Eros
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La superproducción de los afectos

  1. 384 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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La superproducción de los afectos

Descripción del libro

®O$ es un discurso creativo sobre el amor, es decir, sobre las corporaciones que lo producen, las imágenes que lo anuncian y los medios que lo transfieren. Su escenario es el Mercado Afectivo. En ese lugar, que es el nuestro, las pasiones no son ya una expresión de la vida interior, sino una negociación con los instrumentos digitales, informativos y financieros que generan la identidad hiperconectiva actual. Su perspectiva es la sociología de las relaciones personales, pero no les sorprenda encontrar también un arsenal de sátiras, poemas, canciones y un relato de crítica-ficción que, situado en el año 2040, imagina el glorioso derrumbe del Mercado, y lo que habrá de ocurrir después.

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Información

Año
2010
ISBN del libro electrónico
9788433932303
Categoría
Social Sciences
Categoría
Sociology

EL IMPERIO DE LA MEDIACIÓN AFECTIVA

HEIDEGGER TV
«¡Déjate de tonterías y fíjate en sus manos!» El pensador que pronunció esta famosa frase, referida a Adolf Hitler, en respuesta a una crítica velada al Führer, es hoy objeto de un canal monográfico de televisión. ¿Quién dijo que en la tele sólo salen pintamonas y marujas? La tele es cultura, KulturKritik de la güena. El canal Heidegger TV ofrece una aproximación constante y demorada a la obra del filósofo más relevante del ser y del tiempo, mostrando las distintas dimensiones de su obra en programas al efecto, que dialogan entre sí y permiten extender sus conclusiones. He aquí un extracto de la programación de hoy:
18.00 h: El Equipo G en La Cabaña del Ser. En sus múltiples andanzas y aventuras nuestros amigos del Equipo G han visitado los lugares más inhóspitos, los más inasequibles a la moda..., han bajado a las cavernas y han subido a algún palacio..., han visitado el apartamento de soltero de un albañil de Brighton y en un piso de estudiantes de efepé en Martorell...; oh, sí: han visto las casas más desastradas y han tratado cara a cara con sus inquilinos, no menos desastrosos... Decididos y emprendedores, ya que no viriles, los chicos G se han aventurado allí donde las revistas de tendencias se usan como papel higiénico y a los diseñadores de moda les azuzan a los dogos... Todo por llevar la Buena Nueva de la übersexualidad allí donde más necesaria es. Pero esta vez..., ¡ah, amigos! ¡Esta vez tienen ante sí un reto superior! Armados de valor, nuestros cinco héroes saltarines se desplazan a la remota Germania, se internan en los peligrosos senderos de la Selva Negra... y, después de dos días de viaje, allí en lo alto, llegan al fin a la cabaña que corona la loma. «Huy, qué solitario, esto..., ¿qué pone en esta puerta? “Die Hütte: Aquí hi viu un de l’Espanyol.”» Y allí, tras esa enigmática inscripción, encuentran, rodeado de libelos y papiros, iluminado por la luz mortecina de una bombilla, escribe que te escribe, a un único inquilino... «¡A las buenas tardes!» «¿Uh? ¿Quién? Eh... En el Dasein, digo... en el umbral...» «¿Cómo dice, buen hombre?» «En el umbral, la acogida se da.» «Qué tío raro, mira a ver que no me muerda.» «Creo que ha querido decir “Hola”.» «¡Huuuy chiiiicos! ¡Qué desoorden, y que rúuustico todo!» «Si hasta chinches, hay...» «Amigos, ¡éste es un trabajo para El Equipo G!»
