
- 169 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
El Cristo del camino
Descripción del libro
Un libro de teología narrativa de fácil lectura y profunda reflexión teológica en torno a la vida de Jesús según los evangelios. Nos provee una lectura de la vida y misión de Jesús en sesenta episodios breves, y nos introduce al contexto de los tiempos en que vivió el Salvador, en diálogo dinámico con nuestro contexto actual y nuestra situación contemporánea.
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Información
Editorial
Ediciones Verbo VivoAño
2021ISBN del libro electrónico
9789972849466Capítulo 1
UN LEVE GEMIDO
El gemido de Jesús no quedó suspendido en el aire. El viento de Nazaret lo impulsó hacia la ventana de la casa, donde María acunaba al menor de sus hijos. Inmediatamente reconoció esa voz, inconfundible. Sin duda algo había sucedido en el taller donde su esposo y el niño practicaban la carpintería. Su corazón latió más de prisa, dejó al bebé en la cuna al cuidado de su segundo hijo de tan sólo cinco años y fue en busca de su primogénito. Lo encontró sentado en las piernas de su padre, quien sostenía su mano. Jesús se había hecho una herida con un clavo, mientras intentaba cepillar una de las maderas. La sangre manaba del corte, pero al ver a su madre el niño valientemente intentó retener sus lágrimas.
—¿Qué sucedió, mi amor? Déjame ver, voy a curarte.
Jesús extendió su mano.
—Gracias a Dios no es muy profunda la herida —dijo José—. Pudo haber sido peor. No se dio cuenta que la punta de un clavo sobresalía por debajo de la madera y se hizo un raspón muy grande.
—Ven pequeño, te lavaré la herida —ordenó María tiernamente.
Jesús salió del taller tomado de la mano de su madre. José observó que camino a la casa ella jugueteaba como siempre con los cabellos de su hijo y este parecía haber olvidado el dolor. ¡Había una comunicación tan fluida entre ellos!... algo así como un pacto secreto entre madre e hijo que en ocasiones le hizo sentir algo de celos. Él también amaba profundamente a Jesús, pero en el fondo de su corazón sentía que no era tan suyo como de María. Desvió su mirada hacia el trozo de madera manchado con la sangre del niño. Un sentimiento de ternura lo invadió... Jesús tenía solamente ocho años, sin embargo, había elegido pasar la mayor parte de la mañana aprendiendo en el taller en lugar de jugar con sus amiguitos. Como premio a su dedicación, José diseñó varios juguetes de madera para el niño; se sentía realmente orgulloso de él. ¡Estaba seguro de que llegaría a ser un gran carpintero! Cogió un trapo y limpió las huellas de la sangre de su hijo. De pronto reaccionó, Jesús no había nacido para ser carpintero. Recordó las palabras de ángel: “... porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.[3] Sin entender por qué, un presentimiento hizo que relacionara la solemnidad de la misión de su hijo con esas manchas rojas que se impregnaron en la madera.
Capítulo 2
EN FAMILIA
Durante la cena José observó el comportamiento de los tres hijos que Dios les había dado hasta el momento.[4] Jesús ensayaba el uso de la mano izquierda para comer, pues tenía vendada la mano derecha. Le sorprendió que el niño no se quejara más ni renunciara a volver al taller al día siguiente.
—Mira papá —le dijo—, ¡qué gracioso es hacer todo con la izquierda, me demoro más!
¡Era tan alegre!
Jacobo no quería comer. Su madre había intentado de todo mientras daba de lactar al más pequeño. Jacobo siempre había sido más inquieto, no duraba mucho tiempo sentado a la mesa. Pero fue Jesús quien se levantó en esa ocasión sin terminar sus alimentos. José y María se miraron, tal vez había perdido el apetito. Pero a los pocos minutos regresó con dos de sus juguetes nuevos que apenas podía sostener con su mano izquierda. Los puso al lado de Jacobo, su hermanito menor. La madre entendió el mensaje. Jacobo se distrajo con los juguetes y ella pudo llenarle la boca con el alimento.
José recibió al bebé en sus brazos para que María continuara su labor con Jacobo. Miró una vez más a su primogénito, que había regresado a su lugar en la mesa. El tiempo había pasado tan rápido. Pensó que hacía solamente unos años Jesús era el que estaba envuelto en pañales lactando del pecho de María. Recordó la noche de su nacimiento, con cuánto temor y reverencia lo cargó la primera vez. El anuncio del ángel lo había atemorizado. ¿Cómo ser un padre para el hijo de Dios? ¿Cómo sería ese niño? ¿Cómo debía tratar al salvador del mundo? ¿Por qué Dios había permitido que naciera de una forma tan humilde? ¿Por qué no hubo para ellos lugar en el mesón?
