Breve historia del Japón Feudal
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Breve historia del Japón Feudal

Rubén Almarza González

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Breve historia del Japón Feudal

Rubén Almarza González

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La apasionante historia de los señores de la guerra: Shogunatos, samurais y ronin, desde el periodo Heian, las guerras con Mongolia, Corea y China hasta el comercio con Europa, la Revolución Meiji y el fin de la sociedad feudal. Una crónica real de mil años convulsos llenos de guerras civiles, rebeliones y luchas intestinas.Breve historia del Japón Feudal es la narración de una de las épocas emblemáticas y definitorias del país del sol naciente. La época Feudal de este país es conocida por el halo de misterio que envuelve a sus famosos samuráis tan admirados por su regio sentido del honor.En el libro que tiene en sus manos se desmitifica a una sociedad que, como todas, siguieron sus procesos evolutivos para llegar a ser lo que es Japón hoy en día. Abarcando desde el comienzo del periodo Heian hasta el final de shogunato Tokugawa, caminaremos junto a los personajes más emblemáticos del periodo feudal japonés para entender la mentalidad, la cultura y la manera de hacer política japonesa. Acompáñenos en este viaje lleno de traiciones, luchas por el poder y estrategia, y comprendamos una sociedad completamente diferente a la nuestra.

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Información

Año
2019
ISBN
9788499679570

1

Los años previos a los Gobiernos militares: el Estado Yamato

Antes de comenzar a hablar del período Heian, se deben hacer unas cuantas consideraciones previas de la historia de Japón, pues, como es de esperar, esta influyó sobremanera al devenir posterior del archipiélago. Por ello, debemos tener en cuenta que, aunque nos centremos en un período concreto y vayamos a tratarlo de forma estanca, no debemos olvidar que los siglos que se van a estudiar a continuación son herederos directos de su pasado, y que la gran mayoría de las decisiones que se tomen posteriormente habrán sido gravemente influenciadas por el bagaje que el pueblo japonés carga a sus espaldas.
Los orígenes del pueblo japonés son, como en prácticamente cualquier civilización del planeta, inciertos o inexactos. Si bien hay diferencias entre los historiadores a la hora de poner una fecha como punto de partida, suele coincidirse, grosso modo, en que los primeros pobladores fueron nómadas que pudieron entrar en el archipiélago desde Corea. Su procedencia es objeto de discusión: historiadores japoneses como Hane defienden que la entrada al archipiélago fue llevada a cabo en primera instancia por grupos tribales en diferentes tandas —siendo una de ellas la de los ainu, en la isla de Hokkaido, de los que hablaremos más adelante—, y que su procedencia pudiera ser el noreste asiático o desde China y el sudeste asiático. Más consensuada parece la teoría de que los mongoles utilizaron la vía peninsular para facilitar su entrada en las islas. Es lógico, por tanto, que, si bien más adelante fueron chinos y coreanos quienes se integraron en el territorio, su lengua no esté completamente influenciada por el mandarín, sino que pueda haber vínculos con lenguas polinesias. No obstante, es posible afirmar que los restos humanos más antiguos encontrados en el archipiélago datan de hace treinta y tres mil años aproximadamente, aunque los primeros restos de vida homínida se remontan a los setecientos mil años antes de nuestra era.

