
- 320 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Breve historia de los Tercios de Flandes
Descripción del libro
Descubra la épica historia de la legendaria e invencible infantería que mantuvo los Países Bajos bajo soberanía española más de 150 años. Una visión innovadora y rigurosa de las hazañas, armamento, estrategias y azarosa vida del mítico y glorioso ejército.
Conozca a los soldados que durante ciento cincuenta años defendieron y mantuvieron los Países Bajos bajo soberanía del rey de España, forjando una leyenda y convirtiéndose en una infantería legendaria, cuyo halo de invencibilidad ha configurado un mito que ha llegado hasta nuestros días. Descubra su vida, sus hazañas, desventuras y derrotas que han dejado huella en el arte del Barroco, y especialmente en los cuadros de Velázquez o la pintura flamenca, pero también en la literatura, en autores como Cervantes, Lope de Vega, Garcilaso, Calderón de la Barca y Quevedo, entre otros muchos.
Su autor, Antonio José Rodríguez Hernández, doctor en Historia Moderna y especialista en Historia Militar, ayudará al lector a interpretar a través de las numerosas huellas documentales que se encuentran en los archivos, como cartas y documentos administrativos, las vivencias de aquellos hombres, sus inquietudes y necesidades, además de reconstruir sus vidas lejos de cualquier ficción o hecho novelesco.
En esta Breve historia de los Tercios de Flandes podrá saber cómo se organizaban los Tercios a través de todo este período, cómo combatían y con qué armas, hasta llegar al verdadero pilar que originó la leyenda de la imbatibilidad de la infantería española de los Tercios.
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Información
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European History1
Los tercios: estructura y organización
EL TERCIO: ORIGEN Y CONCEPTO
Aun hoy en día es difícil saber el origen exacto y real de la palabra, que ha generado controversias desde hace bastante tiempo. El problema es que aunque sabemos más o menos cuándo surgió por primera vez el término –que quedó recogido textualmente en 1534, aunque desconocemos realmente si el modelo se podía haber inventado algunos años antes–, no hay unanimidad entre los diferentes historiadores para definir de dónde proviene la palabra. Es más fácil empezar por lo que no puede ser. Así, algunos hunden las raíces de la palabra en la Edad Antigua, en las legiones, y remontándose a Justo Lisipo afirman que el nombre vendría de la tercia legión que se quedó en España, algo que no parece probable. Otros aseveran que el nombre provendría por el empleo de tres armas diferentes según las ordenanzas impuestas por los Reyes Católicos (picas, escudos y espadas, y ballestas y espingardas), aunque todavía en esos momentos no había surgido el nombre. Otros como Girolamo Ramuzio, residente diplomático de la República de Venecia en Nápoles, decía en 1597 que se llamaban tercios porque la infantería española se había repartido en tres entre Sicilia, Milán y Nápoles. Incluso en 1691 un tratadista, Pozuelo Espinosa, afirmaba erróneamente que la palabra había cambiado de regimiento a tercio porque los soldados estaban armados principalmente con tres armas: picas, arcabuces y mosquetes.
Lo más acertado es quizá seguir las palabras de Sancho Londoño, que 1568 afirmaba que los tercios se llamaban así porque los primeros tuvieron tres mil hombres, y eran la mitad que las legiones. De hecho, cuando surgen las unidades permanentes en Europa en el siglo XVI, la mayoría de los Estados intentan hundir sus raíces en la tradición de las legiones romanas, algo que no es baladí. No se pretendía emular sus formas de combate o tácticas, sino su disciplina y profesionalidad. Alemanes y suizos organizaron sus compañías en regimientos, mientras que los franceses en un primer momento lo hicieron en legiones, y los españoles en tercios. A día de hoy no sabemos realmente de dónde vendría la palabra tercio, o su significado particular, pero lo que está claro es que su enorme éxito durante la primera mitad del siglo XVI hizo que otras naciones imitaran la concepción española.
