Un poco de astronomía, pero no de astrología
Astronomía y astrología no son lo mismo. Todavía hoy en día hay gente que las confunde. La astronomía es la ciencia que se ocupa de estudiar el universo y todos los astros que contiene, incluidos planetas, cometas, materia oscura… Es física. La astrología viene a ser un conjunto de creencias que aseguran que esos astros, principalmente los planetas, el Sol y la Luna, influyen en el comportamiento de las personas desde el momento en que nacen. No tiene ninguna base científica, porque la única influencia que puede tener es la gravedad y ésa sabemos cómo actúa y en lo que afecte, lo hará por igual a todas las personas independientemente del día que vinieron al mundo. Bueno, también puede influir en nuestro estado de ánimo contemplar una bonita puesta de Sol, un bello amanecer o un beso con tu pareja bajo la luz de la Luna. Pero eso es otra cosa. Si al nacer un niño, tal planeta estaba en tal constelación zodiacal, no tiene por qué afectarle más que la propia Tierra, la Luna o el Sol. Por hacer unos pocos números, la gravedad entre el Sol y la Tierra es casi doscientas veces mayor que la que ejerce la Luna y casi unas 20 000 y 1 000 000 de veces mayor que la de Júpiter y Marte, respectivamente, cuando estos planetas se encuentran en el punto más cercano a la Tierra. Con la Luna pasa algo parecido, la acción de la gravedad es más de 4000 veces la de Marte y 100 veces mayor que la que ejerce Júpiter cuando se encuentra más cerca de la Tierra. Sin embargo, la astrología dice que los planetas ejercen una ¿acción, fuerza? o algo que hace que tu comportamiento, o forma de ser, dependa de cómo estaban el día que naciste, e incluso como están cada día. Como si afectaran a unos de diferente forma que a otros y cosas por el estilo, como la suerte que puedes tener tal día porque Júpiter o Saturno pasan por determinada constelación en ese momento. Así, sin ninguna base ni explicación. Se apoya en una tradición milenaria que aún hoy día sobrevive. Seguramente porque los humanos, poco o mucho, algo tenemos de supersticiosos.
Yo no creo en la astrología, y tampoco creo que ningún científico actual que se precie crea en ella, al menos no conozco a ninguno. Y digo actual, porque muchos astrónomos famosos, algunos de hace relativamente pocos años, y a los que debemos grandísimos descubrimientos, sí creían en ella. Un ejemplo, es Kepler, del que luego hablaremos. Pero en esa época, la ciencia no estaba lo suficientemente avanzada para tener una explicación y se seguía manteniendo, desde tiempos inmemoriales, la asociación de cualquier acontecimiento que ocurriese en el cosmos con algún otro hecho que, en esos momentos, poco antes o poco después, ocurriese en la Tierra, creyendo que estaban relacionados. Y todo ello llevó a pensar que era posible que los astros podían revelar el futuro de las personas, sus actos, guerras, comportamientos, etc. Muchos reyes disponían de su propio adivino o futurólogo para mayor seguridad del reino y poder conocer con antelación el resultado de una batalla o el estado de salud de los gobernantes y de esta forma tomar con antelación las mejores decisiones posibles. Ésta es la herencia que nos ha llegado y que aún perdura. Quizá se entienda mejor con la siguiente historia que hace mucho tiempo alguien me contó o leí en algún sitio que ahora no recuerdo y, por consiguiente, desconozco su autoría. Parece ser que se trataba de una leyenda, en la que un rey tenía su correspondiente adivino. Después de varios años, el adivino no acertaba en sus vaticinios como se esperaba, vivía a cuerpo de rey, sin trabajar casi y mejor que el propio rey, pues sobre éste caía la responsabilidad de gobernar el país. Recapacitando sobre ello, el rey tomó una drástica solución: matarlo, pues su labor era inútil. Pero antes de comunicarle su decisión; el rey tuvo la curiosidad de saber si con sus dudosas dotes adivinatorias, sería capaz de saber la fecha de su muerte. Fecha que sólo el rey tenía en mente. Así pues, convocó al vidente y durante la conversación que mantuvieron le dijo que, puesto que era adivino, él podría conocer la fecha exacta de su propia muerte. Y ése fue el error real. Nuestro futurólogo, que ya estaba mosqueado por la reunión, lo estuvo más ahora por la pregunta. Pero si algo tiene este tipo de gente es astucia y una cierta capacidad para predecir el comportamiento de las personas. Y le contestó: «… pues no lo sé con seguridad… sólo sé que moriré una semana antes que tú».
Mejor respuesta era imposible. El rey, poco o mucho, era supersticioso (por eso tenía un adivino) y esta contestación fue fulminante. Si le mataba, puede que una semana después le tocara a él, ¿sería verdad?… No se atrevió a correr el riesgo. Y no sólo le perdonó la vida, si no que hizo que nuestro personaje viviera lo mejor posible, con objeto de retrasar su muerte. Conclusión: el rey, aunque hubiese dejado de creer en las dotes adivinatorias de su adivino, era supersticioso ¡y no quería morir pronto! El que los humanos, en cierta medida, sean supersticiosos y muchos de ellos crean en la astrología, los horóscopos y las cartas astrales, no significa que esas artes sean verdad, pues no hay ninguna base científica en ello. Han pasado años desde entonces y no se ha encontrado nada.
La ciencia más antigua
La astronomía es la rama de la física que está considerada como la ciencia más antigua. Los hombres del Paleolítico ya observaban el cielo. Una buena prueba de ello la tenemos por ejemplo en las cuevas de Lascaux, en Francia, fechadas entre los años 16 000 y 10 000 a. C., donde se encuentra la representación de la constelación de Tauro. En un texto sumerio del 2500 a. C. ya hay una referencia a las Pléyades y en el 2200 a. C. aparecen textos de inspiración astronómica. Y no sólo eso, se han encontrado unas dos mil tablillas babilónicas con información astral.
Por tanto, es lógico que la astronomía sea la ciencia más antigua, y que esto tenga su explicación. Hoy día la mayoría de nosotros vivimos en grandes ciudades, con todo tipo de contaminación lumínica que, al anochecer, nos impide ver el cielo en todo su esplendor. La mayoría de nosotros no somos conscientes del maravilloso espectáculo que nos perdemos noche tras noche. Si vamos hacia atrás, en una época en la que la luz artificial todavía no se había inventado, cuando las condiciones climatológicas así lo permitían, se disfrutaba a diario de un maravilloso espectáculo, al menos en muchas partes del planeta.
Curiosamente, las primeras civilizaciones, como la egipcia y la mesopotámica, desarrollaron las matemáticas y la astronomía, pero ninguna otra rama de la física, ni otras ciencias. Esto es fácil de entender si tenemos en cuenta que su ciencia era eminentemente práctica. Sus matemáticas surgieron para resolver los problemas cotidianos, como reparto de panes o cerveza, cálculo de áreas de campos, capacidad de graneros, etc. En cuanto a la astronomía, la religión tuvo mucho que ver para los egipcios, tanto como la adivinación y la astrología en el caso de los mesopotámicos. Con la observación de los astros en los cielos, descubrieron cuándo era el momento más propicio para la época de siembra y muchas cosas más. Así, por ejemplo, la primera salida anual de la estrella Sirio por el horizonte, después de haber estado oculta el resto del año, anunciaba a los egipcios que la crecida del río Nilo iba a llegar, lo que para ellos significaba el ...