Cartas a La Iglesia
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Cartas a La Iglesia

Letters to the Church Spanish Edition

Francis Chan

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Cartas a La Iglesia

Letters to the Church Spanish Edition

Francis Chan

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Información del libro

En una de sus más poderosas obras, el pastor Francis Chan profundiza en las verdades bíblicas, reflexiona sobre sus propios sueños y fracasos, y comparte historias de gente común que Dios está usando para cambiar el mundo. Chan lo expresa diciendo: «Sabemos que nos hemos alejado de lo que Dios llama Iglesia. Sabemos que lo que experimentamos en la actualidad como Iglesia
es radicalmente diferente a lo que las Escrituras relatan sobre la misma. Por décadas, líderes como yo, hemos perdido de vista el misterio intrínseco de la Iglesia. Hemos entrenado a la gente en las bancas a volverse adictos a cosas menos importantes. Es tiempo de cambio». Cuando Jesús regrese, ¿nos encontrará cuidando de su novia más que a nosotros mismos?. Cartas a la Iglesia nos recuerda lo poderosa y gloriosa que fue la Iglesia en algún momento… y nos desafía a volver a ser esa Iglesia, la que Dios deseó desde el principio.

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Información

Editorial
David C Cook
Año
2018
ISBN
9780830776566
Categoría
Religión

1

LA PARTIDA

Imagina que te encuentras en una isla desierta y lo único que tienes es una copia de la Biblia. No cuentas con experiencia alguna en el cristianismo, y todo tu conocimiento acerca de la iglesia provendrá de lo que leas en la Biblia. ¿Cómo te imaginarías que funciona una iglesia? Cierra tus ojos por unos minutos, y trata de imaginar la «iglesia».
Ahora, piensa en tu iglesia actual. ¿Se parecen?
¿Puedes aceptar el resultado?

UN POCO DE HISTORIA

Han pasado ocho años desde que dejé Cornerstone Church en Simi Valley, California, sin embargo, la gente todavía me pregunta lo mismo: ¿Por qué?
¿Por qué dejaste una iglesia exitosa?, ¿por qué dejaste a todas esas personas que amabas?.
¿Por qué dejaste el país justo cuando parecía que tenías más influencia?, ¿cambiaron tus convicciones?, ¿sigues creyendo?
Fundaste una mega iglesia, comenzaste una escuela, escribiste libros exitosos, tanta gente escuchaba tus transmisiones multimedia y, de pronto lo dejaste todo, y te fuiste a vivir a Asia con toda tu familia. ¡No tiene sentido!
Aunque estoy ansioso por compartirles lo que Dios me ha estado enseñando, considero que será de ayuda la forma en la que Dios me guio en el pasado. Quiero aclarar cualquier confusión, y ofrecer una perspectiva de la razón por la cual escribí este libro.
Primero, comenzaré diciendo que, los años que estuve en Simi Valley fueron magníficos. Literalmente, estoy sonriendo al escribir esto. Fui pastor de Cornerstone por más de dieciséis años. Llevo en mi memoria muchos recuerdos, tanto graciosos como significativos. Me acuerdo de tantos rostros, amistades verdaderas, momentos en el Espíritu y períodos de asombro por todo lo que Dios estaba haciendo. Sé que estaré gozando en la eternidad con muchas de las personas que se enamoraron de Jesús durante esos años, y eso no tiene comparación.

