LA BÊTE DU GÉVAUDAN
1
Por el Bearne, ancien pays de France, que perteneció a Navarra y a los condes de Foix, unido a Francia por Luis XII en 1620, y que luego conformaría casi en su mayor parte el departamento de Basses-Pyrénées, hoy Atlánticos, avanzo hacia Olorón desde la frontera española del Somport. La BAMI, la Banque Michel Inchauspé, tiene agencia en el parque. Me ingresan mensualmente una cantidad por servicios prestados, una forma piadosa de reconocimiento, una pensión ridícula a ojos europeos que cada tres, cuatro meses, me acerco a recoger. De allí a Auch, capital de la Gascuña, hoy departamento de Gers, tengo tiempo de pensar en cómo la vida, a veces, lo fija a uno a determinados parajes sin que nada haga sospechar, poco tiempo atrás, tal señalamiento y cómo movimientos originales se convierten pronto en rutina, y trato de contar el número de veces que, desde mi jubilación en 1986, he hecho este recorrido para terminar acobardado, ante la tienda de vinos, ahora delicatessen, escondido en mi automóvil, en la esquina de la place Jean David con el callejón sin nombre.
Contemplo a mi hijo y me pregunto cómo se pudo crear, cómo una ingesta de semen pudo dejar embarazada a Martine Monet, natural de Tarbes, allá en el verano de 1960, en el pinar de Las Fontetas, en la población de Sardañola (provincia de Barcelona), entonces lugar de veraneo. Veo sus inclinaciones, que son las mías, empujándolo al atolondramiento y a la vanidad: descarga cajas de armagnac haciendo alarde de fuerza física, habla con vehemencia con el conductor, castiga con la mirada a la vecina. Siempre me he quedado ahí, en el punto en que ya me he decidido a abordarle, pero surgen –o hago surgir– contratiempos, excusas. Ahora sí, estoy de pie, preparado para cruzar, con el discurso ensayado: preguntar por las diferencias entre un Pacherenc y un Saint Mont, para luego dejar caer que ya sé que su madre murió ahogada en el 77, cuando la Basse Ville, esa mitad de la ciudad que se extiende a lo largo del Gers, el río que da nombre al departamento, se inundó esta vez más que nunca, y a partir de allí, dependiendo de cómo vayan las cosas, de si reconoce mi acento español, de si sabe de la existencia de Pablo Amatller, de si intuye algo, pero suena el móvil y tras un «¿Monsieur Paul?, ¿Monsieur Paul?» se esconde Philibert Bablon, mi sabueso bibliófilo que ya ha localizado por fin un ejemplar de Fauves de France de Jean-Émile Benech, in-8 broché, couverture illustrée, Librairie Stock, Delamain et Boutellau, 1954, 176 pp., 2 ff. n.ch., avec 17 illustrations photographiques, a un precio razonable, aunque es en Lyon –y no puede acercarse en este momento y no admiten reservas telefónicas–, en la Librairie Ancienne Philippe Lucas, 9 Quai de la Pêcherie. Y se me fueron las ganas, o el atrevimiento; y además ha entrado en el local y está atendiendo a un grupo de turistas.
En Mende, prefectura del departamento de la Lozère, me encuentro con los archivos cerrados –es fiesta local–, tampoco es posible adquirir un dossier mínimamente serio sobre la historia de la Bestia; a lo sumo, en un quiosco, único establecimiento abierto en el que se venden libros, hallo un cómic y un par de guías con pobres referencias geográficas y burdas alusiones al trágico conflicto: estoy en el centro del Gévaudan, cómo no ancien pays de France, dentro de los primitivos límites del Languedoc, y aquellos acontecimientos de la segunda mitad del XVIII han quedado reducidos a propaganda de atracción de feria. Dejo Mende. Llego a Lyon, busco hotel y, de mañana, primer cliente, entro en la librería de M. Lucas. Por doscientos francos me hago con el ejemplar y entro en España, autopista de La Junquera, a media tarde; es jueves, cuatro de octubre de 2001. Duermo en casa, en mi querido Ampurdán, en Fontanillas, en mi rectoría.
