Cuando el fútbol no era el rey
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Cuando el fútbol no era el rey

Los deportes en el espacio público de la ciudad de Valencia (1875-1909)

  1. 206 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Cuando el fútbol no era el rey

Los deportes en el espacio público de la ciudad de Valencia (1875-1909)

Descripción del libro

En los últimos años, se han publicado valiosas obras centradas en las prácticas deportivas. Este libro, de manera amena y detallada, relaciona deportes con la evolución experimentada por los espacios públicos de Valencia durante los inicios de la Restauración. En estos puntos de encuentro, surgirán conflictos entre clases sociales que interactúan en una sociedad civil cada vez más autónoma y abierta. Sus enfrentamientos son estudiados para explicar la democratización del municipio vivida a principios del siglo XX y sirven para exponer el éxito que tuvieron los planteamientos del regeneracionismo en la práctica de la gimnasia o la educación corporal. Interesante tanto para el especialista como para el aficionado a los deportes, el presente trabajo es una completa investigación de historia sociocultural sobre la sociabilidad y el deporte.

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Información

Año
2011
ISBN de la versión impresa
9788437070940
ISBN del libro electrónico
9788437084404
Edición
1
Categoría
Storia
Categoría
Storia moderna
IV. EL VELOCIPEDISMO
1. LOS PRIMEROS AÑOS: 1886-1891
Con unos cuantos lustros de diferencia respecto a Francia e Inglaterra, las cunas del ciclismo, la historia de este deporte empieza en Valencia, al igual que en Valladolid,1 el 7 de mayo de 1886, justo el mismo día en que se celebró el primer torneo de tiro. Aquel viernes se organizaron tres carreras en el paseo de la Alameda por la comisión de festejos del patronato de Nuestra Señora de los Desamparados:
Desde las seis de la mañana el paseo se vio invadido por extraordinaria concurrencia, deseosa de presenciar las primeras carreras de velocípedos que oficialmente se han organizado en Valencia.2
Las tres modalidades de carreras y sus respectivos premios fueron los siguientes: una 1.ª consistente en recorrer 1.800 metros para ganar una cigarrera artística niquelada; una 2.ª cuya dificultad residía en recorrer también 1.800 metros pero en el máximo tiempo posible y sin pararse, con una cigarrera en forma de casquete de jockey como premio, y una 3.ª con una distancia de 6.000 metros que vencer para obtener una licorera artística.
En total, participaron cinco hombres. Dos en la primera carrera, los cinco en la segunda y dos en la última. Y dos de los concursantes estuvieron en las tres. «Los vencedores fueron saludados con grandes aplausos»3 y lograron unas marcas meritorias. Francisco Puertas, el ganador de las dos carreras de velocidad, recorrió los 1.800 metros en tres minutos, hecho no desdeñable, ya que su velocípedo no tenía, como todos los de la época, frenos y debía tomar un total de 6 curvas. Además, no competía con una bicicleta, sino «manejando un aparato que tiene una rueda de gran radio, lo que le permite recorrer en menos tiempo mayores distancias».4 Por el contrario, la carrera lenta tardó más de 19 minutos en finalizar.
El concurso fue una dura competición, pese a la comicidad propia de la carrera lenta; como prueba, el resultado de Francisco Puertas y el hecho de que él y su rival, Honorato Navarro, hicieran un total de 9.600 metros aquel día. Esto no impide que se tratara de amateurs apasionados por la novedad de aquellos vehículos más que de defensores de la cultura corporal o atletas profesionales, como pone de manifiesto la naturaleza poco monetaria y saludable de los premios. Es difícil determinar la extracción social de los cinco participantes con exactitud, sólo ha sido posible identificar a uno de ellos: Miguel Cebrián, propietario aquel año de una casa de comidas en el camino de Burjasot,5 que en 1895 tendría una tienda de bicicletas en el número 16 de la calle de Cadirers.6
