Preparación para la vida
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Preparación para la vida

Un diálogo con la palabra de Dios

  1. 386 páginas
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Preparación para la vida

Un diálogo con la palabra de Dios

Descripción del libro

Este libro involucra un diálogo con la Palabra de Dios, guiado por el Espíritu Santo y enfocado en lo que debemos creer y hacer para encontrar el Camino, fortificarnos en la Verdad y alcanzar la Vida eterna. La Biblia advierte que ya estamos en los "días tardíos", y que "nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra principados y potestades, contra seres espirituales de maldad en altos sitiales". Profetiza que la ciencia avanzará hacia un Nuevo Orden Mundial y una Iglesia Universal, promovidos por Satanás previo a la aparición del Anticristo y el Falso Profeta en los "días finales", en el "Período Apocalíptico de la Gran Tribulación", que culminará en la 2da. Venida de Cristo con la derrota de las fuerzas del mal en Armagedón. Pero la buena noticia es que Dios ha prometido a la Congregación Fiel, la que ha guardado su Palabra, que Él "te rescatará en la hora de prueba que va a venir sobre todo el mundo para probar a los que habitan sobre la Tierra. Vengo pronto".

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789878716244
Edición
1
Categoría
Religion
capítulo 1 

Supremacía de Jesucristo

“Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Nadie llega al Padre, sino por Mí” 
(Jn.14:6)
¿Por qué escribir sobre Él?
Es tanto lo que se ha escrito sobre Jesucristo que uno pudiera preguntarse: otra que la Palabra de Dios misma, ¿porque considerar que sea válido y deseable escribir sobre el Hijo de Dios? ¿Para qué ofrecer, aún con la mejor intención, comentarios y pensamientos sobre su persona, su amor, su humildad, su misión en la Tierra y su sacrificio por nosotros, que nada merecíamos? ¿Qué nos hace pensar que estamos calificados para ello? 
El autor considera que la humanidad está compuesta por individuos, cada uno un ser diferente con capacidades y cualidades distintas, quienes viven inmersos en entornos y tradiciones variadas, a quienes el acceso a la Verdad se filtra a través múltiples prejuicios e inhibiciones, y a quienes por la gracia de Dios, el título de este humilde libro los pueda atraer a leerlo. Sin arrogancia alguna, debe aclararse que ese título le fue sugerido al autor por el Señor: “Preparación para la Vida”. Meditando sobre ello, fue el propio Jesucristo quien preparó a sus discípulos durante tres años en el conocimiento de su misión y de su persona, antes de enviarlos a predicar su Palabra – la Gran Comisión que Él nos encomendó. Fue Él quien les impartió el Espíritu Santo antes de su partida, para colmarlos de sabiduría y valor para enfrentar las huestes de maldad, la ignorancia y la idolatría del mundo al que se enfrentarían. Y fue Cristo quien estuvo con ellos un tiempo más después de su resurrección, y los acompañó hasta su martirio por no negar su nombre. En verdad, un grupo de hombres sencillos que amaron entrañablemente al Señor y que cambiaron al mundo señalando el Camino, predicando la Verdad y mostrando la Vida eterna que estaban en Él.
En cuanto a las calificaciones del autor para escribir sobre el Señor, éstas nos alientan de la propia Palabra:
  • Cristo dijo: “Si fuera Yo el que da testimonio de Mi mismo, mi testimonio no sería válido. Es otro el que da testimonio de Mí” (Jn.5:31). El Autor anhela que este libro glorifique a Cristo y ofrezca un digno testimonio más de Él;
  • Confía en la guía del Espíritu Santo que dice: “todo espíritu que confiesa que Jesús es Cristo venido en carne, es de Dios” (1Jn.4:2);
  • Se respalda en la aseveración profética de Dios: “Así es la palabra que sale de Mi boca, no volverá a Mí vacía, sino que hace lo que Yo deseo y consigue aquello para lo que la envío” (Is.55:11).
  • El autor depende de la sabiduría del Espíritu Santo, basado en la promesa de Jesucristo: “Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero os sobrepasan ahora. Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad plena…” (Jn.16:12-13).
  • Y también se fundamenta en la exhortación: “Pues es Dios quien, según su beneplácito, activa en vosotros tanto el querer como el obrar” (Flp.2:13). 
  • El autor está muy claro en guiar sus comentarios y admoniciones exclusivamente basado en la Palabra de Dios, porque “el conocimiento infla, mientras que el amor construye. Si alguno piensa que conoce algo, todavía no conoce como es debido” (1Cor.8:2).
Por último, todos los cristianos hemos sido llamados a anunciar la Buena Nueva de la Salvación en Cristo, a “que instes en tiempo y a destiempo” (2Tim.4:2). Unos mediante la predicación; otros por su testimonio de vida, que nos convierten en epístolas vivientes vistos y leídos de todos. Y aún otros por sus escritos, que si son guiados por el Espíritu representan solo una versión más formal de la predicación. Y que todo sea para la gloria de Dios.
