
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
La educación está en peligro. Necesita una cura urgente, quizá una terapia de choque. Pero para ello es necesario conocer cuáles son las razones de estado tan lamentable. Sin duda, hay razones externas al sistema educativo. La crisis educativa hunde sus raíces en una cultura incrédula y nihilista.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a S.O.S Educación de Carlos Jariod en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Bildung y Bildungspolitik. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
BildungCategoría
Bildungspolitik1 Presentación
Estamos ante un libro importante, lúcido y valiente, de gran alcance, que abre perspectivas de futuro y de esperanza a una sociedad que anda tan necesitada de esperanza y de futuro. Un libro que entra en una de las cuestiones más candentes y vitales del hombre: el de la educación, sencillamente el del hombre mismo, la verdad del hombre, sin el que no hay futuro ni se abren caminos esperanzadores para alcanzarlo. El libro trata sobre la “emergencia educativa”, una expresión muy afortunada del Papa Benedicto XVI, tan clarividente, sabio, y de amplios horizontes. El autor del libro, mi querido y admirado amigo y maestro, Carlos Jariod, toca un tema espinoso y lo toca con verdad y libertad, con una gran pasión por la educación porque sabe que ahí se juega en gran medida la suerte del hombre y de la sociedad.
Como tan magistralmente señala el autor de este libro, el proceso educativo es un elemento clave en la preparación y formación de las nuevas generaciones humanas; hoy, este proceso está puesto seriamente en peligro en nuestra sociedad de alguna manera postmoderna; podemos afirmar, sin ser derrotistas para nada, que buena parte de los países de Occidente, también el nuestro, España, se ven afectados por una grave crisis en el terreno educativo. Junto con el de la familia, que tiene tantísimo que ver y tan primordialmente con la educación, la cuestión educativa es cuestión principalísima y primera de nuestra sociedad española. Más que la crisis económica, Un problema más fundamental es el de la educación. No se solucionará la cuestión económica, si no se resuelve previamente el de la educación, o se solucionará mal lo económico.
La experiencia nos dice que hoy la obra de la educación está siendo cada día más difícil y resulta más pobre y precaria. Se habla por ello, de una gran “emergencia educativa”, se habla de las crecientes dificultades que se encuentran para transmitir a las nuevas generaciones los valores, base de la existencia y de un comportamiento recto tanto en la familia, como en la escuela, como en cualquier ámbito que tenga como objetivo educar. “Podemos añadir que se trata de una emergencia inevitable en una sociedad y en una cultura que, con demasiada frecuencia, están haciendo del relativismo el propio credo -el relativismo se ha convertido en una suerte de dogma-” (Benedicto XVI).
En un ambiente relativista como el que se ha creado en el entorno cultural que vivimos llega a faltar la luz de la verdad; más aún, el hablar de verdad se considera como algo peligroso o “autoritario” y contrario, en todo caso, a la libertad individual de cada uno: toda autoridad, toda disciplina, toda obediencia, que reclama reconocimiento de la verdad, se considera como una intromisión en la propia vida. Domina la persuasión de que no hay verdad última, de que no existen verdades absolutas de las que no podemos disponer, de que toda verdad es contingente y revisable, y de que toda certeza es síntoma de inmadurez y dogmatismo intolerante. De ahí puede deducirse que no hay valores universales que merezcan adhesión incondicional y permanente, e, incluso, tampoco comportamientos humanos, básicos y comunes a todos, tampoco deberes y derechos fundamentales inviolables de todos y para todos, en cualquier circunstancia y anteriores a la normativa jurídica, a la decisión de los legisladores, o a los usos culturales.
De esta suerte, las formas distintas de percibir la verdad, los valores, y aun los derechos y deberes por parte de los individuos y grupos sociales se hacen objeto de un cierto consenso, en el cual tiene categoría de criterio determinante la opinión socialmente más extendida y el valor funcional que la acredita. Individuos y grupos se ven obligados a renunciar a convicciones y certezas con pretensión de hallarse objetivamente fundadas, verdaderamente abarcantes de la totalidad de la existencia, que aportarían sentido a la vida por su carácter integrador de los elementos personales y sociales: se ven, en definitiva, obligados a orientarse sin esa referencia hacia una verdad última que los trasciende.
