El Siglo de la Zarzuela
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El Siglo de la Zarzuela

1850-1950

José Luis Temes

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El Siglo de la Zarzuela

1850-1950

José Luis Temes

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«La Zarzuela es lo que es, con lo bueno y lo malo: un retrato asombroso de la España de su época que hay que conocer si se quiere saber cómo era el país.»El Siglo de la Zarzuela nos invita a un paseo por cien años de la historia de la cultura española, con un espíritu tan distante de la crítica erudición intelectualista como de la simple añoranza de aquel pasado que nuestros abuelos ybisabuelos creyeron mejor solo por el hecho de serlo.Pocas etapas de la historia de la cultura española son hoy tan objeto de tópicos e incomprensiones como la zarzuela, una forma de género lírico que iluminó un siglo de historia de los españoles e hispanoamericanos. Sin embargo, estamos ante uno de los fenómenos culturales de mayor calado que haya registrado jamás nuestra cultura. La zarzuela implica cien años de repertorio vivo, que unió como ningún otro fenómeno artístico ni sociológico a ricos y pobres, a progresistas y conservadores, a monárquicosy republicanos, a creyentes y anticlericales. Y que en la guerra civil fue uno de los poquísimos elementos comunes que ambos bandos irreconciliables reivindicaron como seña de identidad propia.Por ello, la zarzuela vuelve a ser hoy un fenómeno digno de la mayor atención. Si hasta hace unas décadas su vigencia parecía relegada a un tierno ejercicio de nostalgia, en los últimos treintaaños, numerosas investigaciones, tesis doctorales ycongresos han revelado datos y documentaciones que nos invitan a reconocer, con perspectiva histórica y sin tópicos, estegénero único, con las luces y las sombras tan características de la España que le fue contemporánea.

