Las Crónicas de indias
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Las Crónicas de indias

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  1. 168 páginas
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Las Crónicas de indias

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Descripción del libro

"Las Crónicas de Indias" es una aproximación a la literatura histórica que produjo el Descubrimiento a través del estudio de los géneros narrativos. Cabe pensar que frailes, soldados, encomenderos y administradores no percibían el fenómeno de igual manera. La administración virreinal hubo de dotarse de expertos que le contaran la realidad que debía administrar pero, de forma simultánea, los frailes daban una noticia distinta, más matizada, capaz de fijarse en el detalle pequeño, en el rasgo antropológico. Y, al mismo tiempo, y acaso acerca de los mismos hechos, los soldados, elevados al rango de cronistas de unas vidas que rozan lo legendario, dan cuenta de su peripecia, saltando, de esta forma, la barrera que unos años antes separaba al humilde del letrado. También se perciben con soltura los matices cuando se transitan las páginas legadas por un indio historiador o por un navegante que viaja con los ojos puestos en los libros leídos y que entiende lo que ve a través de esos mismos libros. En "Las Crónicas de Indias" surge un chorro potentísimo que es marca de modernidad, que la inaugura, y que corrige el estrecho canon de la historia literaria para ensancharlo y darle más contenidos. Fernando del Castillo Durán, es Doctor en Filología Hispánica con una tesis acerca de la literatura teratológica del Renacimiento, "El Jardín de flores curiosas" de Antonio de Torquemada, libro de cuya lectura Cervantes sacó abundante material. Ha publicado "Lepsis" (premio de novela Ámbito, 1985), "Los locos de Felipe II" y "Recetario de cocina aristocrática renacentista".

