Entre ingenieros y ciudadanos
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Entre ingenieros y ciudadanos

Filosofía de la técnica para días de democracia

,
  1. 240 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Entre ingenieros y ciudadanos

Filosofía de la técnica para días de democracia

,

Descripción del libro

Las nociones de justicia, libertad y capacidades (técnicas y cognitivas) están definitiva e insparablemente entrelazadas y no caben suluciones separadas. Si no cabe imaginar una sociedad justa sin una capacidad suficiente de acción para todos sus ciudadanos, no cabe tampoco pensar en un desrrollo de las capacidades teconológicas que no forma ya parte constitutiva de nuestra idea de una sociedad justa. A lo largo de la historia hemos comprobado una y otra vez la existencia de límites técnicos en la democracia y de límites democráticos en la ténica: los ingenieros y los ciudadanos se necesitan mutuamente y continuamente se embarcan en controversias. Los ingenieros, que ya sólo pueden ser pensados como ciudadanos y los ciudadanos, que cada vez más necesitan pensar como ingenieros, conviven de forma tensa en nuestras sociedades complejas e interdependientes. El filósofo no ha inventado esta realidad y apenas alcanza a interpretar algunas de sus claves. Su tarea es trágica, pues está llamado a recordar que la realidad está hecha a la vez de tensiones y constricciones y, en consecuencia, a recordar al ágora que no puede prescindir de la autoridad de los expertos y a recordar a los expertos que están definitivamente bajo la autoridad del ágora. Algunos pensarán que las cosas son más sencillas: que hay expertos y expertos, expertos buenos y malos, los que están con nosotros y los que están contra nosotros, del mismo modo que en el ágora hay ciuddanos buenos y malos, los que están con nosotros y los que están contra nosotros. A quienes así piensan, el filósofo debe recordarles que, antes que buenos y malos, los expertos deben ser expertos y los ciudadanos, ciudadanos y que eso es más difícil de conseguir de lo que se piensa y que solamente cuando sepamos qué es ser un experto de ciudad y qué son una ciencia y una técnica bien ordenadas en una sociedad bien ordenada, podremos después expresar nuestras preferencias por unas u otras políticas públicas.

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Información

Año
2006
ISBN del libro electrónico
9788496356832
Edición
1
Categoría
Filosofía

ENTRE INGENIEROS Y CIUDADANOS

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Fernando Broncano
ENTRE INGENIEROS
Y CIUDADANOS
FILOSOFÍA DE LA TÉCNICA

