Hidráulica agraria y sociedad feudal
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Hidráulica agraria y sociedad feudal

Prácticas, técnicas, espacio

  1. 286 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Hidráulica agraria y sociedad feudal

Prácticas, técnicas, espacio

Descripción del libro

El estudio de las prácticas de hidráulica agraria desarrolladas durante la Edad Media ha mostrado que no nos hallamos ante fenómenos puramente «etnográficos» o soluciones universales sin valor histórico. En esta obra colectiva se ofrecen, por un lado, trabajos representativos de regiones donde se inicia la expansión agraria en el marco de la cristalización del sistema feudal (Cataluña Vieja, Languedoc, Borgoña) y, por otro, varios estudios sobre las transformaciones producidas en territorios conquistados durante los siglos XII (región de Teruel, valle del Segre), XIII (reino de Valencia) y finales del XV (reino de Granada). A través de todos ellos se examina la diversidad de medios geográficos (húmedos y áridos) donde se despliegan técnicas hidráulicas aplicadas al cultivo, los prados y la molinería.

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Información

Año
2015
ISBN del libro electrónico
9788437089485
Edición
1
Categoría
Historia
LA CONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE EN UNA HUERTA FEUDAL: LA SÉQUIA MAJOR DE VILA-REAL (SIGLOS XIII-XV)*
Enric Guinot (Universitat de València)
Sergi Selma (Universitat Jaume I de Castelló)
Los estudios de los últimos años sobre el mundo rural y el campesinado de al-Andalus, basados en buena medida pero no únicamente en la metodología de la arqueología hidráulica, han conseguido desarrollar un modelo explicativo suficientemente completo y sólido como para que entendamos razonablemente las bases de organización de dicha clase social y en ese sistema social tan diferente al coetáneo de la Europa feudal. Así mismo, dichos estudios nos han dotado de unos métodos de trabajo experimentados que ya han sido aplicados por diversos especialistas y en espacios territoriales también cada vez más diferentes, desde las Islas Baleares y el País Valenciano hasta Andalucía, Murcia, el sur de Cataluña y también Aragón.1
En el caso valenciano también se han llevado a cabo significativos estudios sobre el hidraulismo de origen andalusí, especialmente referidos a casos de riegos de ladera y de fondo de valle, de reducidas dimensiones superficiales, los cuales, desde el punto de vista de su diseño y sus características formales, se enmarcan perfectamente en el contexto historiográfico que acabo de citar.2 Además, en los últimos años se han llevado a cabo los primeros estudios detallados de huertas medianas de valle fluvial, así como de alguna de las principales huertas históricas valencianas, en los cuales tanto se ha desarrollado un análisis de su morfología y de su funcionamiento en la perspectiva de una evolución histórica de larga duración, como se han estudiado igualmente los rasgos básicos del paisaje construido por cada formación social (romana, andalusí, feudal, etc.).3
Por otro lado, no debemos olvidar el aporte de otra tradición historiográfica sobre estas cuestiones, correspondiente a lo que se podría llamar la «escuela geográfica valenciana», la cual, en general, ha prestado más atención a los grandes regadíos y huertas periurbanas. En estos trabajos se han descrito dichos espacios, incluso de forma bastante detallada, pero casi siempre con una visión del presente, la referida al siglo XX, sin profundizar en la evolución social, y por tanto histórica, de los paisajes a los cuales se enfrentaba.4
Justamente esta idea de cambio social es uno de los conceptos básicos del taller del historiador y por eso el interés, pero también la utilidad metodológica de acercarse a un periodo histórico clave en la historia de la Corona de Aragón como fue el siglo XIII, cuando entre 1229 y 1245 esta sociedad feudal ocupó militarmente buena parte del Sharq al-Andalus y las Islas Baleares. Sobre ello debemos tener en cuenta que dicha conquista del rey Jaime I no fue más que el instrumento de la colonización feudal, esto es, un auténtico proceso de creación de una nueva sociedad de estas características sobre las ruinas pero también la realidad material y humana de una sociedad andalusí. Y en ese sentido los espacios irrigados del Sharq al-Andalus, especialmente los de mayores dimensiones, se convirtieron en un objetivo prioritario de los repartimientos de tierras entre los colonos cristianos, así como escenario de la fundación de villas nuevas o pueblas como espacios de residencia concentrada y dirigida desde el poder.5
Una cuestión muy importante es que estos repartimientos de tierras del doscientos no fueron una simple distribución de la propiedad de los espacios cultivados hasta entonces por los andalusíes, sino una verdadera reorganización del espacio agrario al basarse en un diferente concepto del proceso agrícola de producción de alimentos y de la cantidad de tierra necesaria para ello. Y también de una diferente concepción en la forma de extracción de renta a los campesinos (del impuesto estatal a la renta feudal), y de una distinta organización de los espacios de residencia, sin olvidar la diferente organización de los espacios de trabajo y la parcelación de las tierras.
