PERIODISTAS ESCANDALOSAS DE LOS AÑOS TREINTA. PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE LA HISTORIA DE LA PRENSA EN EL SIGLO XX
La historia de las periodistas francesas no existe, ignorada por las historias de la prensa que han ocultado algunos de sus episodios importantes, como la invención de la crónica parisina por Delphine de Girardin a partir de 1836 o el desarrollo de un reportaje empático por parte del diario femenino La Fronde en 1897. Las pocas y raras mujeres periodistas que conocieron una cierta visibilidad en su tiempo, antes de la segunda guerra mundial, en su mayoría desaparecieron de nuestra memoria colectiva. Justamente, trabajando en una historia de las periodistas, detecté a varias mujeres (Maryse Choisy, Marise Querlin, Odette Pannetier) que, entre 1928 y 1936 más o menos, publicaron reportajes que creaban escándalo tanto por su tema como por las prácticas a las que recurrían para encontrar la información. De hecho, utilizaron métodos bastante similares a los de las stunt journalistes estadunidenses de la década 1880-1890, como Nellie Blye o Annie Laurie, que se disfrazaban para penetrar en instituciones de difícil acceso. Pero el procedimiento de las francesas de los años treinta es mucho más distanciado, incluso a veces irónico. A menudo se acompaña de una reflexión sobre las identidades sociales y particularmente sobre la profesión periodística y sus limitaciones de género. Sobre todo, los lugares elegidos por estas periodistas poseen muchas más connotaciones sexuales que los de sus predecesoras estadunidenses. Sus reportajes, en la época de las grandes investigaciones aventureras de un Albert Londres o un Joseph Kessel, fueron además recibidos como provocaciones casi pornográficas. En un artículo necrológico sobre Maryse Choisy, se escribió que: “La exploración maniaca de todos los lugares de diversión de los años veinte dio a Maryse Choisy una celebridad escandalosa.”1 La biografía de Marise Querlin señala “que se le calificaba de demonizadora […] por parte de una burguesía conservadora e incluso de la gente común, preocupada por el respeto a las instituciones establecidas”.2
Esta conferencia detallará en principio los pintorescos dispositivos elegidos por Marise Querlin, Maryse Choisy, Odette Pannetier y otras, para crear escándalo en los años treinta. Pero enseguida veremos lo que ilumina este pequeño episodio de la historia del periodismo, más allá de la anécdota. De hecho, se trata de un prisma interesante que atrae la atención sobre tres ámbitos aún por explorar en la historia de la prensa: el reportaje de inmersión, la historia de las mujeres periodistas y las escrituras de la prensa de los años treinta. En efecto, la Historia condenó a esta prensa, a la que calificaba de difamatoria o corrompida, aislando sus rasgos (la difamación y la corrupción), sin observar de cerca el funcionamiento global de las escrituras periodísticas en esa época.
I. El dispositivo del periodismo de inmersión Su golpe de efecto
Todo comienza en 1928, cuando dos mujeres periodistas publican casi simultáneamente dos reportajes que tendrán, a causa de su tema y sus métodos de investigación, récords de venta sin precedentes. La primera, Marise Querlin, da a conocer en 1928 un reportaje titulado Les ventres maudits (Los vientres malditos), obra que alcanza un tiraje de 200 000 ejemplares. Marise Querlin, nacida en 1903, es colaboradora del Paris Soir y del Journal donde se especializa señaladamente en el reportaje social y los niños desamparados.3 Les ventres maudits son una serie de reportajes sobre las mères-filles (madres solteras), es decir las mujeres que tienen hijos ilegítimos, gran parte de los cuales se realiza bajo identidades y funciones prestadas. Así es como ella, haciéndose pasar por enfermera, arranca varias confidencias a las madres solteras.
–¿Tiene usted sus diplomas?
