Aristóteles como amigo. Una lista póstuma
El pintar a Aristóteles como no siendo
más que un hombre de ciencia
es el reverso de la verdad.
Werner Jaeger, 1997, p. 368
Planteamiento
¿Fue Aristóteles un buen amigo? En este capítulo propongo que sí lo fue, apoyándome en todas las referencias que tenemos al respecto, reforzando con ello su propia teoría ética de la amistad. Platón, Teodectes, Eudoxo, Eudemo, Temisón, Jenarco, Erasto y Corisco, Hermias, Teofrasto, Alejandro y Antípater suelen ser nombres que se asocian directamente a la historia de las ideas del siglo iv, pero no es común asociarlos en un solo sentido a la persona de Aristóteles, y aquí es el caso dado que fueron sus amigos.
No todos los filósofos moralistas presentan coherencia entre su doctrina y su vida. Los grandes sistemas éticos son admirables, pero lo son aún más si dichos sistemas encarnan en la biografía de sus mismos teóricos. Veremos si Aristóteles es fiel a su palabra y de qué manera lo fue, pues toda teoría ética debe llevarse a la práctica por quien la profesa. Esto colabora con la revolución hermenéutica incoada por Jaeger en el evolucionismo genético, ya que:
La forma absolutamente objetiva en que Aristóteles se presentó siempre al mundo exterior estaba ya basada en una consciente separación de lo personal respecto de las actividades exteriorizadas. Tan sólo un poco más tarde el torrente rápidamente creciente de la subjetividad rompió sus diques y arrastró todas las cosas fijas en el ritmo de su propio movimiento íntimo (Jaeger, 1997, p. 369).
Para comprender cabalmente el tema de la amistad en Aristóteles, resulta insuficiente quedarnos solamente con su teoría de la amistad expuesta principalmente en los tres principales lugares en que la expone: (ee, 1234b20 - 1246a25); (en, 1155a4 - 1172a15); (mm, 1208b3 - 1213b30). Debemos ver, además de dichos pasajes, la posesión de la virtud de la amistad como práctica-histórica-individual concreta en su persona, o sea, una philía vivenciada y enmarcada en su particular contexto histórico, hasta donde esto nos sea posible hacerlo, dada la desinformación que tenemos de su persona, desproporcionadamente a los pocos datos y noticias que sí tenemos al respecto.
Analizaré todos los datos que se me alcanzan respecto a este particular modo de ser acerca de su vida y relaciones personales. Estudio a la luz de su contexto y situaciones concretas, cada una de sus amistades, viéndolas dentro de una interpretación global de conjunto. Esto se debe a que “la consideración del reflejo de los hechos políticos, de las circunstancias históricas, es la única que puede mantenernos en el buen camino y permitirnos dar a los temas su verdadero sentido” (Tovar, 1954, p. 11)
Con el fin de escudriñar en lo profundo de Aristóteles la dimensión de la amistad, requerimos más de lo que su propia teoría hace al respecto; pues cuando estudiamos la teoría de la amistad en los citados lugares, nos vemos impelidos por la propia naturaleza del tema a plantear su vida para percatarnos de su coherencia existencial, desde la insoslayable óptica de sus relaciones amistosas. Este escenario, de cara a una aportación significativa, parece tener un carácter de necesidad en una investigación actual de esta naturaleza, porque respecto de la lectura histórica de Aristóteles, “la actitud tradicional hacía imposible todo acceso a su personalidad” (Jaeger, 1997, p. 14). Las investigaciones históricas sólo se abocaban a escrutar sus teorías.
De hecho, “su austera y reservada personalidad, cuidadosamente oculta a los ojos del mundo exterior tras las inconmovibles murallas de la ciencia, se nos revela aquí, levantando el velo de su secreto. Como nos pasa con la mayoría de las personalidades de la Antigüedad” (Jaeger, 1997, p. 368). Así entonces, según esta metodología, debemos luchar aun contra el imaginario histórico de un discurso aristotélico incólume que duró más de dos mil años, en el que se pretendía hablaba la ciencia por sí misma a través del filósofo como Vox Naturae. Esto es debido en parte a su autoridad, en parte a su estilo de escritura; en efecto, “los textos de Aristóteles están escritos en un estilo notablemente impersonal, de manera que sólo a finales del siglo xix nació cierta curiosidad por su autor. Hasta ese momento, el hombre, el personaje histórico, había quedado oculto por la obra y casi ajeno a ella” (Bodéüs, 2010, p. 117).
