Cómo hablar en público
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Cómo hablar en público

Técnicas prácticas para enfrentarte con éxito a cualquier auditorio, a un debate, a un medio de comunicación o a una entrevista de trabajo

José Carlos Aranda

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Técnicas prácticas para enfrentarte con éxito a cualquier auditorio, a un debate, a un medio de comunicación o a una entrevista de trabajo

José Carlos Aranda

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Técnicas básicas para enfrentarte con éxito a cualquier auditorio, a un debate, una conferencia, un medio de comunicación, una reunión o entrevista de trabajo, etc.Todos sentimos miedo cuando tenemos que hablar en público. Hablar en público es una de las grandes asignaturas pendientes, no es algo a lo que se le preste atención hasta que lo necesitamos para dirigirnos a nuestro equipo de ventas, al Consejo de Administración, para defender una Tesis o dar una conferencia, para asistir a una entrevista de trabajo o atender a un periodista para hacer una declaraciones en rueda de prensa, o defender nuestra postura en un debate radiofónico, televisado, en directo... Porque hablar en público no es solo dar charlas y conferencias, es algo que necesitamos hacer cada vez que hablamos en situaciones formales, para poner en valor quiénes somos frente a los demás, no solo en grandes salas, sino también en las distancias cortas. Dominar este arte supone la capacidad de informar, convencer, persuadir, animar... a quienes te escuchan. Perfeccionar el arte de hablar en público multiplica por cien tus probabilidades de éxito, supone un valor añadido fundamental hoy en día.En este manual te ofrecemos técnicas prácticas, palpables y muy directas, para enfrentarte con éxito a cualquier auditorio: debates, clases, medios de comunicación, reuniones de trabajo, exposiciones, entrevistas de trabajo, etc. Un completo recorrido que empieza en la preparación, en el control de la comunicación no verbal, la identificación de auditorios y situaciones de comunicación, y habilidades y técnicas de dicción, lectura, improvisación, relajación, respiración o control del tiempo.

