
- 320 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Dostoievski en las mazmorras del espíritu
Descripción del libro
El genio de Dostoievski se revela en la creación de una serie de personajes, por momentos irreales y desmesurados, pero casi siempre contradictorios en su miserable grandeza, que reflejan los conflictos sociales del momento junto con la afanosa búsqueda de un mundo interior. El lector se ve invadido de tal manera por su proximidad que le resulta imposible tomar distancia, en un encuentro dialéctico que no deja reposo para la reflexión. Esta obra se propone revisitar una por una las obras de Dostoievski con esa necesaria reflexión y con la imprescindible distancia crítica, para comprender los personajes, su psicología y su relación con la historia rusa.
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Información
CAPÍTULO VIII
DEMONIOS (1873) (БЕСЫ)
Dios me ha atormentado toda mi vida.
DOSTOIEVSKI
Obra repulsiva pero grande.
LENIN
Demonios ha de ser como un horóscopo del desastre.
G. STEINER
1. UN SINIESTRO ANUNCIO
La novela más sombría de Dostoievski. La novela panfletaria, la proclama antinihilista, el cínico testimonio que describe la colisión de dos generaciones, un canto supremo del poder, ensayo palpitante sobre la libertad, contra todo y contra todos: desde la miseria cotidiana hasta las cenagosas e inexploradas profundidades de la mente donde el yo amenaza con zozobrar.
Los personajes recuerdan al enajenado hombre superfluo, al distante esteta de la idea, al recóndito y sombrío hombre del subsuelo. Desfilan por sus páginas seres que evocan al cosaco Stenka Razin, señor del Volga, melindrosos y decadentes nobles, herederos de los antañones boyardos, hombres de principios junto a soñadores vacuos.
Dostoievski reúne al escritor verboso, perdido en una estética sin horizonte, ajeno al desastre que le rodea, con el místico que desciende al suelo que los quiméricos materialistas abandonan. Allí se encuentran el fanático con el borracho que acaricia culpas y las mujeres acurrucadas y curiosas, de mirada ávida y porvenir estrecho; la histérica pujante que pasea su apasionada indiferencia; veremos a Liza, la amazona sin destino, de rienda firme y caminar incierto, que morirá abrasada como una valquiria eslava. Y por doquier lo inconsciente obsesivo y contradictorio capaz de representar a todos los hombres y a ninguno en concreto.
Demonios es, además, un ejemplo acabado de la novela como drama.
2. EL PRELUDIO IMPOSIBLE DE UNA NUEVA RUSIA
El telón se levanta, aunque no sabemos aún qué obra se va a representar. La caída de los dioses quiere anunciar por igual el Apocalipsis y el comienzo de una utópica libertad. Ambos extremos se verán defraudados.
Sobreviene un compás de espera: «Y cuando el cordero de Dios abrió el séptimo sello hubo un silencio como de media hora» (Apocalipsis 8:1). En este breve silencio amenazador discurre la trama.
Otro zar más permisivo, Alejandro II (1855-1881), pero igualmente impregnado de ambiciones absolutistas, ocupa ahora el trono ruso en plena guerra de Crimea. La paz lograda con trabajo dejó sus manos libres para acometer la tarea de emancipar a los siervos, que pudo ver rematada seis años después tras innumerables obstáculos. La medida fue tardía e insuficiente.
Rusia contaba con veintiún millones de siervos de entre una población total de ochenta millones, a los que había que añadir a veintiséis millones más de campesinos dependientes de la corona. Un panorama sombrío se avecina con el crudo dilema de siervos en predio ajeno junto a campesinos sin tierra. Los eslavófilos se unieron de manera oportunista a los estratos más conservadores para rechazarla y los occidentalistas, lejos de la Santa Rusia, se lamentaron de su carácter incompleto. Sus quejas eran fundadas: los siervos liberados no adquirían de facto los mismos derechos que el resto de la población del imperio. Como Saint Pierre (1969) afirma: Alejandro II se encontraba atrapado entre una extrema derecha esclavista y una extrema izquierda anarquista; es entonces cuando se abre paso la generación del nihilismo retratada por I. Turguéniev en Padres e Hijos.
