Una paradoja moviente
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Una paradoja moviente

Loïe Fuller

Marie Bardet

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Una paradoja moviente

Loïe Fuller

Marie Bardet

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Loïe Fuller, retrospectivamente considerada por la historia de la danza como una de las "pioneras" de la danza moderna, nació en las afueras de Chicago, dejó los Estados Unidos para instalarse en París, donde hizo su debut en escenas de cabaret y teatro en 1892 presentando su "danza serpentina", a la que siguieron otras. Estas obras constituyen una experiencia radicalmente novedosa para lo que era, hasta ese momento, la danza que se veía en escenarios. Se aleja por igual de los ballets clásicos como de la danza de cabaret. El interés profundo por crear combinaciones entre luz y movimiento que guía toda la obra de Loïe Fuller sitúa su danza en un cruce singular entre creación técnica y estética. Con Fuller, se inaugura un hacer danza que es ante todo un deshacer la danza, anclándola en la materialidad concreta, técnica y estética a la vez, de su cuerpo en movimiento. La histórica posibilidad de tener acceso a la filmación –por los hermanos Lumière– de la danza de Loïe Fuller nos adentra en los haces problemáticos en torno a movimientos e imágenes que atravesaban su época.

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Paradojas entre danza y cine:
captar proyectando/proyectar captando y copias sin original
La danza de Loïe Fuller pone en juego la paradoja de hacer imágenes con movimientos, a partir del encuentro concreto entre un cuerpo, una tela y luces en movimiento entre colores captados y difundidos por una tela, en una danza que no quiere decir nada más que volverse soporte de ese encuentro mismo y seguir sus derivas, produciendo imágenes espesadas entre luces y movimientos.
Registrar luces y sombras de una escena sobre una película en una sucesión de cuadros, y luego proyectarlos en un movimiento continuo: el cinematógrafo está dando sus primeros pasos captando y proyectando luces puestas en movimiento sobre una pantalla inmóvil. Captación y proyección son las operaciones técnicas y estéticas del cine naciente. Se “encuentra”, a fines del siglo xix, con la danza de Loïe Fuller, que es, por su lado, captación y difusión de luces de colores cambiantes en su velo ondulando por los movimientos de su cuerpo.
Así es como el cine nos permite tener un acceso a las imágenes en movimiento de la danza de Loïe Fuller, acceso que no tenemos para la mayor parte de las piezas coreográficas de la historia hasta décadas recientes y el uso generalizado del video. Más allá del dato histórico y de la complejidad que se desprende de esa filmación, como veremos más adelante, se puede plantear una serie de preguntas generales en torno a la posibilidad de filmar la danza: ¿qué hace a la danza, de la danza, con la danza, la posibilidad de filmarla? ¿Cómo se inscribe en continuidad o ruptura con los relatos, las autobiografías, la transmisión oral entre maestra y discípulas, las partituras o el repertorio de una compañía?
Miremos otra vez la película: el cartel que figura en la primera imagen de la película lo anuncia, “Danse Serpentine” y la referencia: “Vue Lumière N° 765, © frères Lumière”. Está aceptada, aunque haya desacuerdos sobre el caso, la idea según la cual esta filmación de la danza serpentina fue presentada por primera vez en Aviñón el 25 de noviembre de 1896.21 Este film nos permite evidentemente ver algo de la danza de Loïe Fuller. Sin embargo, no nos muestra a Loïe Fuller. Ella no es Loïe Fuller. Esa es la danza serpentina de Loïe Fuller filmada por los hermanos Lumière. Ella es y no es Loïe Fuller. Ella es una imitadora de Loïe Fuller. Paradoja extrema que redobla el encuentro de la danza con el cine: la filmación de la danza serpentina exacerba de entrada y hasta el colmo la posibilidad de su reproductibilidad. La primera bailarina registrada y posiblemente reproducida ha sido primero la más imitada, ella misma pre-reproducida, des-doblada, reemplazada por otras, y hasta en las imágenes que el cine filmó de su danza.