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Información

Año
2015
ISBN
9788415441885
Capítulo IV. La importancia de saber a quién te diriges
Nunca perdamos de vista que una ponencia, una charla, una presentación, una entrevista… son actos de comunicación. Se trata en todos los casos de transmitir información a uno o varios oyentes de forma eficaz y persuasiva. Somos eficaces cuando transmitimos aquella idea que creemos importante, somos persuasivos en la medida en que sabemos convencer a nuestro auditorio no solo de nuestras ideas sino de nuestra autoridad, trabajo, esfuerzo y capacidad. Y todo esto lo vamos a lograr o no en el tiempo de que disponemos para dirigirnos a nuestro público. La clave de la persuasión consiste en abordar el tema desde la perspectiva emocional y para eso tenemos que conocer lo mejor que nos sea posible los intereses de quienes nos escuchan para, en la medida de lo posible, ofrecer algo que les resulte útil.
Si estamos dirigiéndonos a un grupo de comerciales cuyo interés se concentra en posibles métodos para incrementar sus ventas, por ejemplo, sería un error centrar nuestro discurso en las innovaciones técnicas del producto que ofrecemos. Es cierto que uno de los requisitos para ser un buen vendedor es el conocimiento técnico del producto que está ofreciendo, pero esto por sí mismo les diría poco o nada. Pero si centramos nuestro discurso en las ventajas que estos avances suponen frente a la competencia en cuanto a fiabilidad del sistema, ahorro económico a medio y largo plazo, facilidad de reposición y reparación en la asistencia técnica… estaremos diciendo lo mismo pero enfocado desde la perspectiva que a ellos les interesa. Si además se lo presentamos como argumentos de venta de demostrada eficacia para desmarcarnos de nuestra competencia inmediata, la ponencia les interesará aún más porque les estás ofreciendo justamente aquello que necesitan, les estás dando herramientas que les permitirán incrementar sus ventas. Si además les ofreces alguna técnica de acercamiento comercial en función de situaciones concretas de comunicación (marketing telefónico, atención presencial, charlas grupales…) en función de las técnicas habituales en su entorno laboral y profesional, el éxito estará garantizado: habrás puesto la información al servicio de sus inquietudes.
Cuando nos dirigimos a un grupo de altos ejecutivos, de poco o nada nos servirá ser los que más sabemos del mundo de psicología de empresa. Las preguntas clave que debemos formularnos serían: ¿qué les interesa, qué les preocupa, qué esperan lograr de esta reunión? Una vez aclarado cuál es su foco de interés, se tratará de organizar nuestro discurso siguiendo el principio de utilidad y economía de medios. Lo que les interesa es mejorar la colaboración entre distintos departamentos para lograr incrementar la eficacia y optimizar recursos. Muy bien, enfoquemos nuestro discurso en las técnicas y procedimientos que lograrán este objetivo de forma práctica y útil. La psicología en abstracto, los esquemas de comportamiento de nuestro cerebro puede que no atrapen su atención, pero sí lo hará el que tratemos de mecanismos aplicables que les ayuden a mejorar el clima de trabajo en sus respectivos departamentos.
El segundo aspecto que nos interesa observar es el nivel técnico y cultural de quienes nos van a escuchar. Para que la comunicación sea eficaz debemos utilizar las palabras adecuadas a la situación de comunicación. Es diferente pronunciar una conferencia en un simposio frente a quienes comparten tu misma especialidad, que pronunciar una charla ante jóvenes que no disponen de los conocimientos ni del vocabulario preciso para seguir una disertación plagada de tecnicismos. No es lo mismo presentar un informe ante un Consejo de Administración, que estar en una entrevista de radio. En el primer caso se presuponen unos conocimientos y un contexto previo a la intervención, quienes nos están escuchando comparten empresa y datos, se mueven con las mismas claves. En el segundo caso, no sabemos quién nos estará escuchando, nos dirigimos a un público diverso, no podemos jugar con la presuposición y sí dirigirnos a un nivel medio explicando los tecnicismos cuando los usamos, contextualizando la información cuando es necesario, usando palabras más sencillas, evitando siglas que no sean muy usuales, etc.