2
Fue Benech un francés de provincias. Apasionado por la fauna salvaje, escribió prolijamente sobre ella aunque bajo la óptica del cazador, la única concebible entonces. En la tercera página del ejemplar de Fauves de France, gozosamente adquirido, hallo la relación de su obra a fecha de 1954: Amour de la chasse, Mœurs nuptiales des bêtes (préfacé par Jean Rostand), Le chasseur dans son royaume como trabajos cinegéticos y, en el campo de la lírica y el costumbrismo rurales, La poursuite du vent (poèmes), Fanes (poèmes), Les pieds dans l’herbe (roman), Un gratte-cendre (roman) y Notre maire Tripou (roman). El primer capítulo de Fauves..., «Le loup», lo encabeza una peculiar cita, una parte de una estrofa, puede que un estribillo, de la «Complainte sur la bête du Gévaudan», una endecha que nos sitúa certeramente en el núcleo del problema, y que es esta: «Venez, les yeux en pleurs, / écouter, je vous prie, / le récit des horreurs / d’une bête en furie...» (‘Venid, con los ojos arrasados, / escuchad, os lo ruego, / el relato de los horrores / de una bestia enfurecida...’). El texto propiamente dicho, empieza así: «Quand on sort du Cantal, par la route de Ruines à Saugues, on pénètre bientôt dans un pays defortuné. Ce soir, au-dessus des croupes recouvertes de bois sombres, limitant un horizon rétréci, de gros nuages bleuâtres, gonflés, traversent avec lenteur un ciel triste. Hautes bruyères que dépassent de rares genévriers rabougris, champs de seigle ou de sarrasin protégés par des murs en pierres sèches, maigres pâtures où de petits troupeaux d’aumailles trouvent leur vie, voilà tout ce que l’homme, au cours de nombreux siècles, a pu conquérir sur l’ancienne étendue de la forêt. Depuis longtemps, ce coin de France garde un aspect définitif, éternel. Ces défrichements, cernés de taillis d’où pourraient sortir des brigands, des loups, s’il en existait encore, suggèrent au passant l’impression d’une contrée à surprises où la peur rôde à la tombée de la nuit» (‘Al salir de Cantal, por la carretera de Ruines a Saugues, pronto se penetra en un país desdichado. Este atardecer, sobre las cimas de las montañas cubiertas de tenebrosas selvas, limitando un estrecho horizonte, unos nubarrones azulados, inflados, atraviesan lentamente un cielo triste. Altos brezos que sobresalen entre escasos y esmirriados enebros, campos de centeno o de mal trigo protegidos por muros en piedra seca, áridos pastos donde malviven exiguos rebaños de ganado mayor, he aquí todo lo que el hombre, en el transcurso de muchos siglos, ha podido conquistar a la antigua extensión de la foresta. Desde hace mucho tiempo, este rincón de Francia, conserva un aspecto definitivo, eterno. Las roturaciones, rodeadas de pequeños bosques de donde podrían salir salteadores de caminos, lobos, si aún existieran, dan al caminante la impresión de una región sobrecogedora donde el miedo merodea a la caída de la noche’). Este es el marco de actuación de la Bestia de Gévaudan y Benech lo presenta al arrancar el libro. Sí, va a tratar del lobo, la fiera europea por excelencia, pero desde su ángulo más inquietante, desde la irregular dieta del que pudo ser uno de ellos. Poesía, tradición, son las herramientas para contar la historia del monstruo; luego cederá el lugar a la normalidad de la especie. El lobo será situado en sus justos términos; como el oso, el lince, el gato montés, la nutria y todos los demás componentes de la salvajina.
