Negra
eBook - ePub

Negra

  1. 328 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

Nirvana del Risco es la primera heroína negra cubana que se muestra desnuda, abierta y descarnada ante lo que por prejuicios muchos esconden: la bisexualidad, el racismo, la política, el miedo y la cercana intimidad con el enemigo. Hija de la generación de los años 60 y rebelde protagonista habanera en los 2000, recorre el camino entre lo prohibido y lo sagrado, revelando así ocultas recetas asentadas en una cultura afrocubana (Regla de Ocha). Rituales que van desde la dinástica brujería cubana, aquella que pocos aceptan abiertamente y se usa en rituales y conjuros cotidianos, hasta el complejo equilibrismo entre raza, sexo, política y religión. Nirvana huye del oráculo convencida de que el culto afrocubano conserva la leyenda de su vida, pero decide liberarse y cambiar las reglas, desobedecer la letra que le dictan los orishas, retirando así de su vida los antídotos a terribles designios que la acompañan desde su nacimiento. Condimentos endémicos, acentos oriundos y sensuales, sabores agridulces y tropicales revelan una parte escondida de la mezclada nacionalidad cubana. A esta modelo criolla e ilustrada se le presenta un camino épico, único y oscuro que atraviesa con arrojo, ruta pasional entre Cuba y Francia, donde intenta asentarse, derribando tópicos y rompiendo los estigmas que significan ser hoy en el mundo una hermosa mujer cubana y negra como la noche. El destino trágico de esta heroína narra una parte sensible y poco explorada por la literatura femenina latinoamericana. Con un lenguaje mágico y contemporáneo, la autora nos invita a un viaje singular bañado por sublimes Lágrimas negras. La palabra «Negra» es para algunos un término tabú; para la protagonista de esta espléndida novela contiene toda la música, el sabor y el sentimiento de su cuerpo, su alma y su nación.

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Información

Año
2013
ISBN de la versión impresa
9788433997685
ISBN del libro electrónico
9788433934451
Categoría
Literatura

IV. Noire

BEMBÉ

Lo que se fue, vuelve.
ODDI OSA
Según los diccionarios que durante siglos escribieron los blancos, el bembé es una fiesta profana de la religión yoruba. Tras el rezo privado con los tambores batá dentro del cuarto sagrado, tras esa ceremonia ritual, íntima y familiar, se abren las puertas de la casa para que bailen todos, los que tienen y no tienen hecho santo.
Históricamente fue una fiesta religiosa de los grupos étnicos africanos, que conservaron sus familias asentadas en las periferias de los bateyes de los ingenios, colonias de caña y fincas de café en Cuba, fabricando sus bohíos con la autorización de los propietarios.
Ir a un bembé en Cuba antes era un acontecimiento, ahora se forma un bembé siempre que hay con y por qué. Cuando hay santo o creyente que lo celebre, ahí está el bembé.
No lo puedo creer, mi casa abierta al pueblo. La música se escuchaba desde el taxi, la calle Empedrado inundada de agua, ni con lo que ha llovido se detuvo la celebración, y todo aquel jelengue venía de allí. Es que lo veo y no lo creo. Nunca he pensado que en esos tambores haya alegría; muy por el contrario: escucho quejidos en los toques y lamentos en las voces. Como quien recoge guayabas en la nieve, como quien reconoce el olor de esas guayabas a mil leguas y hace un esfuerzo, arrastrando su estirpe sobre ese fango, esquiando en mi nieve personal, así me sentí al llegar. Cargué una a una mis pertenencias y atravesé el zaguán de la casona. Así fue como desobedecí a mi madre y entré en el bembé. Porque tengo la cabeza dura y volver a Empedrado era lo que me apetecía. Almendra había muerto. Nadie tenía que decírmelo, todo este ritual era una de sus largas despedidas. No es la forma tradicional, yo lo sé, pero tal vez ya se hicieron todas las correspondientes y ésta es su forma de decirme hola y adiós: a pesar de todo, me esperó.
Cuando Cuca miró a mis ojos, lo entendí todo, incluso que los suyos andaban un poco perdidos. Ahora es Catalina o Alina, como se quiera llamar, la que lleva mi casa, incluso esta liturgia de ñáñigos. ¿Quién lo diría? ¿Dónde está Jorge y por qué Catalina se apoderó de mi cuarto? Cuando vuelves a Cuba te parece que todos han enloquecido, pero en esta locura nací y crecí yo, nada debe sobresaltarme. De las orejas de Alina ya no cuelgan perlas, sino unas cuentas de lámpara de lágrimas como la que había en la sala de su casa. Tiene un elegante vestido de seda amarillo ceñido con cuerda de saco, se mueve por la estancia repartiendo aguardiente de caña con aires de quien ofrece champaña.
Bembé: fiesta de santo. Bembé así e como e.
Los güireros, tocando al dedillo para cada deidad u orisha. Y Alina –eso sí es noticia–, la blanca señorona, bailando, semejante a una aparición, casi un vals con música negra, hecha por y para negros según su familia, música pagana, música al fin que mueve a los que creen y a los que nunca creerán. Recibimiento y despedida. Batá y dolor. Así soy yo. Yorubas, franceses, chinos, españoles. Una mujer está posesa, algún muerto la llama, otra reparte comida, pero ¿por qué en mi casa? ¿Qué sucede? Algo mío, algo ajeno, algo nuestro, algo lejano, algo prestado o algo oculto. Murió Almendra, están tocando para él, los tambores no mienten. Adiós, Almendra, pensé que pedirías una misa, pero los músicos quieren cuero y piden luz.
Los desconocidos me abrazan, los conocidos casi ya no están. Todos traen su iddé en la mano. Desde niña, cada vez que me ponen un iddé se me rompe, revienta, saltan las cuentas al suelo, desaparecen y se abren a mis pies como un mapa de territorios que no quiero ni debo pisar. Cada mano con un iddé, cada persona con su fe. Tambores, chequeré, toques, llanto, risa, espera eterna por los designios de un Dios que aquí muta como cinta de mil colores.
Respiro profundo, huele a cal fresca, sudor mestizo, desodorante de pasta, humedad, alcohol, azucenas, caldo de gallina, carbón, baño sucio, colonia barata-perfume caro, gas de balón, cañería revuelta, mariscos, whiskies, aguardiente, jabón de olor, merengue y plumas quemadas, ropa hervida que eternamente burbujea en la cocina. Aquí huele a alquitrán, huele a cagajón de caballo, frijoles negros y fritura de malanga. Ya llegué a la Habana Vieja.

