UNA MIRADA A LA CONSOLIDACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA Y PROFESIONAL EN ESPAÑA
Manuel Pérez Yruela
Instituto de Estudios Sociales Avanzados IESA-CSIC
Muchas gracias a la facultad, al departamento y a su director, el profesor Miguel Ángel García Calavia, por darme la oportunidad de participar en este acto de conmemoración del 50 aniversario del inicio de las enseñanzas de sociología en esta universidad. Es para mí un honor estar hoy aquí para celebrarlo con ustedes, alumnos y profesores, hablando de un tema importante para todos nosotros como es el proceso de institucionalización y consolidación de la sociología en España como disciplina científica y como profesión.
Entrando en el tema, en mi intervención trataré de hacer una síntesis de ese proceso a través de algunos de los hitos más importantes del pasado y del presente, que pueden servir para comprender en términos sociológicos de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí y cómo podemos mirar al futuro. Voy a hablar, más bien recordar, algunas cosas del pasado teniendo en cuenta que se pueden emplear dos enfoques para referirse al valor que hay que dar a la historia de una disciplina cuando, desde el pasado, se mira a su presente y a su futuro. El primero se sintetiza en la expresión que se le atribuye a Isaac Newton en la polémica que mantuvo con Robert Hooke acerca de la autoría de algunos descubrimientos científicos. Decía Newton que, si él como investigador veía más lejos que otros, era porque lo hacía subido a hombros de gigantes. Esta expresión se ha interpretado de distintas maneras en el contexto de la polémica en la que surgió. La que me interesa a efectos de esta intervención es la que entiende que con ella se reconoce con humildad que el progreso del conocimiento científico es el resultado de un proceso acumulativo en el que unos avances preceden a otros. Por ello, es justo mirar atrás, mirar a quienes nos precedieron en esa tarea, reconociendo que, si vemos más lejos que ellos, es porque vamos subidos sobre sus hombros, a los que metafóricamente nos referimos como gigantes. Siempre ha sido importante tener esa actitud y lo es más ahora para contrarrestar el adanismo que se ha extendido en la cultura moderna y puede que también en la sociología.
El segundo sostiene que no es menos cierto, como decía Alfred North Whitehead, que la disciplina que no olvida a sus maestros está perdida, porque para avanzar, para innovar, y para hacerla progresar, hay que olvidarse de los rastros del pasado y mirar al futuro. Esto ya lo dijo antes nuestro Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, en su obra Reglas y consejos sobre investigación científica. Tónicos de la voluntad, un libro cuyo contenido es básicamente su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1897, de la que hay varias ediciones, casi todas ellas conocidas con el título de Tónicos de la voluntad. Al comienzo de esa obra, Cajal advertía a los jóvenes investigadores sobre los riesgos de una excesiva admiración por la obra de los grandes iniciadores científicos, a los que solemos referirnos como maestros fundadores o padres de la disciplina, diciendo: «Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes autoridades de la ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel, pero ineludible, es crecer un poco a costa de la reputación de las mismas. Pocos serán los que, habiendo inaugurado con alguna fortuna sus exploraciones científicas, no se hayan visto obligados a quebrantar y disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico».
Al final, creo que la verdad está, como pasa tantas veces, en algún punto intermedio, entre ir a hombros de gigantes y romper con el pasado, porque el camino que lleva a la ruptura con el pasado se apoya en la crítica para seguir avanzando en los conocimientos que otros aportaron antes. Es el camino que nos lleva a pensar que los que antes nos parecían gigantes, después de esa mirada crítica no nos lo parecen tanto.
A lo largo de mi intervención voy a sostener que en España hemos logrado en poco tiempo institucionalizar y consolidar la sociología como disciplina científica. Lo hemos hecho en un periodo de unos cincuenta años, corto si se compara con el que otros países han contado para hacer lo mismo. Esto puede explicar que se trate de un proceso no carente de debilidades en el ámbito académico, pero sobre todo con bastantes más en el ámbito profesional. Creo que la sociología en España tiene aún por delante el reto de convertir esta disciplina académica en una profesión civil lo más parecida posible a otras, en las que quienes se forman en esas especialidades salen al mercado de trabajo con ideas razonablemente claras de lo que es su profesión y su práctica. Para que nosotros podamos lograr esto deben producirse cambios disruptivos en la formación de los profesionales, en las relaciones entre el ámbito académico y el profesional y en la articulación y defensa de los intereses de ambas partes.
La sociología en España ha llegado hasta aquí a través de un proceso histórico al que, para ser coherente con lo dicho antes, es de justicia tributarle el reconocimiento debido. En ese proceso pueden distinguirse cuatro etapas. La primera, es la del origen de la Sociología en España, que se puede fechar entre 1898 y 1939. La segunda, en la que se produce la refundación de la sociología tras la guerra civil, discurre entre 1940 y 1970. La tercera, en la que la sociología se consolida tras la refundación, tiene lugar entre 1970 y 2000, durante los años del tardo franquismo y sobre todo de la recuperación de la democracia. La cuarta, desde 2001 hasta la actualidad, es en la que se afianza la expansión, diversificación y especialización académica de la disciplina. En otras palabras, es la etapa en la que la sociología en España discurre ya por un periodo de normalización y homologación respecto a otros países de su entorno. También es un periodo en el que, normalizada la sociología en el ámbito académico, adquiere relevancia el debate sobre la sociología como profesión. Exceptuando el periodo del origen, sobre cuya acotación temporal hay bastante consenso, la concreción que he hecho de las demás etapas reconozco que puede ser discutible. No obstante, creo que reflejan razonablemente bien los hitos de la evolución de la sociología en España. La duración del proceso que quiero cubrir es larga para el tiempo que permite una conferencia. Por ello, haré una reseña sintética y en parte también sincrética de ese proceso, pensando más en los estudiantes que en los profesores que me escuchan, a los que supongo conocedores del tema.
