El atasco y demás fábulas
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El atasco y demás fábulas

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El atasco y demás fábulas

Descripción del libro

Escritas a lo largo de más de cuarenta años, las fábulas reunidas en este volumen carecen de animales, sentimentalismo e intención ejemplarizante. Son, más bien, una serie de apuntes, aforismos o juegos de palabras que, más allá de todo género, sirven al autor como una herramienta de análisis y crítica satírica del mundo contemporáneo. Con tanto humor como aliento lírico y onírico, siguen siendo absolutamente pertinentes, diríase que cada vez más pertinentes, tanto por la forma como por el contenido. Así, vemos desfilar textos sobre el poder omnívoro de la publicidad, la degradación autoparódica de los sistemas democráticos, la manipulación del lenguaje, el radical enajenamiento que padece el hombre contemporáneo, la violencia que nace de la pertinaz estupidez humana... Este experimento surgió como válvula de escape a la presión que suponía para el autor la dedicación a su obra magna Antagonía. Los dos primeros volúmenes de este proyecto fueron publicados por Anagrama con los títulos Ojos, círculos, búhos y Devoraciones (ambos con ilustraciones de Joan Ponç), en 1970 y 1976, respectivamente, a los que siguen Una sonrisa a través de una lágrima, en 1981, y, ahora, «El atasco», que completa dicho experimento. Uno que recupera aquí toda su vigencia gracias también al prólogo en que Ignacio Echevarría traza una precisa genealogía.

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Información

Año
2016
ISBN de la versión impresa
9788433998125
ISBN del libro electrónico
9788433937155
Categoría
Literature