LA RAZÓN POR LA CUAL DEJÉ MI MEGA IGLESIA

En 1994, a la edad de veintiséis años, decidí empezar una iglesia. No fue algo que haya tenido planeado, después de todo, llevaba casado menos de un mes. Lisa y yo estábamos pasando por un momento difícil en nuestra iglesia; los diáconos, así como el pastor principal, estaban peleados y, finalmente, destituyeron al pastor. La congregación se encontraba dividida sobre quien tenia la razón, si los diáconos o el pastor. Todos estaban desanimados debido a la división. Los servicios de domingo no eran para nada edificantes y yo sabía que nada de eso le agradaba a Dios. Fue durante ese tiempo que le dije a mi esposa: Tengo una idea alocada, ¿qué tal si comenzamos una iglesia en nuestra casa?
Aún si solamente fuera una docena de personas en la sala, ¿no sería mejor de lo que tenemos ahora? Lisa estuvo de acuerdo, y así fue que comenzamos Cornerstone Church en Simi Valley.
Estaba decidido a hacer algo muy diferente a lo que había experimentado. Era mi oportunidad para crear el tipo de iglesia de la cual yo quisiera formar parte. Básicamente, tenía tres metas en mente. La primera: Quería que todos le cantáramos directamente a Dios, y me refiero a cantar de verdad, y no cumplir con el tiempo de alabanza solamente por rutina o incluso por culpa. ¿Alguna vez has sido parte de un grupo de personas que le canten directamente a Dios?, con reverencia y emoción, que canten como si Dios estuviera frente a ellos, escuchándolos. Es una experiencia muy poderosa y quise que fuese una base de nuestra nueva iglesia.
La segunda: Quería que todos pudiéramos escuchar la Palabra de Dios, que no fuéramos como los que se reúnen a escuchar tonterías de auto-ayuda y tampoco que ignoráramos la mitad de la Biblia. Quería que nos adentráramos en las Escrituras, aún en los pasajes que parecen contradecir nuestros deseos y lógica. Quería que la exposición de la verdad de Dios fuera poderosa y que la tomásemos con seriedad. De manera que, comencé a predicar semana a semana, versículo por versículo de la Biblia. Nos propusimos escuchar verdaderamente todo lo que la Palabra de Dios nos estaba diciendo.
La tercera: Quería que todos viviésemos vidas santas. Y es que he visto a muchos cristianos sentados en tantas iglesias a quienes, al parecer, no les interesa hacer lo que la Biblia dice. No concebía asimilar tan trágica ironía. Estas personas regresaban, semana tras semana a escuchar de un libro que les exige que sean «hacedores de la palabra y no solo oidores» (Santiago 1:22), sin embargo, no hacían nada al respecto. Y no que yo fuera perfecto, o esperara que los demás lo fueran, sino que, quería que nuestra iglesia fuera un grupo de personas que se impulsaran unas a otras para actuar, porque de nada sirve enseñar las Escrituras sin esperar que haya un cambio. Así que, desde el principio, nos desafiamos a actuar conforme a la enseñanza.
Básicamente eso era todo, si tan solo pudiéramos avanzar hacia esas tres metas, sería el hombre más feliz.
¡Me hubiera encantado que todos vieran la manera en la que Dios obró esos primeros días! ¡El proyecto despegó! Por supuesto no todo era perfecto, aun así estábamos muy emocionados. Los visitantes quedaban cautivados con nuestros servicios, así que, la iglesia siguió creciendo. Alquilamos la cafetería de un colegio secundario, y eventualmente, nos mudamos a un lugar que anteriormente funcionaba como licorería, adyacente a un famoso lugar de pizzas. Y, cuando ya no cupimos en ese lugar, pudimos comprar nuestro propio inmueble, y no pasó mucho tiempo para vernos en la necesidad de expandir considerablemente ese edificio. Dios estaba tocando los corazones, el número de personas que se reunía para cantar y escuchar la Palabra de Dios continuó creciendo y tuvimos que añadir más servicios. Teníamos dos servicios los sábados por la noche y tres servicios los domingos por la mañana. Fue entonces que nos dimos cuenta de la necesidad de abrir extensiones en las ciudades cercanas. No lo podíamos creer. Nuestra transmisión multimedia tenía cada vez más suscriptores de todas partes del mundo, mientras que continuábamos derramando nuestro corazón delante de Dios, cantándole con toda convicción.