Al año siguiente, se optó por celebrar las carreras durante la Feria de Julio, disputándose las mismas modalidades, y aunque el número de velocipedistas aumentó de 5 a 9, repitieron Fernando Puertas y Miguel López Romá.7 Esta vez, uno de los participantes provenía de Ontinyent y otros dos, Eduardo Baquero y Trinitario Penalba, serían dos destacados personajes del mundo ciclista valenciano. El primero correría en la Feria de Julio entre 1887 y 1893, y cuando se establecieran los premios en metálico, lograría obtener, en total, unas 225 pesetas. Esto le permitiría una semiprofesionalización, ya que en 1895 sería el agente general de la marca Clément de bicicletas, ubicado su negocio en el número 19 de la plaza de San Francisco; además de ser el presidente del Club-CiclistaValenciano.8 Por su parte, Trinitario Penalba, que correría en los mismos años, no llegaría a ganar ningún premio monetario, y en 1895 sería el representante de la marca The Star, en el número 101 de la calle del Mar, y propietario del Velódromo Colón.9 Todo ello a pesar de que al parecer ninguno de los dos obtuvo el título de bachiller. Por otro lado, también ha sido posible identificar la edad de uno de los participantes, Ramón Irúrzum Ferrer, bachiller en 1879 y, por lo tanto, de unos 22 años de edad.
Hacia el año 1888 se efectuaron algunas modificaciones: la supresión de la carrera de lentitud y la inclusión de una carrera infantil para niños de cuatro a cinco años.10 Las carreras de adultos reunieron a 9 participantes, todos uniformados con una cazadora a rayas blancas y azules, gorra del mismo color y calzón corto. También se contó con cronómetros que permitieron establecer que Miguel Cebrián ganó la carrera de 1.950 metros a Miguel López Romá con 6 minutos y 59 segundos, frente a 7 minutos y 1 segundo. Sólo dos segundos de diferencia. Por otro lado, la carrera infantil enfrentó a cuatro niños, uno de ellos, Bienvenido Marí, nacido en 1884 y bachiller en 1898 sería concejal en el Ayuntamiento en 1904. Todos los premios fueron, una vez más, objetos artísticos.
En 1889 se celebraron también carreras de velocípedos durante la Feria de Julio sin importantes novedades; mientras que en 1890 no hubo Feria de Julio por culpa de la epidemia de cólera. Durante este período, resulta imposible saber con exactitud si el uso de los velocípedos11 fue sustituido por el de bicicletas; pero es muy probable que, exceptuando la carrera de 1886, el resto se efectuaran ya con bicicletas. No obstante, a partir de 1891, se emplearían sólo bicicletas, a pesar de usarse algunas veces todavía el término velocípedo por influencia francesa.
2. EL CLUB CICLISTA VALENCIANO Y LA CONSOLIDACIÓN: 1891-1900
Sin embargo, el gran boom del ciclismo empezaría en 1891. Aquel año se celebraron 8 carreras en dos días durante la Feria de Julio, que enfrentaron a 17 ciclistas, 3 de ellos en la categoría infantil.
Este festejo ha resultado más brillante que otros años. A pesar de celebrarse muy temprano (estaba anunciado á las seis de la mañana) acudió á dicha hora numerosa concurrencia á la Alameda, donde debía tener lugar.12
Pero el motivo del éxito fue que esta vez había premios en metálico en dos carreras, razón por la cual había corredores provenientes de Benicarló, de Lleida, de Huesca y de Madrid. La Carrera Regional de velocidad, de 3.600 metros, repartió 100 pesetas al ganador y 50 pesetas al segundo clasificado, y el Campeonato del Este supuso una competición de 9 km, donde se abstuvieron de correr los valencianos, cuyo campeón ganó 500 pesetas y el subcampeón 100 pesetas. La victoria la volvieron a decidir los cronómetros, ya que las marcas fueron de 17 minutos, 21 segundos y 8 décimas contra 17 minutos y 22 segundos. 20 centésimas de diferencia que valieron 400 pesetas. Además, estos resultados significaban unos 30 km/h de media en una bicicleta sin frenos durante 9 km de trayecto.