Entre las muchas consecuencias de esta profunda ruptura podemos incluir la ampliación de los espacios irrigados tanto en las zonas pantanosas de costa como en el interior de los perímetros máximos de los sistemas hidráulicos andalusíes. Se trata de un hecho claro y general a lo largo del nuevo reino de Valencia bajomedieval, bien documentado en los archivos y ahora ya también a nivel del trabajo de campo.6 Una cuestión, ésta de la ampliación, que no deja de plantearnos un interrogante. Si se había insistido tanto en que el origen de la mayor parte de los regadíos valencianos y, por tanto, de las huertas que vertebran era andalusí, ¿por qué se documenta entonces esta ampliación por parte de la sociedad feudal a partir de la conquista?
La respuesta se encuentra en las rupturas que hemos comentado antes, justamente en el proceso de cambio social del mundo andalusí al feudal, una cuestión que no resulta tan fácil de constatar en los estudios formalistas de carácter no histórico. La nueva sociedad feudal generó unos usos diferentes de los sistemas hidráulicos y del conjunto de las huertas, y esto tuvo sus consecuencias físicas sobre el territorio, sobre la arquitectura hidráulica y sobre el conjunto del paisaje agrario irrigado.
Básicamente lo que documentamos es la ampliación considerable del espacio agrícola y en parte del irrigado como consecuencia de un repartimiento de tierras bastante superior en extensión a la del espacio cultivado andalusí. Ello se debe a que las heredades concedidas a los colonos cristianos estaban pensadas en las dimensiones de una cultura cerealícola y vinícola dominante en el mundo feudal. Se trata de las frecuentes heredades de 2 a 3 jovades (6 a 9 Ha), tan habituales en las donaciones a campesinos por parte de la Corona y de los señores feudales del siglo XIII, las cuales generaron una «demanda de superficie» muy elevada y, por tanto, la necesidad de ocupar todo el espacio físico existente entre las alquerías andalusíes, fuese de secano o no cultivado. Allí donde fue posible, unas veces ello conllevó alargar, o más bien densificar, la red de acequias hasta el máximo posible, mientras que en otros lugares se procedió a desecar los marjales y las zonas pantanosas costeras, así como las hondonadas y los espacios endorreicos de interior además de los secanos.
En conjunto, pues, una reconstrucción del espacio rural de gran envergadura, a pesar de la continuidad física de muchos elementos materiales, técnicas de construcción o recursos de agua, así como una lógica básica de cómo regar por gravedad que no es específica de ninguna sociedad, sino la simple aplicación del sentido común y la experiencia a la distribución concreta del agua en cada parcela y a ésta en relación con las de su alrededor: turnos de agua en un mismo brazo o canal de riego, no perderla o malgastarla, no inundar caminos, no inundar las tierras del vecino, etc.
Por lo tanto, teniendo en cuenta esta profunda transformación del siglo XIII al sur de la Corona de Aragón y la transición de una sociedad andalusí a una feudal, creemos en el interés de analizar los procesos de construcción o reconstrucción de los espacios irrigados como un método para entender los usos sociales del agua en un tiempo y en otro, sus similitudes y sus diferencias. Por eso nos hemos interesado en esta ocasión por la situación de la llamada Séquia Major de Vila-Real, un sistema hidráulico con su huerta construido totalmente de nueva planta en la Plana de Castellón durante la década de 1270, en el ámbito no cultivado o de dominio del secano al oeste y cota más alta de los dos sistemas hidráulicos y sus huertas de la madína andalusí de Borriana, sin que podamos encontrar indicios razonables de la existencia de un sistema irrigado anterior. Además, la construcción de este sistema de riego fue paralela y absolutamente ligada a la de la pobla, una villanueva que recibió el nombre de Vila-Real y que se convirtió en el núcleo de la colonización feudal dirigida por la Corona. Una localidad que recibió la correspondiente carta puebla en 1274 y fue dotada con un espacio urbano geométrico amurallado, incluso ortogonal, con la correspondiente lotización (lotissement) de los solares y la instauración de un mercado porticado en su plaza central.7 Y, así mismo, la génesis de esta huerta comportó la construcción de un parcelario de nueva traza basado en las nuevas medidas de la sociedad feudal y con la instauración de una nueva propiedad de la tierra a partir del repartimiento que efectuó la Corona. Si bien la planta ortogonal de la «bastida» de Vila-Real ha sido señalada por diversos autores, ha sido R. González Villaescusa (2002: 271-273) quien ha descrito por primera vez las características regulares de su parcelario rural y lo ha datado en el siglo XIII. Es por todo ello por lo que creemos que la comparación de un sistema hidráulico y su huerta, de construcción feudal, con el modelo de los sistemas irrigados y huertas de origen andalusí puede ser un buen instrumento para entender los diferentes conceptos en una sociedad y otra tanto en la gestión social del agua como del espacio, y por tanto en la construcción del paisaje histórico.
La fundación y colonización de Vila-Real (1274)
