Capítulo 1
Estados Unidos a fines de la década de 1960, la Campaña de los Pobres de 1968 y la nueva fase del movimiento negro
Mil novecientos sesenta y ocho fue un año extraordinariamente difícil. Para aquellos decididos a continuar con el legado de Martin [Luther King, Jr.], fue un momento para reagruparnos, repensar, levantarnos y definir nuevas estrategias. Encontrar nuevos métodos de lucha para el futuro, trabajar sobre el tema de la pobreza y la raza, cuestiones que persistirían y con las que sería cada vez más difícil lidiar.
Marian Wright Edelman, 19901
La historiografía tradicional ha hecho poco hincapié en la relevancia de la última gran convocatoria y campaña masiva encabezada por Martin Luther King, Jr. antes de su asesinato en 1968: la Poor People’s Campaign (PPC) o “Campaña de los Pobres”. Realizada tan sólo un mes después de su muerte y presidida por la SCLC, esta campaña llegó a ser calificada como un fracaso, una protesta sin legados sustanciales ni duraderos para un movimiento que – para muchos – había alcanzado su cenit. En el presente capítulo, contextualizaremos el período de lucha que se define a partir de 1968 en lo que se configura como el inicio de una nueva fase para el movimiento negro en tanto proceso histórico y punto de referencia para establecer elementos de continuidad y ruptura con la lucha llevada a cabo en años anteriores. Estableceremos distinciones y discutiremos con lo que la historiografía cataloga como la “fase clásica” del movimiento, centrádonos en la PPC y su lugar en la historia y en el debate historiográfico. Recurriendo a la Campaña como estudio de caso en su contexto socio-histórico más amplio de los Estados Unidos de fines de la década de 1960, revisaremos particularmente el rol desempeñado por líderes y activistas de base de la comunidad afro-estadounidense. Nuestro propósito es demostrar que la PPC constituyó tanto un punto de inflexión como un momento de transición hacia lo que entendemos como una nueva fase en un continuum en el proceso de lucha y resistencia de la comunidad negra. El mismo aunó y expuso los objetivos, demandas, tácticas y estrategias que caracterizarían los años venideros, centrándose en temas que afectaban no sólo a los afro-estadounidenses como grupo racial, sino a los pobres como clase social.
Los Estados Unidos de finales de la década de 1960
Luego del asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, su sucesor, el hasta entonces vicepresidente Lyndon B. Johnson, anunció la puesta en marcha de la “Gran Sociedad”. Para implementar lo que se perfilaba como un gran programa de reformas sociales, Johnson prometió utilizar los recursos disponibles de una nación que creía estar aún inmersa en el auge económico de la posguerra, para crear una sociedad de “abundancia y libertad para todos” en la que se exigía “el fin de la pobreza y la injusticia racial”2.
Sin embargo, hacia fines de la década de 1960, los Estados Unidos estaban en plena crisis. Su economía ya no podía enfrentar los elevados niveles de consumo interno (discordantes con los bajos niveles de producción doméstica que condujeron a un aumento de las importaciones por sobre las exportaciones), ni el incremento incesante del gasto militar3, mucho menos el drenaje que la guerra en Vietnam generaba4, y que – entre todos – contribuyeron al insostenible crecimiento del déficit fiscal que socavó el poder económico estadounidense. La desmovilización social característica de principios de la década de 1950 había quedado atrás, y la norteamericana era ahora una sociedad altamente convulsionada. Estallaron conflictos contra la segregación racial, el sexismo y la injusticia redistributiva de manos del movimiento afro-estadounidense por los derechos civiles, el movimiento feminista y el movimiento de los adultos mayores.
