Salafismo
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Salafismo

La mundanidad de la pureza

  1. 283 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Salafismo

La mundanidad de la pureza

Descripción del libro

¿Cómo debe vivir un musulmán para no verse arrastrado por el mundo? ¿Cómo puede superar la dependencia material y epistemológica que le ha convertido en sujeto subalterno de la historia? O dicho de forma sucinta: ¿cómo empoderarse? A estas preguntas, comunes al amplio espectro islamista, busca dar una respuesta propia el salafismo, con argumentos provocadores y controvertidos, y, sobre todo, proponiéndose revivir la pureza primigenia del islam, encarnada en los primeros y "auténticos" musulmanes, los sálaf (de donde viene el término "salafismo"), un ideal que se habría pervertido. Pero como revivir es construir, el salafista, mal que le pese, se forja a sí mismo, en lo individual y en lo colectivo, a través de una comunidad de discurso "mundana", material y ocasional, que igual le aboca a mutaciones quietistas y hasta eremíticas que parademocráticas o yihadistas. Esta mundanidad de la pureza, ontológica y no solo funcional, es pues el fundamento inevitable del salafismo. De la historia intelectual de esta corriente transnacional, que acompaña el decurso mismo del islam y hoy está ligada a la modernidad líquida, se ocupa este libro, que explica por qué es tan atractiva para algunos musulmanes como inquietante o aberrante para la mayoría.

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Información

Año
2021
ISBN de la versión impresa
9788413523255
ISBN del libro electrónico
9788413523330


