Psicopoética
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Psicopoética

Lenguaje, subjetividad y recreación subversiva del mundo

  1. 380 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Psicopoética

Lenguaje, subjetividad y recreación subversiva del mundo

Descripción del libro

En este libro la psicopoética es entendida como un acontecimiento sociopsicológico que involucra de manera más o menos sutil o explícita deslices recreativos y que surge bajo determinadas condiciones culturales y de relaciones de poder en el contexto de la interacción cotidiana, así como a través de ciertos modos de dialogar y conversar. La psicopoética se asume, así, como una forma intersticial de vincularse (discursiva e intersubjetivamente) con el mundo y con los demás, en virtud de lo cual se abre y se proyecta, conscientemente o no, una dimensión política de resistencia inventiva en el hablar y en el hacer; una especie de poética de la interlocución de implicaciones marcadamente subjetivas que se opone a las pautas de comportamiento y expresión. De esta manera, la psicopoética, en su talante imaginativo, subversivo y muchas veces lúdico, contrasta con la realización de diálogos formales, de carácter algorítmico; diálogos institucionalizados o dirigidos al cumplimiento de objetivos de conocimiento, control o desarrollo de diversa índole. Con todo ello, se subraya la importancia de concebir y reivindicar modos de relación y de palabra que promuevan la desujeción creativa en la vida social y que puedan extender, en su tensión dinámica, todo espacio posible de libertad.El libro tiene carácter transdisciplinar y en su recorrido teórico pasa por la recuperación del pensamiento de Deleuze, Guattari, Serres, Agamben, Maffesoli, Bajtín, Foucault, Butler, Haraway y Braidotti, entre otros; aborda los debates propios de la crítica de la psicología y sus aparatos de subjetivación y normalización y realza constantemente la potencia generativa y de transformación de mundos sociales que tiene lugar en el juego del desplante poético. En todo caso, la obra combina el rigor de la investigación académica con el despliegue creativo de ideas que abren diversas y sugerentes líneas de reflexión sobre la interlocución cotidiana y sus posibilidades de reinvención, los modos de existencia social y la relación entre la subjetividad y los designios del poder.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789876919920
Categoría
Filología

V. Psicopoética: escritos, mutaciones y desvíos (para jugar)

La increíble historia del perro que deviene rata: un testimonio ultrametafísico sobre la variabilidad universal y el amor perdido

A Donna Haraway y Peter Ameinsenhaufen
Yo he desplegado velas a los vientos y he viajado por el inmenso mar,
y no hay en todo el mundo nada que permanezca:
todo fluye y, en ese vagar, se plasma cualquier figura;
y también el tiempo mismo se desliza con impetuoso movimiento,
igual que un río, pues tampoco el río puede detenerse,
ni puede la efímera hora, sino que, tal como una ola es empujada
por otra ola, y ella misma es acosada mientras avanza y acosa a la anterior,
así, el tiempo huye y se persigue a la vez y resulta siempre nuevo;
pero lo que fue antes queda atrás, y llega a ser aquello otro
que aún no había sido, y, así, todos los momentos se renuevan.
Ovidio, Las metamorfosis

Rocola

Ser extranjero en Barcelona puede implicar el surgimiento de experiencias profundamente inusitadas. Aquella tarde, después de visitar una famosa librería, caminaba por Balmes y quise comer algo. Giré en Diputació hasta llegar al carrer d’ Aribau y en el número 18, rodeado por elegantes edificios y decenas de altas ventanas con sus balcones de herrería, entré a un pequeño bar-restaurante llamado El Pato Inquietante. Leí el menú que, dicho sea de paso, tenía opciones formidables, tales como albóndigas, morcilla de Burgos, lentejas estofadas, chorizo ibérico o ensaladilla rusa, entre otras delicias. Atendido por una joven china, miré la barra de aluminio y vidrio con su base de rombos negros y blancos en la que se mostraban además los trozos de tortilla de patata y huevo, aceitunas, boquerones en aceite y calamares rebozados. Junto a los platillos se ubicaba, con impecable sobriedad, el dispensador cobrizo de cerveza oscura. El recinto estaba lleno de pequeñas mesas con sillas de madera que resaltaban sobre el piso de granito y las paredes de color naranja. La gente conversaba muy animadamente. Detrás de la barra, sobre la gran estantería, podían verse miles de botellas de licores desconocidos: brandy, ron y vodka sobre todo y, en la base del mueble, la máquina del café expreso con las pequeñas tazas blancas encima. Una colección de flores marchitas adornaba las esquinas superiores de la puerta. A un costado, colgada de un gancho, una gran pieza de jamón serrano lista para rebanarse. Sonaba la rocola con sus luces: una canción de Charles Aznavour, “Morir de amor” –creo–. Pedí mis alimentos, comí tranquilo y después del café me bebí un whisky hundido en la nostalgia. Pagué la cuenta y al salir miré un cielo intenso atravesado en lo alto por las ramas secas de los árboles que tiene la ciudad en esas calles.
“¿Hacia dónde he de ir ahora?”, me pregunté.