Orígenes: 1898-1939
La sociología empezó a desarrollarse en España, a la par que en otros países de nuestro entorno, acumulando un legado interrumpido por la Guerra Civil y la dictadura franquista, que de no haber sido así habría permitido que se institucionalizara y consolidara menos tardíamente y más en contacto con la de esos países. Hay que recordar que la primera Cátedra de Sociología de España se convocó en 1898 por la Universidad Central (ahora Complutense). La ganó Manuel Sales y Ferré (1843-1910), que tomó posesión de ella en 1899. Antes había enseñado historia en Sevilla, donde ya había empezado a interesarse por la sociología. Además, es muy probable que estuviera entre las primeras cátedras de Sociología del mundo, si no la primera, según recordaba nuestro colega Emilio Lamo en un artículo celebrando su primer centenario. Durkheim obtuvo la suya en La Sorbona en 1913. Sales y Ferré publicó un Tratado de Sociología, que es el primer tratado de carácter sistemático publicado aquí, con un contenido inserto en las tendencias evolucionistas y positivistas que entonces había en la disciplina fuera de España, muy influidas por Comte y Spencer, y que le enfrentaron a las posiciones escolásticas y tradicionales entonces muy presentes en el país. Era una obra que incorporaba buena parte de las aportaciones de la sociología de otros países.
Otro politólogo y sociólogo coetáneo de Sales y Ferré, aunque más joven, Adolfo González Posada (1860-1944), nos dejó un trabajo titulado La Sociología en España, publicado en 1899 en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, muy útil para conocer la situación de la disciplina a finales del siglo XIX. En él recogió un comentario sobre el Tratado de Sales y Ferré, publicado en 1898 por el Prof. Gaston Richard, (sustituyó a Durkheim en la Cátedra de Sociología de Burdeos), en la Revue Philosophique. El comentario decía literalmente: «El autor del sabio y concienzudo libro de que voy a dar cuenta es español, y enseña historia en Sevilla. Lo sentimos por él. ¿Por qué no es un alemán? ¿Por qué no enseña en Marburgo o en Greifswald? Los tres volúmenes de su Tratado de Sociología no asustarían a ningún traductor; pero necesario es que lo sepa y se resigne; entre nosotros no quiere recibirse la luz sino de Alemania, aunque lo alumbre a la mitad del siglo cualquier arriere disciple de Herbart». Aunque se trata de un comentario sobre la influencia de la filosofía alemana en Francia, en el contexto del debate de aquel momento entre idealistas y realistas, me parece entender en él también un trasunto que afectará a la sociología española y al que me referiré más adelante. Se trata del aislamiento y escaso contacto que nuestra comunidad sociológica tuvo durante ese periodo y ha tenido hasta la refundación respecto a otros países que, a su vez, han ignorado las aportaciones de la sociología española.
La creación de esta primera cátedra de sociología coincide con una etapa en la que se desarrollaron en España dos movimientos intelectuales importantes por su influencia en la vida nacional y en los comienzos de la sociología: el Krausismo y el Regeneracionismo. Como es bien sabido, el primero se desarrolló a partir de la introducción en España de la filosofía idealista del alemán Karl Christian Friedrich Krause, discípulo de Hegel, a través de Julián Sanz del Rio (1814-1869), que entró en contacto con ella durante una estancia en Heidelberg en 1843 para estudiar historia de la filosofía. El ideal Krausista se recogía en el libro del propio Krause titulado Ideal de la humanidad para la vida, editado con introducción y comentarios de Sanz del Río. Como éste decía en el prólogo, la obra era un «ensayo de filosofía práctica, individual y social», que, a mi juicio, puede considerarse como una guía para las instituciones y las relaciones sociales desde la perspectiva del organicismo y racionalismo armónicos que caracterizan el orden social que proponía el krausismo. Es una visión que, salvadas todas las distancias, creo que tiene algunas de las ideas que después se vieron reflejadas en la gran síntesis teórica del estructural funcionalismo.
Con independencia de esa visión filosófica, a veces no fácil de entender y aún más si se hace con una mirada del siglo XXI, el krausismo introdujo y difundió ideas y valores que contribuyeron a la modernización del pensamiento de la retrasada España del XIX. Entre las primeras: la idea del estado liberal y democrático; el valor del estado de derecho para la democracia; la función social de la propiedad; la importancia social de las formas de propiedad colectiva frente a las del individualismo posesivo; la educación como pilar básico de la vida social; la mirada hacia otros países de Europa para buscar soluciones a los problemas del nuestro; la ciencia como motor del cambio y el progreso y para el necesario conocimiento de esos problemas. Entre los valores: la igualdad entre todos los seres humanos y, en particular la igualdad de la mujer; la tolerancia; la libertad de expresión y de cá...