La bibliografía sobre la Bestia de Gévaudan es realmente amplia (cerca de setenta publicaciones) y difícilmente encontrable en sus ediciones originales. Un clásico sería la Histoire de la Bête du Gévaudan par l’Abbé Pourcheur (1889), más cercana a un informe policial que a una novela por la cantidad de datos sobre víctimas y lugares. La Bête du Gévaudan par François Fabre (1930) complementa la obra anterior tras bucear en más archivos. La Bête du Gévaudan par Abel Chevalley (1936) intenta ser a la vez obra histórica y obra literaria barajando, con más insistencia que sus predecesores, la posibilidad de que no nos hallemos ante la acción predadora de un lobo, ni siquiera de otra especie animal –hienas, panteras–, sino ante la obra de un sádico. Con estos tres libros, con Fauves de France de Benech, y con otros recientes de poco interés para el bibliófilo, hemos confeccionado una lista de textos y datos que pueden contribuir a la comprensión de los hechos.
3
La historia:
Es en julio de 1764 cuando comienza el affaire. Una chiquilla de Saint-Étienne-de-Lugdanès ha desaparecido. Se encuentra su cadáver destrozado.
Hígado, intestinos, corazón, todas las partes blandas han sido devoradas.
Después, una sucesión de horrores que durará tres años. La Bestia, porque hay que nombrarla así, parece un lobo..., ¿pero lo era?..., ¿en qué habría que pensar pues?..., ¿en un híbrido?..., ¿en un ser humano?
En junio de 1767 corre el rumor de que un tal Chastel, en La Sogne d’Auvers, ha acabado con la Bestia.
Luego se dirá que en el lugar en que fue abatida ya no crece la hierba.
Cifras:
... a la Bestia se le puede atribuir con certeza la muerte de unas cincuenta personas, pero el número debió de ser mucho más elevado...
... se responsabiliza oficialmente a la Bestia de la muerte de 104 personas de un total de 157 o 179 (según las fuentes) que fallecieron violentamente durante esos tres años en el país de Gévaudan...
... 248 gentiles víctimas, de las que 112 fallecieron en extrañas circunstancias...
... si la Bestia era un lobo no sería el primero que se aficionara, como algunos tigres, a la carne humana. En la Edad Media acompañaban a los guerreros para devorar, tras la batalla, a los combatientes muertos o malheridos –con dificultad se reconoció el cuerpo del Temerario (Carlos el Temerario fue vencido y muerto el 5 de enero de 1477 durante el sitio de Nancy), desfigurado a los pocos instantes de su fallecimiento–. En épocas de epidemias y hambrunas merodeaban en torno a las ciudades a la espera de los cadáveres que se echaban extramuros y que nadie quería enterrar. También, cerradas las fauces contra las piernas de los ahorcados, se balanceaban juntos hasta que por su peso, por la putrefacción, y por el efecto cortante de la soga en torno al cuello, este se partía, desplomándose reo y lobo sobre el patíbulo. Porque en París, en aquel tiempo (1421), hordas hambrientas de lobos cruzaban el Sena a nado, recorrían impunes las calles a la busca de presas y profanaban los cementerios desenterrando los cuerpos más frescos. En 1439, la última semana de septiembre, los lobos, más sedientos que nunca de sangre humana, degollaron y devoraron a veinticuatro seres indefensos –ancianos, niños, tullidos– en el sector comprendido entre Montmartre y la Puerta de San Antonio...
Documentos (de los archivos parroquiales de la región):
Acta de defunción de Delphine Courtiol, mujer de Étienne Gervais, de Saint-Juéry, fallecida el 6 de enero de 1756, enterrada al día siguiente. Sus padres han asistido a la sepultura.
D’Apcher, curé
Aviso:
La susodicha Delphine Courtiol ha sido devorada en su jardín, en el lugar de Saint-Juéry, por una bestia feroz desconocida que se pretende sea una hiena, y que desde el mes de agosto en que vaga por esta diócesis ha causado horribles estragos.
Monseñor el obispo de Mende ordena plegarias públicas para su destrucción. Dios quiera procurárnosla y así librarnos de tan terrible azote. Escribo esto para los siglos venideros.
D’Apcher, curé
Acta de sepultura:
Martial Charrade, de Besset, fue devorado antes de ayer, por la Bestia feroz desconocida que se come a la gente, en la tenencia de la Vachélerie donde trabajaba como vaquero. Tenía unos dieciséis años y hoy, 22 de abril de 1765, los restos de su cuerpo han sido inhumados en el cementerio parroquial, en la tumba de sus antepasados, en presencia de Jean Charrade, su padre, y de Antoine Charrade, su hermano, ambos jornaleros del citado lugar de Besset, analfabetos.
