El gran libro de las especias
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El gran libro de las especias

Chantal de Rosamel, Volkhard Heinrichs

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El gran libro de las especias

Chantal de Rosamel, Volkhard Heinrichs

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Muy utilizadas y apreciadas desde hace varios siglos, las especias forman parte de nuestra vida, tanto en el ámbito de la belleza como en el mundo de la decoración y la cocina. Pero ¿qué sabemos exactamente de estos sabores exóticos y lejanos, aunque familiares, que aromatizan nuestro día a día? A lo largo de estas páginas, magníficamente ilustradas, Chantal de Rosamel y Volkhard Heinrichs nos transportan en el tiempo y el espacio para contarnos la formidable epopeya de las especias, desde China hasta la península arábica y hacia la cuenca mediterránea. Así, nos explican: - la historia de este comercio desde la Antigüedad hasta la Edad Media, desde el monopolio árabe a las cruzadas, pasando por la lucha de las repúblicas mercantiles; - la competencia entre vendedores y comerciantes y el fin de los monopolios; - el proceso de distribución de las especias en el mundo y sus diferentes usos; - las características de cada especia. Con este libro, podrá seguir la ruta de las especias todas sus peripecias, conocerá las propiedades de cada una de ellas y descubrirá sus influencias en nuestro día a día, a veces sorprendentes, pero siempre imaginativas y deliciosas.

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Información

Año
2020
ISBN
9781646998579
Categoría
History
Categoría
Asian History

Historia del comercio de las especias

El uso de las especias no es un fenómeno reciente. Está demostrado que las sociedades llamadas arcaicas conocían especias y plantas aromáticas locales que utilizaban en la preparación de sus alimentos, como demuestran estudios recientes sobre la prehistoria, a partir de la era neolítica (8000-5000 a. de C.). Entre las plantas aromáticas identificadas con propiedades medicinales y de conservación, están la alcaravea, la adormidera, el enebro, el lúpulo, la menta y la mostaza.