LA PREHISTORIA

El Paleolítico japonés destaca por las oleadas de población del exterior que entraron en el territorio, en una etapa en la que las islas debieron ser territorio inhóspito, debido a la glaciación que había en el globo. Debemos atender al hecho de que en Japón exista una enorme cantidad de fosas volcánicas, que en este período debieron de soltar ceniza a la atmósfera, cubriendo los cielos e impidiendo que llegase la luz del sol, lo que reduciría la temperatura y favorecería una glaciación ya de por sí fuerte en todo el planeta. De estas glaciaciones podemos deducir que hubo conexión del continente asiático con Japón por tres vías: por Sajalín, isla al norte de Hokkaido, actualmente territorio ruso; Tsushima, al oeste, por lo que se deduce que el puente de tierra estuviese conectado con la península coreana; y en la cadena de islas Ryūkyū en el sur.
Estas dos últimas vías parecen las más plausibles a la hora de determinar una entrada para los nómadas. La vía de Sajalín, separada de Hokkaido por el estrecho de La Perousse, de tan solo sesenta metros de profundidad, pudo ser la última alternativa, cuando los otros dos puentes colapsaron por la desglaciación y por la inundación del océano Pacífico del mar del Sur de China en primer lugar, y del estrecho de Tsushima después. Este estrecho, por cierto, separa actualmente Corea y Japón. Sin embargo, aunque la vía de Sajalín haya sido descartada a la hora de hablar de una primera entrada en el archipiélago, no explicaría que los ainu, ubicados en Hokkaido, tuviesen rasgos diferentes al resto de habitantes de las islas. Estos pobladores de la ínsula más al norte tendrían una fisonomía más parecida a la de los habitantes de Mongolia o Manchuria, que contrastan con la del resto del archipiélago, más semejante a la china. Tampoco explicaría la enorme variedad de influencias que tiene la lengua japonesa, pasando por el chino, el coreano o el mongol.
El comienzo del Mesolítico es relativamente contemporáneo a las fechas que se manejan en Asia Central y Europa, encontrándose restos que datan del 8000 a. C. Debido a su condición aislada con respecto al continente, los historiadores afirman que el Mesolítico fue realmente prolongado. Etimológicamente, su nombre nos indica que es el período entre la piedra antigua (Paleolítico) y la piedra nueva (Neolítico). El período abarca desde el fin de la glaciación hasta el comienzo de la agricultura. Es decir: abarca los últimos años de las sociedades cazadoras-recolectoras para dar paso a las agricultoras y ganaderas, que acabaron asentándose en un espacio y dejaron de ser nómadas.
Esta etapa se corresponde con una época de muchos cambios en un espacio relativamente corto de tiempo: las temperaturas aumentaron considerablemente, lo que dio fin a la glaciación anterior, y aumentó de esta manera el nivel del mar. Esto llevó a que se formasen playas y marismas de baja profundidad que permitieron la recolección de crustáceos y el comienzo de la especialización en la pesca. Con ello, el ecosistema cambió de forma notable, favoreció la recolección de frutos y permitió a los seres humanos salir de sus cuevas para poder construir las primeras cabañas. Sin embargo, este cambio brusco en el ambiente impidió a muchas especies aclimatarse a la nueva situación, caso del elefante Akebono, y llevó a la extinción de múltiples especies, lo que obligó a los seres humanos a cambiar su alimentación en pos de aquellas especies que sí habían conseguido sobrevivir, caso del ciervo japonés, o en perjuicio de otras que estaban comenzando a nacer.
