Testimonios de la represión
Hay muchos testimonios de la represión republicana en todas las provincias españolas que quedaron bajo su dominio. Todos ellos son importantes y representativos del terror que se sufrió en la retaguardia. No es nuestro propósito reseñarlas todas. Por eso, en estas páginas, pondremos en negro sobre blanco sobre algunos casos contabilizados, que son reflejo de todo lo ocurrido durante esos años de la guerra civil española
Testimonios de Madrid
El día 2 de octubre de 1936 fue detenida por la cheka Dolores Falquina y García de Pruneda, de veinticinco años, por el único motivo de haber acudido a reclamar noticias de su padre, el Comandante de Ingenieros Antonio Falquina Jiménez, que, detenido por el Comité de Investigación Pública, no había dado a su familia noticia alguna de su paradero. Tanto el Sr. Falquina como su hija Dolores fueron asesinados por la cheka de Fomento. María de los Dolores Rizzo y Goñi, que coincidió como detenida en la cheka de Fomento con su amiga Dolores Falquina, refiere en los siguientes términos, en declaración prestada ante la Causa General, los últimos momentos de la víctima:
Al día siguiente, día 3 de octubre, de madrugada, llamaron para declarar a la señorita Falquina y le preguntaron si era de Acción Católica y que dijera dónde estaban escondidos unos jóvenes falangistas. Contestó que, en efecto, era secretaria de la Parroquia de San José y que no conocía a tales muchachos, cuyos nombres, en verdad, le eran completamente desconocidos. A las cuatro de aquella misma madrugada fue llamada nuevamente por un miliciano portador de un sobre azul. Tanto la declarante como la víctima creyeron que iba a ser puesta en libertad; pero pocos minutos después oyó la que declara un fuerte grito dado por la víctima, y que lo conoció por la voz. Después no volvió a la celda ni se ha sabido más de ella, suponiendo fuera seguidamente asesinada.
Con motivo del asesinato de un vecino de Madrid llamado Bernardo Tomás Chelvi Mulet, y de haber sido detenido por las autoridades republicanas, acusado del secuestro y asesinato de dicho señor, el destacado elemento de Izquierda Republicana, Leopoldo Carrillo Gómez, representante de este partido en la cheka de Fomento, la Agrupación de Izquierda Republicana de Madrid -no obstante haber sido puesto en libertad Leopoldo Carrillo a los tres días- dirigió un escrito de protesta en mayo de 1937 al Ministro de la Gobernación, quejándose de la detención sufrida por Leopoldo Carrillo y afirmando que, por haber actuado el Comité de Investigación Pública de acuerdo con el Gobierno del Frente Popular y bajo la dependencia del mismo, los miembros de dicho Comité debían ser plenamente amparados, sin que pudiera admitirse fueran molestados en ningún caso por las responsabilidades contraídas ni las sanciones acordadas en el ejercicio de sus funciones; debiendo cumplirse en este respecto lo convenido entre el Ministro de la Gobernación y la Comisión del referido Comité, que a tal objeto visitó al Ministro en Valencia, el 12 de febrero de 1937, presentándole un escrito firmado por los representantes de las organizaciones, reclamando plena garantía para los miembros del extinguido Comité.
El ingeniero Alfredo Fernando Langa, detenido en la cheka del Marqués de Riscal, después de ser brutalmente maltratado, fue sacado en la noche del 26 de agosto de.1936, en unión de los también detenidos, Felipe Arana Vivanco, José María Rodríguez Alcalá, Pablo Cáceres, Teodoro Menéndez y un religioso capuchino conocido por el Padre Gregorio. Conducidos todos ellos en automóvil a los altos del Hipódromo, fueron puestos en fila para ser fusilados, recibiendo en aquel momento la absolución dada por el religioso. Como en aquel mismo instante se oyó una trepidación de motores y por miedo de ser descubiertos por unos aviones nacionales en vuelo sobre aquel lugar, los milicianos, atemorizados, no aseguraron bien su puntería, por lo que Alfredo Fernández Langa, no fue tocado por los disparos que causaron la muerte de sus compañeros y tras grandes esfuerzos consiguió huir y ponerse a salvo.
Eran modalidades características del terrorismo anárquico impuesto por el Frente Popular el ensañamiento y las mutilaciones: constantemente se remitían casos de víctimas enterradas o quemadas vivas, muertas a palos o sometidas a martirios semejantes.
En Madrid, el General republicano Eduardo López Ochoa fue sacado por las milicias del Hospital Militar de Carabanchel, donde se encontraba enfermo, y fue asesinado. Su cadáver es decapitado por dichas milicias, secundadas por las turbas, que pasearon la cabeza del General por las calles céntricas de Madrid.
Luís Vales Álvarez, de cuarenta años, empleado, fue detenido el 17 de agosto de 1936 al acudir al Cementerio del Este a hacerse cargo del cadáver del General Fanjul -fusilado por los republicanos- para darle sepultura, siendo asesinado el referido Luís Vales, cuyo cadáver fue hallado en las tapias del Cementerio de Vicálvaro.