PARA DÍAS DE DEMOCRACIA

M O N T E S I N O S

E N S AYO

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© Fernando Broncano, 2006
Edición de Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo Diseño: M. R. Cabot
Revisión técnica: Isabel López Arango
ISBN: 84-96356-83-3
Depósito legal: B-41.279-2006
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AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha escrito con la ayuda de los proyectos BFF2003-04372
2003-6 y PR2005-0022 del Ministerio de Educación y Ciencia. Casi todas las páginas se han gestado en varios cursos, conferencias y conversaciones en cuyo discurrir he aprendido más que enseñado: mis recuerdos y agradecimientos a los alumnos de los programas de Ciencia y Cultura de la Universidad Autónoma de Madrid, Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad del País Vasco, Postgrado en Filosofía y Maestría en Filosofía de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. A los alumnos y becarios del programa de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid, con quienes mi interacción es más cotidiana. A los entusiastas investigadores de multimedia del Centro Nacional de las Artes de México, especialmente Flo Gouvrit, que me hicieron útiles sugerencias sobre la artificialidad. A Paloma Atencia, Mónica Benítez, Manuel Cancelado, Rosa Elvia, Mónica Lozano, Patricia Revuelta, Álvaro Carvajal, con quienes he tenido ocasión de discutir algunos temas con más cuidado. A los colegas de Filosofía de la Carlos III, Antonio Gómez, Carmen González, Andrea Greppi, Rocío Orsi, Carlos Thiebaut, Antonio Valdecantos por tantas discusiones. A los ingenieros con quienes he discutido algunos temas entrelazados en este libro: Miguel A. Salichs, Ricardo Sanz y, sobre todo, Javier Aracil. A Salvador López Arnal, por su inestimable ayuda como editor de este libro y por su entu-siasmo. A Miguel A. Quintanilla, Javier Echeverría, Andoni Ibarra, León Olivé, Ana Rosa Pérez Ransanz, Paco Álvarez, Manuel Liz, Jesús Zamora, Jesús Ez-querro, David Teira, Javier Moscoso, Javier Ordóñez, Josep Corbí, Toni Gomila, Diego Lawler, Bruno Maltrás por la continua conversación sobre esto y aquello.
A Jesús Vega, por los años de camino filosófico en su compañía. A Fernando, por su escepticismo y por unos cuantos blues. A Alicia, por explicarme los cambios de sabor de los neutrinos. A Paquita, por todo.
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PRÓLOGO
Siempre me ha resultado desolador el juego de qué (…) te llevarías a una isla desierta. Habitualmente se pregunta por libros, para inquirir en realidad qué libros son los preferidos, o cuáles se consideran im-perecederos, pero, bien pensado, ¿qué libros se llevaría uno a una isla desierta? Es una pregunta estúpida. El mejor de los libros al cabo de pocas lecturas sólo serviría para lamentar la ausencia de otros libros.
Más inquietante es proponer la cuestión sin restricciones: ¿qué te llevarías a una isla desierta? La respuesta será inevitablemente errónea. Los relatos de naufragios han sido siempre una forma de nostalgia de lo perdido que intenta ser recuperado. Son un relato de pérdida y reconstrucción de un trozo de civilización que consideramos nuestra seña de identidad. Robinson es castigado a su isla por no haber obedecido los consejos de sus padres y allí tiene que demostrar que es un buen colo-nizador y amo de esclavos, sólo entonces será devuelto a su civilización.
En La isla misteriosa, los náufragos tendrán que demostrar que sin útiles técnicos pero con el conocimiento científico del ingeniero Ciro Smith es posible repoblar la isla de casi todos los artefactos que enor-gullecían a los habitantes de mediados del XIX, comenzando por los explosivos de alta potencia. Los naufragios son siempre naufragios culturales en los que las relaciones sociales y el entramado de utensilios, bienes y artefactos muestra su densidad e interdependencia. Son modos de pensar nuestra identidad entrelazada con personas, textos, artefactos, instituciones e imaginarios. No es difícil pensar en qué nos resulta prescindible, son tantas cosas y gentes, pero es imposible responder a qué nos resulta imprescindible. Es sólo otra manera de afirmar nuestra frágil existencia en un entorno en el que seríamos incapaces de pensar separadamente lo natural y lo artificial y en el que descubrimos que lo 9