Los pueblos nómadas del período, recogidos bajo el término de cultura jōmon (cuyo nombre se debe al uso de una alfarería llamada de igual manera), se dedicaban a la caza y a la pesca, así como a la recolección y almacenaje de alimentos. No obstante, a pesar de que estos pueblos se podrían remontar según hallazgos recientes al 14500 a. C., se sabe que desde el 6000 a. C. practicaban una agricultura primitiva basada en cereales. Es decir: durante ocho mil años la forma de subsistencia por antonomasia fue la de cazador-recolector, y aún quedaría mucho camino por recorrer para abandonar esa forma de vida. Tres mil años antes, en Oriente Próximo, los pueblos comenzaron a tomar una vida sedentaria en torno a la ganadería y la agricultura, y comenzaron a darse asentamientos de gran magnitud que llevarán a la fundación de ciudades como Jericó y otros asentamientos en Palestina, Siria o los montes Zagros. Para el 6500 a. C. se fundó Çatal Huyuk en Anatolia, lo que nos sirve para entender que, mientras que en el Creciente Fértil (región compuesta por Mesopotamia, Egipto y la zona de Palestina y Siria) se estaba asistiendo a la creación de las primeras ciudades, en Japón aún se estaba lejos de llegar a eso.
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La cerámica jōmon se caracterizó por el cardado como elemento decorativo y por formas onduladas realmente interesantes
Esta cultura jōmon se extendería desde Hokkaido hasta Okinawa, y su cerámica sería la más antigua del mundo. Su característica principal fue en relación con las marcas de cuerdas en sus recipientes. Irene Seco apunta acertadamente que, mientras que en el resto del mundo la agricultura y la cerámica fueron estrechamente ligadas de la mano, en Japón esta artesanía vino mucho antes que la instauración del cultivo como práctica de subsistencia. Y si bien las armas de estos primeros habitantes eran rudimentarias piezas de piedra, en el caso de la cerámica podríamos hablar de cierta sofisticación y complejidad en las formas y en la decoración.
Los restos de los asentamientos de estas poblaciones de los que tenemos constancia se encuentran en la costa y en las riberas de los ríos, lo que nos hace pensar en la importancia de la pesca y de la recolección de moluscos y crustáceos para su alimentación. Es habitual encontrar concheros en las cercanías de los poblados, y la estratigrafía nos muestra restos de peces como los besugos, animales de aguas profundas, lo que lleva a pensar a historiadores como Junqueras que estos pueblos pudieron tener técnicas sofisticadas de pesca. También pescaron salmones y moluscos típicos de agua dulce.
En realidad, el nivel del mar no se encontraba como en la actualidad, por lo que es posible que estos seres humanos tuviesen acceso a zonas más accesibles para la pesca de estos animales. Es habitual encontrar pecios en las costas situadas al sur de Japón y de las islas Kyūshū, siendo el de Yonaguni el más significativo. No obstante, es posible que esta sofisticación en la pesca o la dependencia de la recolección de frutos y moluscos favoreciese la sedentarización. La mejor alimentación de estas personas con respecto a sus homólogos europeos llevaría a una reducción de los períodos de descanso entre alumbramientos, lo que llevó a un aumento de la población considerable, (veinte mil personas en algunos de ellos).
La adaptación al medio por parte de estas personas favoreció que hubiese movimientos migratorios por diferentes razones. En el Jōmon tardío se dio un fenómeno migratorio desde el centro al sur del archipiélago, posiblemente por el endurecimiento del clima. Esto explicaría la extensión de la cerámica de cuerdas anteriormente comentada desde Kanto hasta las Kyūshū. Lo cierto es que en los casi once mil años que duró esta cultura, las formas de hacer las cosas no fue uniforme. Se pasó de las herramientas de piedra a los cuchillos y más adelante a las hachas, y es en estos años cuando comenzaron a crear casas, comúnmente subterráneas con un techo de paja. Esta mejora de la tecnología llevó a que no se marcase el final de esta cultura en el Neolítico, sino alrededor del 2000 a. C., cuando estábamos asistiendo al período tardío de Jōmon. Y tampoco podemos afirmar que, cuando esta desapareció (ya que la cultura yayoi nació de forma espontánea, como en prácticamente todos los procesos históricos, estos ocurrieron de forma fluida y no estanca), no coexistiera ya con la cultura yayoi en el sur, aunque fuese por poco tiempo.