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Información

Editorial
Montesinos
Año
2004
ISBN del libro electrónico
9788495776952

LAS CRÓNICAS DE INDIAS

Fernando del Castillo Durán

LAS CRÓNICAS DE INDIAS

M O N T E S I N O S
Colección dirigida por Salvador López Arnal
© Fernando del Castillo Durán, 2004
Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural Diseño: Elisa N. Cabot
ISBN: 84-95776-95-2
Depósito legal: B-21708-04
Imprime Trajecte, S. A.
Impreso en España
Printed in Spain
No escribí este libro solo,
junto a mí estaban
Montse, Helena y Javier.
Introducción
Las Crónicas de Indias forman un corpus abierto de docu -
men tos escritos entre el final del siglo XV y el ocaso del XIX, justo en los instantes del descubrimiento de América y hasta la extinción1 del dominio español sobre los territorios de ultramar.
Sin embargo, y por razones de espacio, en este libro se verá tan só lo el siglo XVI.
El descubrimiento y la conquista de las Indias occidentales fue un momento enteramente complejo, asistido por una suerte de factores que, si bien se repiten en otras conquistas y en otros descubrimientos, pergeñan un tapiz tan característico que me re -
ce la pena ser atendido con desvelo.
Las soluciones, las decisiones, los tipos y los contratipos que generó son producto único de aquel momento, y si buscamos, si hur gamos en ese instante de la humanidad, hallaremos claros y sombras, cal y arena, clavo y canela.
Se deduce, desde ahora, que nuestro interés no va a ser denunciar, sino anunciar. Y que dejamos al lector avisado la par -
te del león, esto es, sopesar los argumentos y, sin caer, si no quie re, en las trampas del discurso, entender.
1. Podríamos datar la última crónica en 1904, cuando el ya general Mar -
tín Cerezo escribe el Sitio de Baler, versión pública de su Diario de Ope -
raciones de 1899, documento de cariz estrictamente militar. Con este texto se cierra la presencia española en Asia y en América, pues recoge con so se -
gada precisión la resistencia del Segundo Batallón Expedicionario de Ca -
zadores en Filipinas hasta el 3 de junio de 1899.
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Un inmenso caudal de textos, cuyo examen roza lo ina bar ca -
ble, se produjo en esa hora, porque desde muy tem prano, los con quistadores escribieron y relataron, con más o me nos acier to, su peripecia.
Véase que no hay parangón a este amanecer de la prosa de frailes y soldados –habiendo otros relatos de distinto género que son los que dan los funcionarios. En las conquistas llevadas a cabo por otros países no se da este fenómeno de manera tan con -
tun dente. Asistimos, en buena medida, a la democratización del hecho narrativo y, ya que estamos en el Renacimiento, al re na -
cer, en otra dimensión al tutorado por Italia, de unos intereses dis tintos, a saber: ya no es el discurso cortesano o áulico sino el de hombres sin méritos de nobleza el que se impone.
La prosa llana, el español flexible del que escribe con escasos conocimientos de retórica, es el instrumento de cientos de re latos cuyo cometido es bien diverso: informar, dejar noticia, de man dar méritos y mercedes o servir de simple aviso antro po ló gi co.
Surge así una nómina de nombres que se hacen ilustres por el valor de sus escritos, y vemos, en un despliegue vastísimo, una lis ta de autores de casi imposible tránsito. Aparece la potencia sin gular de un fraile, la escritura tersa de un capitán que relata batallas inconcebibles, la querella de un soldado, la frescura de un mestizo que se hace historiador, la valentía de un indio que se dirige al rey. Y todos ellos subidos en la tribuna del texto es crito y pú blico, y sin menoscabo circulando por plazas, mer cados, cá tedras y claustros, al amparo tan sólo del lector que se erige en juez y que se maravilla con lo leído o que se sorprende o que se enoja.
De semejante maraña de textos –hemos escrito–, no hay un cor -
pus sistemáticamente establecido, es decir, cerrado. Por el con -
trario, siempre estamos a la espera –feliz espera– de ver en gro sar la nómina de autores.
Pero, ¿qué rasgos unifican todos estos textos? De alguna manera, la conquista de las Indias, al menos en el plano de las for mas, puede verse como una continuación, como una ex ten -
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sión, de las últimas conquistas peninsulares en la expansión ha -
cia el reino de Granada. Hemos dicho en el plano de las formas, o sea, en los actos de posesionamiento de territorios, etc., pero jamás en el plano de las ideas, véase si no la impronta de la pré -
dica de Montesinos a los colonos de Santo Domingo a los po cos años de la Conquista, e incluso, desde un punto de vis ta menos pragmático, el tratamiento legal que la Reina Isabel otorgará a sus súbditos de las Indias. De tal manera que cuando los con -
quistadores se hallan en situaciones de guerra abierta, no reac -
cionan según las circunstancias, sino que tienen prefijado un plan que no pueden y no deben ignorar. Por tanto, la im pro vi -
sación, muchas veces la semilla de donde nace el he roís mo, está convenientemente reglamentada, al menos sobre el pa pel. Ya sabemos la obligación de la lectura del Reque rimiento, y lectura en tres lenguas al menos: latina, por lo uni versal, espa ño la y la más próxima a la que los indios conozcan, si no es po sible en su misma lengua. Este documento nos revela un in trínseco sentido jurídico. Los actos de guerra, precedidos por el dictamen de un documento, de un papel, serán lega lizados a través de la figura de un escribano, de un notario a fin de cuentas, o sea, de un hom -
bre que depende directamente del Es ta do y sobre el que no deben caer máculas acerca de su obje tividad, entendimiento y cordura. En otros términos, la pluma, el papel, la legislación a veces de rango universal que se atri buyen los hombres del XVI, precede en la mayoría de casos a la espada y, en ocasiones, la detiene y la hace innecesaria.
No hemos de terciar en la polémica que surge al contemplar las formas de conquista llevadas por los españoles y las con -
secuencias que ello desencadena. Tan sólo queremos referir esa confianza que emerge en los conquistadores que combaten al amparo de la ley, de una ley muchas veces terrible.
A modo de salvedad, se hace perentorio añadir que nos re -
mitiremos al análisis de textos en prosa, dejando a un lado las la bores en verso cuyo examen completo está también por hacer, 11