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Información

Editorial
Siruela
Año
2014
ISBN
9788416120475
Edición
1
Categoría
Music

1. DOCE CUESTIONES PREVIAS

El objetivo de este libro es situar al ciudadano de hoy, de la manera más objetiva y sencilla posible, ante la globalidad de lo que fue el fenómeno de la zarzuela, un movimiento de la cultura española a caballo entre los siglos XIX y XX e indisociable de la vida cotidiana de muchos millones de españoles e hispanoamericanos. Pero solo podremos acercarnos a esta realidad si desde el primer momento establecemos algunas ideas básicas muy claras, sin los muchos tópicos e inexactitudes que hoy son lugar común al hablar de este género lírico español. Han pasado muchos años desde los acontecimientos que vamos a recoger en este libro y nuestra mentalidad ha cambiado considerablemente. Si la zarzuela consiguió identificarse de tal manera con un siglo de historia de los españoles fue porque, para bien o para mal –o quizá para las dos cosas–, las formas de vida, las ilusiones, la cotidianeidad e incluso la razón misma de lo que entendemos por cultura eran en aquel tiempo muy diferentes a como las vemos hoy. Y es necesario, desde el inicio de este libro, situarnos en aquella otra realidad.
Así que dedicamos este primer capítulo a formular al lector una docena de primeras reflexiones sintéticas y globales sobre la zarzuela. Sabemos que las ideas que expresamos a continuación son un poco simplistas, es cierto, y que todas ellas requerirán más de un matiz posterior. Pero lo hacemos deliberadamente, en la seguridad de que este esquematismo ayudará al lector a establecer sus nociones básicas, que luego, si desea profundizar en ellas, podrá completar y matizar por sí mismo.
1. Las dos acepciones del género «zarzuela». Como adelantábamos hace unos párrafos, la historia de la música teatral española denomina «zarzuela» a dos géneros musicales muy diferentes en todos los sentidos, que además están separados en el tiempo por nada menos que dos siglos. Así que es importante que los diferenciemos nosotros desde el primer momento:
A. La «zarzuela barroca». Fue un espectáculo músico-teatral de la segunda mitad del siglo XVII, en la corte de Felipe IV, y por tanto enmarcable dentro del Siglo de Oro español. Estas funciones de zarzuela, especialmente fomentadas por iniciativa de Fernando de Austria, hermano del rey, no se daban en el Palacio Real, sino en el Real Sitio de El Pardo (en las afueras de Madrid), dentro del Pabellón Real conocido como «de la Zarzuela», acaso por la abundancia de zarzas en los alrededores. Para situar en la historia cultural española esta primera etapa del género, recordemos que, por ejemplo, Lope de Vega o Calderón de la Barca escribieron libretos para este tipo de zarzuelas.
B. La «zarzuela romántica» o «zarzuela restaurada» (o a veces, «zarzuela moderna», aunque esta expresión es equívoca). Es sin duda la acepción del término con la que identifica «la zarzuela» el común de los ciudadanos actuales, por lo que en la práctica no necesita de más adjetivos. «La zarzuela» es un espectáculo ciudadano –o sea, no de corte– de música y teatro, surgido a mediados del siglo XIX, que conocerá infinita difusión y desarrollo hasta mediados del siglo XX. Es, por tanto, unos doscientos años posterior a la definida en la primera acepción, y el objeto del libro que ahora comenzamos.
Debe quedar bien claro desde ahora que este libro está dedicado exclusivamente a esta segunda acepción del género de la zarzuela. Así que todo lo que aquí tratemos estará referido a la biografía de este género en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX.
(No obstante lo dicho, a ningún musicólogo se le escapa que estas dos acepciones están unidas entre sí por un largo cordón umbilical que las vincula a través de los siglos, y no solo por la coincidencia de denominación. Pues las primitivas zarzuelas barrocas evolucionaron al contacto con las óperas italianas, especialmente con el paso a la dinastía de Borbón –y más aún, ya avanzado en el siglo XVIII, a través de la «tonadilla escénica», omnipresente en el teatro lírico español hasta el final de la guerra de Independencia–, convirtiéndose en antecedente remoto de la zarzuela decimonónica.)
2. Qué es una Zarzuela. Es habitual que todo libro sobre una determinada materia comience por definir qué es esa materia que va a tratar. En nuestro caso, no es fácil definir exactamente qué es una zarzuela (como, en general, no es fácil definir ningún género artístico).
En términos elementales, una zarzuela –insistimos, en la acepción moderna del término, como hemos establecido– es una forma de espectáculo mixto de teatro y música. Su punto de partida es un texto teatral (creado ex profeso para esa zarzuela, o preexistente como obra escénica), para el que un compositor elabora una serie de ilustraciones musicales con orquesta: unas para ser cantadas por los personajes de la dramaturgia o el coro y otras para ser interpretadas por la orquesta sola. El número de estas ilustraciones musicales en cada obra es muy variable: como término medio, no suele haber menos de cuatro y rara vez más de veinte. Por lo común, y a diferencia de la ópera, no se pone música a los diálogos, que se declaman y representan como en una obra de teatro convencional.
3. Zarzuela y ópera. En términos generales, las diferencias fundamentales entre la zarzuela y la ópera son principalmente tres:
A. Estructural: como se ha dicho, en una ópera todo el texto está cantado, con lo que musicalmente resulta una unidad ininterrumpida; mientras que en una zarzuela, las ilustraciones musicales se articulan en números aislados, con su principio y su fin, intercalados en el diálogo declamado.
B. De objetivo socio-estético: la ópera suele suponer un reto intelectual, ambicioso, dentro de lo que solemos entender como un espectáculo «culto» (aun sabiendo que este término es también muy ambiguo); la zarzuela, en cambio, tiene su razón de ser como espectáculo de entretenimiento, liviano, ajeno a especulaciones estéticas e intelectuales. Lo cual no debe entenderse, claro es, como que la zarzuela no tenga sus propios códigos de belleza.
C. De extensión del discurso musical: como consecuencia de lo anterior, e independientemente de las duraciones totales de cada ópera y de cada zarzuela (hay óperas largas y breves, como hay zarzuelas largas y breves), cada uno de los números musicales de la zarzuela es, en principio, más breve que en la ópera. No solo porque «dure menos tiempo», sino porque, al ser la zarzuela ajena a desarrollos temáticos, contrapuntísticos y armónicos, la duración posible de sus números es mucho menor. De ello se deduce la necesidad de condensar al máximo la intencionalidad de cada número de una zarzuela.
