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Descripción del libro
Los intelectuales y el poder. El caso La Rioja analiza la relación existente entre los intelectuales riojanos y el poder en el período 1900 - 1930. La existencia de un campo intelectual compuesto por quienes se dedicaban a tareas de producción ideológica, reflexión, o en general a la creación de productos simbólicos, la composición social y la política de esta intelectualidad, ideología a la que adscribían, el papel desempeñado en la sociedad, las razones a que obedecía la legitimación de tal o cual grupo de intelectuales, como así su inserción en el campo del poder, al que se define principalmente como poder político, constituye el núcleo central de este trabajo.
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FilosofíaCategoría
Ensayos filosóficosVI - El debate dentro del campo intelectual
Una vez ocurrido el advenimiento del radicalismo al gobierno, se produce, como ya hemos visto, el reacomodamiento de la intelectualidad ante esta nueva realidad. Sin embargo, los principales temas abordados no difieren mayormente de los que se venían tratando antes de producirse este hecho político y social que transformará la historia del país.
Lo que sí sucedió fue que a pesar de ser los temas recurrentes, la visión es más rica por los aportes de la intelectualidad joven que se sumaba al debate, por la aparición de los representantes de las ideologías revolucionarias y por el nuevo escenario que les servía de marco.
El Radicalismo es gobierno
La llegada del radicalismo al gobierno de la provincia a través de una intervención federal, el enfrentamiento entre éste y los conservadores, y la temprana ruptura entre Hipólito Yrigoyen y Pelagio Baltasar Luna creaban un enrarecido clima político en tierras riojanas.
El radicalismo se dividía en numerosos sectores enfrentados entre sí, que profesaban odios y amores a Yrigoyen y a Luna. Prontamente el oficialismo provincial representado por el sector de Luna sería acusado de transformar al radicalismo en una agrupación personalista y de hacer política de “grupo” o de “familia”.
La respuesta no se haría esperar, calificando a los dirigentes del “principismo radical”, capitaneados por Francisco Baigorrí, de
(...) grupo de elementos advenedizos dentro del radicalismo, que emigraron de los partidos donde militaban porque no fueron colmadas sus aspiraciones. Su sistema de campaña política, es el sofisma, la calumnia y la intriga (…) no vacilan en alquilar sus prédicas, a cualquier plutócrata, que cree que se compra opinión popular a precio de oro.1
El debate por los periódicos continúa, los disidentes responden acusando a Pelagio Baltasar Luna de entregar el partido a Benjamín Rincón: ciudadano extraño al mismo que más tarde se adueñó del gobierno de la provincia (1920-1923) para constituirse en el azote de la población; por su parte, los ahora rinconistas le enrostran a los baigorristas el pretender suplantar los derechos de los viejos radicales aliándose con los enemigos tradicionales del radicalismo, los autonomistas, con cuyos votos piensan conquistar el poder a base de acuerdos y repartos impúdicos.
La historia volvía a repetirse. Vencido el enemigo principal la lucha se entabla en el seno del partido gobernante. La contradicción principal, la lucha contra el conservadorismo, era desplazada a un plano secundario y asumía tal carácter el internismo feroz dentro de las filas radicales.
Mientras la provincia asistía a esta primera experiencia radical de gobierno en la que primaban los enfrentamientos entre correligionarios y las intervenciones federales, desde las filas de las izquierdas se censuraba duramente esta actitud del partido gobernante. “Puede Ud. continuar señor Presidente haciendo vida y hacienda con esta pobre provincia, que tiene habitantes tan buenos que por más que Ud. los tenga con la soga al cuello, siempre permanecerán como cristo en la cruz”, disparaban desde el anarquismo. Y José López González, desde el principismo radical, aseguraba que mientras
los jefes y amigos políticos continúan hablando de la intervención y de los pleitos (....) a sus correligionarios se les muere la mujer y los hijos de hambre (...) Ellos esperan el voto para triunfar y nada más, mientras allá en los hogares pobres donde ellos no llegan nunca; los padres se hacen ovillo buscando remedios para la familia, mientras los forasteros amparados en el gobierno y como ‘bumbunes’ con hilo hacen y deshacen al antojo de Vichi Gallo, comiendo cuanto centavo cae en las arcas fiscales.2
La cuestión política, como vemos, continuaba siendo materia obligada de análisis y debate, un debate acalorado, donde la intelectualidad sin excepción participaba tomando postura según su inserción política en los grupos que se disputaban el poder en la provincia. Y mientras el nepotismo, el papel de la policía y la justicia, continuaban presentes, otros temas antes casi ignorados pasarían a ocupar un espacio central en la discusión intelectual de esta sociedad.
