LA VIDA DE LAS LÍNEAS
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Tim, Ingold

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LA VIDA DE LAS LÍNEAS

Tim, Ingold

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En La vida de las líneas, Ingold desarrolla una antropología filosófica y ecológica que es a la vez amplia, integradora e inclusiva. Su narrativa es poética y entrelaza cuerpos, mentes, paisajes, topografías y percepciones en un encuentro de líneas. Nos lleva en un viaje a través de movimientos, nudos, climas, atmósferas y superficies guiándonos hacia una conclusión esencial: humanar es un verbo.

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Información

Año
2018
ISBN
9789563571356
Categoría
Ecología
SEGUNDA PARTE

EROSIÓN

XI. Remolino

Me he convertido en un lineólogo: un estudioso de líneas. Este es uno de los temas más antiguos, adoptado, aunque inconscientemente, por todos aquellos que hayan alguna vez seguido un camino, cosido un paño, rastreado un animal, recitado un poema, dibujado un trazo o escrito una carta –o sea, prácticamente todos los que hayan vivido–. ¡Sin embargo, la linealogía es también uno de los temas más nuevos y bajo ese nombre tal vez sigo siendo el único practicante! El alcance del tema es maravillosamente amplio, porque incluye caminar, tejer, observar, cantar, contar historias, dibujar y escribir. Todo acontece a lo largo de líneas de uno u otro tipo1.
En la segunda parte de este libro espero poder convencerlos de que para convertirse en un lineólogo es necesario también hacerlo en algo similar a un meteorólogo. Tenemos que estudiar el tiempo (meteorológico). Desde hace mucho he sentido que debe haber una profunda relación entre líneas y tiempo, tan profunda como entre el caminar y el respirar, el tejer y el paso del tiempo, la observación y el temperamento, el cantar y el resonar, el narrar y los ecos de la memoria, entre los trazos de un dibujo y los colores en la paleta de un pintor, y entre el escribir en una página y los presagios en el cielo que la gente solía interpretar para ver lo que podrían predecir. Estos presagios alguna vez fueron llamados “meteoros” y es de su estudio que derivó el término moderno de “meteorología”. Así, donde el lineólogo se pregunta lo que tienen en común el caminar, tejer, observar, cantar, narrar, dibujar y escribir, el meteorólogo busca el denominador común entre la respiración, el tiempo, el estado de ánimo, el sonido, la memoria, el color y el cielo (Tabla 11.1). Este denominador, como demostraré, es lo que llamamos atmósfera.

Tabla 11.1
Linealogía y meteorología

tabla_1

Así como mi linealogía requiere de un concepto de línea que exceda lo estrictamente geométrico, así mismo la meteorología que necesito para complementarla requerirá de un concepto de atmósfera que igualmente exceda el significado de métricas del entorno geoespacial. Ciertamente existe una conexión entre las reducciones de la geometría matemática y la meteorología científica, ya que ambas parten de la premisa (por mi llamada “inversión”) de que las sendas de crecimiento y movimiento a lo largo de la nuestras vidas, son convertidas en límites dentro de los cuales está contenida la vida2. Mientras la geometría comprime la vida en puntos y define la línea como la distancia más corta entre estos puntos, la meteorología, en su quehacer científico moderno, mapea las masas en volúmenes y define la densidad como la relación de una a la otra. Es la operación de inversión la que nos lleva a pensar en el movimiento, no como un emitir a lo largo de líneas de crecimiento o devenir, pero sí como una masa ya coagulada o globo, desplazada de un punto a otro. En esto, las sendas se convierten en órbitas o trayectorias que pueden calcularse desde sus condiciones iniciales, y que son alterables solo por intervención externa. Y, asimismo, pausas o momentos de descanso se convierten en estados de equilibrio unidos por un balance de fuerzas externas más que por una tensión interna que mientras más dure más incrementa en intensidad.
Considere el movimiento de una tormenta (Figura 11.1) con sus rayos de relámpagos y sonidos de los truenos, la tormenta es un ejemplo impresionante de la indisoluble relación entre líneas y atmósfera. Pero la relación también existe en la manera en que la tormenta se mueve. Podemos decir que golpea primero aquí y luego allá, y el meteorólogo tal vez intente trazar su transcurso. Pero la tormenta no es una masa coherente y autónoma que se desplaza de un punto a otro en el cielo. Más bien es un movimiento en sí misma, un “enrollar/ bobinar hacia arriba” que crea un punto de quietud en su ojo. Al enrollarse hacia arriba avanza y se desenrolla en su retirada. ¿No será que podemos decir lo mismo de las cosas vivientes? El filósofo Henri Bergson argumentó que todo ser vital es proyectado como un remolino a la corriente de la vida. Es como si en su desarrollo describiera “un especie de círculo”3. En Danza, el cuadro de Matisse al que ya nos hemos referido, las cinco figuras también describen un círculo al golpear la tierra. Ellas giran, se arremolinan. ¡No podría haber una demostración más poderosa de la idea de Cavell de la vida como “el remolino de organismo”! Como la tormenta, el organismo-remolino no es un globo inmune (en el sentido que he propuesto al comienzo de este libro), sino la forma de un movimiento. La lógica de la inversión es, por supuesto, lo que nos hace imaginar al ser vivo que ha creado una espiral sobre sí mismo como un objeto delimitado desde afuera, engañándonos al hacernos creer que no es tanto un movimiento en sí mismo como un contenedor para la vida. Esto es como confundir el movimiento curvo de su mano dibujando un círculo y el trazo que deja, con el perímetro de la figura terminada4. Los círculos pueden ubicarse dentro o fuera de otros círculos; pueden tocarse o superponerse. Pero en el mundo remolinante de organismos y tormentas, solamente hay espirales y serpentinas, formaciones que se sustentan dinámicamente en la corriente de la vida, que continuamente se encuentran y desencuentran en los procesos, que son los mismos proceso de su generación y disolución (Figura 11.2).