Además, el relativismo imperante en nuestra sociedad, al no reconocer nada como definitivo y cierto, deja como última medida sólo el propio yo subjetivo con “sus” opiniones, sin certezas, o con “sus” propias arbitrariedades y caprichos y, bajo la apariencia de libertad, se transforma para cada uno en una especie de prisión que lo encierra en sí mismo, porque separa al uno del otro e incapacita para la comunicación con los demás, para lo que es común con los otros, también con los que nos han precedido en la vida y nos transmiten lo que es valioso en sí y por sí mismo para vivir. Se acaba por dudar de la bondad de la vida y de la validez de las relaciones y de los compromisos firmes que constituyen la vida. Se explica desde aquí la ruptura tan fuerte entre generaciones de nuestro tiempo.
Todo esto, a mi entender, es un drama grande de nuestra época y cáncer de la educación. En este ambiente relativista dominante no es posible una autentica educación. Sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común y común a todos. Con este ambiente envolvente, ¿cómo podrá ser posible proponer a niños y jóvenes y transmitir de generación en generación algo válido y cierto, reglas de vida para todos, un auténtico significado y objetivos convincentes para la existencia humana, como personas o como comunidad? Como está, de hecho, sucediendo, la educación con demasiada frecuencia tiende ampliamente a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o competencias o capacidades para nacer, pero no para ser. Se comprende que los que tienen que educar -padres, profesores, etc- renuncien a su labor educadora. Es lo que nos está sucediendo. Estamos, pues, ante una verdadera “emergencia educativa”, que es preciso afrontar entre todos. Eso hace Carlos Jariod en este lúcido diagnostico, y en la “terapia” que ofrece, con acierto.
La terapia, en todo caso, consiste en proporcionar unos criterios educativos adecuados. Es lo que podemos encontrar en este libro. Ciertamente mientras no se den a los jóvenes las respuestas verdaderas y adecuadas a las búsquedas, esperanzas y anhelos más hondos y genuinamente humanos de verdad y bien que hay en ellos, no se habrá superado la emergencia educativa en la que nos encontramos. Es la familia, es el sistema educativo, son los medios de comunicación, es la sociedad, es la organización y ordenación de la sociedad, el conjunto de leyes y normas que la vertebren, es la Iglesia, son los jóvenes mismos también, los que han de ofrecer la respuesta: ofrecer la verdad del hombre que ellos andan buscando, aquello que es bueno, justo, y valioso en sí y por sí mismo, lo que les puede hacer felices de verdad y vivir con esperanza, lo que les puede conducir a ser libres, a vivir la verdad en el amor y a descubrir la inmensa grandeza de ser hombre, la dignidad de todo ser humano, lo que les ayude a aprender el sentido hondo que tienen palabras como “paz, amor, justicia”, lo que les llene y les arranque de la cultura del vacío o del nihilismo ambiental y de los sucedáneos, o del veneno letal ambiental del relativismo y de su dictadura.
Con demasiada frecuencia, ni desde las familias, ni desde los medios de comunicación, ni desde la misma sociedad en la que viven, ni desde determinados ordenamientos jurídicos, ni desde otras y fundamentales instancias educativas, quizá no se les está ofreciendo a los jóvenes satisfactoria y suficientemente una visión del hombre que responda a la verdad de ser hombre, ni un horizonte moral con principios, valores y fines universales y válidos en sí y por sí que permitan al hombre existir en el mundo no sólo como consumidor o trabajador, sino como persona humana, capaz y necesitada de algo que otorgue a su existir dignidad y sentido, responsable ante el mundo, ante los otros, ante sí y ante Dios. ¿Por qué no preguntarnos todos si no les estaremos ofreciendo en el conjunto de lo que forma o educa a las nuevas generaciones más bien un tipo de hombre “light”, que, en el fondo carece de fines, de sentido, de verdad? ¿Por qué no preguntarse también a dónde conduce una sociedad y una cultura, una “matriz educativa ambiental”, donde Dios no cuenta y dónde a los niños y a los jóvenes se les está haciendo ver y pensar que la realidad de Dios es superflua? La emergencia educativa nos hace entender que estamos ante la hora de un gran examen de cuanto constituye y configura la realidad social, y de cuantos formamos la sociedad; y, en consecuencia, revisar y reconducir tantas y tantas cosas en el conjunto de nuestro propio mundo, hecho de personas y relaciones personales.