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artificial es una parte de nuestra naturaleza. Y lo mismo cabría decir de los relatos de escapadas al desierto, a los mares del sur o a las huertas en el río. El que huye del mundanal ruido, y no tiene criados que le asis-tan, no descansa, sino que cambia de trabajos para iniciar otro mundo artificial, pues incluso el más austero eremita dedica su tiempo a plan-tar tubérculos y erigir ermitas.
La filosofía de la técnica comienza cuando abandonamos estos relatos, que no son sino espejos oscuros de los que se dota nuestro imaginario dolido, y reflexionamos desde dentro de una realidad técnica sobre qué es la realidad técnica. Quizá no tenga el pedigrí filosófico de la reflexión sobre el lenguaje, sobre la escritura, sobre la historia o sobre el bien y el mal, pero es reflexión al fin y al cabo sobre una parte de nuestra naturaleza que compete tanto al intelectual ensimismado como al fontanero al que esperamos desesperados toda una semana. Y si me apuran y obligan a acudir a las autoridades, tendré que recordar que Platón, a la par que sobre el Bien y sobre el Logos dedicó muchas horas y páginas a pensar sobre la tejné y que su idea de un dios creador era la de un artesano y no la de un intelectual. La filosofía de la técnica es una forma de explorar de qué está hecha nuestra realidad, de poner en orden nuestros conceptos cuando ya las cosas que designan están fabricadas y nos constituyen. Es una forma de pensar sobre lo que somos y no una forma de pensar sobre útiles e instrumentos de los que nos podamos distanciar en el cálido refugio de un despacho. Hay filósofos que se excitan con las nuevas tecnologías y hay filósofos que se refugian en las viejas artesanías: esos rosarios de alabanzas o denuestos no son aún filosofía de la técnica, como no es aún filosofía del lenguaje lamentarse de lo mal que hablan los adolescentes y escriben los periodistas deportivos o imitar los estilos de Gracián o Wittgenstein. Al filósofo, como al crítico literario, le pedimos que nos ayude a entender e interpretar y no nos interesa si la película le gusta o le disgusta. Al filósofo de la técnica debemos de pedirle en consecuencia que nos ayude a entender e interpretar la trama de lo artificial que nos constituye, y nos importa poco si le molestan los ordenadores y le gustan los libros de viejo o si, por el contrario, le apasionan los videojuegos y perder horas en Internet. El filósofo de la técnica es alguien que se mueve entre ingenieros y ciuda-10
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danos y busca entre ellos y con ellos respuestas a la(s) pregunta(s) por la técnica.
Hay algo de trágico en la tarea del pensar filosófico. Algunos creen que la filosofía comenzó con la curiosidad, pero en realidad con la curiosidad comenzó todo; la filosofía comenzó al descubrir que la realidad está hecha de tensiones irresolubles, de decisiones que tenemos que tomar entre bienes a los que no queremos renunciar y de intereses contrapuestos que conforman por igual el sentido de nuestras vidas. En este libro se aborda una de estas tensiones, la que existió desde sus comienzos entre técnica y democracia, entre ingenieros y ciudadanos.
Las soluciones sencillas de la tecnocracia o del voto del ágora sobre proyectos técnicos han sido probadas numerosas veces en la historia como sendas equivocadas. La condena de Sócrates por la asamblea ateniense, que escandalizó a sus discípulos y convirtió a algunos en filósofos, significó un punto de inflexión en el pensamiento sobre los fundamentos de lo social y sobre el lugar que los expertos deben de ocupar en el ágora. La condena de Galileo, que suscitó el mismo escándalo y produjo la nueva filosofía moderna recordó que la tensión no había desaparecido y que el nuevo conflicto de autoridades era también un conflicto de legitimidades, de fuentes de autoridad. El juicio de Nuremberg a los jerarcas nazis y el informe de Nikita Khrushchev sobre los crímenes del estalinismo, primeros pasos en el descubrimiento de la terrible faz que presentan los intentos de ingeniería de la historia. El Protocolo de Kyo-to sobre el calentamiento de la atmósfera, que nos ha revelado que la naturaleza ya solamente puede ser salvada en una Cosmópolis que aún está por nacer y que nos inquieta tanto como nos atrae. A lo largo de la historia hemos comprobado una y otra vez la existencia de límites técnicos en la democracia y de límites democráticos en la técnica: los ingenieros y los ciudadanos se necesitan mutuamente y continuamente se embarcan en controversias. Los ingenieros, que ya sólo pueden ser pensados como ciudadanos y los ciudadanos, que cada vez más necesitan pensar como ingenieros, conviven de forma tensa en nuestras sociedades complejas e interdependientes. El filósofo no ha inventado esta realidad y apenas alcanza a interpretar algunas de sus claves. Su tarea es, decimos, trágica pues está llamado a recordar que la realidad está hecha 11