Devoraciones

INVENCIÓN DE LA MAJA. Casi casi se puede decir que así nació la primera intuición, en el curso de alguna gala conmemorativa, con asistencia de autoridades eclesiásticas, civiles y militares, cuerpo diplomático acreditado y demás cuerpos: entre el tenue vaho de los habanos, entre las luces de la penumbra recogidas por el cristal tallado de las arañas y los comentarios a media voz recogidos por tanto discreto micro colocado en los lugares tradicionalmente más originales, vaginas, braguetas, partes traseras.
En el tablao, la Maja. Había que verla: su presencia, la seguridad asombrosa de aquellos movimientos con cuya plasticidad –como corresponde a toda verdadera creaciónse iba creando a sí misma, la exaltación triunfante de sus ojos, sólo algo menos inteligentes que los de una yegua inteligente. Probablemente se llamaba Lola. Y muy probablemente, también, como suele suceder con los inventos, la primera idea debió encenderse a la vez en varios de los presentes, nacer de modo simultáneo en la mente de más de uno de cuantos, allí reunidos, asistían en silencio al sortilegio del embrujo del duende de su arte.
DOCUMENTACIÓN.
¿Con S o con Z?
Con Z.
¿Zpinosa?
No, con E inicial.
¿Ezpinosa?
No, no. La Z sólo al final: Espinoza.
Vamos, como el joyero.
¿El joyero? Ah, eso es; sólo que con una E inicial. Pero no era joyero sino relojero. O quizás óptico.
Relojes, ¿eh? Y dice usted que con una E inicial. Vale. ¿Y H intercalada?
¿H intercalada?
No se ponga nervioso, hombre. Si se lo pregunto es porque no lo sé, por hacer bien las cosas.
No, si no estoy nervioso; lo que pasa es que tengo un poco de prisa. Pero no. Que no hay ninguna H intercalada, quiero decir.
¿Hozar no se escribe con H?
Pero es que el oza de Espinoza no viene de hozar.
Yo creía que sí, mire. Lo de hoza, de hozar. Y lo de espín, de puercoespín. Oiga, ¿y ya da, el asunto relojes?
FASES DEL ANTEPROYECTO. Hipótesis operativa elaborada por la comisión de expertos: la crisis de autoridad, el desgaste de la figura del padre, el estado precario del mito de la omnipotencia del macho. Conveniencia de prever su alternativa clásica: el matriarcado, el principio femenino, el yin. Necesidad de instaurar un ente superior, una instancia última, un norte nuevo. Antecedentes: Isis, Tanit, María, el doctor Daniel Pablo Schreber, magistrado de los tribunales de Sajonia.
Que ése es el camino nos lo indica no sólo el resultado de la programación de más de cien millones de datos, no, no sólo esa respuesta fría, sin alma; que ese es el camino nos lo indica, sobre todo, la actitud de la juventud de hoy, que, al igual que los elementos adelantados de un vuelo de patos señalan la dirección que tomará el conjunto, así ellos, los jóvenes de hoy, nos señalan en qué sentido debemos orientar nuestros esfuerzos. Una nueva dimensión espiritual: esto es lo que ellos buscan, lo que ellos reclaman, lo que ellos esperan de nosotros. Y nuestro deber, lejos de limitarnos a tomar buena nota de tales esperanzas –actitud que daría lugar a un sentimiento de frustración de peligrosas repercusiones–, no es otro que el de impulsarlas, hacerlas fraguar en empresas de signo positivo: descubrir nuevas fronteras, construir la gran sociedad, realizar la utopía.
¿Pistas? ¿Síntomas? ¿Indicios? La actualidad, en plena era de la informática, del romanticismo, ese producto sublimado de la revolución industrial, del vapor de la máquina.
Nada más lógico, por otra parte. Conseguida la seguridad material, ¿qué otra clase de seguridad cabe imaginar sino la espiritual? Idealismo, sentimentalidad, el triunfo de lo elevado, esto es lo que pide el joven de hoy, el hombre de mañana. De ahí el éxito de obras como Mummy Blue, cuyo simple título ya es un valor en sí mismo. De ahí el retorno de la love story, la adaptación al cine de leyendas eternas como la de los amores del caballero L’âme d’or y la princesa Gozabel. Sí: el éxtasis de la comunicación, de la dualidad olvidada. La ebriedad embriagadora de contemplarse en las pupilas del ser amado, de estrechar su cuerpo como si fuera el nuestro, como si nuestros fueran sus brazos y las manos que nos acarician.
Y, finalmente, la irrupción de lo invisible, la vuelta de lo sobrenatural. Un último y definitivo escrito de Freud cuyo comienzo rezara así: Cuenta Catalina Labouré que cuando se le apareció María por segunda vez portaba un globo en sus manos. Este globo representa la Tierra y a cada uno de vosotros, le dijo. Y en la Vida del Padre Kolbe, el loco –le fou– de Nuestra Señora, se dice que antes de morir decía: veo la imagen de la Virgen María sobre la Plaza Mayor de Moscú.
DESTELLOS DEL GRAN MUNDO. La recepción, algunas de cuyas imágenes les vamos a ofrecer acto seguido, alcanzará tal grado de brillantez que su misma intensidad llegará a crear serias dificultades técnicas a la labor de nuestros equipos. Vernos ahora entre los invitados, junto al cardenal Cardinale; a Bugs Bunny, nuestro futuro vicepresidente; a los anfitriones, el Sr. Nalgón y su esposa, la Sra. Nalgona, en el acto de ser cumplimentados por diversas figuras de la pantalla, el ruedo y el cuadrilátero, así como por los miembros aplomados de diversos cuerpos diplomáticos; al pequeño Lord, futuro heredero de Lord Lord, acompañado del consejero señor Salopeman, figura clave de la actualidad internacional. El servicio, en su mayor parte, corrió a cargo de gorilas, mandriles y titís.
HABLA EL CONSEJERO SEÑOR SALOPEMAN. La dificultad de entenderse en torno a una mesa redonda; los problemas que suscita, el de la visibilidad en relación a quienes se encuentran situados como si dijéramos en las antípodas, por ejemplo. La dificultad, incluso, de guardar el equilibrio; el miedo a caer, que inhibe, sin duda, la capacidad de concentración, de seguir no ya el hilo de lo que se está diciendo sino hasta de lo que uno mismo dice. Algo no apto para delegados tipo vieja escuela, y no tanto por simple cuestión de retórica oratoria cuanto de agilidad física.
Hay que ser concreto, dejarse de florituras, ceñirse al tema. Por ejemplo: la imagen que se quiere promocionar es el resultado del trabajo de una computadora de computadoras, y hasta el diseño de su formato ha sido realizado por una computadora programada a tal efecto.