Capítulo 1

El salafismo es una cosa y la contraria

La licuefacción semántica de la noción de “salafismo” no se debe solo a que se mezclen y confundan el territorio de las ideas, el de los conceptos, el de las ideologías, el de las doctrinas, el de las etiquetas y hasta el de las marcas, sino a que, además de significar mucho, significarlo funcionalmente tiene el riesgo de acabar valiendo para una cosa y la contraria. Los salafistas, gentes de mentalidad líquida, “permanentemente transitoria”4, olvidan, y con rapidez, los usos y la información obsoletos, en lugar de construir estrategias a tenor de los aprendizajes del pasado, por más que sostengan justo lo contrario, que la suya es una verdad inmutable revivida. Y si bien actúan y planifican el presente en condiciones de incertidumbre endémica, lo hacen con una vocación de universalismo que casa con el tiempo glocal, el tiempo de las soluciones locales que interactúan con las estructuras globales y las “refractan”, en lugar de sufrir solo las consecuencias de la globalización5.
Una definición escurridiza
La definición de “salafismo” (en árabe, salafiya) es una de las más controvertidas del espectro islámico. A ella le dedica sus buenas páginas la moderna literatura islámica sobre la materia, cuyas exposiciones comienzan por las tradicionales distinciones entre gramática (luga) y pragmática (istilaha)6. El denominador común de las distintas definiciones es retrotraer el significado del término a su etimología y conjugarlo con su morfología. Así, salafiya, con el sufijo árabe -iya que denota en primera instancia que se trata de un nombre colectivo, significaría ‘los de los sálaf’, o en terminología final, ‘los salafistas’. La apropiación de este sufijo por los ismos contemporáneos ha sido cosa de la lengua árabe del siglo XX, y la salafiya, como tantas otras tendencias, no ha sido ajena a la traslación de su semántica de las personas a las ideas, de “los salafistas” al “salafismo”. De todo ello se derivan dos cuestiones de radical importancia: qué o quiénes fueron los sálaf y qué propuesta hicieron como para crear una corriente de seguidores.
Una revisión de la historia de cómo se fraguó el concepto de sálaf revela bien a las claras los problemas que arrastra la definición de salafismo, sujeta a las contradicciones entre el esencialismo que propugnan sus seguidores y su concreción funcional en la historia.
Para empezar, hay que indicar que, aunque no existe un consenso generalizado entre los musulmanes sunníes sobre quiénes y cómo fueron los sálaf, sí lo hay en que hubo unos primeros musulmanes modélicos que encarnaron el mensaje islámico primigenio. Sin embargo, el Corán no recoge el término sálaf referido a un colectivo humano, y mucho menos a un modelo de probidad islámica. Todo lo que se infiere del Corán a partir de los usos del étimo s-l-f, que tiene solo ocho menciones, alude al pasado anterior al islam, esto es, a lo preislámico si no antiislámico. Según la Revelación abrahámica definitiva, que es como el Corán se caracteriza a sí mismo, ella ha venido a abolir ese pasado haciendo tabla rasa sin mayores ajustes de cuentas, siempre que el musulmán no reincida en los extravíos precedentes (C 2:275, 4:22-23, 5:95, 8:38). Algunas aleyas hacen de ese pasado un contramodelo del islam. Tal sería el caso, por ejemplo, del pueblo egipcio seguidor de Faraón: “Cuando Nos hubieron irritado, Nos vengamos de ellos anegándoles a todos, / y sentamos con ellos un precedente [sálaf], poniéndolos como ejemplo para la posteridad” (C 43:55-56). Aquí, sálaf es antítesis de islam, algo inconcebible para los actuales salafistas. Tan solo en un pasaje, a propósito del Día del Juicio, Dios les dice a los hombres que algo es sálaf en el islam, si bien referido también a la parte del pasado que se acepta; para ello el texto coránico se sirve de una forma verbal [aslaftum]: “Comed y bebed en paz del fruto de lo que hicisteis preceder en días pasados” (C 69:24). En síntesis, se puede sostener que en el Corán sálaf es, sensu stricto, lo pasado7.
El asunto cambia en el Hadiz. Es aquí donde los sálaf aparecen, aunque escuetamente, como un modelo de conducta propio del islam. En las narraciones que reproducen los hechos y dichos de Mahoma, se encumbra de boca del Profeta a unos sálaf, unos predecesores, entre los que Mahoma incluye tanto a gente de su propia estirpe como, además, a los primeros conversos al islam. No podía ser de otro modo, dada la ruptura que el islam dictamina con el paradigma de la pertenencia tribal propio de la sociedad árabe del siglo VI, a la que se dirigen en primera instancia la Revelación y las palabras de Mahoma. Estos antecesores serían una especie de creyentes prístinos, ejemplares.
En una de las compilaciones de hadices más extensa, y también una de las más reputadas, el Músnad del imam Áhmad Ibn Hánbal (m. 855), se cuentan dos anécdotas sobre Mahoma y sus hijas Fátima y Zainab, de las que se infiere un nuevo significado para “sálaf”: el de ‘ancestro’ o ‘predecesor’. En una, el Profeta, en su lecho de muerte (632 d. C.), le dice a Fátima, casada con Ali y madre de Hasan y Huséin, futuros mentores de los chiíes: “Gabriel, la paz sea con él, siempre me examinaba del Corán una vez al año, pero este año lo ha hecho dos veces. No lo veo sino como que la hora de mi muerte ha llegado. Tú eres la primera de la familia detrás de mí y bien está que yo sea tu sálaf8. Es decir, Mahoma se alegra de morir antes que su hija, aunque sea por poco tiempo, y por ello es su sálaf, alguien que, simplemente, la precede en la muerte, en la culminación del ciclo vital (y hay que deducir que en el más allá). No hay indicio de prevalencia genealógica alguna, si bien tampoco nada que la impida, de modo que los chiíes han hecho uso de esta tradición para legitimar la preferencia de la línea familiar de los alíes en la preservación del mensaje transmitido por Mahoma. Por otra parte, en otro hadiz de la misma colección se narra que Ibn Abbás, uno de los más reputados tradicionistas, pero enemigo de las pretensiones de legitimidad dinástica de los alíes, contaba: “Cuando murió Zainab, la hija del Profeta, este dijo: ‘Júntate con nuestro buen sálaf, el bienaventurado Uzmán Ibn Mazún’”9. Ibn Mazún no era de la familia de Mahoma, sino uno de los primeros musulmanes, al que el Profeta admiraba por su devoción y piedad. Con todo, y dado el volumen total de hadices (cercano a los 30.000), son menciones más bien insignificantes para un término que luego ha hecho correr tanta tinta.
Aparte de estos usos documentados por Ibn Hánbal, muerto más de doscientos años después de Mahoma, el término sálaf no se emplea en las fetuas de los compañeros del Profeta, los sahaba, documentos que también constituyen criterios de autoridad, aunque más secundarios, en la configuración de la jurisprudencia islámica. Es algo que no deja de ser paradójico si se piensa desde una perspectiva salafista, tan obsesionada con la literalidad y enemiga de toda lectura hermenéutica: los sálaf como tales no se mencionan en el Corán y apenas están esbozado...

Índice

  1. PRIMERA PARTE. SALAFISMO Y HIERBAJO
  2. CAPÍTULO 2. REFUTACIÓN DE LA REFUTACIÓN. EL SALFISMO EN LA HISTORIA
  3. CAPÍTULO 3. LA MUNDANIDAD DEL SALAFISMO
  4. CAPÍTULO 4. SALAFOTRANSNACIONALISMO
  5. CAPÍTULO 5. QUIETISMO Y CONNIVENCIA
  6. CAPÍTULO 6. CONDENAOS LOS UNOS A LOS OTROS, O DE LA PRÁCTICA DEL TAKFIRISMO
  7. CAPÍTULO 7. DE LA GUERRA DE MOVIMIENTOS A LA GUERRA DE POSICIONES
  8. BIBLIOGRAFÍA
  9. NOTAS