El portavoz será el escritor y filósofo Dmitri Písarev (1840-1868). Su influencia en años posteriores la atestigua la cita que de él hace Lenin en ¿Qué hacer? (1902):
La disparidad entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que el soñador crea seriamente en un sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje a conciencia para que se cumplan sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien.
Dmitri Písarev
El populismo ruso, en consonancia con Bakunin, habría de ceder su puesto a la acción de carácter más radical.
Nietzsche pondrá más tarde orden en esta confusión y apunta que el nihilismo ante todo es:
Rebelión en contra de los valores aceptados y estandarizados, frente al pensamiento abstracto y el control familiar, en contra de la poesía y la disciplina en la educación, en contra de la religión y la retórica.1
En este sentido, Dostoievski es el precursor de Nietzsche; personajes como Raskólnikov, Kiríllov, Stavroguin, Shátov e Iván Karamázov son hombres que viven y difunden a su manera la futura tesis nietzscheana de Más allá del bien y del mal (1886).
Nietzsche leyó a Dostoievski en Niza en 1888. Sus impresiones de entonces no fueron publicadas hasta 1970. El filósofo alemán no tuvo conocimiento del contexto en el cual se gestó la novela, lo cual era completamente comprensible en aquella época y, más aún, con la deficiente traducción francesa que tuvo en sus manos, tal vez por ello no prestó interés a los acontecimientos políticos y literarios que se reflejan y critican en la obra.
Para A. Morillas Esteban, su análisis se resume en cuatro apartados:
El primero comprende aquellos fragmentos en los que transcribe las reflexiones que Stavroguín, «la più straordinaria personificazione del nihilismo», expone en su carta a Daria Pavlovna al final de la novela, en la que expone el perfil de su actitud nihilista. A Nietzsche le interesa sobre todo el drama psicológico.
El segundo examina el problema de la «negación de Dios», que ocupa al «ateo místico» Kiríllov. Nietzsche expone fragmentos de su argumentación que se resumen en la frase: «hemos de apropiarnos de los atributos que concedíamos a Dios».
En tercer lugar, aboga la teoría del socialista Shigáliev sobre la necesidad de acabar con todo tipo de cultura y educación, para esclavizar a dos terceras partes de la población.
Para terminar, menciona la doctrina expuesta por Shátov, el representante del movimiento eslavófilo a propósito del socialismo y el papa como peligroso representante del catolicismo. Una breve referencia posterior al movimiento de la insurrección decembrista permite a Nietzsche transcribir un fragmento en el cual resume la postura de Dostoievski frente al catolicismo: «Roma predicó un Cristo que había sucumbido a la tercera tentación: declaró que no podía prescindir de un reino terrenal y con ello precisamente proclamó al Anticristo».
El filósofo percibe el nacimiento del nihilismo en la negación de Dios; Dostoievski (tal vez es este el más poderoso mérito de su análisis) expone también los efectos del nihilismo en el hombre moderno. Pero llega más lejos (y en esto aventaja a Nietzsche): propuso una solución efectiva: el camino hacia la liberación interior, donde Eros triunfa sobre el tanático nihilismo mediante la tragedia que lleva a la auto-purificación. Catarsis, según el modelo de Raskólnikov o de Dimitri Karamázov.
Dostoievski y Nietzsche juntos representan la crítica del racionalismo occidental, de la fe en el progreso con sus pueriles ensueños futuristas.2
De sobra hemos experimentado adónde nos llevan las utopías racionalistas de los hombres que creían en el todopoderoso avance científico; buena lección la de los últimos veinte años: añejas sedes culturales reducidas a cenizas por las bombas, exterminio por hambre, por aniquilamiento físico de millones de seres que, con el juego demoníaco-cínico del hombre-Dios, han convertido al ser humano en la fiera más voraz contra sí mismo.