Por último, y con carácter general, la memoria auditiva implica una comunicación directa e inmediata a diferencia del texto escrito. Cuando leemos y por alguna razón nos distraemos o encontramos una dificultad de comprensión en el texto, siempre podemos volver atrás y releer aumentando nuestro nivel de concentración. Pero no sucede así en el mensaje oral donde quedarnos atrás implica perder una información sin la cual no sabemos si seremos capaces de interpretar la continuación. Nunca debemos olvidar esto. Y es importante recordarlo porque el mensaje debe retenerse en tiempo real gracias a la memoria auditiva, independientemente de que acudamos a soportes visuales o textos de apoyo. Para que nuestro discurso sea eficaz conviene no usar oraciones largas y complejas porque dificultan la comprensión y la retención de las ideas que tratamos de transmitir. Mejor oraciones cortas, preferentemente simples y bien organizadas en el orden de sus elementos. ¿Por qué cuando recordamos un número telefónico lo hacemos agrupando las cifras de dos en dos o de tres en tres? Sencillamente porque es más fácil recordar tres secuencias de dos dígitos que una secuencia de seis. Lo mismo ocurre con nuestro discurso, siempre será más fácil recordar tres ideas simples que esas mismas ideas expresadas en forma de una secuencia compleja. Para el seguimiento de un discurso elaborado donde intervengan oraciones largas con matizaciones de conceptos expresados a través de coordinaciones y subordinaciones se requiere de un adiestramiento mental y un nivel de concentración que pocas personas poseen.
Nuestra forma de preparar el discurso debe adecuarse también a la finalidad perseguida en nuestra intervención. En líneas generales, recuerda que:
>> INFORMAR:
1. Precisa las ideas que quieres transmitir.
2. Decide el orden en que las vas a exponer.
3. Utiliza oraciones afirmativas, cortas, precisas.
4. Usa resúmenes con frecuencia.
>> MOTIVAR:
1. Céntrate en conocer a tus receptores y comprender sus motivaciones.
2. Identifícate con tu auditorio.
3. Enfoca tus argumentos bajo el principio de utilidad.
>> EDUCAR:
1. Sigue el principio de la motivación.
2. Procura asumir los mensajes como algo propio y vivencial. Parte de la situación real y empatiza con los receptores.
3. Analiza las dificultades, reconócelas e invita a superarlas.
4. Muestra los aspectos positivos de la propuesta que realizas a corto, medio y largo plazo.
>> ENTRETENER:
1. No estamos en el Club de la Comedia, pero sea cual sea tu objetivo, procura NO HACERTE PESADO. Programa secuencias de distensión que relajen y conquisten la simpatía del auditorio.
El público también influye en la forma de organizar los contenidos con mayor o menor recurrencia según su nivel de comprensión. La recurrencia significa la repetición de ideas ya enunciadas. Todos somos conscientes de la pérdida de información en el mensaje directo por falta de concentración, falta de adecuación del registro, ruidos o incidentes que puedan afectar en un momento dado la buena comunicación, distracciones y despistes. Para paliar estas circunstancias usamos la recurrencia o repetición, nos aseguramos así de que si alguien no ha entendido algún concepto o se ha perdido en la exposición, pueda reengancharse en el discurso. La regla en este sentido podríamos enunciarla así: «A menor grado de especialización —concentración— más repetición». Conviene programar secciones en el discurso y cerrar cada una de ellas con un pequeño resumen-esquema de lo dicho antes de continuar avanzando.
Estudiando el espacio y los medios
El espacio en que se desarrolla la comunicación es determinante en muchos aspectos porque va a condicionar nuestro discurso: no podemos hablar elevando el tono en una entrevista personal en la que apenas nos separa un metro y medio de nuestro interlocutor, ni podemos hablar en un tono normal cuando nos dirigimos sin micrófono a una sala con cien asistentes. En ambos casos estaríamos transgrediendo la necesaria adaptación al medio. De la misma forma, no podemos organizar igual un discurso con apoyo de imágenes en una presentación que si no disponemos de proyector en la sala, cuando utilizamos material adicional hemos de interactuar con él nosotros mismos y dirigir el interés de nuestros oyentes que tendrán que alternar su atención entre nuestro discurso y la documentación que aportamos. De otra forma no tendría sentido.
Procuremos antes de una intervención familiarizarnos con el entorno en que va a producirse para precaver las circunstancias y adecuar nuestro discurso en el aspecto físico y formal.
En el aspecto físico el entorno condicionará un determinado volumen, en este sentido, un buen botón de muestra como queda dicho es valernos de algún amigo, situarlo al fondo de la sala y medir el tono y volumen necesarios para que el mensaje llegue con nitidez. Tengamos en cuenta, además, que una vez la sala llena se acolcha el sonido y necesitaremos un punto más de elevación que en los ensayos. Por eso es bueno iniciar la presentación preguntando al auditorio del fondo si les llega bien nuestro mensaje. Esto es lo que en lingüística se denomina función fática, asegurarse de que nuestras palabras llegan con nitidez al interlocutor, que el canal funciona correctamente. Detengámonos un momento y preguntemos con amabilidad: «Por favor, ¿me oyen bien al fondo?»; cuando recibamos la conformidad sabremos las condiciones en que debemos desarrollar nuestro discurso y habremos conseguido el silencio necesario entre los asistentes preparando el inicio. Hay quien piensa que es innecesario cuando disponemos de medios técnicos como micrófonos y megafonía, nada más lejos de la realidad. Un buen consejo es esperar siempre lo inesperado, es decir, contar siempre con la posibilid...

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