LA GOTA GRUESA

Cúrame y haz un premio grande.
ODDI OSA
Baldeo los restos del bembé. Alina duerme extendida sobre el sofá de la sala con dos rodajas de pepino sellando sus párpados blancos. Está cansada. Cuca acaba de llegar de misa y yo saco agua y desperdicios de la fiesta de ayer. Tengo la casa abierta a la calle. La luz ciega, la casa está abierta a la mirada de los vecinos hasta el comedor.
La enfermera de la zona me pide que pase urgente por el policlínico a sacarme sangre. Deben saber si les traigo algún virus del «exterior». Vengo de París y «es sospechoso». Debo hacerme la gota gruesa. Los que salimos y entramos a este país debemos ser analizados antes de contaminar a nuestra especie. ¿Qué es más sospechoso aquí, irse o regresar?
No me voy a pinchar por una campaña ni por un capricho. Respiré profundo, pensé en el campo de lavanda, puse la mente en blanco, medité un segundo. La enfermera no tiene la culpa, le hice café y ella, sin pedírselo, agarró la escoba y comenzó a baldearme el patio. Catalina ruega que le lleven un poco de crema de aguacate, que guarda en el refrigerador. La enfermera deja la limpieza y se la lleva, Catalina le indica cómo aplicarla y luego la señora intenta darle un masaje en los pies.
Cuca llega de la iglesia y comienza a preparar la famosa «jaba» para ir a la cárcel. Adentro pone leche condensada, melocotones en almíbar, frijoles negros y cigarros.
–Abuela, ¿a la cárcel? ¿Qué está pasando aquí?
–Que Jorge está preso. Vendió la mansión de su madre, trató de irse ilegal en una lancha, hay un muerto de por medio y Catalina se ha quedado en la calle.
–¿Cómo que la dejó en la calle?
–La culpa es de Cata, que le dio los papeles y su herencia en vida.
–¿Y el muerto, por qué un muerto?
–Porque primero la vendió, luego se arrepintió y, cuando trató de echar todo para atrás, se fugó el intermediario, que nunca le devolvió el dinero y que luego apareció muerto.
–Pero ¿por qué te toca a ti ir a la visita? Pareces una plumita que va y viene. Estás muy débil, abue, espérame, quiero acompañarte. ¡Vamos, Cata! Levántate, que ésta es tu tragedia.
–No, no me quiere ver, alguien tiene que llevarle algo. Se lo van a tragar allá adentro. No tiene un centavo, no tiene qué comer –dice Cata, tendida como un gato, con voz lastimera y cara de cumpleaños por el masaje.
La enfermera sigue dando fricciones en los pies a Cata, la escena es muy extraña, y la situación, confusa. ¿Mi abuela es ahora la abuela de Jorge? Empiezo a sacar cosas de aquella jaba y Cuca empieza a preocuparse porque mi ex novio, ahora un desalmado que le vende la casa a su única familia en Cuba, no tiene a nadie que le lleve comida.
La enfermera se brinda para acompañarla.
–¡Que no, concho! Ya tenemos bastante con estar mezclados con Jorge, que ni es pariente de uno. Basta. Mándenle la jaba con cualquiera de sus amigos.
–No, mija, Cuca es más confiable –dice la enfermera, intentando calmarme. En este país todos participan de tu privacidad. Al parecer ya afloró el verdadero Jorge: era un monstruo y está donde debía.