La vida en Aristóteles está impulsada por el ideal de sabiduría e investigación en todos los campos del conocimiento, pero también por la riqueza de su vida interior; y Jaeger intuía esto con agudeza histórica; en efecto: “vemos que aquella vida tan llena no quedaba agotada, como pudiera suponer una mirada superficial, con todo su saber e investigar. Su vida teorética se arraigaba en una segunda vida, escondida y profundamente personal, de la que sacaba su fuerza aquel ideal. El pintar a Aristóteles como no siendo más que un hombre de ciencia es el reverso de la verdad” (Jaeger, 1997, p. 368).
El recorrer estos meandros de la vida íntima del filósofo, constituye una constatación continua de sus ideales plasmados en vida, en términos de una nítida coherencia ética y ejemplar entre su pensamiento y su vida, tal como se afirma que en ello estriba la índole de la filosofía antigua (Hadot, 2009). Además, el tema mismo lo exige por tener relación directa entre lo vital y lo conceptual, y por el mencionado contraste entre el estilo de la escritura del Estagirita en los Tratados por una parte, y los pocos datos y noticias que tenemos de su vida privada. Me baso en los pocos datos que las obras mismas valiosamente proporcionan, en algunos estudios de la moral popular de los siglos v y iv, y en algunos doxógrafos como Laercio y Walter Burley.
Al hilo de tal mostración, analizo conjuntamente con ello sus relaciones polémicas o dialécticas de que tenemos noticia, y su actuar agonístico como griego que era. En efecto, Aristóteles en todo momento muestra un elemento dialéctico, no con sus adversarios políticos (con los que fue siempre muy cauto y cuidadoso, haciendo gala de su prudencia) sino con sus adversarios filosóficos, contra quienes fue aguerrido al extremo, siempre por amor a la verdad. Y esto sentará el fundamento para estudiar sus relaciones amistosas y sus actos de amistad caso por caso, de aquellos de que tenemos noticia. El fin es entonces mostrar tanto su coherencia entre vida y pensamiento, como su ejemplaridad como filósofo.
El contexto en derredor de Aristóteles: su condición de posibilidad sine qua non de philía
Parece que hay tres condiciones contextuales que enmarcan personalmente la posibilidad de la amistad tal como Aristóteles la vivió en su circunstancia y situación personal: filantropía, extranjería y religiosidad. Filantropía. Aristóteles, como todo hombre inteligente, fue capaz de hacer amistades por el hecho de su carácter gregario, por su carácter personal y por la conciencia que tenía de su condición política. Pero, además, amaba lo humano y amaba la vida desde su primera visión filantrópica de la estirpe de asclepíades a la que por sangre pertenecía; de hecho, “de Estagira […] se llevó consigo los principios de las ciencias naturales empíricas y un amor a la vida” (Heller, 1998, p. 174). Eso faculta desde sus inicios una condición de posibilidad filantrópica en general, pero la amistad es más que eso, y supone una cercanía y un compromiso que ciertamente va más allá de la mera filantropía. De esta última se ha dicho: “since philanthropiá: well-disposed to others is not a conspicuous virtue in Plato and Aristotle, little has been writen about it; […] of all Greek moral concepts philanthropiá comes nearest to providing a basis for a universal morality” (Dover, 1994, p. 201.
Extranjería. Quiero ahora resaltar su calidad de meteco (extranjero) en Atenas, ciudad que le recibió en su juventud desde los 17 o 18 años cuando llegó a ella para completar su formación, y que se quedó ahí desde su despertar como filósofo hasta los últimos días de su producción pensante —quitando el periodo de los viajes que le impelieron a salir—. Esa calidad de meteco la mantuvo muy a su pesar durante la segunda y la tercera etapa de pensamiento, pues por su talante pedagógico y su altura espiritual comprensivamente nunca regresó a su natal Estagira. En su segundo periodo, durante la época de los viajes a Assos y Metilene, su extranjería le i...