El Testimonio del Padre 
“Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que ninguno de los que creen en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn.3:16). 
Y esta ofrenda del Padre fue hecha cuando todos éramos pecadores, porque todos nos habíamos desviado, nos habíamos pervertido, sin que hubiese uno que hiciese el bien, ni siquiera uno (Rom.3:12). 
El sacrificio de Jesucristo, cuyo nombre significa: “Jesús”: la salvación de Dios; y “Cristo”: el Mesías, el Ungido, Emmanuel (Dios entre nosotros), el Hijo de Dios, fue inevitable, porque nuestra rebeldía (el rechazo de su Nombre), acorde a la magnificencia del ofendido, fue también de naturaleza infinita y no existía nadie más que pudiese condonarla. Asimismo, la justicia de Dios, siendo perfecta, exigía una reparación perfecta, otra que Cristo, inexistente en el mundo. Por ello, Cristo aceptó el sacrificio solicitado por el Padre, maravillosamente resumido en la Palabra: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cuál, siendo de condición divina, no se encastilló en ser igual a Dios, sino que se despojó a sí mismo, tomando condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose en el porte exterior como hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios, a su vez, lo exaltó, y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la Tierra y en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para la gloria de Dios Padre” (Flp.2:5-11).
La consustanciación entre el Padre y el Hijo, en la unidad del Espíritu Santo, representa una verdad difícil de comprender para los seres humanos, espiritualmente imperfectos, mayoritariamente egoístas, sujetos al pecado, constreñidos en cuerpos corruptibles, donde la carne es enemiga del espíritu y el alma se debate entre ambos. La Palabra dice que “en un plano meramente humano, el hombre no capta las cosas del Espíritu de Dios, porque son para él necedad; y no puede conocerlas, porque sólo pueden ser examinadas con criterios espirituales” (1Cor.2:14-15). Por lo tanto, bienaventurado el que acepta el testimonio del Padre sobre su Hijo unigénito, a través de Quién todas las cosas creadas fueron hechas.
Como se ha mencionado en el Prólogo de este libro, el Padre nos ha dado una extraordinaria señal de la exactitud de su Palabra a través de 38 profecías sobre Cristo en el Viejo Testamento y cumplidas en el Nuevo Testamento en su integridad, a saber: 
  1. Nacido de Mujer: Gn.3:15 > Cumplida: Gal.4:4;
  2. Descendiente de Abram: Gn.12:3 >Cumplida: Mt.1:1;
  3. Descendiente de Isaías: Gn.17:19 > Cumplida: Lc.3:34;
  4. Descendiente de Jacob: Nm.24:17> Cumplida: Mt.1:2;
  5. De la Tribu de Judá: Gn.49:10 > Cumplida: Lc.3:33;
  6. Heredero del Trono de David: Is.9:6 > Lc.1:32-33;
  7. Originario de Nazaret: Miq.5:1 > Mt.2:23;
  8. Nacido en Belén: Miq.5:1 > Lc.2:4-7; 
  9. Tiempo de su Nacimiento: Dan.9:25 > Lc.2:1-2;
  10. Nacido de una Virgen: Is.7:14 > Lc.1:26-27;
  11. Matanza de los Inocentes: Jr.31:15 >Mt.2:16-18;
  12. Huida a Egipto: Os.11:1 > Mt.2:14-15;
  13. Precedido por un mensajero: Mal.3:1 > Lc.7:24-27;
  14. Declarado Hijo de Dios: Sal.2:7; Is.9:6 > Mt.3:17;
  15. Ministra en Galilea: Is.8:23 > Mt.4:13-16;
  16. Un Profeta: Dt.18:15 > Hch.3:18-20;
  17. Para liberar a los cautivos: Is.61:1-2 > Lc.4:18-21;
  18. Rechazado de su Pueblo: Is.53:3 > Jn.1:11;
  19. Del Rito de Melquisedec: Sal.110:4 > Heb.5:5-6; 
  20. Entrará triunfalmente en Jerusalén: Zac.9:9 > Mc.11:7-11;
  21. Traicionado por un amigo: Sal.41:10 > Lc.22:47-48;
  22. Por 30 monedas de plata: Zac.11:12 > Mt.26:14; 
  23. Acusado por falsos testigos: Sal.35:11 > Mc.14:57-58;
  24. Silente ante sus acusadores: Is.53:7 > Mc.15:4-5;
  25. Escupido y golpeado: Is.50:6 > Mt.26:67;
  26. Odiado sin razón: Sal.35:19 > Jn.15:24-25;
  27. Sacrificio vicario: Is.53:5 > Rom.5:6-8;
  28. Crucificado con malhechores: Is.53:12 > Mc.15:27;
  29. Traspasado de manos y pies: Zac.12:10 > Jn.20:27;
  30. Burlado y ridiculizado: Sal.22:7-8 > Lc.23:35;
  31. Le dieron vinagre y hiel: Sal.69:22 > Mt.27:34;
  32. Oró por sus enemigos: Sal.109:4 > Lc.23:34;
  33. Soldados jugaron por su ropaje: Sal.22:19 > Mt.27:35;
  34. No rompieron sus huesos: Sal.34:21 > Jn.19:33;
  35. Perforaron su costado: Zac.12:10 > Jn.19:34;
  36. Sepultado con los ricos: Is.53:9 > Mt.27:57-60;
  37. Resurrección profetizada: Sal.16:10;49:16 > Mr.16:6-7;
Ascendió a la diestra de Padre: Sal.110:1 > Mr.16:19. 
La probabilidad estadística de que 38 variables profetizadas, provenientes de fuentes diversas, a través de un período de más de 3.000 años y cumplidas con una precisión del 100%, sea una “casualidad”, estaría en la enésima potencia. Sencillamente imposible. 
El Testimonio de Cristo 
“Para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la Verdad” (Jn.18:37). 