Las especias en la Antigüedad

EGIPTO
Embalsamamiento
Se sabe que la práctica de la momificación mediante embalsamamiento se realizaba en Egipto desde el año 4000 a. de C. y que perduró hasta el año 700 d. de C. Según los mitos, se remonta a la diosa Isis, que hizo embalsamar a su esposo Osiris después de su muerte. Cabe recordar que, según la religión de los egipcios, el cuerpo debía permanecer intacto para poder sobrevivir en el reino de los muertos. El alma , como fuerza vital, está muy unida al cuerpo y no puede existir sin él, incluso después de la muerte. Esta creencia es la que origina el culto a los muertos, a los que se entierra con sus tesoros, muebles y víveres para que puedan renacer en el más allá. Las magníficas pirámides y tumbas de los faraones y de sus parientes servían de protección suplementaria a los cuerpos momificados.
Una increíble diversidad de colores y de olores
Debido a que el oficio de embalsamador tenía un carácter muy secreto, sabemos relativamente poco de esta costumbre. El historiador griego Herodoto (siglo V a. de C.) la menciona en el libro II de sus Historias. De las tres grandes etapas del embalsamamiento, la primera (preparación del cuerpo) y la última (introducción en el sarcófago) tienen que ver especialmente con nuestro tema, porque la segunda sirve para desecar químicamente el cuerpo. Después de haber extraído los órganos internos y de haberlos guardado con cuidado en los canopes, los embalsamadores, bajo la atenta mirada de Anubis, el dios de la muerte y de la momificación con cabeza de chacal, limpiaban el abdomen con vino de palmera alcoholizado y con plantas aromáticas. Después lo llenaban de mirra, resina y otras sustancias aromáticas, como la canela. A continuación, cosían el vientre y colocaban las vendas. En la famosa momia de Ramsés II el Grande (hacia 1301-1253 a. de C.), los investigadores modernos encontraron incluso granos de pimienta que habían sido colocados en su nariz. En el momento de la colocación en el sarcófago, se añadía menta y tomillo para alejar a los insectos. Entre paréntesis, esto recuerda curiosamente la preparación del cuerpo de Cristo (ver Marcos XVI, 1; Lucas XXIII, 56; Lucas XXIV, 1; Juan XIX, 40: «Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas y plantas aromáticas, como era costumbre enterrar a los judíos»). Todas estas plantas y especias aromáticas naturales debían cubrir el cuerpo según el ritual del embalsamamiento del Libro de los muertos egipcio: «Hacia ti vienen las plantas que salen de la tierra, que regeneran el lino y los vegetales. Vienen a ti en forma de sudario precioso, te preservan en forma de vendas, te hacen crecer en forma de ropa...».
Considerando que ni la canela ni la pimienta son especias originarias de Egipto, sino que provienen de la India y de Ceilán (el actual Sri Lanka), los egipcios debieron tener que procurárselas a través de los comerciantes de la península Arábiga, el centro principal de distribución de todas las especias de procedencia oriental desde la Antigüedad hasta la llegada de los portugueses al océano Índico a finales del siglo XV. La historia de José, hijo de Jacob, en el Génesis, nos da un primer indicio sobre la presencia de los comerciantes árabes:
«Ellos [los hermanos de José] se sentaron para comer. Al alzar la vista, vieron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad; sus camellos iban cargados de plantas aromáticas, de bálsamo y de mirra, que transportaban a Egipto[1]...».
Anubis, dios de la muerte y de la momificación, proceso en el el cual las especias jugaban un papel muy importante
Hatshepsut
Esta reina (1520-1484 a. de C.), que gobernó como auténtico faraón durante quince años, es muy conocida también por su expedición al país de Punt, ilustrada suntuosamente en el segundo pórtico, llamado de Punt en su templo funerario en Deir el-Bahari, cerca del Valle de las Reinas en Luxor. Hatshepsut fomentó el comercio con Asia y envió una misión a las minas del Sinaí y una expedición comercial a Punt, región del este de África rica en oro, sobre todo en resinas, incienso, mirra, olíbano, ébano, marfil, plantas aromáticas y medicinales y animales salvajes. Los tesoros de Punt, probablemente la actual Somalia, se incorporaron al del dios Amón en Karnak: sus sacerdotes consumían muchas plantas aromáticas durante las ceremonias. Las resinas, las plantas aromáticas y las especias también se utilizaban en grandes cantidades durante el embalsamamiento.
Esta expansión bajo Hatshepsut es aún más notable si se tiene en cuenta que Egipto vivía normalmente encerrado en sí mismo. Prefería importar las mercancías exóticas mediante intermediarios extranjeros antes que ir a buscarlas ellos mismos a sus países de origen[2] Además, los egipcios, que destacaban en el arte de la navegación fluvial, no eran muy buenos marineros. Para hacer que los barcos fueran aptos para la navegación en alta mar, hubieran tenido que elevar la borda de ambos lados, es decir, construir barcos más grandes, aunque el viaje, finalmente, fuera más bien un cabotaje a lo largo de la costa oriental de África. Esta expedición marítima y comercial constituyó un ejemplo aislado, pero prefigura otros descubrimientos por vía marítima.
LOS PUEBLOS SEMITAS, COMERCIANTES DE ESPECIAS ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: ISRAELITAS, ISMAELITAS, FENICIOS Y ÁRABES
Según la tradición islámica, Abraham se llama Ibrahim[3]. Según la Biblia, los árabes (ismaelitas) descienden de Ismael, el hijo mayor de Abraham y de la esclava egipcia Agar, y las doce tribus judías de Jacobo Israel, hijo de Isaac y nieto menor de Sara y Abraham. Entre las tribus nómadas descendientes del linaje de Ismael también están los nabateos, poderosos comerciantes de especias, en el norte y en el centro de la península Arábiga. Así pues, parece que el lucrativo comercio de las especias y las plantas aromáticas ya estaba en manos de los comerciantes árabes en la época de Abraham, aproximadamente en el 2000 a. de C. Estos productos, a la vez lujosos y sagrados, debían servir tanto para el culto como para el embalsamamiento y la cocina.
La reina de Saba, el rey Salomón y el Fénix
La reina de Saba, personaje histórico según las inscripciones descubiertas por los arqueólogos en el antiguo territorio del reino de Qatabân, en el suroeste del Yemen, hizo lo contrario que la reina Hat-shepsut: ella misma fue, con una caravana, a rendir homenaje a Salomón (970-931 a. de C.), poderoso rey de la unión de Judea e Israel, muy conocido por su riqueza y sabiduría.
«Llegó a Jerusalén con un numeroso séquito y con camellos cargados de plantas aromáticas, grandes cantidades de oro y piedras preciosas[4]».
De esta cita, es importante destacar que, en la Biblia, las plantas aromáticas y las especias van siempre asociadas al oro, a las perlas o a las piedras preciosas, tradición que llega hasta los Reyes Magos del Nuevo Testamento (Mateo II, 2).
«Ellos [Los Reyes Magos] entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, se prosternaron y le adoraron. Después abrieron sus tesoros y le ofrecieron sus presentes: oro, incienso y mirra».
Por consiguiente, las especias y las plantas aromáticas eran tan caras como el oro, las perlas o las piedras preciosas, debido al coste de transporte desde países exóticos casi desconocidos, así como a su rareza y origen secreto, casi mítico. La llegada de la reina de Saba no fue una expedición aislada, sino que se convirtió en el inicio de una serie de fructíferos intercambios comerciales, ya que el rey Salomón le ofreció a cambio de los donativos que había traído de su país una cantidad que los multiplicaba por cien.
«El rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ella quiso y pidió, y le hizo presentes dignos de un rey como Salomón. Después ella volvió a su país, con sus sirvientes[5]».
Entre reyes, se hablaba de donativos y de presentes, cuando en realidad se trataba de un trueque de mercancías de lujo. Este comercio bíblico se hizo más provechoso después, porque «el peso del oro que llegaba cada año a Salomón era de 666 talentos de oro, aparte de lo que obtenía de los negociantes y del tráfico mercantil, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores del país».
Aquí descubrimos un rasgo distintivo del comercio mundial de todos los tiempos: fabricar o cosechar un producto que tiene un coste bajo en el propio país para venderlo allí donde este producto no existe y donde, por consiguiente, una demanda más alta fijará un precio más elevado y nos procurará un beneficio mayor. Como rey, Salomón tuvo que arrogarse el monopolio, al menos de los derechos de aduana, sobre todas las mercancías procedentes de Arabia. Todavía en tiempos de Jesucristo, los fariseos pagaban el diezmo (el 10%) por las especias y las plantas aromáticas, una especie de precedente del IVA.
En la Antigüedad, las especias eran consideradas como un verdadero tesoro
De ahí la importancia de la historia de la reina de Saba, cuyo reino se encon...

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