tzu fundamenta la obtención de información en el factor humano. Para ello un buen jefe militar debe tener a su disposición cinco clases de espías: el espía nativo, contratado entre los habitantes de una población; el espía interno, captado entre los funcionarios enemigos; el agente doble, atraído entre los espías enemigos mediante sobornos tras inducirlo a que colabore con el propio bando espiado en principio por él; el espía liquidable, el que debe contaminar la información del enemigo con datos e informes falsos; y, por último, el espía flotante, encargado de transmitir los informes. Sólo con esta inteligencia, según Sun Tzu, se puede alcanzar la victoria, ya que hay que conocer previamente al enemigo antes de poder vencerlo.
Sin duda, Sun Tzu es el teorizador del arte de la guerra y de la inteligencia aplicada al combate que más importancia ha tenido en la posteridad, sin embargo, no es el único gran pensador sobre el espionaje que ha dado la Antigüedad.

Las teorías de Sun Tzu acerca del espionaje han influido en personajes tan dispares como el dirigente chino Mao Tse-Tung o el general estadounidense Norman Schwarzkopft, que utilizó las técnicas de decepción y espionaje prescritas por Sun Tzu en la I Guerra del Golfo. Estatua de Sun Tzu en Yurihama, Japón.
En la antigua India, tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C., el rey indio Chandragupta Maurya (c. 317-293 a. C.) empezó la conquista de tan vasto territorio deteniendo, a su vez, el avance de los invasores griegos. A su lado tenía a uno de los más grandes estrategas de la Antigüedad, su consejero Chanakya, también llamado Kautil...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Título
- Copyright
- Dedicatoria
- Índice
- Introducción
- 1. El espionaje en la antigüedad
- 2. El espionaje medieval y de los grandes imperios
- 3. El comienzo del espionaje moderno
- 4. La internacionalización de los espías: la Primera Guerra Mundial
- 5. Bletchley park versus la máquina enigma. El espionaje en la Segunda Guerra Mundial
- 6. La edad de oro del espionaje: la Guerra Fría
- 7. Los nuevos retos del espionaje
- Anexo. Los modernos servicios secretos españoles: del CSID al CNI
- Bibliografía
- Contraportada