Figura 11.1. La tormenta desde el espacio.
Huracán Iselle sobre el océano Pacífico. 4 de agosto. NASA imagen de Jeff Schaltz.

Las espirales no pueden superponerse, pero sí entrelazarse entre ellas: pueden inter-penetrarse –como pulpos y anemonas, para recordar la analogía de Marcel Mauss– en el medium de sus entornos y sentimientos. Y fiel a la analogía, encontramos estas formaciones no solo en la atmósfera y el océano sino que también en el dominio de “hombres y grupos y sus comportamientos”, como lo expresado por Mauss, y en la práctica de lo que Claude Lévi-Strauss en su monumental tratado The Elementary Structures of Kinship llama un “intercambio generalizado”5. La mejor forma de comprender lo que es un intercambio generalizado se consigue cuando se establecen alianzas duraderas entre grupos de hombres vinculados por relaciones de descendencia común, específicamente cuando se ofrece y recibe la mano de mujeres en matrimonio, norma que dicta que los hombres deberían casarse con mujeres definidas como hijas de los hermanos de sus madres. Cuando esta norma se implementa es un grupo el que ofrece hijas en matrimonio y es el otro el que las recibe como esposas, siendo los dos grupos los mismos de generación en generación. Este intercambio permite la formación de circuitos en los cuales el grupo A le da al grupo B, el B al C y así sucesivamente,hasta que finalmente A llega a la posición de recibir. Sin embargo, lo que la antropología clásica describe como el dar y el recibir hijas y esposas, como si las mujeres involucradas fuesen simples objetos de intercambio, en realidad tiene una interpretación mucho más amplia, porque el regalo de un grupo al otro en el circuito es realmente el impulso reproductor de la vida misma que recibe nuevo ímpetus de cada generación por la que pasa, asegurándose así que nunca se seque la corriente. Esto no es sobre lograr solidaridad social –como si al cerrar el circuito la estructura quedara bloqueada y el movimiento se detuviera– sino todo lo contrario. Es sobre el establecimiento de una relación de correspondencia entre líneas de descendencia, quienes hacen posible que el movimiento continúe al enroscarse o enrollarse unas con otras.


Figura 11.2. Círculos superpuestos con espirales entremedio.

Esto se refleja claramente en la representación de la danza en el cuadro de Matisse: la transferencia del ímpetu entre una figura a la otra; o cuando las líneas melódicas son transferidas de cantante a cantante en una ronda coral. Previamente comparamos la vida social con los hilos entrelazados de una cuerda. En esta analogía el intercambio generalizado establece un mecanismo del enrollar que garantiza que, igual que una cuerda, completa en su sección pero siempre extendiéndose longitudinalmente, la vida social continúe. En la fabricación de las cuerdas, y más comúnmente en el hilado, el mecanismo que permi...

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