La fundación de Vila-Real mediante la carta puebla otorgada por el rey Jaime I en el año 1274 ha despertado el interés de los historiadores en diversas ocasiones, en parte por tratarse de una puebla o villanueva de planta ortogonal y utilizada a menudo como ejemplo de planificación urbanística, con paralelismos de diverso tipo con las fundaciones coetáneas de bastidas en Gascuña y el Lenguadoc del siglo XIII. Y en parte por tratarse de una fundación que sirve de buen ejemplo de la transformación de las formas del poblamiento y de la organización del espacio a raíz de la conquista feudal mediante la creación de núcleos urbanos de nueva traza como puntos vertebradores del proceso de colonización feudal de tiempos de Jaime I.
En el momento de la conquista cristiana del año 1233 el territorio de la Plana de Castelló, en el cual se localiza Vila-Real, estaba caracterizado por la existencia de dos centros con funciones urbanas (mudūn): Borriana y Onda, así como de varias decenas de alquerías repartidas a uno y otro lado del río Millars, el gran eje fluvial vertebrador de la comarca. Aprovechando su caudal, al menos tres sistemas hidráulicos lo aprovechaban: dos acequias por su margen derecha para abastecer el entorno periurbano de Borriana (las después llamadas Séquia Sobirana y Séquia Jussana), y otro sistema hidráulico en la margen izquierda del río, por los actuales términos municipales de Almassora y Castelló de la Plana (que en origen, y hasta el siglo XIII, también podría haber estado dividido en dos sistemas hidráulicos independientes). Por contra, aguas arriba y en el entorno de la madīna de Onda, los espacios irrigados estaban generados a partir de un afluente de dicho río, el llamado riu de Sonella, y no directamente del Millars. Esto explicaría en parte que las dimensiones de la huerta histórica de Onda sean bastante reducidas, en torno a las 750 Ha (9000 fanecades), de las cuales 3.600 corresponderían a la llamada Horta de la Vila, que se extendía en el espacio más inmediato al recinto urbano. Es ésta una extensión ligeramente superior a la de otra madīna de la región, la de la cercana Segorbe, pero bastante alejada de la extensión de la huerta de Borriana.8
Además de los núcleos amurallados de Borriana y Onda, en el arco montañoso que perfila el entorno de la Plana de Castelló y la desembocadura del río Millars existían algunos castillos andalusíes (husūn). Los territorios de estos castillos eran limítrofes con el territorio de las ciudades mencionadas, y cuentan con orígenes y cronologías muy distintas. Desde Montornés por el norte o Uixó por el sur –que son emplazamientos más antiguos– hasta otros más recientes, como el Castell vell o de la Magdalena en Castelló, cuya ocupación parece ocasional, al menos hasta los tiempos anteriores al inicio de la conquista.9 Relacionado con el creciente peligro representado por las cabalgadas cristianas a partir de la segunda mitad del siglo XII, podría estar el origen de la fortificación de Almassora y algunas otras alquerías no bien documentadas. De hecho, en espacios más alejados del entorno inmediato al recinto de murallas de la ciudad existían alquerías fortificadas, dotadas con una torre y un recinto de protección (albacar), a las cuales se vinculaban otras alquerías más pequeñas y próximas, como parece suceder en los emplazamientos de Carabona o de Fadrell. El principal problema es que todavía hoy no se dispone de una nómina completa de estas alquerías, ni tampoco el detalle de su localización exacta en el ámbito de la Plana de Castelló, y mucho menos de información arqueológica sobre éstas, a pesar de que la mayoría de ellas estaban distribuidas a lo largo de los diversos sistemas hidráulicos citados.10 Así pues, la jerarquía de la ordenación social del espacio andalusí es clara: núcleo urbano y alquerías, fortificadas o no, a las que cabe añadir la existencia de castillos-refugio y, puntualmente, algunos rafales y casas dispersas, con función agrícola o ganadera.11 Unas alquerías y rafales que también ocupaban y explotaban las amplias zonas de secano existentes hacia el oeste, como ocurría en el emplazamiento de la Torrassa, donde probablemente estuvo ubicada la alquería de Mesquita o Mesquitella –como aparece en los documentos que establecen el límite entre los términos de Vila-Real y Onda–, o con la gran heredad o...

Índice

  1. Cover
  2. Halftitle
  3. Title
  4. Copyright
  5. ÍNDICE
  6. Introducción. ¿Existe una hidráulica agraria «feudal»?
  7. Hidráulica campesina anterior a la generalización del dominio feudal. Casos en Cataluña
  8. Cîteaux y el control del agua en la Edad Media: la creación del canal de Cent-Fonts
  9. Formas feudales de especulación agraria: villas, viñas y acequias en el sur de Aragón (ca. 1170-1240)
  10. La construcción del paisaje en una huerta feudal: la Séquia Major de Vila-Real (siglos XIII-XV )
  11. Colonización cristiana y roturación de áreas palustres en el reino de Valencia. Los marjales de la villa de Morvedre (ca. 1260-1330)
  12. Técnicas de drenaje y sociedad feudal: las lagunas del Languedoc
  13. La pervivencia del regadío andalusí en la Aitona bajomedieval
  14. Sistema de riego en la cara norte de Sierra Nevada (Granada-Almería)
  15. El agua en el reino de Granada: herencia islámica y transformaciones castellanas