19.00 h: Follow Me por los caminos del bosque: Curso acelerado de heideggeriano. «Pero Martin, hijo, ¿cómo te apañas para llegar a estas alturas, si no hay más que un caminillo perdío?» «El hombre es un ser de lejanías.» «No, si ya veo, pero podrías poner un cartelito o algo...» «Hay mojones de bosque, y ellos orientan al Ser.» «Ah, qué jodío, siempre tiene una réplica. Buenoooo, aquí no hay mugre ni na. ¡Huy, que me doy con la viga maestra!» «Rico, tienes la casa manga por hombro. Más que un equipo de diseñadores necesitas uno de deconstrucción...» «Ya llegará, ya.» «Martin, hijo, que no es por faltar pero vives aquí como un jóumles, oyes.» «El hombre habita el mundo poéticamente.» «La poesía primitiva, debe ser eso... Dios mío, aquí no puede uno ni rebullirse... Pero Martin, hijo, ¿tú ves cómo tienes el suelo? ¿Cuánto hace que no barres el Queli del Ser?» «El poeta trae aquí la tierra.» «Pues dile al poeta que aluego pase un poco la fregona, anda, que no se puede dar un paso.» «Si es que ni una triste escoba, tiene el colega, nada...» «La nada nadea.» «Ah, mira, si tiene un corazoncito, el menda...; no si aún sacaremos algo de aquí...» «A ver, traed para acá esas cajas de Ikea que ¡esto es un trabajo para el Equipo G!» «Ya lo has dicho antes, pesao. Desde que te pusieron una cámara encima todo el día, te repites más que el ajo.» «Tú a callar, malaje, y vete abriendo la caja de las lámparas.» «El claro que visita la luz no debe ser confundido con el lumen tomista.» «Ay, Martin, que con esta jerga de la autenticidad que te gastas me tienes en un sinviví. ¿Qué ha dicho ahora?» «Que no pongas la lámpara al lado de la ventana, que hace reflejo con el vidrio. ¿Ves cómo yo sí te entiendo, Martin, rico? Anda, haz algo útil y echa una mano aquí con las cortinillas, que no alcanzo...»
20.00 h: Extreme Makeover: Martin goes fashion. «Bueeeenor, esto ya empieza a tener otra cara, ¿no?» «Sí, pero deja la bombilla monda esa, que da una luz indirecta muy in.» «A ver, beltancháulichen, ahora que ya hemos puesto la moqueta y la mesilla esta tan cuca, ha llegado la hora de cambiar lo más importante: tu aspecto, querido...» «Oye, no le faltes, que el señor tiene su estilo. Anda que no daría yo el brazo izquierdo por esta boina, qué morbazo.» «Y cómo la lleva ladeada. No es presumío ni na.» «Ahí te doy la razón. No digo lo mismo del bigotillo, Martin, querido, que pareces John Holmes dispuesto a ensartar a...» «En la apariencia el Ser no se da.» «En la tuya no, desde luego. Bueno, la boina vale: ahora vamos a ver qué encontramos por aquí, que seguro que algo hay. Hombre, ¿y esto? ¡Mira qué chapas más chulas! ¡Con la medalla! ¡Y la crucecita esta con las cuatro puntas...!, oyes, ¿dónde has encontrado esto, en el puestecillo aquel del Rastro que lleva el veterano de la División Azul?» «Mh, no me gusta hablar de eso. Hitler me engañó a mí, como nos engañó a todos.» «Como el Yors Máiquel, ricura, que parecía un machote y mira...» «Pero eso se veía a la legua, hombre.» «¿Lo de Hitler?» «Qué Hitler ni Hitler, lo de Yors Máiquel.» «Por mis muertos te digo, Martin, estás tan out que vuelves a estar in. Ahora se está volviendo a poner de moda el cool fascio, con la ropa sado y las camisas negras...» «Ah, esa chapa, con una camisa de bondage y unos botines te quedaría que ni pintada...» «Ehu..., la estética es solamente una etapa en el camino de la metaf...» «Precisamente tengo yo una por aquí..., mira, tú cógelo por la sisa y ve quitándole ese trapo que lleva puesto, que me da urticaria.» «Eso, eso, a ver qué tal te queda...» «Bien pensado. Y mientras tanto, yo le voy a dar un par de tijeretazos a estas pelanas que me lleva...» «Grrrmh, quita, soltadme..., habitáis un tiempo falso, vosotros... sois pobres-enmundo (weltarm)... Lo cósico de la cosa... Os vi a meter dos leches (milch-paskuäle-zum-geben).» «Martin, esaborío, estate quieto, que acabamos enseguida...» (A coro.) «¡Todo sea por el Ser!»