–No, se acabó. Parecen dos niñas. Mañana nos vamos para el Escambray, que se joda Jorge. No hay que ir a llevar nada, nosotras nos vamos de aquí. Esto no es normal. Y, Catalina, ubíquese, que mi abuela no es su criada ni su paño de lágrimas. Levántese y ande derecha, parece mentira, caramba, ayúdenme a meter esta casa en cintura, desde que me fui nadie limpia a fondo.
Alina se queda paralizada, no responde y comienza a cantar una canción de Lecuona.
Damisela encantadora,
damisela por ti yo muero. Si me miras, si besas...
–Alina, deja la esclavitud con mi negrita. Esto, que yo sepa, todavía es socialismo. Desde que llegué no la he visto fregar un vaso. Ah, y de Jorge no se habla más, aquí cada cual recoge lo que siembra. No quiero volver a escuchar ese nombre.
Alina se levanta con elegancia y pone el disco de Lecuona, camina hasta el baño llorando y yo no puedo creer todo lo que me he encontrado desde mi llegada. Mi madre siempre tiene razón. ¿Por qué no me fui directico al Escambray?
Generación Lecuona. Generación Boleros. Generación Trova Vieja Santiaguera. Generación Nueva Trova Pablo y Silvio. Generación Carlos Varela y Santiago Feliú. Y yo, ¿de qué generación seré? Lu y yo somos unas renegadas... musicales. Ni ídolos, ni cantantes, ni banda sonora para el dolor o la furia.
Mi abuela se va al cuarto a hablar con mi madre, cambia el vaso de agua y se sienta a darle las quejas.
La enfermera insiste en la gota gruesa. Explica complejos asuntos sobre política y epidemiología. Yo recuerdo a mi madre hablando de las persecuciones de los ochenta a causa del sida y cómo encerraban a la gente que les resultaba sospechosa, sólo por encontrar su nombre en una libreta telefónica de terceros y cuartos supuestos amantes o simples conocidos. Odio las listas, odio ser una cifra. Sacudo mi cabeza, intento sanear mi mente y pensar que son otros tiempos. Cuántos controles, ¿por qué toda esta vigilancia que no es sana? No lo es. Los que dictan esas leyes están enfermos. El agua negra se va por los tragantes, la escoba escudriña los sitios más sucios. Un sombrero de pajilla y unas claves han quedado olvidados sobre el tanque del agua de fibrocemento. Es el espíritu de Almendra quien me espía desde la profunda humedad del patio. Plumas de paloma, maní, cascarilla, dulces, corchos, trozos de tela roja y negra. El agua se lleva el recuerdo del bembé, en ese charco sucio viajo yo, insistiendo en aclarar mis ideas en medio del profundo olor a ron y cloro.
Voy a la cocina, preparo más café. Sin café no existimos, el calor nos debilita pero la cafeína nos revive y tonifica en esta vida cubana quemada por el sol. Olor tostado, aroma exaltado, humo de madera y hechizo que concede el místico polvo arábigo.
Tomo un cuchillo para pelar unas papas y adelantar el almuerzo. La enfermera no para de aleccionarme sobre lo podrido que anda el mundo exterior. Me pincho ex profeso el dedo gordo con el cuchillo, y sobre la mano de la enfermera dejo caer mi gota gruesa.
Demasiadas cosas en veinticuatro horas. Me ahogo, sáquenme de aquí. Quiero corr...

Índice

  1. PORTADA
  2. I. NEGRA
  3. II. ADIÓS A CUBA
  4. III. VOLVER A CUBA
  5. IV. NOIRE
  6. CRÉDITOS
  7. NOTAS