En este contexto, el Congreso cedió a los reclamos de los sectores movilizados y aprobó las referidas leyes de derechos civiles (1964) y de derecho al voto (1965). Asimismo, se sancionó la ley de Educación Primaria y Secundaria5, la ley de Educación Superior (que creó un programa de becas, préstamos y oportunidades laborales), los Programas Federales de Medicare (seguro de salud para los ancianos) y Medicaid (seguro de salud para los pobres), y se creó la Office of Economic Oportunity (OEO). Esta última, establecida en 1964 y eliminada diez años después por Richard Nixon, contó con fondos para capacitación laboral y profesional que nunca representaron más del 3% del presupuesto federal destinado a programas sociales, o más del 6% de los fondos federales para combatir la pobreza.6
Académicos progresistas coinciden en que algunos de los programas de la Gran Sociedad fueron efectivos, y que el rol y responsabilidades del estado crecieron en relación a la cuestión social.7 Sin embargo, el programa – particularmente su “guerra contra la pobreza” – fue criticado desde todos los ángulos y sectores ideológicos. Si bien no pretendemos hacer aquí un derrotero de sus resultados y efectividad, sí podemos sintetizar algunas posiciones. Por un lado, hay un cierto consenso sobre el hecho de que la mayor parte de los ya de por sí escasos fondos no llegaron a los pobres, sino que “se perdieron” en la maquinaria burocrática, se aplicaron a la construcción de obra públicas o se destinaron a la contratación y tercerización de servicios sociales (asistencia médica y legal, servicios educativos, de provisión de alimentos, etc.), por lo que en ningún caso proporcionaron ayuda directa a los más necesitados. Así fue denunciado por Martin Luther King, Jr., quien en agosto de 1967 afirmó que si bien la intervención federal continuaba siendo necesaria para resolver el problema de la pobreza, “los fondos muy a menudo se destinan a salarios administrativos y otros gastos generales que poco beneficio reditúan a los pobres”8.
Mientras que sectores conservadores consideraron que el gobierno malgastaba fondos en quienes no merecían la ayuda, intelectuales progresistas y de izquierda adujeron que los programas no eran lo suficientemente radicales, además de ser ineficientes, inadecuados y encontrarse escasamente financiados. El historiador Thomas F. Jackson afirmó que el aspecto negativo de la Guerra contra la Pobreza fue que, “excedida en retórica y corta en resultados, continuó con una tradición de reforma jerárquica de arriba hacia abajo que benefició mayormente a la clase media”9 perpetuando la exclusión de grupos minoritarios y pobres de la toma de decisiones que los afectaban directamente.
Por su parte, entre los planificadores de la guerra contra la pobreza se popularizó la noción de la “cultura de la pobreza”: la concepción de que los pobres eran los responsables de su propia situación socio-económica. Así, mientras las ciencias sociales modificaban su enfoque y concepción sobre la “inferioridad racial” de los negros de un determinismo biológico a una “patología cultural”, las mujeres afro-estadounidenses se convirtieron en el centro del debate público y comenzaron a ser señaladas como las “culpables” del fracaso de los hombres negros, de la fragmentación de sus grupos familiares y de la “privación cultural” de sus hijos.
Fueron intelectuales de derecha quienes comenzaron a instaurar lo que se denominó “cultura de la pobreza” para explicar las causas de la misma en los Estados Unidos. Según este concepto, la pobreza es un “patrón de vida que pasa de generación en generación”, producida por causas culturales y de comportamiento social, más que por una estructura social de acumulación dada. Esta idea fue introducida por Daniel Patrick Moynihan, asistente de la Secretaría de Trabajo del gobierno de Johnson, en el polémico informe The Negro Family: The Case For National Action (1965). Aunque Moynihan no acuñó el concepto (perteneciente al antropólogo Oscar Lewis) su análisis sobre familias negras urbanas atrapadas en un ciclo patológico de núcleos familiares matriarcales dependientes de la asistencia social se convirtió en sinónimo de la “deficiencia moral” de los negros, de su incapacidad para romper ese ciclo y de su responsabilidad para con su propia situación de pobreza.10
Adscribiendo a esta lógica, se instauró la teoría y la práctica de que la pobreza podía eliminarse a través de programas educativos y de capacitación laboral11, en lugar de apuntar a modificar el sistema que la generaba. Los programas de la guerra contra la pobreza, en su mayoría, “se enfocaron en la modificación de comportamientos como solución a la pobreza – y como argumentó Thomas F. Jackson – no lograron eliminar los salarios de pobreza, reducir la desigualdad en los ingresos o aumentar la oferta agregada de empleo en el mercado laboral”12. A ello hay que agregar que los altos índices de pobreza entre la población afro-estadounidense y su inclusión en estos programas contribuyeron a la percepción de que las iniciativas “contra la pobreza” sólo beneficiaban a los afroestadounidenses, por lo que eran “los contribuyentes (blancos) los que cargaban con los costos de la solución del problema (negro) de la pobreza”13. Sin embargo, lo cierto era que, debido a la enorme reducción en los impuestos sobre las empresas (de unos $10 mil millones) que apuntó al aumento en el capital de inversión y en el consumo personal, el gobierno estaba extrayendo menos de la economía que lo que gastaba con la escalada de las dos guerras: contra la pobreza y en Vietnam.