Jamás olvidaría la angustia que vivió buscando un lugar para el alumbramiento. Parecía una pesadilla, después de un viaje tan largo, María con los dolores, y él desesperado por hallar un lugar limpio y cómodo. ¡Terminaron en un establo! Eso no fue justo para Jesús. Su primera cuna un pesebre, un comedero de animales, como si el bebé fuera un alimento para las bestias. No, no entendía nada. Pero entonces llegaron los pastores, con esa noticia maravillosa de un coro celestial que confirmaba que había nacido el salvador del mundo. Venían a adorarle, sabían dónde encontrarlos porque habían recibido el anuncio angelical. Él los hizo pasar, les mostró al niño envuelto en pañales. En ese momento entendió que Dios, en su soberanía, había elegido esa forma para venir al mundo. Y que él tendría que asumir el rol del padre terrenal. Y vaya que ya lo había asumido, corriendo de puerta en puerta, suplicando por un lugar. Pero ya todo había pasado y por fin el niño recién nacido descansaba en el pecho de su exhausta madre.
La risa de Jesús interrumpió sus pensamientos. Jacobo se atoró con la última cuchara del alimento, y el bebé había terminado por dormirse en los brazos de su papá.
Era hora de descansar y concluir el día.
Capítulo 3
PROFECÍAS INQUIETANTES
Esa noche José no pudo conciliar el sueño. Recordar el nacimiento de Jesús había evocado en él sentimientos que creía haber superado. Nuevos interrogantes poblaban su mente. Jesús crecía día a día como un niño común y corriente, pero el carpintero sabía que no lo era.
En sus cortos ocho años de vida demostraba un sentido de responsabilidad que le asombraba. Jugaba como todo niño, pero siempre estaba pendiente de lo que sucedía a su alrededor, y no desperdiciaba la oportunidad de ayudar y colaborar con los demás. En los detalles más pequeños podía intuir esa generosidad en su hijo. Sin duda tenía un corazón muy parecido al de su verdadero Padre, un corazón de amor y misericordia.
Los pensamientos de José giraban en torno a su propio sentido de responsabilidad. ¿Qué le correspondía a él hacer como padre, para formar al salvador del mundo? ¿Debía adiestrarlo en política? ¿Era correcto que invirtiera horas en enseñarle su oficio? Eso era lo que hacían la mayoría de los padres, pero él ¿debía hacer lo mismo con Jesús? Zacarías había recibido instrucciones más específicas de cómo criar al niño que les nació tardíamente a él y Elisabet. En cambio, él tenía muchas dudas y temores.
Jesús siempre había sido muy intuitivo. Era muy inteligente, tenía una memoria envidiable y mucha rapidez para captar los conceptos. Desde pequeño observaba a las personas y hacía miles de preguntas. A veces lo sorprendía meditando, en silencio. Era un niño tan fácil de amar.
—¿Tampoco puedes dormir? —era la voz de María. Su respiración estaba agitada.
—Pensaba en Jesús —respondió José.
—Yo también —María recordó las innumerables noches en que el tema de sus conversaciones había sido su hijo. Y prosiguió: —Estaba por comentarte, ayer en la sinagoga… la porción de la Escritura que se leyó del profeta Isaías, hablaba del Mesías. Tengo tanto miedo de que nuestro hijo sufra. ¿La entendiste por completo?
—No —respondió José, resignándose a la idea de no poder evadir más el tema. No había querido comentarlo, pero era algo que inquietaba también su corazón.
—Tengo esas palabras grabadas en mi mente —continuó María—: “Varón de dolores, y experimentado en el sufrimiento” “despreciado y desechado por los hombres…”[5] ¿Qué crees que le sucederá?
—No lo sé —dijo el carpintero, disimulando su zozobra.
—Hoy, cuando se lastimó la mano y limpié su sangre, me recorrió un escalofrío y recordé las palabras del profeta.
—Recuerda que es el Hijo de Dios —José intentó calmar su angustia—. Recuerda que un ángel me advirtió cuando su vida corría peligro y me indicó que huyéramos a Egipto.[6] Dios ha cuidado de él más que nosotros y supongo que seguirá haciéndolo.