Nuestros servicios estaban llenos de vida. La congregación se regocijaba cuando les compartía la manera en la que su contribución financiera ayudaba a las personas necesitadas de los países subdesarrollados. Muchas parejas comenzaron a adoptar niños huérfanos. La asistencia a las reuniones, al igual que las ofrendas, crecieron de manera consistente a través de los años. Cada fin de semana celebrábamos bautismos, las vidas estaban siendo transformadas. No había otra iglesia a la que me gustaría pertenecer. Pero, al pasar los años, no pude dejar de sentir que algo seguía faltando. No era cuestión de los miembros de la iglesia, no tenía que ver con el equipo de liderazgo que Dios había traído. Estábamos alcanzando exitosamente nuestros objetivos y teníamos bien implementado el ADN de la iglesia, sin embargo, algo no estaba bien.
Llegó un momento cuando, los diáconos de la iglesia, comenzaron a preguntar si nuestro ideal de éxito era deficiente. ¿Esto era todo lo que la iglesia debería de ser?, ¿cumplíamos con la visión que Dios tuvo cuando creó su iglesia? Empezamos a deliberar si nuestra definición de iglesia coincidía con la definición que Dios tenía de ella. Los diáconos de Cornerstone se adentraron en las Escrituras conmigo y desafiaron mi modo de pensar acerca de lo que Jesús quería de la iglesia. Esos hombres de Dios me alentaron y estimularon durante esa temporada, y fue un gozo servir al lado de ellos.
Una de las principales cosas que nos preguntamos en aquel entonces, fue el nivel de amor que teníamos los unos por otros. Cornerstone era considerada una iglesia muy cordial, sin embargo, al compararla con la primera iglesia del Nuevo Testamento, se quedaba corta. Jesús dijo que el mundo nos iba a conocer por nuestro amor (Juan 13:35). Como diáconos de la iglesia, pudimos llegar a la penosa conclusión que, cuando los no creyentes llegaban a nuestros servicios, no observaban nada extraordinario en cuanto a la forma de amarnos los unos a otros.
Otro problema que vimos fue, cómo, de alguna manera, todo dependía de una sola persona. Aún al hablar de construir nuevas instalaciones y los gastos que eso generaría, los diáconos se preguntaban qué pasaría con eso si yo, en algún momento, dejara de ser su pastor. ¿Acaso Cornerstone se había convertido en una de tantas iglesias, estancada y con un gran edificio vacío? De nuevo, ¡este es un gran problema! No solamente por el desperdicio de dinero, sino porque ninguna iglesia debería depender a tal grado de una sola persona. Nuestro objetivo era que la gente llegara a Cornerstone para experimentar al Dios Todopoderoso y el mover del Espíritu Santo, y no para escuchar a Francis Chan.
Debido a que mi liderazgo era tan prominente en la iglesia, también me di cuenta que estaba reteniendo a quienes deberían estar en posiciones de liderazgo. Al animar a miembros de mi equipo y a varios diáconos para que sintieran la libertad de irse. A medida que se independizaban, pude ver cuánto crecieron gracias a la oportunidad que se les dio de ser pastores.
La Biblia nos dice que cada miembro del cuerpo tiene un don necesario para el pleno funcionamiento de la iglesia. Pero cuando vi lo que estaba sucediendo en nuestra iglesia, comprendí que éramos unos pocos quienes estábamos usando nuestros dones, mientras que miles solo venían a ocupar un asiento en el santuario por una hora y media, para después irse a casa. La manera en la que habíamos estructurado la iglesia, estaba impidiendo el crecimiento de las personas, y por ende, todo el cuerpo se estaba debilitando.
Fue una lección de humildad el tener que sentarnos a examinar los mandamientos bíblicos que habíamos ignorado. Decidimos que queríamos traer un cambio a la iglesia. Al momento, no tenía idea lo difícil que sería, y estaba frustrado con la situación en la que estábamos, no tenía claro el camino a seguir. Estaba seguro de que todo debía cambiar, pero no sabía cómo hacerlo. Probablemente algunos de mis mensajes sonaban más a rabietas de un abuelo, que a un pastor amoroso guiando a sus ovejas a lugares de verdes pastos.
Intentamos muchas cosas. Abrimos la oportunidad a los pastores asociados a que predicaran con más frecuencia, y limitamos mis predicaciones. Buscando otorgar mayor responsabilidad a los jóvenes lideres, nos dimos cuenta que se sentían limitados bajo mi liderazgo. Probamos que la gente formara pequeñas iglesias en sus hogares, pero descubrimos que se habían acostumbrado a los beneficios de tener una guardería y a alguien al frente predicando en el servicio, así que, poco a poco, claudicaban. Incluso, en una ocasión me retiré brevemente de la reunión general en Simi Valley, para ayudar a impulsar varias de las reuniones de hogar en la ciudad de Los Ángeles. Parecía que estaban tomando fuerza, sin embargo, me necesitaban de vuelta en Simi. Fue un tiempo difícil, a la iglesia, le reconocí su paciencia para soportar ese tiempo de prueba. La gente comenzó a cansarse y lentamente experimentamos un pequeño éxodo.