Ese testimonio define el propósito de su venida a la Tierra, que no es el de juzgar al mundo, sino el de ofrecerse como el camino de salvación para los que creen en Él. Porque si uno no sabe adónde va, cualquier camino le parece bien. Pero si uno conoce a Jesucristo, sabe adónde va, que el camino es angosto y que pocos son los que lo encuentran, pero sabe también que cuenta con una ayuda insustituible, la guía del Espíritu Santo.
Esa es la Verdad consustanciada en el Señor y declarada en su Palabra, que nos asegura que “quien escucha mi Palabra, y cree en aquél que me envió, tiene vida eterna y no va a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Jn.5:24).
La verdadera Vida es consecuencia de la fe en Jesucristo y en quién lo envió, y el creer en ésta afirmación define donde uno pasará el resto de la eternidad. Algo para meditar profundamente, porque de que le sirve a uno si ganase el mundo entero y pierde su alma (Lc.9:25).
La “palabra” es un término poco o superficialmente comprendido por la generalidad de la gente. Si se busca su significado lato es “un medio de expresión o comunicación”, y su contenido está definido por su propósito y contexto. Pero no es precisamente así en las Escrituras: 
“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba al principio junto a Dios. Todo llegó a ser por medio de ella, y sin ella nada se hizo de cuanto fue hecho” (Jn1:3). Esta revelación bíblica nos habla del Hijo de Dios, por intermedio de quién el Padre realizó la creación. Y por cuanto que Él era, y es, la luz verdadera, ilumina a todo hombre y disipa las tinieblas. Por eso, nosotros lo vemos en su gloria, “como de Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn.14:14). No obstante, debemos diferenciar entre lo que el Señor nos dice respecto de la palabra que oímos y de la que hablamos (Sant.1:19-27):
  • Nos advierte a ser prontos para escuchar, tardo para hablar, tardo para la ira;
  • Nos insta a recibir con mansedumbre la Palabra plantada en nosotros;
  • Llevarla a la práctica y no limitarnos a ser meros escuchas;
  • A no creernos religiosos y no saber “frenar la lengua”.
  • Los que así actúan se engañan a sí mismos, pues seremos juzgados tanto por nuestras palabras como por nuestras obras. ¿De qué sirve si alguien dice tener fe y no tiene obras? Peor aún: si se dice cristiano y sus obras no concuerdan con su confesión. La hipocresía es profundamente desagradable a Dios porque es la negación de la Verdad (que está en Cristo), se disfraza de verdad y se sustenta en la arrogancia y el engaño. Es necedad el creer que se pueda engañar a Dios. 
  • En definitiva, por cuanto el hombre es espíritu, alma y cuerpo, y la carne tiene enemistad en contra del espíritu, “la Palabra de Dios que es viva y eficaz, y más tajante que una espada de dos filos, penetra hasta la división de alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón” (Heb.4:12). 
La libertad, por otra parte, es el fundamento del libre albedrío otorgado por Dios a los hombres, y que lo hace a imagen y semejanza del Él. El amor, la cualidad esencial de Dios, porque Él es amor, requiere de la libertad para su expresión y autenticidad. Por eso el Señor busca que lo conozcamos y coparticipemos del plan divino que Él concibió para nosotros. Porque: ¿cómo podríamos amar a quién no conocemos íntimamente? Temerlo, sí; respetarlo, tal vez; soslayarlo, aún; amilanarnos, probablemente; y aún ignorarlo. Pero el amor que Dios desea de nosotros requiere de nuestro libre albedrío. Por eso Jesucristo nos ofrece: “Si vosotros permanecéis en mi Palabra, sois verdaderamente discípulos míos: conoceréis la verdad, y la Verdad os hará libres” (Jn.8:31-32). 
Y el amor a Dios es el Gran Mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente….El segundo es semejante a él. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas” (Mt.22:37-40). Al margen de ser nuestro Creador, Emanuel, el Mecías, el Hijo del Hombre, tiene todo el derecho de reclamar nuestro amor e infinita gratitud por sobrellevar nuestros pecados, afrontar la infamia de ser golpeado, escupido, azotado, ridiculizado y finalmente crucificado por nosotros. La plenitud de esa ofensa no la podemos comprender ahora, porque no nos es posible identificarnos con su naturaleza divina, con su inconmensurable amor, así también como con la magnitud de su poder. Un pensamiento del Él hubiese bastado para pulverizar a sus malhechores. Pero lo aceptó todo por nuestra salvación, sin defenderse, sin condenarlos, como ofrenda de justicia. Y oró por ellos.
Este sacrificio vicario se magnifica más aún si consideramos que entonces éramos todos pecadores, no había un justo, ni siquiera uno! No merecíamos sino el castigo por nuestra vanidad, maldad e ignorancia. Gracias sean dadas a Jesucristo, que con su sacrificio habilitó la salvación para aquellos que creyeron, y que creen en Él.
capítulo 2

