Antimanual del mal historiador
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Antimanual del mal historiador

¿Cómo hacer hoy una buena historia "crítica"?

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  1. 136 páginas
  2. Spanish
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Antimanual del mal historiador

¿Cómo hacer hoy una buena historia "crítica"?

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Descripción del libro

Tras la caída del Muro en 1989 y la rebelión zapatista de 1994 se ha hecho evidente que las viejas formas de enseñar la historia resultan inútiles para entender el mundo en que vivimos. Por ello es urgente ver la historia de un modo nuevo y diferente, haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola de una manera radicalmente distinta a como mayoritariamente se ha hecho hasta ahora. Pero es imposible construir una historia nueva con las viejas herramientas que corresponden a los modos en que se ha practicado hasta hoy el oficio de historiador en muchas partes del mundo. Pues son esas viejas concepciones de la historia, consagradas durante tantas décadas, y repetidas durante lustros y lustros en las aulas, las que han forjado esa historiografía oficial que ha ignorado a las mujeres, a los campesinos, a los obreros, a los indígenas y a las grandes masas populares, a la vez que se concentraba en el estudio de la vida de reyes y presidentes, en las pugnas de los pequeños y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes, o en el análisis de los discursos y las obras de tal o cual literato, científico, o "gran personaje" de una determinada historia nacional. Poniendo el énfasis en guerras y tratados y en la biografía de los supuestos "grandes héroes" de la nación, la historia oficial, e incluso la inmensa mayoría de la historia académica, ha hecho hasta hoy caso omiso de las realidades económicas, sociales, culturales y civilizatorias que han definido las grandes líneas de la evolución de la historia.En este libro, Carlos Antonio Aguirre Rojas analiza las escuelas historiográficas que están hoy construyendo ya esta nueva historia, y analiza las herramientas imprescindibles para esa construcción.

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Información

Editorial
Montesinos
Año
2007
ISBN del libro electrónico
9788496831216
Categoría
Historia
Categoría
Historiografía

CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS

ANTIMANUAL

DEL MAL HISTORIADOR

O

¿Cómo hacer hoy una buena historia crítica?
M O N T E S I N O S
E N S A Y O
Antimanual136 22/5/07 15:27 Página 6
© Carlos Antonio Aguirre Rojas
Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural Diseño: M. R. Cabot
Revisión técnica: Isabel López Arango
ISBN: 978-84-96831-21-6
Depósito Legal: B-29.807-07
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Impreso en España
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Sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza
aquel historiador traspasado por la
idea de que ni siquiera los muertos
estarán a salvo del enemigo si éste vence. ..
WALTER BENJAMIN,
Sobre el concepto de historia, tesis VI, ca. 1940.
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INTRODUCCIÓN
Creo en el futuro porque yo mismo
participo en su construcción
JULES MICHELET
La compleja y excepcional etapa histórica por la que hoy atraviesa nuestro mundo, y en la que asistimos a procesos inéditos y a cambios y transformaciones vertiginosas e inesperadas, se inició, en nuestra opinión, con el doble quiebre fundamental que representaron, primero, la caída del Muro de Berlín en 1989, y luego, la irrupción en México del digno movimiento indígena neozapatista, del primero de enero de 1994.
Porque si el “breve siglo XX”, que en el mundo comienza con el estalli-do de la Primera Guerra Mundial y con la emergencia de la Revolución Rusa de 1917, se cerró claramente con ese derrumbe del Muro de Berlín, el nuevo siglo XXI que ahora estamos viviendo arrancó precisamente en esa fecha simbólica importante representada por el nacimiento a la vida pública de ese neozapatismo mexicano.
Si los siglos verdaderamente históricos se construyen, precisamente, a partir de las diversas duraciones de los fenómenos que dentro de ellos se despliegan, dándole temporalidad y sentido a las distintas curvas evolutivas que esos mismos siglos representan, entonces es evidente que en 1989 se agotó ese breve siglo XX, marcado por los diversos intentos de construir mundos y sociedades socialistas, siempre en países pobres y poco desarrollados, y por ende bajo el esquema de lo que conocimos como el proyecto del “socialismo real”. Cuando se cierra un siglo histórico, distinto del simple siglo cronológico, con él se cierran esos mismos procesos fundamentales que le dieron vigencia y sustancia, cambiando así la pági-9
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na de la historia, para inaugurar nuevos procesos y nuevas situaciones, igualmente correspondientes al nuevo siglo y al nuevo ciclo histórico que comienza.
Ello, en nuestra opinión, aconteció justamente con el lanzamiento público de la rebelión neozapatista, que no solo inaugura el todavía vivo y muy activo ciclo de la protesta mundial —la que recorre Seattle, Génova o Barcelona, para continuar con los distintos Foros Sociales Mundiales hasta hoy realizados—, sino que también define una parte importante de la agenda de los problemas centrales que enfrenta hoy nuestro planeta, como los de la urgente superación del capitalismo y de toda su terrible estela de explotación, desigualdad, despotismo y discriminación, junto a las enormes tareas de iniciar, desde ahora, la construcción de otro mundo todavía posible.
Y frente a esta emergencia de un nuevo siglo histórico, que se acompaña también de la crisis terminal del sistema histórico capitalista, y del nacimiento y gestación de todo un nuevo sistema histórico, se impone, naturalmente, también la construcción de un nuevo tipo de historia. Y esto en el doble sentido de participar activamente en la transformación de esa historia real, que los hombres y las sociedades construimos todos los días, pero también en la línea de intentar edificar un nuevo tipo de saber histórico y de discurso historiográfico, capaz de aprehender y de reflejar adecuadamente esas nuevas realidades de la historia real, y también capaz de proveernos de algunas de las herramientas intelectuales necesarias para intervenir eficazmente en dicha construcción renovada de esa historia real.
Algo que por lo demás, ha sido también planteado por todos los distintos movimientos sociales antisistémicos y anticapitalistas que han emergido, a todo lo largo y ancho del globo terráqueo, en los últimos tres lustros. Pues todos ellos han insistido, de diferentes maneras, en que las historias oficiales, escritas siempre por los vencedores y por las clases dominantes, no asumen ni contemplan el papel fundamental y siempre protagónico de los “vencidos” y de las distintas clases subalternas de todas las naciones y sociedades de la historia, lo que implica que sus dife-10
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rentes luchas en contra del sistema capitalista actual sean siempre también una lucha de la memoria contra el olvido, un intento por recuperar y por mantener viva la memoria de su propia historia, la memoria de sus luchas y de sus reclamos, tanto como la reivindicación de sus distintos pasados, de esos “pasados vencidos” de los que hablaba Walter Benjamin, y que en su conjunto constituyen el espesor fundamental y la trama realmente esencial de la verdadera historia.
Porque si la historia la escriben siempre los vencedores, y si cada clase que domina reinventa el pasado y las tradiciones para legitimar su propia dominación, entonces es obvio que el papel que han tenido los grupos y clases subalternos en esas historias oficiales escritas durante siglos en todo el mundo, ha sido un papel completamente marginal e irrelevante. Ya que, por ejemplo, lo mismo en la visión abiertamente racista, que ha tratado a los indígenas de toda América Latina como si hubiesen sido una simple “materia prima” de los conquistadores, como presa y punto de apoyo de las sociedades coloniales que “lo mestizaban”, que en la visión paternalista y despreciativa que quería “normalizar”, “moderni-zar” e incorporar a esos indígenas al “progreso” de nuestras modernidades latinoamericanas capitalistas, en ambas visiones, el papel que se le ha asignado a los pueblos indígenas de toda América Latina ha sido siempre el de simples objetos pasivos y receptivos de la historia, pero nunca el de sujetos activos, rebeldes, actuantes, y poseedores de un proyecto propio y específico de vida, de sobrevivencia, de resistencia y de modernidad alternativas, e incluso de propuestas de caminos diferentes para el desarrollo de ciertos procesos en las diversas naciones de Latinoamérica.
Y sucede lo mismo con la visión clasista y elitista de la historia europea, que se sigue hasta hoy regodeando con las narraciones de la historia de los reyes, los príncipes o los conquistadores, pero también y más recientemente de los presidentes, los líderes políticos, o los partidos, como si ellos fuesen los verdaderos protagonistas centrales del drama histórico, y como si las inmensas masas de campesinos, obreros, empleados, de los ciudadanos comunes y corrientes, o de los inmigrantes, entre muchos otros, no jugaran ningún papel importante en la construcción de la 11