Summum de la paradoja que hace que la excepcionalidad del registro de lo aparentemente inasible de una danza efímera coincida con el desdoblamiento de la danza por una imitadora. Fueron, ya lo vimos, muchísimas las bailarinas que se presentaron en teatros y cabarets como “la Loïe Fuller” para proponer sus solos. De hecho, en su obstinación por prevenirse contra esta cantidad de imitadoras, Loïe Fuller intenta patentar su danza al igual que sus inventos técnicos, sin éxito. En efecto, ante la falta de libreto, de narración, y todo lo que se puede escribir como la novedad de lo que “hacía danza” en su danza, el tribunal de Nueva York decidió que no había allí obra de arte sino una pura danza para complacer los sentidos de los espectadores. Un placer de cabaret poco serio y no patentable.
Un examen de la descripción de la danza de la querellante, tal como aparece en el copyright, demuestra que el objetivo buscado y realizado era únicamente la invención de una serie de movimientos graciosos, combinado con un seductor arreglo de velos, luces y sombras, que no narra ninguna historia, no pinta ningún personaje, no describe ninguna emoción. Los simples movimientos mecánicos por los cuales los efectos son producidos en escena no pueden ser objetos de copyright ya que no traducen ninguna idea cuya articulación crearía una combinación dramática. Sin duda, los que aquí se encuentran descriptos y practicados no comunican –y no es su objetivo– al espectador otra idea que la de una mujer seductora ilustrando la poesía del movimiento con una gracia singular. Tal idea puede ser agradable, pero difícilmente puede ser calificada como dramática.22
Fotogramas de la película Danse serpentine, de los hermanos Lumière.
El fallo reproducido por Giovanni Lista en su libro de estudio de Loïe Fuller, retomado por Rancière en su estudio de la modernidad como “régimen estético de las artes” en el capítulo “Danza de la luz” de Aisthesis, describe con fuerza la invención de una danza sin historia, ni personaje, ni dramatismo. No puede ser su danza, por ende, objeto legítimo de derecho de autora. Loïe Fuller se la tendrá que seguir viendo con sus imitadoras, y la danza llamada “moderna” ha inaugurado el rumbo de su despliegue.
La coincidencia entre reproductividad e imitación no permite tanto explicar una cosa como efecto de la otra sino pensar conjuntamente aspectos de una época con el sentido de esa coincidencia: la nueva posibilidad de reproducción de una danza a través de su filmación acompaña y es acompañada por una transformación profunda de lo que se concibe y se hace como danza. También coincide con un juego de confusiones entre supuestos original y copia. Mientras el carácter presumiblemente efímero de la danza se encuentra desplazado por la posibilidad de cierta “reproducción” del movimiento de la danza en una película, tiembla la noción misma de originalidad. Lejos de ser sorprendente –y mucho menos tal vez deplorable–23 marca una de las paradojas propias de ese encuentro entre danza y cine.
Giovanni Lista subraya precisamente que esta imitadora filmada por los Lumière, si bien no tiene la destreza del manejo de un velo tan grande como el que, según los comentadores de la época y algunas fotografías, tenía la creadora de la danza serpentina, da por lo menos una imagen de su danza: de todas las imitadoras, es aparentemente la que mejor maneja el trabajo del velo, y da a ver el efecto velo/colores cambiantes. Pero no nos engañemos, los colores tampoco son originales. Si bien dan cuenta de manera bastante precisa de lo que debían ser, fueron pintados luego sobre una de las copias de la película, reinventados y añadidos sobre la filmación. Esta oportunidad novedosa de registrar la danza de una bailarina, no en sus poses fijas con dibujos o fotografías, sino en sus movimientos, desplazamientos y cambios que parecen ser su esencia misma, pone de inmediato en juego una superposición de imágenes “verdaderas” y “falsas”, de la verdadera bailarina y de su imitadora, de la película en blanco y negro y de sus colores pintados luego cuadro por cuadro.
Pero la historia va más lejos aún en esta imposible búsqueda de un verdadero original de la danza de Loïe Fuller: esta filmación de la danza serpentina no solo filma a una imitadora y no a Loïe Fuller misma, sino que ni siquiera es la primera filmación de la danza serpentina diri...

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