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a la vez de tensiones y constricciones y, en consecuencia, a recordar al ágora que no puede prescindir de la autoridad de los expertos y a recordar a los expertos que están definitivamente bajo la autoridad del ágora.
Algunos pensarán que las cosas son más sencillas: que hay expertos y expertos, expertos buenos y malos, los que están con nosotros y los que están contra nosotros, del mismo modo que en el ágora hay ciudadanos buenos y malos, los que están con nosotros y los que están contra nosotros. A quienes así piensan, el filósofo debe recordarles que, antes que buenos y malos, los expertos deben ser expertos y los ciudadanos ciudadanos y que eso es más difícil de conseguir de lo que se piensa y que solamente cuando sepamos qué es ser un experto en la ciudad y qué son una ciencia y una técnica bien ordenadas en una sociedad bien ordenada podremos después con tranquilidad expresar nuestras preferencias por unas u otras políticas públicas.
En unas pasadas elecciones españolas, un partido político inventó un curioso término y concepto: un argumentario de campaña para uso de los candidatos, de forma que no tuvieran que perder tiempo en pensar sus alegatos en los mítines y conferencias de prensa. Es cierto que la filosofía es un arte de elaborar argumentos como la poesía lo es de elaborar poe-mas, y en este libro el lector debe esperar argumentos y exigir buenos argumentos, pero no me gustaría que estas páginas fueran un argumentario para evitar a nadie la tarea de pensar. Sin renunciar a exponer ordenada-mente el estado de la cuestión en la filosofía de la técnica contemporánea, sin renunciar a defender mis propias opiniones con el rigor necesario, desearía más bien que este libro fuera usado como un prontuario de preguntas relevantes y líneas de tensión o fractura que nos constituyen.
En el Capítulo 1 presentamos el marco metafísico dentro del que adquiere sentido el resto del libro: nos situamos en un lugar más allá de la diferencia entre naturaleza y cultura, entre técnica y cultura, en un territorio fronterizo que calificamos como territorio ciborg, poblado de seres que son producto simultáneo de los artefactos técnicos y de los productos biológicos, en los que su biología ha evolucionado ya en un medio cultural y técnico. En este territorio, las relaciones entre técnica y política se descubren ramificadas y densas, cada polo constriñendo al otro: la ciudad se hace informacional y la información política. Platón 12
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nos recordó en el Protágoras la tensión entre las habilidades técnicas de los humanos, repartidas desigualmente, y su sentido de la justicia, repartido por igual a todos. No hay esperanza de resolver las paradojas que nos presenta el Protágoras si nos colocamos solamente en uno de los polos, peor aún, si creemos que la diferencia entre lo natural y lo artificial señala alguna barrera, o zanja, cuando quizá no sea más que el nombre que le damos a regiones dentro del mismo territorio ciborg.
En el Capítulo 2 reflexionamos sobre la técnica en el tiempo y sobre la racionalidad tecnológica como una forma de temporalidad humana que se mueve en un extraño territorio entre el mundo cotidiano y el mundo imaginado. Pues la técnica es una forma (y un resultado) de imaginar mundos, mas, en la medida en que algunos de esos mundos serán reales o amenazarán con serlo, la técnica es una forma de agencia humana sometida a condiciones normativas que no vienen de fuera, desde algún código o imperativo que se superponga a la agencia técnica, sino de las propias condiciones de constitución. La idea de racionalidad tecnológica es sobre todo una reflexión sobre las fuentes de normatividad de la técnica que resumiremos en dos imperativos de no fácil cumplimiento simultáneo: la novedad y el control. Estos dos imperativos hacen de la racionalidad tecnológica una racionalidad necesariamente tensa y creadora de tensiones sociales. Pues la técnica transforma las sociedades en las que es producida (como explican los defensores del determinismo tecnológico) pero a la vez es transformada por las sociedades en las que habita (contra lo que explican los defensores del determinismo tecnológico) y este destino hace de la racionalidad técnica un medio de solución a la vez que una fuente permanente de conflicto histórico.