CAMBIANDO LAS REGLAS

Un joven de la iglesia lo expuso de una forma inmejorable; dijo que durante ese tiempo él sintió como si las reglas hubieran cambiado súbitamente. Explicó que, por años se le había enseñado que la salvación era gratis y que el significado del evangelio era que él podía tener una relación personal con Jesús. Fue como si alguien le hubiera regalado unos patines para hielo y muy emocionado fue a la pista, aprendió a patinar muy bien y a dar varios saltos. Lo disfrutó por varios años, hasta que, de pronto, se le anunció que en realidad se le habían entregado esos patines porque pertenecía al equipo de hockey sobre hielo, y que deberían estar trabajando juntos para ganar el campeonato, que el propósito nunca fue que patinara solo y aprendiera piruetas y saltos. ¡Qué gran diferencia! Aunque, él no rechazó el cambio, pues no había sustento bíblico para hacerlo, le tomaría un tiempo ajustar sus pensamientos a este nuevo estilo de vida.
En retrospectiva, me doy cuenta que no fui un buen líder. Ansiaba un cambio, pero nunca tuve un buen plan, y ciertamente, no tuve la paciencia para ayudar a la gente a estar abiertos a este gran cambio de paradigma. Terminé causando frustración en varias personas que amaba. Cuando dejé la iglesia, lo hice con una convicción genuina de que era el tiempo correcto, y que la iglesia estaría mejor sin mí.
También existieron otros factores, y, cuando la gente me pregunta por qué me fui, me es difícil darles una explicación especifica. A medida que mi popularidad iba en aumento, mi paz y mi humildad iban disminuyendo.
Acababan de surgir las redes sociales y de pronto me encontraba con gente que no conocía, alabando o maldiciéndome. No sabía muy bien cómo enfrentar la crítica excesiva ni tampoco los halagos. Lo único que quería hacer era huir. Luchaba pensando en la gran cantidad de iglesias en la ciudad que enseñan la Biblia, cuando sabía también que hay muchos lugares del mundo que carecen de una predicación cristiana firme. Me parecía que no se requería mucha fe para continuar haciendo lo que estaba haciendo, y lo que quería era vivir por fe. Tampoco estaba claro en cómo llevar a Cornerstone hacia el futuro, pues, sobra decirlo, fue un tiempo muy confuso.
Definitivamente, dejar la iglesia Cornerstone no fue una decisión fácil. Mientras atravesaba ese tiempo de lucha, pensando si esa sería la mejor opción, fui a predicar a un evento al cual Lisa me acompañó. Durante nuestro viaje, tuvimos una conversación que me impactó. Hasta ese entonces, el debate acerca si debía quedarme en Simi Valley había sido totalmente interno. Nunca antes habíamos pensado en marcharnos. Cornerstone era nuestro bebé, y Simi Valley nuestra casa. Cuando por fin me decidí a preguntarle a mi esposa qué pensaba ella que haríamos por el resto de nuestra vida, me sorprendió su respuesta al expresar que ella sentía que nuestra labor en Simi Valley había concluido, y que era tiempo de un cambio. Fue Lisa quien sugirió trasladarnos a otro país, y esto era exactamente lo que yo estaba considerando.
Quince minutos más tarde recibí una llamada de mi amigo Jeff, quien era uno de los miembros de Cornerstone. Me dijo que sintió que Dios quería que me dijera esto: «Ve, no te preocupes por la iglesia, hay otros que se harán cargo de ella» ¡Fue algo tan insólito! No había manera de que mi amigo hubiera escuchado la conversación que acababa de tener con Lisa. Nadie sabía lo que pasaba por mi mente.
A partir de ahí, las cosas empezaron a caer en su lugar y cada vez sentía más paz acerca de la decisión de irme. De hecho, sentíamos con Lisa, si no quedábamos estaríamos desobedeciendo. Terminamos vendiendo nuestra casa en Simi Valley, y, con toda la familia, nos fuimos a un viaje por India, Tailandia y China. Fue una aventura extraordinario que nos unió mucho y nos permitió renovar el enfoque de nuestra misión. Vi a pastores en India con tal audacia y entrega, que habían renunciado a todo por el Señor. Fuimos testigos de la sencillez con la que se vive en las áreas rurales de Tailandia, y el gozo de los hombres y mujeres que servían fielmente, todos los días a las viudas y los huérfanos. En China, vi el evangelio propagarse como un incendio, y a las personas soportando, e incluso regocijándose al sufrir persecución.
Durante ese tiempo, pasamos orando con toda la familia acerca de dónde nos enviaría Dios a vivir. Seriamente consideramos quedarnos en Hong Kong, ya estábamos buscando casa y una buena zona de escuela. Pero un día, fuertemente sentí que el Señor me habló.
Por favor, ten en cuenta que no lo digo a la ligera. Mi trasfondo es extremadamente conservador y solamente confío en lo que está escrito en la Biblia. Aunque en mi teología hay margen para oír directamente la voz de Dios, creo que nunca antes la había escuchado. Me gustaría enfatizar que no estoy seguro si oí directamente la voz del Señor, pero, sentí más paz en obedecer aquello que creí haber escuchado, que en ignorarlo. Verdaderamente creí que Dios me estaba diciendo que regresara a Estados Unidos para empezar nuevas iglesias. Durante el viaje, pude vislumbrar lo que la iglesia podía llegar a ser y el poder con el que puede contar. Sentí que Dios quería que llevara a cabo esa visión. Tuve mucho temor de lo que creía que Dios me estaba diciendo, sentí que él me estaba pidiendo hacer algo para lo cual no tenía ni la inteligencia, ni la habilidad para lograrlo.
Cuando le dije a Lisa y a los niños que Dios quería que regresáramos a los Estados Unidos, sentimos tristeza, porque estábamos tan contentos allá. Nos sentíamos más unidos como familia y mucho más dependientes de Dios, con nuestros ojos puestos en lo eterno. Cuando dejamos los Estados Unidos tuvimos temor, pero al regresar hubo más temor. No queríamos perder el enfoque.

EL VIAJE A CASA

Sin entrar en tantos detalles les diré que terminamos de nuevo en San Francisco, y la razón principal fue porque mi hermano tenía un departamento disponible donde nos podíamos queda...

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