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eBook - ePub
La ética en 100 preguntas
Descripción del libro
Las respuestas de la Ética a los grandes retos del nuevo humanismo: la manipulación genética, el uso de la tecnología, la bioética y la ética ecológica, la ética política, los derechos de los animales, la sostenibilidad y el sistema económico globalizado.
¿Las reglas morales se aprenden o son innatas? ¿Se pueden transgredir las leyes morales? ¿Son los políticos mentirosos compulsivos? ¿Puede haber tantas morales como culturas humanas? ¿Es injusto el actual capitalismo globalizado? ¿Es el ser humano un homo tecnologicus? ¿Constituye el Proyecto Genoma Humano un progreso ético? ¿Se puede ya programar una vida transhumana? ¿Es la especie humana la dueña del universo? ¿Estamos aún a tiempo de no destruir el planeta Tierra?
¿Las reglas morales se aprenden o son innatas? ¿Se pueden transgredir las leyes morales? ¿Son los políticos mentirosos compulsivos? ¿Puede haber tantas morales como culturas humanas? ¿Es injusto el actual capitalismo globalizado? ¿Es el ser humano un homo tecnologicus? ¿Constituye el Proyecto Genoma Humano un progreso ético? ¿Se puede ya programar una vida transhumana? ¿Es la especie humana la dueña del universo? ¿Estamos aún a tiempo de no destruir el planeta Tierra?
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PhilosophyCategoría
Ethics & Moral Philosophy
UN EQUIPO SÓLIDO DE FILÓSOFOS
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¿PARA SER FELIZ HAY QUE SER VIRTUOSO? (ARISTÓTELES)
El primer integrante de este excelente equipo de pensadores occidentales es Aristóteles (388 a. C.-322 a. C). La influencia de la ética aristotélica a lo largo de la historia es innegable y su sombra se proyecta hasta nuestros días mediante la corriente neoaristotélica actual. La Atenas del siglo IV a. C. en la que vivió este autor es muy diferente de la sociedad hodierna, pero las reflexiones que él aportó sobre la ética de los seres humanos tienen su referencia esencial en los dos conceptos que se incluyen en la pregunta de este epígrafe: la felicidad y la virtud. Evidentemente es imposible analizar a fondo aquí todos los elementos de la teoría ética de Aristóteles, pero al centrarnos en estos dos conceptos y su íntima interrelación nos acercamos al núcleo básico de su filosofía moral.
¿Todos los humanos queremos ser felices? ¿Todos los humanos podemos ser virtuosos? ¿Es posible ser feliz y virtuoso o es imposible aunar la felicidad y la virtud?
Para responder a estas cuestiones es preciso conocer mínimamente antes cuál es la teoría antropológica del autor, pues es la base para entender su filosofía moral. La idea central de Aristóteles acerca del ser humano es que es un animal racional, es decir, un ser vivo que tiene en común muchas características con los demás animales, pero tiene algo específico que es la racionalidad, la capacidad de pensar y de expresar mediante el lenguaje sus ideas. La palabra griega logos resume ambos conceptos: la razón y la palabra.

El gran maestro Aristóteles no podía concebir una vida feliz si no se cimentaba en una vida virtuosa que tratara de buscar la excelencia en todas las facetas humanas.
Toda la teoría ontológica de Aristóteles se basa en su análisis de las cuatro causas: la material, la formal, la eficiente y la final. Las dos más importantes son la causa formal por la que un ser se define por su esencia y la final, que es aquella por la que todos los seres tienden a la realización del fin que marca su naturaleza, su forma. En el caso del ser humano, podemos decir que su finalidad es realizar en grado máximo aquello que es lo más específico de su ser, y según este autor, lo más específico del ser humano no es la animalidad, sino la racionalidad. Por tanto, la perfección del ser humano estará en el máximo desarrollo de su capacidad contemplativa. Eso no significaba para él que un ser humano pueda llegar a la perfección olvidándose de su estructura biológica, de su animalidad.
Un texto del autor nos muestra claramente que su idea de la vida feliz le lleva a considerar que la dedicación a la teoría, a la vida intelectual, es lo que más nos acerca a los dioses. Por eso escribe Aristóteles que los sabios son los más felices: «Es manifiesto que todas estas actividades pertenecen al hombre sabio principalmente; y, así, será el más amado de los dioses y es verosímil que sea el más feliz. De modo que, considerado de este modo, el sabio será el más feliz de todos los hombres».