No es fácil dar una definición rápida de qué era un tercio, pero la más cercana, sencilla y comprensible sería que los tercios eran unidades militares, más o menos equivalentes a los actuales regimientos. Centrando la definición en un marco espacial y temporal (y dejando de lado que el término tercio esté siendo utilizado por la legión actual), estas unidades fueron propias de la Monarquía Hispánica (aunque no exclusivas, ya que otros Estados, como Portugal tras rebelarse en 1640, utilizó este sistema), y estuvieron vigentes desde por lo menos 1534-1536 (ordenanzas de Génova) hasta 1704, y su definitiva supresión en España a la llegada Felipe V, convirtiéndose los tercios en regimientos, siguiendo así el modelo francés –y en el fondo el del resto de Europa–.
Los tercios eran estructuras orgánicas, administrativas y tácticas, y en menor medida de combate, ya que la unidad básica era la compañía. Aunque a veces se ha insinuado que no siempre un tercio formaba por sí mismo un escuadrón en batalla, en ocasiones se unían varios tercios para formar uno, ya que no siempre mantenían el número suficiente de efectivos para constituir un escuadrón. Podían ser unidades autónomas de combate, aunque generalmente no era así, porque lo que importaba era la eficacia y la adaptabilidad, y dependiendo de las situaciones se debía combatir de una manera u otra.
La configuración definitiva del tercio data de la ordenanza de Génova de 1536, en donde por primera vez aparece en un documento oficial el término «tercio». En este ordenamiento se estructuran las fuerzas españolas estacionadas en Italia, dividiéndolas en tercios, que en ningún caso debían aceptar oficiales o soldados que no fueran españoles. Se intentaba así normalizar las diferentes tropas que conformaban los contingentes militares de la Monarquía Hispánica, adquiriendo la infantería el papel protagonista en el conjunto del ejército exterior. Esta instrucción sentó las bases del nuevo orden militar, su división territorial y administrativa basada en la figura de los tercios, que quedan guarneciendo Nápoles, Sicilia y Lombardía. El carácter profesional y permanente de estos contingentes militares, que no se licenciaban con la conclusión de cada campaña, rompió con la tradición medieval, inaugurando una nueva concepción de la guerra.
EFECTIVOS: ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA GUERRA
Desde 1536, el tercio es considerado una unidad militar integrada teóricamente por diez compañías de trescientos hombres. Felipe II ordenó a finales de 1560 que la infantería desplegada en Lombardía pasase a estar compuesta por un tercio de tres mil efectivos divididos en diez compañías, estando dos de ellas compuestas exclusivamente por arcabuceros. Las restantes serían compañías ordinarias (o de picas), y tendría ciento cincuenta coseletes, cincuenta arcabuceros y cien picas secas. Pero a pesar de esta regulación, en la práctica la tendencia irá cambiando rápidamente debido a tres factores: la reducción de efectivos de las compañías, el aumento del número de estas y el incremento de la potencia de fuego. Lo que a nivel teórico sí que se mantendrá, incluso hasta las ordenanzas de 1632, será la idea de que los tercios continúen teniendo tres mil efectivos, algo que en pocos casos se cumplía.
La realidad solía ser otra, y no siempre estos mantenían dichos contingentes, salvo muy a principios del siglo XVI, ya que el número de efectivos de los tercios y compañías varió con el tiempo, algo que debemos ver como una evolución lógica. Lo que sí que se mantuvo –con escasas variaciones– fue la estructura orgánica y los cuadros de mando. La evolución de cada una de las unidades se fundamentó en la disponibilidad de recursos humanos, su desgaste y los problemas de mando y control. De esta manera, llegó a haber tercios en activo con menos de cuatrocientos efectivos, y otros con más de cuatro mil. En Flandes las unidades perdían fácilmente sus números teóricos en combate, y era muy difícil reemplazar las bajas cuando se combatía a miles de kilómetros de los principales centros de reclutamiento. Por otro lado, conocemos que algunos tercios como el de Nápoles llegaron a contar en algunos momentos con casi seis mil efectivos y más de cuarenta compañías desperdigadas en todo el reino, sin que se creara un nuevo tercio, ya que se reconocía que no convenía, no siendo necesario reducirlo a más unidades al no estar en ese momento combatiendo.