Es la hora de una gran responsabilidad de todos. La familia, los medios de comunicación, la instituciones escolares, las fuerzas sociales, los poderes públicos, la Iglesia, todos y cada uno tenemos una responsabilidad en la educación. Cultivar y promover la verdad de la familia, promover y defender la vida y la dignidad de todo hombre en cualquier momento y circunstancia de su existencia, cuidar lo que se ofrece indiscriminadamente en ciertos programas de medios de comunicación, promover una cultura de responsabilidad en el bien común, promover adecuadamente una sociedad justa y solidaria, ofrecer modelos de existencia humana que contribuyan a la verdadera educación, etc., es algo que a todos nos implica siempre y particularmente en los momentos de emergencia educativa que vivimos. Todos debemos hacer el esfuerzo, en unidad; todos somos responsables.
Y responsables deberíamos sentirnos todos también ante la delicada situación por la que atraviesa nuestra España. ¿No es ésta la hora del esfuerzo común, de aunar las fuerzas sociales, de encontrar y aportar soluciones para superar juntos lo que podríamos calificar de “emergencia” en el proyecto común histórico que somos? No es la hora del “sálvese quien pueda”, sino de “entre todos” reflotemos la barca y reemprendamos la travesía con nuevos y esperanzados bríos. Esto exige también responsabilidad común en la verdad de la educación.
Muchas veces, sobre todo cuando vivía en España, he hablado de educación, porque creo que es una de las cuestiones más urgentes y necesarias en estos momentos. Se había mucho del fracaso escolar, y tal vez se habla menos del fracaso educativo; tal vez, se discute mucho de los niveles de conocimientos de niños y jóvenes españoles en cifras estadísticas y comparativas con otros países, mucho menos se tienen en cuenta los fines educativos donde está el núcleo de la persona. Soy muy consciente de que se trata de un tema muy complejo y ciertamente clave y crucial. Ahora, en la presentación de este libro y en la oportunidad que tal presentación me ofrece, aprovechándome tal vez de la ocasión, me voy a referir en este momento a un punto muy concreto: el de la verdad en la educación, o, con otras palabras, la educación para la verdad y en la verdad, que es, a mi entender, donde está el nudo gordiano del tema educativo, y del mismo hombre.
La experiencia nos dice que hoy la obra de la educación está siendo cada día más difícil y resulta incluso más pobre para la formación en un verdadero humanismo. Se habla de las crecientes dificultades que se encuentran para transmitir a niños y jóvenes los valores—base de la existencia y de un comportamiento recto, tanto en la familia, como en la escuela, como en cualquier ámbito que tenga objetivo educar. Problema clave, a mi entender, es que esta tarea educativa, tan urgente como precaria hoy, se trata de llevarla a cabo en una sociedad y una cultura que, con demasiada frecuencia, están haciendo, insisto de nuevo, del relativismo, sobre todo del ético, el propio credo: de hecho, el relativismo se ha convertido en una suerte de dogma. Así, y ahí, no se puede educar. El relativismo constituye un verdadero cáncer de la educación, que lleva en su interior una gran fuerza expansiva y destructora del hombre.
Es necesario detectar y diagnosticar la patología, para poder aplicar el remedio sanante y devolver la salud al organismo enfermo o dañado. En este sentido, es preciso reconocer que se nos ha inoculado el relativismo. Así, “el relativismo ético es la raíz común de muchos aspectos de la cultura contemporánea que ha contaminado la mentalidad actual hasta el punto de que la sociedad española ha hecho propio, en general, un estilo de vida relativista, animado por una buena parte de los medios de comunicación, los poderes públicos e, incluso, desde el mismo sistema educativo”, bien sea en la escuela primaria y secundaria, bien en el ámbito universitario.
De tal suerte de mentalidad y estilo de vida ambiental y dominante se desprende una consecuencia, tan generalizada como letal, no hay valores universales que merezcan una adhesión permanente e incondicional, no hay nada que pueda calificarse para todos como bueno o malo, verdadero o falso. Solo caben y hay opiniones, local, subjetiva o culturalmente condicionadas; en consecuencia, todo y nada vale.