Jesucristo en la Trinidad

“Apenas bautizado Jesús, salió enseguida del agua, y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y venir sobre Él, mientras de los cielos salió una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en quién me complazco” (Mt.3:16-17)
El Hijo Unigénito del Padre
Quienes con el Espíritu Santo constituyen la Trinidad Divina, y a quienes reconocemos como “Dios”. Si bien la tradición judía considera a Dios como “uno” (“`el”), en las Escrituras israelitas del Viejo Testamento el uso predominante (2.600 veces) para Dios es “ ‘Elohim”, que es el plural de “‘el”, lo cual es consistente con la pluralidad de la Trinidad. En la creación, “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, semejante a nosotros” (Gn.1:26).
El Nuevo Testamento, y las múltiples referencias del propio Jesucristo, de sus apóstoles, profetas y escribas dirigidas al Padre y al Espíritu Santo, no dejan duda alguna sobre la revelación de Dios como la “Trinidad”. Por cuanto que los humanos somos seres individuales (además de egocéntricos, narcisistas, egoístas y materialistas), dotados de un cuerpo corrupto y singular, nos es difícil comprender la consustanciación, comunión y concordancia de tres seres espirituales y divinos en una Deidad, que piensa y actúa en unidad de propósito y perfecta armonía:
  • Cristo da siempre deferencia al Padre:
  • “sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre Celestial (Mt.5:48);
  • Nos enseñó a orar al Padre (Lc.11:2);
  • Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído por su temor reverente, y aunque era Hijo, “aprendió, padeciendo, a obedecer” (He.5:8);
  • Y ante Poncio Pilato, Cristo le increpó: “ninguna autoridad tendrías sobre Mi si no te la hubieron dado de lo alto (Jn.19:11).
  • No obstante, Jesucristo, en sus días de hombre, tuvo autoridad para dar su vida, y para volverla a tomar. “Porque del mismo modo en que el Padre posee vida por sí mismo, así también concedió al Hijo el poseerla por sí mismo” (Jn.5:25).
  • De igual manera, estando Jesucristo con sus discípulos, ...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Prefacio
  4. Introducción
  5. CAPÍTULO 1 SUPREMACÍA DE JESUCRISTO
  6. CAPÍTULO 2 JESUCRISTO EN LA TRINIDAD
  7. CAPÍTULO 3 PREPARACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR
  8. CAPÍTULO 4 LA PREPARACIÓN DEL HOMBRE EXTERIOR
  9. CAPÍTULO 5 PREPARACIÓN PARA LA LUCHA
  10. CAPÍTULO 6 PREPARACIÓN PARA LA MADUREZ
  11. La Madurez Espiritual
  12. CAPÍTULO 7 PREPARACIÓN PARA LA VIDA
  13. CAPÍTULO 8 EL PERÍODO DE LA TRIBULACIÓN
  14. CAPÍTULO 9 EL INGRESO A LA VIDA
  15. Conclusiones
  16. Nota Personal del Autor
  17. Antecedentes Biográficos del Autor
  18. Sinopsis
  19. Índice