Fournier, curé.
Nombres –y títulos– de algunos de los caballeros que intervinieron en la «historia» de la Bestia de Gévaudan:
–Monseigneur Gabriel Florent de Choiseul Beaupré, Évêque de Mende.
–Monsieur Du Hamel, Capitaine Major de Clermont.
–Monsieur le Comte de Moncan, Gouverneur Militaire du Languedoc.
–Messieurs Denneval Père et Fils, Louvetiers du Roi.
–Monsieur Antoine de Beauterne, dit Monsieur Antoine, Porte-arquebuse du Roi, Grand Louvetier du Royaume, Chevalier de l’Ordre de Saint Louis.
–Monsieur Georges Louis Leclerc, Comte de Buffon, Conservateur du Jardin des Plantes de Paris, Membre de l’Institut.
–Messier Jean Joseph de Châteauneuf-Randon, Marquis d’Apcher, Baron de la Garde, de Thoras, de Cénaret et de la Clause, Seigneur de la Besque, de Verdun, de la Clavière, Colonel de la Gendarmerie Royale, Maréchal de Camp du Roy et Chevalier de l’Ordre de Saint Louis.
–Verny de La Védrines, Gentilhomme verrier au Château de Chamblard.
–Jean François Charles de Molette, Comte de Morangiès.
–Le Père Jean Chastel, dit «Le Masque», et les fils Pierre et Antoine Chastel.
–Jacques Portefaix, testigo excepcional de los acontecimientos, destinatario de una pensión real de trescientas libras en recompensa por su coraje, autor de unas explosivas memorias sobre los hechos, ascendido a teniente de artillería, muerto, oportunamente, a los treinta y dos años, al estallarle un obús en el rostro.
Reflexiones finales:
Se influía en el ánimo del pueblo para que relacionara las muertes atribuidas a la Bestia con un sentimiento de vergüenza y deshonor.
Se amenazaba con prisión a los alcaldes e incluso a los cabezas de familia que no pusieran medios suficientes para defender de los ataques de la Bestia a las personas bajo su tutela.
Son varias las tesis sobre la autoría del desaguisado. La primera habla de un lobo gigantesco y feroz aficionado en exceso a la carne humana. La segunda apunta a otra especie de animal carnívoro, y se inclina por una hiena; sin dar explicación, por eso, de qué hacía esa fiera en mitad de Francia. La tercera apuesta por la acción de un sádico. La cuarta, de varios sádicos. La quinta, de uno o varios sádicos actuando bajo la cobertura de una alta protección. La sexta apunta al uso de animales enseñados a matar. Y así, la relación, infinita, puede incluir la participación de seres híbridos, criaturas míticas y hombres poseídos por el diablo aunque prime la sospecha de un gran complot de carácter ritual o ideológico; y no es desdeñable la posibilidad de un divertimento de las clases pudientes o de un sofisticado medio urdido por funcionarios para conseguir ayudas financieras.
Las víctimas fueron, en su mayoría, adolescentes de ambos sexos y mujeres jóvenes.
4
Tiempos duros. A los cuarenta y cuatro años me dejan en la estacada. Trasladan el tinglado a Canarias y quedo con una pequeña pensión, aunque, eso sí, hay que decirlo todo, con un gran caudal de conocimientos y, sobre todo, con una abultada libreta de direcciones. Empiezo a moverme. A finales de los ochenta España se moderniza. Se crean nuevas empresas, otras se fusionan, llegan multinacionales. Se consolidan grupos terroristas. Se desarrolla la industria del secuestro. Hay particulares que medran de forma rápida al aplastar a la competencia. Los servicios secretos, hasta ahora sumidos en la apatía, descubren su potencial como dinamizadores de los caudales públicos y se ponen a trabajar a destajo. Y todos tienen el mismo talón de Aquiles: la eliminación de pruebas, cómo deshacerse de los cadáveres humanos. Y cuando me ofrezco, todos res...