aunque existen determinados trabajos temáticos o genéricos, como en el caso del que llamaríamos ciclo cortesano, integrado por un buen manojo de romances nuevos, el dedicado al Carlo Famoso de Zapata y los bastantes que integran las investi ga -
ciones en torno a La Araucana del capitán Ercilla, sin entrar en la postergada cuantía de textos que sobre el mismo tema se escribieron en latín.
Hemos eliminado de nuestro trabajo todo seguimiento crono -
lógico, que nos dificultaba la búsqueda de esas estructuras bási -
cas que apuntamos, ya que en un mismo período vemos apa recer muy diferentes obras que necesitan un tratamiento di ferenciado.
Antes de entrar a debatir y clasificar a los autores, creemos necesario justificar la opción que hemos tomado. ¿Son literatura las historias y las crónicas de Indias? Pregunta que pese a poder parecer ociosa debe ser contestada, pensamos, con criterios claros y bien definidos. Desde luego que estas narraciones tie -
nen ingredientes literarios, retóricos y de otra clase, por su me ra condición intrínseca, que pueden ser vistos desde planos diver -
sos; la propia omnisciencia de Bernal Díaz del Castillo nos sugiere más de una interpretación literaria. Pero como sea que para el lector moderno, y quizá también para el del Rena -
cimiento, la búsqueda de información precisa se ha reducido a un papel más bien escaso, los textos cobran inusitado valor lite -
rario y no solamente histórico, y en la medida en que la idea de instrucción y didactismo se ha visto con el paso del tiempo re -
ducida a un mero tópico, las narraciones adquieren un sentido literario completo.
De todas maneras, para corroborar el grado de literaturización que han adquirido estos textos, cabe oponerlos a los grandes dis -
cursos históricos de la misma época, como los Anales de Zu rita o Mexía, o la propia Historia de Carlos V de fray Prudencio de Sandoval, que equivalen a un dietario de noticias breves sin apenas intención discursiva, y cuyo cometido no es otro que el puramente informativo, carentes de instrumentos narrativos y de 12
perfil novelesco. Muy otra es, como de todos es sabido, la pers -
pectiva que tenemos cuando leemos la obra histórica de Alfonso X, cuya pertenencia a la literatura parece indiscutible.
Las crónicas e historias de Indias trascienden el angosto marco de lo histórico, van más allá, rompen con la minu cio -
sidad de su discurso y gracias al ingrediente de la experiencia, entreabren los caminos de la historiografía para adentrarse, a partir de modelos caballerescos de las novelas al uso, en una tra ma muy próxima a la ficción a través del oscuro sendero de lo verosímil, de lo que se asegura verosímil, pero que tiene mucho de le gendario y de increíble. No se miente, pero la me -
moria a veces transforma las cosas.
A pesar del uso parejo de recursos expresivos entre la his to -
riografía clásica y las crónicas de Indias, se alza en medio la per sonalidad a menudo solitaria del narrador. Y, muchas veces, de un narrador modesto, un soldado, un fraile, un indio. El he -
cho de que una personalidad sin apenas estatus sea capaz de re -
la tar en primera persona, ya sea del singular o del plural, sucesos en los que se vio comprometido, y que lo haga con pleno co nocimiento de causa, que se atreva a decir en alta voz ante un público diverso su peripecia es, también, síntoma propio del re nacer de las ideas modernas.
Las crónicas de Indias suponen, por tanto, la aparición de un cierto talante democratizador en la literatura y un rompimiento con el relato jerarquizado medieval que se adelanta al cuento de los pícaros. Podríamos pensar que, hijos de aquel espíritu de Fernando de Rojas, los de abajo también narran, también viven, también escriben. Definitivamente, no puede ser historia, o no pue de ser únicamente historia, el relato que admite digresiones, que admite la menudencia de la vida pequeña, de la intra his to -
ria, del narrador en medio de las grandes hazañas de unas vidas que anduvieron por los nuevos caminos hollando las vías, inven -
tan do los atajos que después tendría que recorrer, con parecido espíritu, el Hidalgo de la Mancha.
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1. Las necesidades de la Administración Si estamos tratando de los escritos que se produjeron a raíz del descubrimiento, conquista y colonización de las Indias occidentales por parte de la Corona española, parece ineludible traer a estudio una de las disciplinas más cotizadas en el siglo XVI y que debido a las envolventes circunstancias de la época se desarrolló de manera extraordinaria. Nos estamos refiriendo a la geografía, como ciencia fundamental, y a los estudios que de ella derivan y en cierta forma le son dependientes, la geodesia y en particular la cartografía, aplicación final de las anteriores investigaciones.
Como institución supeditada desde 1524 al Real y Supremo Consejo de las Indias, el mayor organismo de administración territorial que hasta la fecha vieron los tiempos, la Casa de Contratación de Sevilla llevó a cabo una tarea eminentemente práctica que hubo de repercutir muy favorablemente en el desarrollo de los conocimientos náuticos y matemáticos. Ya desde 1508 la Casa ha creado el empleo de Piloto Mayor con una tarea bien definida, formar y titular a los pilotos y registrar, evaluar y aprobar las cartas para la navegación.
Así pues, los trabajos cartográficos de la Casa de Contra ta -
ción tienen como fin principal la elaboración de un Padrón ge -
neral de navegación. Este documento, que por sus caracte -
rísticas había de ser guardado celosamente, era encar ga do con periodicidad a diferentes personalidades científicas, si bien con el extremo cuidado de que no cayera en manos de ningún ex tranjero o, mejor dicho, de nadie que no tuviera bien pro ba -
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do su afecto por la empresa española en Indias.
Al empleo de Piloto Mayor correspondía también el examen de los pilotos que habían de conducir las naves hacia los di -
ferentes puntos de la geografía, por eso se fueron sucediendo los mayores talentos. A estos examinadores, además de sus ta -
reas prácticas en lo que respecta al Padrón real, no es raro ver los escribiendo tratados para facilitar el aprendizaje de las ta reas de pilotaje, o para añadir, conservar y preservar deter mi nados sa -
beres que a la sazón eran considerados de importancia. Existía una tradición náutica sevillana por la que muchos au tores ha -
bían optado, escribiendo sus propios textos ma nuales, ya desde los tiempos de Fernández de En...

Índice

  1. Start