EL PERÍODO YAYOI

No fue hasta el período Yayoi (500 a. C.-300 d. C.) cuando apareció el cultivo de arroz en forma de arrozales, introducido desde China o desde el sudeste asiático. Todas las civilizaciones que medraron y que aumentaron exponencialmente su población lo hicieron, en parte, por incorporar cereales a su alimentación, debido a su alta carga calórica. Y el perfeccionamiento del cultivo de arroz vino dado por un efecto dominó: después de la unificación de China en el año 211 a. C., sucedida tras la tumultuosa etapa de los reinos combatientes (que duró aproximadamente siete siglos y que consistió en siete zonas de influencia disputándose la hegemonía sobre las demás, saliendo victoriosos los Qin), los emperadores de la dinastía Qin se lanzaron a presionar a sus vecinos más próximos, entre los que se incluía Corea. Así pues, esto supuso la emigración de enorme cantidad de pobladores coreanos a la zona de Kyūshū, donde introdujeron sus técnicas de cultivo y trajeron con ellos modos y formas que desembocarían, con la fusión de lo autóctono de Japón, en una nueva cultura, la yayoi. Esta se conoce primordialmente por su cerámica, más simple en su decoración a la del período Jōmon. Pero es en este momento cuando comenzaron a extenderse la domesticación del caballo y de la vaca, la fundición del hierro y el uso del torno para la cerámica.
El origen de los yayoi es discutido. Actualmente la teoría más aceptada es la de que la mayor parte de estas mejoras técnicas fueron importadas desde Corea, por emigrantes con una fisonomía diferente, debido al cambio de dieta y de estilo de vida, más sedentario y que buscaban asentarse en el archipiélago. Sin embargo, esto contradice a la historiografía clásica japonesa, que aduce que la cultura yayoi es exclusivamente autóctona, o como una irrupción de jinetes procedentes de Asia Central. De hecho, lo más aceptado es que el caballo fue incluido de forma masiva durante el período Yamato. Sin embargo, esta teoría está prácticamente descartada, dado que no explica cómo llegaron a Japón ni justifica el parecido de los japoneses con el pueblo chino o coreano.
Sin embargo, sí que sabemos dónde se desarrolló esencialmente. Ubicados sus restos en el norte de Kyushu, Aomori y Kanto (donde se ubica el yacimiento que da nombre a la cultura yayoi, cerca de Tokio) y posteriormente en Hokkaido, este será el primer período en el que se haga uso del metal, abarcando desde espadas de bronce hasta espejos usados en ritos religiosos o herramientas agrícolas. El asentamiento en Hokkaido pasó por un período de aculturación de la isla en el que se ocupó y se sustituyó a la población autóctona ainu de forma violenta en ocasiones. Actualmente quedan pocos vestigios de la cultura ainu, que se basa en el respeto a la naturaleza, sin embargo, podría haber influido en la cultura de la sociedad contemporánea. Se calcula que aún quedan ciento cincuenta mil miembros de esta etnia, aunque son datos poco fiables, dado que hay quien prefiere ocultar su procedencia.
Fue en este período, con la división del trabajo entre los miembros de las sociedades, cuando se comenzó a ver un intento de estratificación social y se establecieron clases dominantes con súbditos, e incluso cacicazgos. Es importante que tengamos esta idea en mente, ya que el período feudal adoptó, salvando las distancias, esta manera de organización social. La cual, por otro lado, también se estaba dando paralelamente en Europa y Asia, y fue la base de la sociedad estamental posterior. En los registros estratigráficos encontramos cementerios, unas tumbas más grandes y sofisticadas que otras, y en los ajuares se puede ver objetos suntuarios como espejos o conchas, así como otros importados del continente asiático. El enterramiento se hizo de forma más desarrollada que en el período Jōmon, donde encontramos túmulos o formas de enterramiento similares en lugares separados por enormes distancias.
Los dos grandes centros de población en esta era fueron Kyūshū (como por ejemplo Sugu o Mukimo), al sur, y Yamato (por ejemplo Santonodai), en el centro de Japón, próximo a la actual Kioto. Autores como Hane consideran que las incursiones coreanas fueron especialmente continuadas a finales del período, lo que aumentó su área de influencia en el archipiélago. Estos emigrantes no fueron considerados como tales, sino como un pueblo análogo con el que se mezclaron. Esta entrada paulatina de población coreana (esp...

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