Aristóteles era consciente de que no existe una única manera de entender la felicidad, ya que unos consideran que es el placer, otros la salud, otros la riqueza, otros el honor, etc. Sin embargo, para nuestro autor la felicidad tiene que ver con el bienestar integral de un ser humano, ya que la palabra griega que él utiliza para designar la felicidad es la eudaimonia. Este vocablo que ha sido traducido por ‘felicidad’ significa ‘bienestar íntegro del ser humano’. Es decir, algo que incluye dos aspectos: un mínimo de bienestar material con la satisfacción de nuestras necesidades básicas y un bienestar espiritual que para Aristóteles será el cumplimiento de la finalidad más propia de los seres humanos: la racionalidad. Aristóteles fue un gran biólogo y siempre habló de los seres vivos, plantas y animales en relación con la especie humana desde un punto de vista de sus semejanzas y de sus diferencias. Como defensor del teleologismo o de la causalidad finalista en todos los seres, Aristóteles siempre afirmó que todos los seres tienden a la realización de su propia naturaleza. Ese finalismo es el que está en la base del otro gran concepto de su filosofía moral: la virtud.
¿Qué tiene que ver la felicidad con la virtud? ¿Qué concepto de virtud sostenía Aristóteles y cuántos tipos de virtud contemplaba?
La definición de virtud que hace el autor nos orienta claramente sobre la relación entre felicidad y virtud. Así escribe el estagirita: «La virtud del hombre será el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su función propia».
En esta definición se incluyen todos los elementos conceptuales que nos permiten entender qué entiende por virtud el autor griego. Y la palabra usada en sus escritos para referirse a la virtud es areté que se traduce por ‘excelencia’; por eso él también aplica la excelencia a los animales, como por ejemplo, el caballo de carreras, que es «virtuoso» cuando desarrolla de modo excelente sus capacidades propias y es el más veloz. La virtud humana será un hábito que exige esfuerzo y constancia y por el cual nos hacemos buenos y mejores si realizamos aquello que es nuestra función propia y que nos distingue de los animales: la vida contemplativa. El modo en que se debe concebir la virtud humana nos lleva a otra expresión muy conocida de este autor: el término medio, la mesotés, que se tradujo al latín por la expresión In medio virtus.
Las pasiones y las costumbres desempeñan un papel importante en la construcción de los buenos hábitos o de las virtudes. La ética supone que usamos la razón para conocer y controlar las pasiones y para observar las costumbres de nuestra sociedad y así elegir las mejores y desechar las peores. En todo ello debe ser la prudencia la guía que nos debe indicar el camino. Si la virtud es mesura entre dos extremos significa que tenemos que ponderar bien cuál es el mejor en cada momento y obrar en consecuencia. Esa mesura, esa medianía, no significa mediocridad, sino equilibrio, ya que la virtud es lo óptimo, es lo mejor a lo que podemos aspirar y en ese sentido está en un extremo, en el bien supremo. La virtud, la excelencia, es lo contrario del vicio que es el extremo opuesto. No se trata de actuar según una supuesta media aritmética del comportamiento normal de una población, sino de elegir siempre lo mejor, lo que se adecúa mejor con lo específico del ser humano: el amor a la sabiduría. Y es importante resaltar que la virtud es siempre una elección libre y nunca es un don divino o una necesidad natural.
La conexión entre el bien, la felicidad y la virtud en la teoría de Aristóteles es, a diferencia de Platón, una posibilidad humana que se puede realizar sin tener que trascender este mundo de apariencias en pos de un mundo ideal. Aquí y ahora, en la sociedad en que vivimos, los seres humanos podemos aspirar a ser virtuosos si nos esforzamos en buscar nuestra finalidad propia, nuestro bien y el de los demás, la posible perfección en un mundo imperfecto. La virtud es un hábito que requiere como en el arquero atinar en la diana y apuntar la flecha muchas veces en la misma dirección. Como él mismo dice, un acto solo no nos hace virtuosos, como «una sola golondrina no hace verano».
Los tipos de virtud que señala nuestro autor nos indican claramente el modelo de ser humano que él tenía en su mente. El sabio feliz y virtuoso era el ideal de perfección humana que más nos acercaba a los dioses. Las virtudes éticas o morales se basan en el dominio de la parte irracional del alma sensitiva y sirven para regular las relaciones entre los seres humanos. Se refieren más a la voluntad que al entendimiento. Las más importantes son la fortaleza, la templanza y la justicia. Mientras que las virtudes dianoéticas o intelectuales se refieren a los hábitos basados en la racionalidad humana, las más importantes son la sabiduría y la prudencia. Es evidente que tanto las virtudes éticas como las dianoéticas son imprescindibles para lograr la felicidad virtuosa.