21.30 h: No ssssólo mússssica: Revival Martin. En el programa de hoy: en la línea de todos los revivales, carnavales y regresiones a las que nos tiene acostumbrados la industria del disco, con sus habituales confusiones sobre lo que fue la Historia y cómo se actualiza hoy, les presentamos ahora lo que molaba cuando empezó el programa y dejó de molar poco antes de que acabara: el neogrunge heideggeriano. Un look casual, atrevido y urbano, que combina distintos códigos de vestimenta pertenecientes a varias subculturas del pasado, que en su momento no eran amigas, pero hoy han sido hermanadas por la moda: la severidad del estilo fascista moderno, tan cara a los primeros Joy Division, el nihilismo teen del grunge, con sus jerseyses holgados y sus complementos pueblerinos, y el hardcore rural, con sus pintas de pastor psicópata que compone rabiosas canciones de un minuto sobre la matanza del cerdo. Ideal para asustar a la abuela, para atraer a la poppy-girl, para darse pisto en los conciliábulos más al día. MySpace echa humo de tantas fotos de chavales disfrazados como si fueran una mezcla de militón y drogadisto. Esta nueva imagen, lanzada por Marianne Westwood y rápidamente asimilada por los copiones del Bershka, que de cualquier cosa hace su versión baratillo, causará furor en los rincones más modernos de tu barrio. Viene presentada por el actionman de nuestros días: Martin Heidegger.
23.00 h: Nip/Tuck: De Martin a Martina. «Y bien, ¿cuál es la parte de su cuerpo que menos le gusta, señor Jáidegar?» «Hombre, a usté qué le parece.» «¿? No sabría decir... Yo lo veo muy..., no sé, muy en su Ser, si me permite.» «Quiero tener las tetas más grandes que Bertrand Russell.» «¿?» «Sí, sí, no se haga el loco; ya sé que intenta ser cortés, pero aquí no hace falta que nos engañemos. En el engaño el Ser no se da a sí mismo, sino que se sustrae de sí...» «Eh, deje esa estatuilla donde estaba... Mh, en cuanto a lo otro, sinceramente, no me había...» «Yo apenas tengo tetas (tetlos); Russell es pobre en tetas (tetarm); usted es hacedor de tetas (tetmacher).» «Sin faltar, oiga. Verá, quizá se ha formado usted una idea equivocada...» «???» «... quiero decir que nosotros no somos, como algunos creen, traficantes de silicona; lo nuestro tiene que ver, ante todo, con la vida interior de las personas, con algo más profundo, con...» «... la Esencia (Essenz).» «Ahí. Ahí le ha dao. Sí señor, usté lo ha dicho, nuestro trabajo no se reduce a entrar en un quirófano, sacar el, cómo se llama, el escalpelo, y...» «... la esencia de la técnica no es puramente técnica.» «Eh..., sssí, eso. Mire, mi socio –¡Troy, sal de debajo de la mesa, no ves que estoy con este señor!–. Disculpe..., aquí mi socio y yo consideramos que el cuerpo sólo es una parte de... la autoestima..., es una cuestión de espíritu, de estar en armonía..., encontrar un lugar en el mundo, vamos. Porque es lo que le digo siempre a mi cuñao: si uno no tiene un mundo, pues... pues que eso, que sin mundo... sin mundo ya me dirá usté, ¿no?» «Usted será el Pastor del Ser.» «Sí, los cojones me voy a poner yo a hacer de payés aquí en pleno centro de Miami. Pero, bueno, a lo que iba, la cuestión es que el mundo...» «El mundo mundea.» «Bastante, bastante, más en estos tiempos...» «... oscuros.» «Everdá eso, no sé por qué este despacho está siempre tan mal iluminado; la señora de la limpieza se cree que con la luz de la pecera esta ya...» «Dos. Redondas. Así.» «Mmh..., es usted persuasivo, señor Jáidegar...» «Señorita.» «Ah, lo que fuere, aquí donde me ve, un servidor está hecho a tó, y ha visto de tó. Huy si yo hablara... si yo hablara..., amos que...» «El hombre es un ser que ha de dar testimonio de lo que es.» «Dejcarao que sí. Tiene usté más razón que un santo. Ahora, una cosa sí le digo: mire que cuando aquí el chache le ponga las lolas ya no va a poder decir esas frases, ni sobrarse así, ni hablar tan alto, que a las tías que hablan como usté las meten en el cotolengo y se pierde la llave. Pero, deje que le diga algo: ese Bertrand, las cosas que escribe, no sé yo si...» «¿Bertrand? Déjese de tonterías y ¡fíjese en sus tetas!»