En el Capítulo 3 abordamos el primero de los aspectos de la normatividad: la creación de alternativas novedosas y relevantes. Lo hacemos refiriéndonos a la forma que adopta la técnica contemporánea y que denominamos tecnología. Entendemos por tal la transformación de la realidad que está previamente sometida a diseño público y controlada por medios científicos. De forma que en este capítulo trataremos de la novedad como resultado del diseño y del diseño como una actividad que ha transformado definitivamente la técnica. El concepto de diseño que 13
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compone el capítulo se aparta levemente del concepto extendido de diseño industrial, relacionado en parte con el proyecto de un artefacto nuevo y en parte con su envoltorio estético. En nuestro concepto, la actividad de diseñar es esencialmente una actividad de representar lo no existente y de planificar su existencia futura. En esta actividad no solamente cuenta lo que se diseña sino también quién lo hace y para qué.
De forma que, en nuestra presentación, el diseño será ya desde su nacimiento una actividad política, en el sentido de que formará y deberá formar parte de la polis desde el momento en que se convierte en una idea que está plasmada en un medio representacional público.
En el Capítulo 4 desenvolvemos la segunda de las condiciones normativas en su complejidad conceptual y práctica: la idea de control de la realidad. Puesto que ha sido el centro de todas las críticas contra la tecnología, examinamos previamente el panorama de opiniones radicalmente críticas con respecto a la tecnología: el pesimismo tecnológico de origen humanista, el pesimismo metafísico y el pesimismo del pensamiento crítico. En todos ellos separamos la validez de sus críticas a tales o cuales aspectos de nuestro mundo de su concepto de control técnico de la realidad. Nuestro argumento es que el pesimismo comparte con la metafísica que desprecia, la metafísica moderna, su idea de separación entre medios y fines, instrumentos y acciones, mente que controla y realidad controlada. Frente a esta concepción, y en la línea de nuestra idea fronteriza de existencia humana, desarrollamos una idea de control como una dimensión de la realidad, como forma de preservación de propiedades más que de instrumento de una mente separada y perfecta. De forma que sin abandonar el impulso y cuidado críticos concebimos el control en el marco de la agencia humana como una medida de la calidad de tal agencia, la de la estrecha dependencia entre lo que buscamos y lo que conseguimos.
En el Capítulo 5 explicitamos las consecuencias que tienen para la filosofía política las nociones normativas que hemos desarrollado en los capítulos anteriores. Comenzamos exponiendo tres formas puras de políticas públicas de la ciencia y la tecnología que fueron desarrolladas en la mitad del siglo pasado y que conforman tres actitudes contemporáneas muy extendidas. El punto de partida de nuestra posición es el con-14
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flicto detectado por Platón entre expertos y ciudadanos. El argumento que desarrollaremos es que las nociones de justicia, libertad y capacidades (técnicas y cognitivas) están definitiva e inseparablemente entrelazadas y que, por consiguiente, no caben soluciones separadas. Si no ca-be imaginar una sociedad justa sin una capacidad suficiente de acción para todos sus ciudadanos, no cabe tampoco pensar en un desarrollo de las capacidades tecnológicas que no forme ya parte constitutiva de nuestra idea de una sociedad justa.
No pretendemos haber resuelto los conflictos que presenta la técnica contemporánea. La experiencia histórica es ambigua y contradicto-ria. La técnica es vivida como riesgo permanente de catástrofe, como fuente de autoritarismo sin medida, y es vivida a la vez como promesa de bienes y soluciones. Nuestra sociedad es a la vez una sociedad de riesgo y una sociedad de deseo. Quienes se especializan en acentuar los riesgos no son conscientes de que excitan en la misma medida la ira de ciudadanos deseantes, y quienes estimulan el consumo y la devastación de la naturaleza y derroche de los recursos no son conscientes de que contribuyen en la misma medida a...

Índice

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