En los dos siglos de historia de los tercios, uno de los pasos fundamentales fue la paulatina reducción del número de soldados teóricos de las compañías –aumentando el número de estas–, algo que también ocurrirá en todos los ejércitos europeos, y que conllevará la reducción del ratio de soldados por cada oficial. Con ello, las unidades eran más manejables, más móviles y era más fácil mantener la cadena de mando, evitándose que una misma unidad tuviera compañías desperdigadas por cientos de kilómetros.
Durante el siglo XVI, era habitual que las compañías pudieran tener trescientos efectivos, pero a finales de siglo la cifra teórica se había reducido a doscientos cincuenta. En la transición entre el siglo XVI y el XVII se comenzará a gestar dicha evolución, de manera lenta –pero firme–, en casi todos los ejércitos europeos. Las ordenanzas de 1598 reorganizaban los tercios en no más de 13 o 15 compañías (de las cuales como mucho 2 podían ser de arcabuceros), cada una de 260 plazas, habiendo 10 oficiales y 250 soldados. Las compañías ordinarias debían tener 130 piqueros, 100 arcabuceros y 20 mosqueteros. Si bien esta era la teoría, la práctica se mostró algo diferente, y nos indica que pocas veces los tercios tenían 3.000 efectivos, como nos demuestra la documentación administrativa de la época. Comencemos por el principio, de entre los cuatro tercios de españoles llegados con el duque de Alba (1567), sólo el de Nápoles sobrepasaba los 3.000 efectivos en 19 compañías, si bien ninguno de los restantes alcanzaba los 2.000, siendo la media de efectivos de todas las compañías unos 180 hombres, poco más de la mitad del contingente teórico. Unos pocos años después, en 1571, la muestra de los cuatro tercios de españoles del ejército de Flandes dio como resultado 7.509 hombres en 50 compañías, unos 150 efectivos de media en cada compañía.

Las muestras del Ejército son documentos que podemos encontrar en los archivos y que nos informan de los efectivos del ejército de Flandes. Gracias a esta documentación original podemos conocer la evolución y efectivos de los tercios españoles que combatían allí, distinguiendo –como en este caso– entre oficiales, soldados y oficiales reformados. Archivo General de Simancas.
Las ordenanzas de 1632 reconocían que los tercios de fuera de España debían tener hasta 15 compañías de 200 hombres, si bien los formados en la península debían alcanzar los 250 efectivos en un máximo de 12 compañías. Incluso se regulaba que los tercios de 15 compañías debían tener como mucho 2 compañías de arcabuceros. Los tres tercios presentes en Flandes en 1633 estaban algo lejos de esos números teóricos, ya que mantenían 4.309 oficiales y soldados en 51 compañías, por lo que de media había 1.436 hombres por tercio, y 85 hombres por compañía, menos de la mitad de los teóricos. Pero las circunstancias podían cambiar con rapidez ante la llegada de nuevos efectivos desde la península, y la reorganización de fuerzas presentes. Así, tras la llegada de miles de españoles en 1639, la cifra de españoles en los tercios de Flandes había aumentado hasta los 12.219 efectivos distribuidos en 6 tercios y 110 compañías, con una media de 2.036 hombres por tercio y 111 por compañía. Pero dichas circunstancias, y un estado de fuerzas tan óptimo, no se solían mantener durante mucho tiempo. En 1659, tras la reciente Paz de los Pirineos con Francia, el estado de los tercios españoles era lamentable ante la reciente guerra, las continuas acciones bélicas, la falta de nuevos reclutas de refresco y la política de no suprimir unidades ni compañías para no perder buenos oficiales. Así, los seis tercios mantenían en 122 compañías 1.243 oficiales y 2.520 soldados españoles (prácticamente un oficial por cada dos soldados), por lo que de media los tercios tenían 627 hombres, y las compañías 31. Unas cifras muy lejos de las teóricas.