Estas carreras suponen ya la concurrencia de ciclistas profesionales, que en algunas pruebas pueden coincidir con aficionados. Un ejemplo es la presencia aquel año de dos corredores que, aunque en esta ocasión no se enfrentaron, serían figuras nacionales y rivales durante muchos años: Luis del Campo, quien vino de Madrid con su hermano Manuel, y Ricardo Minué Puchades, la primera leyenda del ciclismo valenciano. El primero participaría en 10 carreras celebradas entre 1891 y 1896 en la Feria de Julio, y ganó un total de 1.475 pesetas después de hacer más de 60 km; mientras que Ricardo Minué tomaría parte en 22 carreras (4 de ellas ya como motorista) entre 1891 y 1906, y logró 1.750 pesetas en premios. Recorrería en estas competiciones más de 120 km. Para estimar correctamente cuánto suponía esta cifra económica, se debe tener presente que el sueldo anual de un escribiente de primera de una entidad pública como el Instituto Provincial, uno de los centros educativos más cuidados y puntualmente remunerado por la Diputación, era de tan sólo 1.000 pesetas brutas, o el de portero, que se limitaba a 750 pesetas. Por otra parte, el sueldo neto mensual de un catedrático de instituto, recién incorporado mediante oposición, era de 208,33 pesetas, mientras que el de un maestro de primaria rondaba las 50 pesetas mensuales.13 Por lo tanto, la suma de 1.750 pesetas en 15 años lograda en premios no era nada insignifi cante; más aún si tenemos en cuenta que las competiciones ciclistas estaban proliferando en las grandes ciudades. La puerta a la profesionalización estaba abierta.
El 6 de febrero de 1892 presentaría sus estatutos en el Gobierno Civil el Club-Cicilista,14 entidad que contaba con 61 socios y cuyo presidente era Emilio Massó, de quien sólo ha sido posible saber que obtuvo el título de bachiller en 1879; tendría, en consecuencia, unos 27 años de edad. También se crearía en Carcaixent una sociedad ciclista el mismo año, el Círculo Veloz, de cuya actividad no ha sido posible saber nada, excepto que figura como disuelta en 1898.15
Sería el Club-Ciclista la sociedad encargada de organizar las carreras para la Feria de Julio de 1892. La competición enfrentaría, esta vez, a 30 ciclistas, 9 de ellos menores de 14 años, en 5 modalidades. Las más importantes fueron la Carrera Nacional de Velocidad, con 275 pesetas en premios, y la Carrera Nacional de Resistencia, de 13 km, que repartió 750 pesetas.
Este concurso atrajo á la Alameda un público numerosísimo, y que se interesó vivamente por la competencia entre los velocipedistas. La aglomeración del gentío á los lados del velódromo era tanta, que difícilmente se podía sostener el buen orden de los espectadores (...).
De todas las carreras, la que más llamó la atención fue la última, en la cual hicieron un verdadero y penoso esfuerzo de resistencia los campeones que se disputaron el triunfo. Dieron diez vueltas á la pista, lo cual significa que recorrieron la distancia de trece kilómetros. Como un relámpago pasaban y volvían a pasar: parecía que fuesen de acero, como las bicicletas, los músculos de los que las montaban y regían.
El madrileño y el catalán, que obtuvieron los dos primeros premios, corrieron casi emparejados la primera vuelta, y el público seguía con afán aquella carrera vertiginosa en que tan equiparadas estaban las fuerzas de los contendientes. Hasta la última vuelta iba delan...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. DEDICATORIA
  5. FUENTES ARCHIVÍSTICAS Y ABREVIATURAS
  6. PRÓLOGO
  7. INTRODUCCIÓN
  8. I. LA SOCIEDAD DE CAZADORES Y LA PRÁCTICA DEL TIRO
  9. II. UNA CIUDAD DE CABALLEROS SIN CABALLO
  10. III. LA PILOTA Y EL FRONTÓN
  11. IV. EL VELOCIPEDISMO
  12. V. EL REAL CLUB NÁUTICO Y LA GRAN CIUDAD
  13. VI. ORÍGENES DEL TENIS, DEL FÚTBOL Y DEL ATLETISMO
  14. VII. GIMNASIOS, EDUCACIÓN Y REGENERACIONISMO
  15. VIII. LA ESGRIMA Y LA PRÁCTICA DEL DUELO
  16. A MODO DE CONCLUSIÓN
  17. BIBLIOGRAFÍA
  18. PUBLICACIONES PERIÓDICAS