¿Diplomas? Evidentemente los tengo. Como todo el mundo. Pero no son diplomas de enfermera. Es sólo que tomé mis precauciones: el doctor al que me dirigí es uno de mis amigos. Él sabe que mi ambición no es curar el cuerpo lastimado de las jóvenes madres, sus clientes, sino buscar descubrir un poco de su alma, un poco de esta vida perpetuada, transmitida por ellas como una antorcha sin luz.4
Durante esta investigación, ella se hace contratar como sirvienta en casa de una mujer que realizaba abortos clandestinos,5 se hace pasar por prostituta para entrevistar mejor a esta población, cruza finalmente las mismas siluetas glaucas que Maryse Choisy, quien publica en el mismo año un libro aún más radical, Un mois chez les filles (Un mes entre las chicas).
Maryse Choisy posee una personalidad y una vida fuera de lo común. Nacida en 1903, aprueba el bachillerato antes de los quince años; en 1926 sostiene una tesis sobre las filosofías hindúes. Comienza a experimentar con una fórmula de inmersión –“un mes como obrera de fábrica”, “un mes como modelo”, “un mes como enfermera”– en L’Intransigeant en 1926. Se trata de reportajes en los que se integra a los ámbitos de su investigación por medio de un disfraz. Durante un descanso a mitad de un reportaje en el que está disfrazada de recamarera en el Ritz, conoce a Aubier, el director de las ediciones Montaigne, quien le propone contar “desde el interior”, según el mismo principio, la vida de una casa de citas.6 Y así, el 19 de junio de 1928 da a conocer Un mois chez les filles, que venderá 450 000 ejemplares, hasta que en un arranque de virtud, luego de su conversión al catolicismo en 1939, lo retirará de la venta.
En Un mois chez les filles, Maryse Choisy multiplica los disfraces. Entra como recamarera a una casa de citas parisina y después como criada en un burdel normando, se disfraza de prostituta para dar unos pasos en el “corredor” del Olympia y ahí seducir al cliente, es subjefa en el prostíbulo Chez Ginette, bailarina de salón durante ocho horas en el bar para lesbianas Le Fétiche, joven prostituta en busca de un padrote en el salón de baile L’As de Coeur donde no deja de hacer que la aborden…
El reportaje está escrito en primera persona y pretende menos dar cuenta de los “hechos” que de la “conmoción personal recibida por esos hechos”,7 según la práctica del reportaje vivencial. Se supone que uno se encuentra en el meollo del tema. El reportaje entonces está condimentado de numerosos pasajes en discurso directo que se supone reproducen las palabras auténticas de los padrotes y las prostitutas. En la sala de espera de una oficina de empleos, el lector se convierte así en testigo de una conversación que revela el saber muy superficial de las prostitutas en materia de transmisión de la sífilis y sus conocimientos mucho más extensos sobre las diferentes técnicas y posiciones posibles: “el amor al saca-leches”, “como pato”, “a la Clemenceau”. Se comprende que una parte del escándalo se debe a las anécdotas atrevidas y a las alusiones libertinas con que Choisy espolvorea sus reportajes.
En un sentido más global, el éxito de la obra se sostiene también en un hábil suspenso que se mantiene hasta el final. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la reportera para asegurar la veracidad de este testimonio? El éxito de los reportajes se basa habitualmente en el cuerpo expuesto y puesto en peligro de la periodista. Se trata generalmente de un peligro físico al que se arriesga el reportero en una guerra o una catástrofe natural; Maryse Choisy inventa un nuevo tipo de exposición del cuerpo del reportero y también un nuevo peligro soportado por este cuerpo para las necesidades del reportaje: el de ser confundido con un cuerpo público. Numerosos pasajes de la narración se demoran en el cuerpo tentador y tentado de la reportera: “la mirada de la patrona describe una segunda elipsis alrededor de mi cuerpo: –Bonita como es usted, debió haber entrado al talón, me aconseja maternalmente.”8 El reportaje juega con las opciones extremas: a veces la reportera está a punto de ser seducida, a veces casi violentada.
Una de las atracciones del reportaje viene de la interferencia de identidades que suscita. El yo duda constantemente entre la periodista y la prostituta: “De zorra a zorra,9 prefiero una zorra que triunfa. Mi brocha y mi tubo de rouge orquestan una nueva música de c...