Liberalismo vs. Clericalismo
La aparición de grupos liberales, socialistas, anarquistas y comunistas en la provincia y la decisión de la Iglesia de salir a contender con ellos, producirán un particular enfrentamiento de ideas sobre temas filosóficos-teológicos-ideológicos no abordados, por lo menos con asiduidad, anteriormente por la intelectualidad riojana.
El debate político coexistía con otro más profundo, el de las ideologías; del enfrentamiento entre partidos se pasaba al de las fuerzas sociales y aquellos eran vistos como meros instrumentos de estas últimas. Se trataba de ver el bosque por encima de los árboles. “Hay dos únicas fuerzas sociales en lucha histórica, representadas por las falanges liberales y las hordas clericales. Y esta lucha tremenda está trabada en el Hogar, en la Escuela, en la Sociedad”3 sostendrán los instruidos hombres del liberalismo desde el anarquista periódico Idea y Libertad.
Y, efectivamente, en la sociedad riojana, o por lo menos en sus círculos eruditos, esa lucha existía y era extremadamente virulenta. La existencia de Dios, la creación, la vida y la muerte, la religión, eran puestos en duda o negados por liberales e izquierdistas. “Las religiones todas, desde su origen, se han erigido en autoridad sobre la humanidad, haciéndole creer en un Dios falso y misterioso que se hace cómplice de todas las injusticias, de todos los crímenes y de todos los odios más repugnantes”.4
Desde el campo católico se sostenía que “los reformadores sociales que pretenden la supresión de la existencia de Dios y de su iglesia; la abolición del derecho de propiedad privada; la disolución de la familia; a las que hay que agregar la absoluta negación de la patria”,5 debían ser tratados sin contemplación y encarcelados inmediatamente, ya que constituiría, -a su entender- “una gratuita ofensa a nuestros constituyentes el pensar que al redactar nuestra carta magna quisieron garantizar la libertad de los criminales enemigos de la patria”.6 No era ésta la primera vez que se intentaba encarcelar a los sostenedores de ideologías revolucionarias, ni los defensores de Dios, Patria y Hogar, los únicos en solicitarlo; ya el conservador periódico La Crónica, en 1906, sostenía que “las fieras humanas que forman el anarquismo deben ser destruidas de una manera total, que se llegue á extirpar la raza”.7
Esta lucha entre liberales y clericales no quedaba reducida a debates periodísticos, se trataba de llevarla al seno de la sociedad o, mejor dicho, los contendientes la trasladaban al interior de la trama social.
El Centro Liberal decidía desarrollar su acción educativa a través de conferencias en los barrios, en las calles, en las plazas públicas; representaban a la “Escuela Liberal”, escuela al aire libre, liberadora de conciencias, ciencias y monopolios, según sostenían. Su presidente, César Reyes, diría:
Es la primera vez, en tiempos catolicísimos, que en La Rioja, tierras cordilleranas, se sienten sonar ecos de montaña en las plazas públicas contra los enemigos de la libertad; los diaguitas, es verdad, en épocas pretéritas hacían repercutir sus estridentes alaridos libertadores, desde la cima de sus ‘pucarás’; vino la cruz, y se convirtió en mordaza de sus bocas.
Mientras d...
Índice
- Agradecimientos
- Introducción
- I - La Rioja de principios de siglo
- II - Intelectuales y clase dirigente
- III - La lucha por la legitimación dentro del campo intelectual durante la etapa conservadora
- IV - Legitimación e inserción de los intelectuales en el campo del poder bajo gobiernos conservadores
- V - Los intelectuales durante la época radical
- VI - El debate dentro del campo intelectual
- VII - Legitimación e inserción de los intelectuales en el campo del poder durante la etapa radical
- Algunas consideraciones finales
- Bibliografía