I. NO MATES AL MENSAJERO
Más allá de las cuatro de la mañana, calmada la urgencia de las noticias –una vez acallado el fragor de los debates–, la radio nocturna ya sólo emitía monólogos. Breves. Escuetos, formularios, modestos soliloquios. Desde los parques de Sants, desde los bloques de Cornellá, desde un entresuelo en la Meridiana. Desde la línea corporativa de una garita de vigilante. Voces sucesivas. Un tono de voz bajo, continuo, como un adolescente jugando a espías. Una voz entrecortada pero firme que marcaba las jotas. Una voz abrumada por el peso de la frase, desorientada en un recodo de la frase, ronca, voz de pausas y renuncios, que intentaba transmitir, más agallas que sintaxis, alguna rara forma de honestidad que sólo reconocemos en los ineficaces y en los mansos. El ecualizador de graves subía y bajaba, un poco, nunca hasta el fondo. Pasadas las cuatro de la madrugada en la radio ya sólo se oían hombres, y una única voz femenina iba diciendo: «¿Llamas para promocionarte?»
Llevaba ya unos minutos en el asiento trasero del taxi cuando entró en antena un oyente que se identificó como vecino de la Verneda. Su voz era aguda y clara. No esperó a que la presentadora le diera la entrada. En vez de contar sus bondades de madurito interesante, se embarcó en un obcecado, enfático, fascinante soliloquio que colapsó el programa durante largo rato. Desde hacía varios años, contó, había recurrido a ese medio «y a algunos otros», que pasó a enumerar; dejó sus datos, elaboró su autorretrato de distintas formas, todas ellas la mar de atractivas, hizo acopio de paciencia, cambió de perfil y de programa, en un intento concienzudo por diversificar la oferta y ampliar el target. Sin éxito.
Lejos de asumir su fracaso, el casanova este del radiotásis nos explicó la verdad, que es amarga pero hay que echarla de la boca: una sórdida «conspiración», que implicaba a los directores y operadores de los distintos programas de búsqueda de pareja, había dado al traste con todos sus intentos, muy a pesar de sus virtudes manifiestas y hercúleos desvelos. Adujo «pruebas irrefutables» de la «complicidad» de distintos medios –por otra parte rivales en el mercado de la radio– para boicotearle y chincharle. En vano intentaba la presentadora tomar la palabra: la soflama del pajero paranoico era una joya de la oratoria maniquea, sin fisuras, con esa autoridad moral que es patrimonio de las víctimas y los dementes, y no había modo de meter baza. Cuando el taxista me dejó en casa, aún proseguía.
Nuestro pretendiente está solo en su tierra baldía, pero tiene compañeros en el mundo del arte. Alguno muy renombrado. Al principio de la película de Alfred Hitchcock Frenesí un personaje acude a una agencia matrimonial londinense. La secretaria, que se encuentra sola y a punto de terminar su jornada, le comunica que sigue sin recibir respuestas a su solicitud. El cliente no se muestra contrariado, sino exultante: ha decidido, le cuenta con jovialidad, que es a ella a quien quiere como esposa. La secretaria se alarma e intenta echarlo; el pretendiente la aborda y la estrangula. Ese crimen marca el inicio de una búsqueda del Mal que es, también, una pregunta por los mecanismos de la soledad y la violencia.