El cadáver de Diego García Alonso, de veintinueve años, empleado, apareció a mediados de agosto de 1936 en la Pradera de San Isidro, con la cabeza machacada.
Inés Benítez Jaén, no obstante su avanzada edad, de sesenta y ocho años, fue detenida por el exclusivo motivo de su piedad religiosa, en su domicilio de la calle de Velázquez 3, en los primeros días de diciembre de 1936, sin que su cadáver pudiera ser encontrado por la familia.
La anciana de setenta y cuatro años, Asunción del Valle Pérez, con domicilio en la calle del Miño, número 1, fue detenida el 26 de noviembre de 1936 por unos milicianos, aparecido su cadáver con numerosas heridas de arma de fuego en distintas partes del cuerpo.
Una familia compuesta por Dolores Crespo Iglesias, de cuarenta y dos años, su hija María de los Dolores Jiménez Crespo, de diecisiete años, y su sobrino Vicente Arnau Crespo, de quince años, fueron detenidos el 30 de septiembre de 1936 a la puerta de la Cárcel Modelo, adonde habían acudido a visitar al marido de la primera, sin que se volviera a tenerse más noticias de las víctimas ni fueran identificados sus cadáveres.
Según denuncia del Teniente Coronel Rafael Soto Reguera, un vecino de su casa, calle de Torrijos, 69, cuyo nombre desconocía por haber vivido dicho señor solo y sin familia alguna, fue detenido, en su domicilio, sobre el 20 de julio de 1936, por un grupo compuesto de seis o siete hombres y una mujer, que llegaron a agredirle con las culatas de los fusiles, sin respeto a la avanzada edad del señor en cuestión, que se acercaría a los ochenta años. Aquella noche se supo que el cadáver del anciano detenido había aparecido, con varias heridas de arma de fuego, en el Campo del Pilar, detrás de la iglesia de la Guindalera. La Causa General identificó esa víctima, que resultó ser Agustín Enríquez Fernández, de ochenta y cinco años, natural de Guardo (Palencia). El anciano, que se encontraba impedido, fue detenido por un grupo de milicianos, que lo acusaban de haber hostilizado a las milicias. Conducido detrás de la iglesia del Pilar, en la Guindalera, al atardecer del día 20 de julio de 1936, fue asesinado por los milicianos, rematándole a tiros de pistola una miliciana joven, que también había tomado parte en la detención.
Según declaraciones de José Antonio Rodríguez de Celis, Marqués de Trebolar, de veintidós años, de profesión Abogado y con domicilio en la calle de Alcalá 103, que había logrado escapar de Paracuellos del Jarama, en donde estaban siendo asesinados en la mañana del 8 de noviembre de 1936 los presos evacuados de la Cárcel Modelo, llegó herido al inmediato pueblo de Ajalvir (Madrid), solicitando asistencia facultativa, en cuyo momento, los componentes del Comité rojo de la localidad y varios vecinos más, en un número de 30 a 35, llevaron en tropel al fugitivo por la carretera de Ajalvir a Estremera, y en el kilómetro 1, aproximadamente, le dispararon por la espalda varios tiros, arrastrándole acto seguido hacia una fosa, no sin que antes un individuo llamado Teófilo Recio, aplastase la cabeza de la víctima con una piedra de gran tamaño La proeza la festejaron luego en una taberna del pueblo.
Valentina Fernández Urrisola, de cincuenta y ocho años, casada, con domicilio en la calle de Núñez de Balboa 78, fue detenida por unos milicianos republicanos, que pretendieron obligarla a revelar el paradero de su hijo, y al negarse a manifestarlo fue sacada de su casa, desconociéndose desde entonces su paradero.
Antonio Díaz del Moral, vecino de Ciempozuelos, fue detenido por el Comité de Investigación de la referida localidad. El 1 de octubre de 1936 fue sacado de la cárcel y conducido al Comité del pueblo, donde sufrió toda clase de insultos y vejaciones y llevado luego al embarcadero de reses bravas de Joaquín López de Letona. Después de llenar de fango al detenido en una acequia de riego, lo ataron con una soga por debajo de los brazos, colgándolo de uno de los chiqueros de los toros, donde Antonio Díaz del Moral fue corneado por la res allí encerradas. Cuando se cansaron de esta escena, le fueron cortadas las orejas por un individuo llamado Primo García Hernández. Seguidamente Antonio Díaz del Moral fue atado a la parte trasera de un automóvil, que lo condujo, arrastrándolo, hasta un olivar sito en la vega, donde los milicianos lo colgaron de un árbol y lo remataron a tiros. El cadáver, que presentaba múltiples heridas por asta de toro, arma blanca y de fuego, fue hallado en el referido olivar, próximo a la carretera de San Martín de la Vega.
El testigo Ángel Hurtado Navarro, sobrestante de Obras públicas, que fue obligado por los marxistas a prestar servicios en diciembre de 1936, en el lugar conocido por Somontes, próximo a la carretera de Madrid a El Pardo, presenció la ejecución de numerosos asesinatos en dicho lugar, según declaración prestada por dicho señor ante la Causa General de Madrid. Destacando entre los crímenes...