Velocidad

Todo sucedió en el carrer d´Aribau. De pronto, ante mis ojos que lo iluminaron como lámparas, se atravesó un perro tan pequeño y tan rápido que no hizo sino empezar a convertirse en una rata. No una rata inmunda y agresiva, sino una rata saltarina y muy simpática de fino pelo de canela y oro. Pensé de inmediato que ese era el perro que deviene rata (pero que nunca llega a serlo totalmente): se trataba, en efecto, de un perro que huye de su condición de perro hacia la condición de rata, pero que nunca deja de ser perro ni tampoco se convierte –plenamente– en rata. Era entonces un perro cuya existencia concreta consistía, entre otras cosas, en devenir rata sin concluir nunca, o sea, devenir rata infinitamente. “Ese perro vive deviniendo rata (entre muchas otras cosas también) a cada instante de su existencia”, pensé. La fórmula podría ser la siguiente: ante una condición (X) que deviene otra (Y) tendríamos: X → xY. En este caso, tal como estoy demostrando, el perro tiende a escapar de su condición de perro, pero nunca realiza totalmente la condición de rata. Sin embargo, en ese proceso el perro (paradójicamente) se ratifica.
La situación descripta, por cierto, es propia también de lo humano. Lo humano puede calificarse justamente como aquello que siempre deviene otra cosa, sin dejar de ser –del todo– aquello de lo que partió. “Nada de lo que somos nos es dado”, apunta Jean Lescure, “y todo lo que de humano somos es producto de una metamorfosis”.1 Vivimos abonando condiciones previas para luego encarnar (incardinar) otras y, no obstante, aquellas condiciones previas que abonamos (y que tal vez querríamos desasistir) siempre nos acompañan como una impronta. Desde luego, uno siempre deviene simultáneamente muchas otras cosas en la pluralidad y en la multiplicidad de los entes. Y, al mismo tiempo, cada cosa devenida influirá, en una especie de retorno complejo, sobre uno. La fórmula (circular) podría ser la siguiente:
El perro del que hablo, por ejemplo, caminando por aquella calle de Barcelona, no solo deviene rata; deviene también tarde de viernes edificio de cuento misterioso música empobrecida rostro que te mira desde lejos nube insólita prisa…; todo lo cual, llegado el momento, también reconstituye al perro como tal. Al mirar con cuidado, se puede apreciar que lo que ocurre es que el perro que deviene rata gira sobre sí mismo, pero no a la manera del perro que gira para morderse la cola, lo cual sería, digamos, un giro molar de la existencia; sino que gira, precisamente, de forma molecular, o también podríamos decir de forma micropoética: “[L]o molecular tiene la capacidad de hacer comunicar lo elemental y lo cósmico precisamente porque efectúa una disolución de la forma que pone en relación las longitudes y latitudes más diversas”, afirman Gilles Deleuze y Félix Guattari.2
Semejante giro molecular acontece a tal velocidad que, de algún modo, el perro se torna transparente. Se trata de un giro sobre sí mismo que se orienta (en este caso) a la condición de rata, lo que, a su vez, reivindica (a la velocidad de la luz) su profunda mundanidad. Es entonces que, en su transparencia, podemos ver y sentir el mundo (edificio, nube, árbol) a través del perro ratificado. “El perro flaco corre por la calle, ese perro flaco es la calle”.3 Y es en este sentido que el devenir mismo podría definirse como esa fusión perro-mundo que propende a la transparencia. Ya lo decía Roberto Juarroz:
Edificar una sola vez un día totalmente claro
y dejar en sus múltiples y abiertos aposentos
cada forma se comporte como quiera.
Que la mano cambie entonces su imagen
y el pájaro la suya
o que ambos las cambien en su oficio
de acorralar partículas del aire
……………………………………..
Que las cosas escapen de sus formas
que las formas escapen de sus cosas
y que vuelvan a unirse de otro modo.
El mundo se repite demasiado.
Es hora de fundar un mundo nuevo.4
Si se asume esta intuición como una concepción global, podríamos hablar entonces del novísimo paradigma del perro que deviene rata (sin llegar a serlo nunca totalmente) en el mundo con otrxs. Sobre esta posibilidad volveremos más adelante.