Para concluir esta presentación de la filosofía moral aristotélica nos podemos preguntar sobre la actualidad de sus propuestas éticas en el mundo de hoy. ¿En qué nos puede ayudar su teoría de la virtud para comprender mejor la conducta moral de cada ser humano y de la sociedad en que vivimos?
En las últimas décadas ha surgido un neoaristotelismo que trata de poner en evidencia la actualidad de algunos conceptos de la filosofía moral de Aristóteles en dos aspectos fundamentales: el concepto de prudencia y el de virtud. Los autores actuales que han insistido en el concepto de prudencia ven en este hábito virtuoso un modo de orientar el buen vivir, la vida buena de los seres humanos. Sin prudencia es imposible ponderar adecuadamente cuáles son los medios adecuados para conseguir los fines morales a los que aspiramos. Este aristotelismo alude a la clara diferencia entre las tres actividades que los seres humanos tenemos en la vida y que Aristóteles señaló con precisión: la producción de bienes que él llamó poiesis, la teoría o actividad teorética y la praxis o actividad moral. En la sociedad actual dominada por la actividad productiva de toda clase de bienes materiales y en la que la vida teorética también está dirigida en gran parte a la producción tecnológica es de suma importancia conocer cómo orientar bien nuestra vida moral y saber diferenciar el valor instrumental de los medios y el valor moral de los fines en las actividades humanas.
Aunque la sociedad actual sea muy distinta a la ateniense del siglo IV a. C. y los avances tecnológicos hayan cambiado nuestro modo de vivir, sigue siendo necesario que la virtud ocupe un lugar importante en la vida humana y se eduque a los ciudadanos en su ejercicio porque una sociedad en la que los vicios sean premiados y se desprecien los hábitos virtuosos no puede superar la actual esquizofrenia entre una omnipotente tecnología y una vida humana rebajada a la inhumanidad. Sin dioses, sin héroes y sin sabios en los que confiar, hoy necesitamos más que nunca instalar en el mundo la esperanza en la implantación de una virtud esencial: la justicia para todos.
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¿NO ES EL PLACER LO QUE TODOS BUSCAMOS EN LA VIDA? (EPICURO)
Epicuro ha sido considerado como un autor secundario dentro del canon de la historia de la filosofía occidental y durante muchos siglos se presentó su filosofía moral como un hedonismo despreciable. En esa empresa de desprestigio tuvo mucho empeño el cristianismo y su antropología teocéntrica. Sin embargo, en las últimas décadas su filosofía se ha vuelto a estudiar con interés y su concepción de la vida ha despertado de nuevo el entusiasmo de muchos pensadores actuales.

La idea de placer en los escritos de Epicuro es la base de una vida virtuosa, pero vivida sin excesos ni perturbaciones.
Este autor griego, que nació en 341 a. C. y murió en Atenas el 270 a. C., es considerado el creador del hedonismo como filosofía moral de los seres humanos y su Carta a Meneceo se ha convertido, sin duda, en una de las mejores lecciones de sabiduría moral de todos los tiempos. Como nos preguntamos en el título de este epígrafe: ¿acaso no es el placer lo que más buscamos en esta vida? O dicho de otro modo, en forma negativa: ¿no es la huida del dolor y del sufrimiento inútil lo que todo ser humano desea a lo largo de su vida?
La idea central de la ética epicúrea es que el placer es el fin de toda vida humana; cualquier ser humano aspira a gozar de la vida en todas sus facetas y eso se traduce en que el dolor se aleje de su vida y los placeres le colmen de satisfacciones en todas las dimensiones de su existencia. La ética teleológica que defiende Epicuro no se olvida de la virtud ni de la prudencia a la hora de la búsqueda de los placeres. Ser feliz consiste en saber gozar moderadamente de todos los placeres.
Para entender mínimamente la ética epicúrea es preciso partir de la antropología que está incluida en su física, su concepción de la realidad. Como seguidor del atomismo materialista de Demócrito, Epicuro concibe al ser un humano como un compuesto de átomos, tanto en su cuerpo como en su alma. Los átomos del alma son más sutiles y al morir el cuerpo muere también el alma. Las combinaciones y movimientos mecán...
Índice
- Portada
- Créditos
- Índice
- Prólogo
- La ética en 100 preguntas
- I. Aprender vocabulario
- II. El animal ético
- III. Más allá de la razón ética
- IV. Política versus ética
- V. Un equipo sólido de filósofos
- VI. El problema del universalismo ético
- VII. La inmoral globalización
- VIII. La ética ante la tecnología
- IX. Esbozo de una bioética
- X. Una ética para un mundo sostenible
- Bibliografía
- Contraportada