María insistió:
—Pero la profecía hablaba de muerte, dolor y sufrimiento: “Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados”.[7] Me angustia no entender por completo, más aún cuando recuerdo a Simeón advirtiéndome que una espada traspasaría mi alma.[8] Cuando pienso en estas cosas me duele el corazón.
—También en el mismo rollo de Isaías hay profecías sobre el reinado eterno del Mesías, las hemos leído muchas veces. Dice que “lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin…”.[9] Piensa también en eso, el Mesías tendrá finalmente la victoria aun sobre las fuerzas del mal, y gobernará “con justicia y rectitud”. Vamos, duérmete, el bebé despertará dentro de unas horas a buscar tu pecho.
María se volteó no sin antes reiterar:
—Pero me preocupa…
José calló y no le dijo que él también estaba preocupado y que intentaba descifrar una parte de la profecía que había quedado grabada en su memoria: “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos. Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores”.[10]
¿De qué manera Jesús derramaría su vida hasta la muerte?
Capítulo 4
¡NO ESTABA PERDIDO! [11]
La angustia de María se apodera de su corazón. Camina aceleradamente entre la compañía que retorna a Nazaret, buscando a su hijo. José la sigue, ambos inquieren aquí y allá por Jesús, pero nadie lo ha visto. No, no regresó con ellos, ni con los otros familiares.
Es verdad que desde que cumplió los doce años se mostraba más independiente, pero jamás hizo nada que los preocupara. Siempre sabían dónde estaba y con quién. ¿Cómo era posible, entonces, que no estuviera entre los parientes? ¿Acaso se había perdido? ¿O le había sucedido algo peor? Siempre había que cuidarse de los merodeadores, que podrían ensañarse hasta con un niño indefenso.
Los pensamientos de María la están llevando al desconsuelo. José está más sereno, sus palabras intentan disipar los temores prematuros de madre. No era la primera vez que Jesús hacía ese viaje a Jerusalén, y si se había perdido quizás había regresado a buscar ayuda.
Deciden retroceder por la caravana y volver a Jerusalén. Aunque ¡ya habían caminado un día! T...
Índice
- PORTADA
- ÍNDICE
- PRÓLOGO
- EL CRISTO DEL CAMINO
- 1. Un leve gemido.
- 2. En familia
- 3. Profecías inquietantes
- 4. ¡No estaba perdido!
- 5. Adiós al hogar
- 6. En las aguas del río Jordán
- 7. En el desierto
- 8. Buscando nuevos amigos
- 9. Tan solo un pescador
- 10. De las sombras a la libertad
- 11. No pasó desapercibida
- 12. Un médico divino
- 13. Un toque sanador
- 14. ¡Cómplices!
- 15. ¡Sígueme!
- 16. Renacen el tacto y la esperanza
- 17. De barcas y multitudes
- 18. Un equipo especial
- 19. Paz en la tormenta
- 20. El temor de Gadara
- 21. Dos milagros
- 22. Rechazado en Nazaret
- 23. La misión de los doce
- 24. ¡Asesinado!
- 25. Comida para una multitud
- 26. Un camino sobre el mar
- 27. Ah, esa mujer tenaz
- 28. ¡Ábrete!
- 29. Otra mesa servida
- 30. De la oscuridad a la luz
- 31. La confesión de Pedro
- 32. Jesús anuncia su muerte
- 33. El resplandor de su gloria.
- 34. Creo, ayuda mi incredulidad
- 35. Jesús anuncia otra vez su muerte
- 36. Jesús bendice a los niños
- 37. El joven rico
- 38. Ah, ese tipo de poder
- 39. Un mendigo llamado Bartimeo
- 40. La entrada triunfal a Jerusalén
- 41. Lección de fe
- 42. Purificación del templo
- 43. La ofrenda de una viuda
- 44. A sus pies: Jesús es ungido en Betania
- 45. Una cena en familia
- 46. Jesús anuncia la negación de Pedro
- 47. Jesús ora en Getsemaní
- 48. Arresto de Jesús
- 49. Jesús ante el concilio
- 50. Si tú también lo negaste
- 51. Jesús ante Pilato
- 52. Crucifixión y muerte de Jesús
- 53. En la cruz
- 54. Jesús es sepultado
- 55. Diálogos antes de la resurrección
- 56. La resurrección
- 57. Corazones encendidos en el camino
- 58. Fiesta de peces
- 59. La ascensión
- 60. La exaltación
- NOTAS
- BIBLIOGRAFÍA
- ACERCA DE LA AUTORA
- OTRAS PUBLICACIONES