(J. Matl, 1951)
Ambos se rebelan ante el dominio de una pseudociencia, sucedánea de la religión, que pugna por sustituirla sin ventaja alguna. Promete ser la presunta salvadora del hombre, dotándole de nuevos absolutos frente a esos que ya son caducos, que ofrecen la solución de todos sus problemas con sus pretendidas categorías fijas: las constantes universales. Religión y ciencia desdeñan la cultura superficial de nuestro tiempo y pretenden escapar de sus mazmorras; heraldos del choque de las fuerzas irracionales; ambos reconocen la tragedia de la existencia humana y oponen a la tesis racionalista-utilitaria burguesa de la felicidad y la virtud (felicidad mejor que heroísmo) la tesis de que este último y el vertiginoso sentimiento que despierta, prevalece sobre cualquier tipo de felicidad.
Impera el amor a la existencia, la mística del vivir y la ilusión de la madre tierra. Aliosha Karamázov confiesa a su hermano Iván: «Uno quiere amar con lo más íntimo, con las entrañas... Me alegro terriblemente de que quieras vivir así. Creo que todos tienen que empezar en el mundo por amar la vida».
El relativista Iván objeta: «¿Amar la vida más que el sentido de la vida?».
Responde Aliosha: «Necesariamente. Hay que empezar a amar la vida antes de la lógica; tiene que ser así: antes de la lógica, pues solo entonces podré llegar a comprender el sentido de la vida». La pasión precede al pensamiento.
El Iván nihilista cree en el proceso, en el fluir vital que nunca se detiene, es un Heráclito moderno. Aliosha se aferra al amor, a la existencia, tomados como principios de los que procede todo lo demás.
El socialismo hace añicos esta ensoñación mística, esa contienda estática entre absolutos que se atisban desafiantes. «Hasta mediados del siglo XIX el socialismo, en todas sus formas, fue una doctrina casi exclusiva del occidente de Europa» (G. Cole, 1953, T. II, p. 39). Este movimiento de la buena nueva llegó a Rusia, no por impulso popular, sino como el culto refinado de ciertos grupos de intelectuales. La pugna entre lo nacional telúrico y lo extranjero metafísico estaba servida.
Son bien conocidas las diferencias que Marx y Bakunin mantuvieron durante la Primera Internacional (1860). Estos enfrentamientos y las reiteradas acusaciones de paneslavismo empujaron al segundo a contactar en 1869 con Necháiev, quien le instó a concentrarse en Rusia y a abandonar sus veleidades occidentalistas; la relación solo duró un año. Bakunin sintonizaba mejor con el alma eslava, aunque tal vez su país necesitase más de Marx.
Quizás sorprenda que del caldo de cultivo del común descontento broten corrientes de talante tan opuesto. Las consideraciones históricas aportan alguna luz sobre esta cuestión. Si bien la Revolución Francesa es el primun movens de todas las doctrinas que consideramos aquí, el peso de los nacionalismos emergentes y la identificación del enemigo principal en cada caso difiere: el marxismo hará hincapié en la hegemonía del proletariado, en la lucha de clases, en la construcción de un orden distinto y en una nueva identidad del hombre como la consecuencia inmediata. Las aspiraciones del marxismo son internacionales, si bien subraya que las condicione...
Índice
- Cubierta
- Título
- Créditos
- Índice
- Prólogo
- Capítulo I: La agonía de los absolutos
- Capítulo II: La emoción, el pensamiento y, por fin, la palabra
- Capítulo III: El siglo literario de fiódor mijáilovich dostoievski
- Capítulo IV: Un precursor de la psicología profunda
- Capítulo V: La religión en dostoievski: creer, cavilar, amar
- Capítulo VI: Memorias del subsuelo (1864)
- Capítulo VII: Crimen y castigo (1866)
- Capítulo VIII: Demonios (1873)
- Capítulo IX: Los hermanos karamázov: parricidio y nihilismo
- Capítulo X: A manera de conclusión: dostoievski, nietzsche, freud
- Bibliografía