A lo largo de una contienda se puede observar ese desgaste de las unidades, que se acelera con el recrudecimiento de los combates y ante la falta de reemplazos llegados desde España. Un buen ejemplo lo tenemos durante la guerra de Holanda (1672-79), que enfrentó a Francia contra Holanda y su bando de aliados, entre los que se encontraban España y el emperador. Los Países Bajos españoles terminaron siendo un escudo protector de los holandeses ante las ambiciones francesas, teniendo lugar en sus campos los más cruentos combates de la guerra como la batalla de Seneffe (1674). Al comienzo de la guerra, en 1672, había 9 tercios de españoles en Flandes, que contabilizaban 9.926 efectivos en 163 compañías, por lo que de media había 1.103 hombres por tercio y 61 por compañía. Durante los años siguientes estas cifras irán a la baja, en los primeros años de manera muy poco significativa, ya que continuaron llegando tropas de refresco, como nos confirma la muestra de 1674. En 1676 se empiezan a notar los primeros efectos, reduciéndose la media un 25 %, también en parte por la llegada de más unidades, ya que en ese momento había 12 tercios y 202 compañías que contabilizaban 9.361 españoles. Pero los años siguientes fueron muy duros, no pudiendo llegar a Flandes nuevos refuerzos. Las tropas españolas debieron defender las grandes ciudades del país, que pese a estar bien fortificadas no eran suficientemente fuertes para poder detener más que algunos meses la impresionante capacidad de movilización militar francesa, que en la mayoría de los casos multiplicaba por diez las fuerzas defensoras, disponiendo los ejércitos franceses de decenas de miles de hombres y cientos de cañones. En 1677 se perdieron Valenciennes, Cambrai y Saint-Omer, y en 1678 las ciudades de Gante y de Ipres. En ese último año los tercios españoles redujeron sus cifras hasta los 6.588 oficiales y soldados en 10 tercios y 153 compañías, por lo que prácticamente la media de los tercios y compañías se había reducido a un 70 % de los de inicios de la guerra (659 por tercio y 43 soldados por compañía). En 1679 el retroceso era todavía mayor al no llegar refuerzos, y ya la media –tras siete años de duros combates– era prácticamente la mitad que al inicio de la guerra, quedando en Flandes 5.337 soldados y oficiales españoles.
A nivel orgánico, todos los Ejércitos europeos tendieron a reorganizar sus unidades. Los batallones holandeses quedaron reducidos primeramente a 800 hombres a mediados del siglo XVII, hasta los 550 hombres a finales de la centuria. Si bien los españoles no lo regularían mediante nuevas ordenaciones legales, la práctica fue la misma durante toda la segunda mitad del siglo XVII, teniendo los tercios una media de entre 500 y 700 efectivos, y la compañía unos 50. Las nuevas ordenanzas de 1704 impuestas por Felipe V no se adelantaban a su tiempo, sólo dejaban por escrito lo que ya estaba sucediendo. Estas regulaban que los nuevos regimientos tuvieran 12 compañías de 53 oficiales y soldados.
LOS TERCIOS POR DENTRO
Los tercios tenían su estructura distintiva y diferente al sistema de regimientos que mantenían el resto de los Estados europeos, y que utilizaba también la propia Monarquía Hispánica para encuadrar, por ejemplo, a sus soldados de origen alemán. Una de sus principales diferencias al respecto era la escala de mando, ya que los tercios estaban comandados por un maestre de campo, ayudado por un sargento mayor, aunque en cuanto a la estructura de mando, a pesar de contar con diferentes cargos, por lo demás, no diferían mucho de los regimientos.
Otro elemento característico, y propio de los tercios, era el sistema de nombramiento de los oficiales, que difería del que se empleaba en otros países. Al ser unos cuerpos profesionales, los oficiales también lo eran. Para ser nombrado oficial, al menos en teoría, y según las ordenanzas militares, se debía demostrar que al menos se había servido en el Ejército diez años. No existían escuelas de oficiales, ya ...
Índice
- Portada
- Créditos
- Introducción
- 1. Los tercios: estructura y organización
- 2. Los tercios en combate: el armamento
- 3. Los soldados
- 4. Incorporándose al ejército: el reclutamiento
- 5. El viaje a Flandes por tierra
- 6. La vía marítima
- 7. La vida cotidiana de los tercios
- Bibliografía
- Colección Breve Historia…
- Índice
- Contraportada