Siendo ésta una de las últimas obras relevantes del director inglés, la escena ha sido profusamente comentada. En el terreno del videoarte el creador francés Pierre Bismuth la usó en una pieza de found footage donde tomaba la primera secuencia de varios filmes, entre ellos el que nos ocupa, y reproducía los minutos de metraje que van desde el inicio hasta el primer asesinato. De ese modo quedaba aislado y focalizado el elemento perverso de la película: la psicosis triunfante, el perturbado que se sale con la suya sin que las fuerzas del orden puedan hacer nada para impedirlo. Por su parte, Zizek describe a ese asesino como un sujeto dominado por el superyó materno que le impide el acceso a una relación personal fructífera.
Sí, son unos psicópatas. Qué. Qué pasa. No, en serio, qué pasa; si quieres decir algo, dilo, pero no mires esta línea de esa manera, me pone nervioso que se me queden leyendo así con los ojos que estás poniendo, como si hubiera dicho algo raro, y mira que si me pongo nervioso, y estoy haciendo un esfuerzo por no ponerme nervioso... ¿Qué, acaso un psicópata no tiene ojos? ¿No tiene un chalado manos firmes, prestas para el cordel y la soga, y órganos fantasma, dimensiones, sentidos, afecciones? ¿Pasiones? ¿Acaso no hemos comido las mismas armas que un hombre cuerdo; no nos han herido con los mismos manjares, y nos han curado con las mismas enfermedades? ¿No nos calienta el mismo sol en invierno? ¿No temblamos, en verano, con el mismo frío? Si nos pincháis con un alfiler, ¿no morimos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no sangramos? Si nos envenenáis, ¿no nos reímos? Y, sobre todo, si nos causáis algún mal, ¿no hemos de vengarnos? ¿Ehh? No, digo, a ver, que es que uno ya... Vamos, si es que...
Las psicosis pueden ser consideradas una excepción, la excepción respecto a la cual definimos la normalidad psicológica. Pero desde los tiempos de la antipsiquiatría nos hemos acostumbrado a interpretarlas como síntomas de algún mal mucho más extendido que la dolencia individual de sus pacientes. En este caso, nuestros dos figuras estarían de acuerdo en un punto importante: ambos conciben el proceso de búsqueda de pareja como un asunto institucional, materia burocrática, en que la responsabilidad del individuo es delegada en una superestructura. Esa institución es un orden de poder, algo así como el Ministerio del Afecto: todos los vínculos que el sujeto pudiera entablar están supeditados al orden ministerial. Ese orden lo perciben a la manera de Josef K., más que a la de Garzón: no se trata de una ley votada en Cortes sino más bien de un designio superior, tentacular y arcano, como un Dios vengativo del Antiguo Testamento que se expresa por medio de funcionarios. Los vínculos que crea y administra no son el resultado de una inteligencia aplicada a los tratos intersubjetivos, sino el cumplimiento de un destino implacable y fatal. Cada cual a su modo, ambos descreen de la relación presencial, del cara a cara, de buscarse la vida; sí creen en el trato a distancia, en el rigor de los programas, en la verdad administrativa.
Llamaremos a esta creencia –puesto que de un credo se trata– «psicosis mediática», y la definiremos como la confianza excesiva en el valor de los instrumentos mediadores en el trat...

Índice

  1. Cubierta
  2. Premio
  3. «ARS AMANDI» < MasterCard
  4. €®0$
  5. EL INFORME MARKOPOLOS SOBRE TU EFICIENCIA
  6. QUEEN LEAR
  7. EL IMPERIO DE LA MEDIACIÓN AFECTIVA
  8. HOY ME SIENTO FOX
  9. OVIDIODROME
  10. LA BALADA DE LA INDUSTRIA MUSICAL
  11. MasterCard > ARTE DE AMAR
  12. BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA
  13. Notas
  14. Créditos