En este contexto, Martin Luther King, Jr., considerado uno de los referentes del inclusionismo y líder moderado del movimiento negro, comenzó a hacerse eco de aquellos que se manifestaban no sólo contra el manejo que el gobierno hacía de la guerra contra la pobreza, sino de los opositores a la guerra de Vietnam como la principal causa de los problemas socio-económicos norteamericanos. Hasta 1967, King no había hecho críticas públicas a la guerra, persuadido de que una oposición abierta desviaría hacia otros campos la energía puesta en la causa por los derechos civiles, y alienaría a políticos con posiciones pro-bélicas, entre ellos, el presidente Johnson.14
Esto no había detenido a otros líderes u organizaciones quienes, antes que King, se manifestaron abiertamente contra la intervención estadounidense en Vietnam. Malcolm X fue de los primeros en expresar su oposición a la guerra en 1954. Seguidamente, la Nación del Islam se manifestó tanto en contra de la guerra como de la conscripción obligatoria de musulmanes para las Fuerzas Armadas. El SNCC había organizado en 1965 una marcha anti-bélica en Washington a la que asistieron más de 25.000 personas, públicamente repudiada por algunas organizaciones de derechos civiles.15 Ese mismo año, King se pronunció contra la intervención estadounidense en Vietnam, pero se retractó ante las duras críticas recibidas por parte del gobierno y de la prensa, y de la falta de apoyo de la SCLC, organización que presidía. En 1966, el Mississippi Freedom Democratic Party (MFDP) expresó su apoyo al movimiento de oposición y resistencia a la conscripción obligatoria y, en un giro sorpresivo, la SCLC declaró su oposición a la guerra de Vietnam.
El repudio formal de King llegó en 1967. En noviembre, en una presentación ante la Asamblea Nacional de Liderazgo Laboral por la Paz (una organización que apoyaba el accionar del gobierno de Johnson en Vietnam), afirmó que la guerra había convertido a la Gran Sociedad en un mito. Manifestó su disgusto ante un gobierno dispuesto a gastar “$500.000 para matar a un soldado enemigo en Vietnam, pero sólo $53 por cada estadounidense que vive en situación de pobreza”16. Previamente, en una presentación en la iglesia Riverside (Nueva York), King dio uno de sus más elocuentes discursos contra la guerra. Habló de la destrucción que las Fuerzas Armadas estaban llevando a cabo en el sudeste asiático y del apoyo que se le prestaba al “corrupto, inepto e impopular, represivo y cruel” gobierno militar de Ngô Đình Diệm. Se preguntó quién era efectivamente el agresor y verdadero enemigo, cuando eran los Estados Unidos quienes no dejaban de aumentar sus tropas y lanzaban “cientos de bombas sobre una pobre y debilitada nación que se encuentra a más de 8000 millas de distancia”17. Además de ello, eran los pobres quienes cargaban con el peso de la lucha en el extranjero, enfatizando la carga adicional de los negros estadounidenses, un grupo que contando con una presencia desproporcionada en Vietnam se les negaban sus más básicos derechos políticos y económicos en los Estados Unidos: “Estamos dispuestos a hacer del negro un ciudadano de 1...