Revelación

Las cosas devienen otras, pero no en términos lineales, digamos, de transmutación unívoca, cuya trayectoria pueda seguirse solo como vía de continuidad. Las cosas devienen simultáneamente muchas otras, imprevisiblemente y de forma compleja. Las cosas devienen, digamos, de modo intransitivo (es decir, sin complemento directo), multidimensional, pluridireccional y desfasadamente. En otras palabras: todo cosmos, por fortuna, busca su propio caos.
El devenir animal solo es un caso entre otros. Estamos atrapados en segmentos del devenir, entre los que podemos establecer una especie de orden o de progresión aparente: devenir-mujer, devenir-niño; devenir animal, vegetal o mineral; devenires moleculares de todo tipo, devenires-partículas. Fibras conducen unos a otros, transforman los unos en los otros, atravesando las puertas y los umbrales. Cantar o componer, pintar, escribir no tienen quizá otra finalidad: desencadenar esos devenires.5
Por lo tanto, puedo escribir que el perro que deviene rata (sin llegar a serlo nunca totalmente) en el mundo con otrxs es intrínsecamente un perro transgresor, es un perro rebelde. Se resiste a ser lo que es y, con ello, inevitablemente, se opone a los designios de su dueño. Niega a su dueño (sin hacerlo nunca totalmente). Limpia las uñas de sus patas traseras en los jardines, siempre vertiginoso. Quiere ir en dirección distinta de la marcada por la ontología del dueño aun y cuando no esté completamente seguro de hacia dónde querría ir. Transido como está por los vectores del poder, el perro que deviene rata, sin embargo, se resiste al poder (y, de hecho, genera otro poder). Es por ello un perro subversivo, un perro contra natura, un perro creador, digamos, un perro poeta. Fue tanta la felicidad que me produjo esta revelación, que no pude evitar componer, de manera muy sentida, los siguientes versos:
¡Oh, perro que devienes rata!
Desde mi deslumbramiento por tu existencia,
desde mi humilde y árido territorio,
desde esta pasión que me atraviesa,
yo (el nigromante venido a menos) ¡te saludo!

Whisky

Súbitamente, ocurre algo más: en un instante, el perro que deviene rata mira a una perra (X1) que también pasa por ahí (una perra que a su vez deviene → x1Yn) y se alborota de tal modo que sus patas se movilizan hacia ella en una emotiva locomoción que, sin embargo, resultará imposible porque la correa del dueño (el dueño que el propio perro se empeña en negar) lo retiene en su posición. Aun así, sus patas se mueven con una rapidez indescriptible y corta el suelo con sus pequeñas garras en una actitud de empecinamiento, de insurrección y de vehemencia desenfrenada. Semejante circunstancia significa que (de algún modo) todo perro que deviene rata tendrá (o podrá tener) en su propia vida a una perra imposible (con toda seguridad una perra tecnoteratológica y queer o acaso alguna especie de sirena sin mar) ante cuya presencia fugaz se genera una tensión compleja y se promueven transformaciones insospechadas en su devenir específico.
Es así que, en el transcurso de su devenir rata (que nunca culmina totalmente), en el avance de tal expedición íntima, en ese tremendo itinerario ultrametafísico, el perro deviene también otras cosas: deviene, por ejemplo, animal enamorado viaje imposible giro trágico ciudad vespertina que envejece incertidumbre whisky cielo abierto. A pesar de su lucha heroica, el perro que deviene rata terminará derrotado, sufriendo la indiferencia de la perra imposible, mirando el mar y un barco que se aleja, aullando de melancolía justo en el momento en que alguien pone en su hocico sensible un hueso grasoso que empieza a morder sin decir una sola palabra. Desde entonces el perro que deviene rata –como diría Mijaíl Bajtín– “se ríe en los templos y llora en los burdeles”6 y nos hace recordar aquellos versos de Louis Aragon que rezan: “Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable. / Amo aunque luego me vea o...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. I. El acontecimiento de la psicopoética
  6. II. Códigos, relaciones de fuerza y subjetivación
  7. III. Vitalidad, carnavalización y parlamento creativo
  8. IV. Los aparatos de la psicología y su crítica
  9. V. Psicopoética: escritos, mutaciones y desvíos (para jugar)
  10. Bibliografía
  11. Créditos