Con lo que se demuestra, dicho sea de paso –estimulante inciso humorístico–, la capacidad creadora de las computadoras no sólo en el terreno de la literatura sino también en el de las artes plásticas. Eso es. Y aún mejor: la contemplación del problema en cuestión patentiza, dentro del abanico de soluciones posibles, que la Maja es la variante óptima. Lo esencial, así pues, es mentalizar la necesidad de que nuestra juventud la mentalice, convencernos de que estamos convencidos de que hemos dado con un ente de nuevo orden lo suficientemente atractivo como para que resulte atractivo a nuestra juventud, capaz de hacer cristalizar sus inquietudes por lo menos durante los próximos veinte años. Grandes aplausos. ¡Magistral Salopeman!
Eso es lo esencial del problema. Y el problema del problema es la solución. En el fondo, la forma de imponerla. Algo imponente.
CONCLAVE. Necesidad de estimular los ideales positivos de la juventud, el amor, el éxito profesional, tener descendencia y tantas otras ilusiones que alientan a los chicos y chicas de hoy, como a los de ayer, a la hora de ser unidos por la muerte en matrimonio.
CONCLAVE. Principios éticos que deben regir la educación de las modernas hijas de familia: la hija de familia próxima a contraer matrimonio ha de saber distinguir perfectamente la plata de la plata inglesa, Cristopher, la alpaca, etc. Clases de porcelana: Sèvres, Limoges, Sajonia, Dinamarca, etc. Asimismo, conocimientos suficientes para ser capaz de elegir la corbata que combina con cada traje de su esposo.
Consejos respecto a los muchachos: alentar su natural afición a las chicas, a los motores y motos y coches deportivos, y a un uso moderado de la copa y el cigarrillo, a las pequeñas modificaciones de la moda.
Lograr que los jóvenes mentalicen a la Maja supone brindarles una alternativa a experiencias como la droga o la creciente ambigüedad y desaliño en la presencia exterior, que tanto facilitan la compenetración homosexual.
CONCLAVE. Educación sexual: es muy sencillo: cordón espermático, escroto, pene, balano, vulva, ovarios, matriz. Pero eso sí: todo acompañado de amor.
ESPINOZA. Como aquel que despierta y comprueba con alivio que donde ha de ir es a la oficina y no a la escuela. O viceversa. Aunque, de hecho, eran las dos cosas a la vez lo que había soñado: llevar los niños al colegio antes de ir a la oficina. Pero el tránsito estaba imposible y llegó tarde al colegio. No los niños; él. Los había dejado a la hora, pero el parque del colegio era grande, mucho mayor de lo que hubiera podido llegar a creerse a primera vista, y quizá dio algún rodeo innecesario. De cualquier modo la verja estaba ya cerrada. Tocó el claxon y al fin salió el portero; meneaba la cabeza. Ha llegado usted tarde; ahora no se puede salir; hasta las trece, que es cuando se abre. Ahora, ni yo mismo podría salir aunque quisiera. Oiga, pero ¿y qué explicación puedo dar en la oficina? La verdad: que ha tenido que quedarse en el colegio. A nadie le pueden castigar por eso; si fuera por no ir, aún. Y no crea, que tampoco se pasa tan mal. Hay media hora de recreo y tragaperras que le sirven a uno donuts y coca-cola. Los colegios de ahora no son como los de antes, cuando a uno no le dejaban ni moverse. ¿Y a qué se juega? Pues a bandas, a tiros, a esas cosas a las que juegan los niños.
Jugar a ser hombres, vamos. Imitar todo lo malo que ven hacer.
Al revés, querrá decir.
¿Al revés?
Y tanto. Lo tengo bien observado: es el adulto quien imita al niño.
Pues entonces, como en el recreo verán que les imito, se darán cuenta de que soy un adulto y me convertiré en el hazmerreír de todos.
Si se porta como un niño, no.
CONCLAVE. Ponencia relativa a la posible oportunidad de reinstaurar el Juicio de Dios: gana el que tiene más culpa. Ésa es su ventaja: la reconfortante expiación de soportar el dolor durante la prueba del fuego más y mejor que la parte contraria.
Un Freud que escribiera: a la culpa por la carne; a la curación por la castidad.
CONCLAVE. ¿Y el adulto? ¿El padre de familia? ¿El hombre maduro? ¿Qué ideales podemos ofrecerle? ¿Qué ilusiones? El segundo hogar, por ejemplo. Pues cuando un matrimonio ya no tiene nada que decirse, ¿qué mejor solución que volver a soñar sobre el croquis, como cuando novios, de un segundo hogar?
¿Y el llamado problema del ocio, del empleo del tiempo libre en plena época de la automatización? ¿Cómo resolverlo? Con la práctica de algún ejercicio que nos enriquezca a la vez física y espiritualmente, de forma elevada. Levantar pesos, elevar cometas.
La eficacia de una solución reside en que, ante todo, sea eficaz.
TRAYECTO. Sueños así le dejan a uno cascado para todo el día. Y a veces sin que uno sepa exactamente por qué, sin que recuerde el sueño ni siquiera al ir al trabajo, ya fuera de casa, en el coche, en el taxi, en el autobús, en el metro. Y más aún si uno va con sueño atrasado y, como acunado por los apretujones, casi que vuelve a soñar lo mismo, sólo espabilado por el miedo a pasarse de largo, a perder la combinación, a despertar al final del trayecto. Porque, en definitiva, eso es lo que uno quisiera: pasar de largo, muy de largo. Encontrarse lejos y bien. Sin el colegio, sin la oficina, sin la mujer. En una de esas pequeñas islas polinésicas, en una isla cualquiera de cualquier archipiélago del Pacífico, con suaves playas bordeadas de cocoteros. Aunque sólo fuese para poder dormir tranquilo.
Señor Espino, señor Espino, despierte, por favor, señor Espino. ¿Y quién demonios será este señor Espino?
CONCLAVE. Utilidad del arte:
a) Como freno. La espiritualidad que infunde, incluso cuando se trata de obras de apariencia destructiva o iconoclasta. ¿Qué sentimientos sublimes no nos embargan al adentrarnos en la penumbra polícroma de una catedral? Lenin dijo que no podía permitirse oír música de Mozart porque apartaba su mente de la revolución.
b) Como inversión. El valor económico de toda obra artística se acrecienta de año en año, así en el caso de una pintura como en el de una valiosa primera edición o cualquier otro producto del genio creador. Podemos garantizarle que no encontrará manera más fructífera –ni discreta– de situar su dinero. Por algo el arte es el pa...

Índice

  1. Portada
  2. Nota editorial
  3. Prólogo, por Ignacio Echevarría
  4. EL ATASCO
  5. UNA SONRISA A TRAVÉS DE UNA LÁGRIMA
  6. DEVORACIONES
  7. OJOS, CÍRCULOS, BÚHOS
  8. Notas
  9. Créditos