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historia que hemos vivido durante siglos y milenios, y en el hacer mismo de la historia que ahora sufrimos y protagonizamos todos nosotros.
Así que cuando todas esas clases subalternas y todos esos nuevos movimientos sociales anticapitalistas, reclaman mantener viva la herencia de sus muertos y de sus antepasados, lo que están reivindicando es justamente ese pasado que ellos mismos han construido, y en el que siempre han sido los sujetos de su propia historia, pasado que a través de luchas, insurrecciones, revoluciones sociales, rebeliones, y resistencias prolonga-das y continuas, han logrado preservar y mantener vivo hasta el día de hoy. Un pasado que no aparece nunca en dichas historias oficiales, y que solo ha sido rescatado y revalorizado poco a poco y a lo largo de los últimos ciento cincuenta años.
Por eso urge reescribir toda la historia, incorporando de manera orgánica y sistemática dentro de su trama a todos esos grupos y clases subalternos, los indígenas, las mujeres, los obreros, los campesinos, y las distintas aunque a veces muy amplias “minorías” sociales de los estudiantes, y los prisioneros, y los perseguidos, políticos o en general, y los homose-xuales, y los distintos grupos étnicos, y un enorme y vasto etcétera, recuperando el conjunto de sus acciones, intervenciones, luchas y resistencias específicas, lo mismo que su importante y diverso rol en la construcción de las sociedades y de la historia de los más distintos pueblos. Como también urge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y diferente, haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola de una manera radicalmente distinta a como lo hemos hecho hasta ahora, una manera diferente que sea realmente acorde con estos nuevos tiempos que han comenzado a vivirse en todo el mundo después de 1989 y de 1994.
Pero es obvio que resulta imposible construir una historia nueva con las viejas y desgastadas herramientas que corresponden a los también ya anacrónicos modos en que se ha practicado hasta hoy el oficio de historiador en muchas partes del mundo. Pues son esas viejas concepciones de la historia, y esas viejas fuentes y técnicas, consagradas durante tantas décadas, y repetidas durante lustros y lustros en las aulas, las que han for-jado esa historiografía oficial que ha ignorado a los indígenas, a las muje-12
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res, a los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares, a la vez que se concentraba solamente en el estudio de la vida de los presidentes y de los políticos mas conocidos, en las pugnas de los pequeños y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes, o en el análisis de los discursos y las obras de tal o cual literato, científico, o “gran personaje” de una determinada y específica historia nacional. Poniendo entonces el énfasis en ese estudio de las guerras, de los tratados, de las acciones del Estado y de la biografía de los supuestos “grandes héroes” de una nación cualquiera, la historia oficial e incluso una inmensa mayoría de la historia académica, ha hecho hasta el día de hoy caso omiso de las realidades económicas, sociales, culturales y civilizatorias que, en profundidad y de una manera esencial, han definido las grandes líneas de la evolución de la historia en general.
Por eso, hace falta llevar a cabo una doble tarea transformadora dentro del vasto espacio de nuestros estudios históricos actuales: en primer lugar, un trabajo sistemático de crítica permanente de esa historia oficial, positivista y tradicional, trabajo que al mismo tiempo que denuncie y demuestre las inconsistencias y la pobreza de los resultados historiográficos producidos por esta historia limitada, que ha sido ampliamente dominante en muchas historiografías nacionales del planeta hasta el mismo día de hoy, hace evidente también la clara función conservadora del statu quo que ha cumplido y que cumple este mismo tipo de historia perezosa y complaciente con los actuales grupos y clases dominantes. Pe-ro también y en segundo lugar, es ahora necesario mostrar con claridad los nuevos rumbos por los que debe transitar la nueva historia que urge comenzar a elaborar, explicando con paciencia y detalle el conjunto de herramientas intelectuales y de puntos de apoyo que habrá que utilizar en la construcción de esa otra historia, diferente y crítica, a la vez que avan-zamos, audazmente, en las distintas aplicaciones y reconstrucciones de los diferentes temas y períodos que comprenden las diversas historias locales, nacionales, continentales, de civilizaciones, o mundiales, pero también temáticas, o generales, o universales, o específicas que acometemos como parte de nuestro cotidiano oficio de historiar.
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De este modo, promover e impulsar una historia nueva, actualizada, científica y crítica, en cualquier parte del mundo, no es otra cosa que intentar asumir, dentro de nuestro propio oficio de historiadores, las consecuencias importantes de la situación histórica también nueva que ahora vivimos. Pero no para renovar y reciclar una vez más, vistiéndola con nuevas ropas, a la vetusta y siempre bien vista historia oficial, complaciente con el poder y dispuesta eternamente a legitimarlo y a servirlo, sino más bien para volver a conectar a esta renovada ciencia de la historia con sus raíces fundadoras esenciales, pertenecientes a las mejores tradiciones del pensamiento social crítico contemporáneo. Es decir, renovar a la historia para restituirle su dimensión profunda como historia crítica, vinculada a los movimientos sociales actuales y a las urgencias y demandas principales del presente, a la vez que dispuesta a contribuir y a cola-borar, en la medida de lo posible, en la construcción de un futuro diferente, en donde se elimine la explotación económica, el despotismo político, y la desigualdad y discriminación sociales, y en donde el porvenir no sea visto, como sucede hoy, con aprensión y temor, sino por el contrario, con verdadero optimismo y con profunda esperanza.
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CAPÍTULO I
DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES
DE LA HISTORIA
En pocas palabras, podemos decir
que (...) un mal Manual solo merece
ser fulminado...
MARC BLOCH, “¿Manuales o Síntesis?”,
AHES, vol. V, 1933.
¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer milenio cronológico, un Antimanual y además, un Antimanual del “mal historiador”? Porque estamos convencidos de que la mayoría de las instituciones académicas que hoy forman y educa...

Índice

  1. Start