A la escuela, en todos sus niveles educativos, pertenece la búsqueda y ofrecimiento de la verdad, -inseparable siempre, por lo demás, del amor-, el logro de la propia verdad del hombre y el alcance de su meta y de su destino definitivo. Excluir al hombre del acceso a la verdad y de su encuentro, sobre todo en las fases de la vida en que se construye la personalidad de cada uno, es la raíz de toda alienación, despojo del hombre, su ruina. Nadie, en modo alguno la institución escolar, sea el nivel que sea, puede ser indiferente a todo aquello que hace latir el corazón del hombre, esto es: a todas sus inquietudes, a todos sus anhelos más hondos y humanos, a todas sus empresas y a todas sus esperanzas, como son: la búsqueda y oferte real de la verdad, la insaciable e irreprimible necesidad del bien, el hambre y la pasión inagotable de libertad, la nostalgia de lo bello, la voz de la conciencia.
Al proponer y abordar el tema de la verdad para la reforma y renovación de la escuela y del sistema educativo en todos sus niveles, soy consciente de que ésta es una cuestión fundamental de la vida y de la historia y pervivencia de la humanidad. El hombre -niño, joven o adulto- tiene necesidad de una base sobre la cual construir la existencia personal y social; busca, pide y necesita la verdad que dé sentido a su existencia y aún a sus mismas relaciones; en elfo, de una manera u otra, siente que está en juego su vida; no se puede ver satisfecho con propuestas que elevan lo efímero al rango de valor creando falsas ilusiones sobre la posibilidad de alcanzar el verdadero sentido de la existencia o la felicidad, o que haga discurrir la vida casi hasta el límite de la ruina, sin saber bien lo que espera. Por eso, a mi entender y el de otros muchos con mayor autoridad que yo, el problema central de la escuela y de los sistemas y de las instituciones educativas, es la cuestión de la verdad, que no es una más de las tantas cuestiones que el hombre debe afrontar, sino la cuestión fundamental, que no se puede eliminar, que atraviesa todos los tiempos y estaciones de la vida y de la historia de la humanidad, que es preciso ofrecerle y en la que ha de crecer para ser libre, o en la que necesita caminar con los otros para edificar una humanidad nueva y con futuro. Este es el gran reto de la educación, sólo alcanzable, superando la fuerza envolvente del relativismo imperante, con la verdad. Otra cosa o caminar por otros derroteros sería una vez más insuficiente ante la actual emergencia educativa. Todo esto, a mi entender, está en el fondo de este libro, al menos es lo que he escuchado y leído a lo largo de sus páginas, cuya lectura y asimilación recomiendo vivamente.
Agradezco profundamente que se haya escrito este libro y que se nos ofrezca a todos. Es un libro muy pensado y que da que pensar. Es un libro hecho desde el surco mismo de la experiencia, la experiencia de un padre y de un maestro que siempre tienen como base el amor a los hijos o a los discípulos, y el desvivirse por ellos dándose a ellos. Por lo demás, tengo que añadir también que es la obra y el pensamiento de un creyente, de un cristiano, que, como la Iglesia, tiene como camino propio al hombre y que abre camino al hombre, a la luz de quien es Camino, Verdad y Vida. Es un libro comprometido, en que el autor se compromete con la más nobles de las causas: la causa del hombre, porque esa es la causa de Dios, apasionado hasta el extremo por el hombre, a quien ama sin límites. Por eso es también un libro para la esperanza.
Sólo me queda decir: comiencen a leer y a aprender de este libro que tanta falta nos hace en nuestra sociedad española, inseparable de la europea, necesitada de una regeneración profunda.
+Antonio Cañizares Llovera
2 Introducción
“Ser educador no significa otra cosa que ser padre o ser madre”
Fritz März
Fue Benedicto...
Índice
- Advertencia
- Breve cv del autor
- 1 Presentación
- 2 Introducción
- 3 Falsas aporías educativas
- 4 Raíces culturales de la crisis educativa
- 5 Raíces internas de la crisis educativa
- 6 Razones para la esperanza
- 7 La escuela católica como modelo educativo
- 8 Conclusión
- 9 Bibliografía