4. Zarzuela y género chico. Es un error muy extendido creer que «zarzuela» y «género chico» son expresiones sinónimas, acaso porque piensen que el «género grande» fuera la ópera y el «chico», la zarzuela. En realidad no solo no son sinónimos, sino que en alguna medida son antónimos; pues ya veremos en su momento que el género chico surgió como alternativa de espectáculo breve al cansancio que comenzaban a causar en el público las primeras zarzuelas románticas, de amplia duración.
Más aún: como también veremos a su tiempo, se llama igualmente «género chico» al género teatral (o sea, declamado) de pequeño formato, que ni siquiera tiene por qué llevar música necesariamente; así que hubo muchas obras de género chico ajenas a la zarzuela. En consecuencia: ni toda zarzuela es de género chico, ni toda obra de género chico tiene por qué ser zarzuela.
5. El Siglo de la Zarzuela. La zarzuela nace, con casi total exactitud, en el año 1850, es decir, justo en la mitad del siglo XIX. Y su vida como género activo –es decir, el periodo en el que se estrenan obras nuevas como una evolución natural del género– se extiende aproximadamente hasta diez años después de la guerra civil española; o sea, más o menos hasta 1950.
De tal manera, el lector puede establecer mentalmente un esquema sencillo: que la historia de la zarzuela abarca cien años justos, de los que la primera mitad exacta corresponde al siglo XIX, y la segunda al siglo XX. Es lo que en este libro denominamos el Siglo de la Zarzuela, escrito así, con mayúsculas, como concepto unitario que es. Entendemos que el lector ya comprende que los límites de un movimiento artístico nunca son exactos, y que en nuestro caso, por ejemplo, ya desde unos años antes de 1850 se estrenaron ciertos títulos de teatro con música que preludiaban muy definidamente las zarzuelas como tales; y que algunos epígonos de la zarzuela se estrenaron después de 1950.
6. La zarzuela, un fenómeno dinámico expandido sobre cuatro generaciones. Pese a abarcar la zarzuela nada menos que cien años de vida de los españoles, según hemos recordado en el punto anterior, existe una equivocada tendencia entre los aficionados a considerar la zarzuela como un fenómeno estático en el tiempo; es decir, a pensar que todas las zarzuelas fueron creadas en un mismo momento del pasado, todas ellas con los mismos objetivos, todas contemporáneas a una misma etapa de la historia de los españoles y todas en un entorno sociológico igual.
Como si Jugar con fuego (Barbieri)1 fuera fruto del mismo momento histórico que La tabernera del puerto (Sorozábal), olvidando que entre ambas hay nueve décadas de distancia, y que Barbieri bien pudiera ser el bisabuelo de Sorozábal. Barbieri se alumbraba con petróleo o gas, viajaba en diligencia y escribía con pluma de ave; Sorozábal conoció la televisión en color y el avión. Equivocadamente se contempla con los mismos ojos Marina y Luisa Fernanda, cuando Arrieta fue confidente de Isabel II… y con Moreno Torroba he viajado yo –¡permítaseme la autocita!– en un taxi.
Con ello queremos decir que hemos de entender la zarzuela como un fenómeno dinámico y muy dilatado en el tiempo. La zarzuela recorre cien años de la historia de España; cien años, además, en los que España conoce una transformación enorme. Y cien años es mucho tiempo: nada menos que cuatro generaciones sucesivas.
7. El ámbito geográfico. España e Hispanoamérica. La zarzuela surge en 1850 en España y se expande casi instantáneamente por todo el país. Pero nunca logrará asiento en otros países europeos (y eso que sus presencias puntuales fueron más frecuentes de lo que a veces creemos). Ni siquiera en Francia, país con el que España mantenía en aquel tiempo fuertes vínculos culturales. París admirará a Sorolla, Falla o a Picasso, pero ignorará El rey que rabió. También es cierto que la diferente idiosincrasia y el diferente idioma serán dos escollos para la difusión europea del género lírico español.
Por el contrario, la expansión natural de la zarzuela estuvo en Hispanoamérica, adonde llegó desde el primerísimo momento y en donde se presentaban las grandes obras españolas apenas unos meses después de ser estrenadas en España; no fue obstáculo que en los primeros tiempos del Siglo de la Zarzuela –antes de la implantación de los barcos a de vapor–, una travesía de España a Argentina o Méjico duraba al menos tres semanas. Tiempo después, la zarzuela dejó allí de ser un mero eco de «la madre patria» (como veremos en el capítulo «La zarzuela en América…») y comenzó a generar su propio repertorio, que convivirá con el llegado de España. En síntesis, serán tres las causas por las que la zarzuela alcanzará también en la América hispana proporciones enormes: A) por la identidad de idioma, B)por el afecto y nostalgia con los que se seguía viendo en Ultramar la cultura que venía de España, y C) por coincidir el Siglo de la Zarzuela con años de muy numerosa emigración de españoles a Iberoamérica (especialmente a Cuba, Méjico y Argentina).
8. Madrid, capital de la zarzuela. Volvamos a España. La zarzuela fue, geográficamente, un género muy centralista. Pues aunque todos los rincones de nuestro país vivieron durante un siglo inundados por las músicas de zarzuela, la historia del género como creación viva se escribió muy mayoritariamente en Madrid.
Cierto que el movimiento fuera de Madrid en torno a la zarzuela fue inmenso; pero casi siempre como caja de resonancia de lo que sucedía en la capital. Por eso, en este libro nos situaremos con insistencia en Madrid y en lo madrileño como escenario del género. Más aún: si nos parece natural que, en la época del género chico, en Madrid se estrenasen las numerosísimas obras de costumbrismo madrileño, más paradójico nos resulta –pero es igualmente cierto– que también en Madrid triunfasen las obras de costumbrismo andaluz, gallego o extremeño.
Ello no obsta para que también nos refiramos con todo merecimiento a estrenos que tuvieron lugar en Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, etc., y a la zarzuela de otras regiones. También, al surgimiento en Barcelona, en torno a 1900, de un nuevo barrio de fuerte actividad teatral y musical –el denominado barrio del Paralelo–, que establecerá un núcleo alternativo muy significado de actividad lírica, aunque se escorará luego hacia el género de la revista.
9. «Lo español» como unidad. La zarzuela trasluce siempre un concepto unitario de «España» y de «lo español», sin los celos ni susceptibilidades entre regiones (en este libro hablaremos siempre de «regiones», pues el concepto de «Comunidad Autónoma» es muy posterior) de la sociología española reciente. La zarzuela debe ser inscrita en la oleada nacionalista europea de mediados-finales del siglo XIX, pero siempre en defensa de «lo español» como globalidad. Al igual que el catalán Albéniz cargaba su pincel en...

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