Colores en silencio
Yves Klein: su salto en el color
Álbumes monocromos
El jueves 22 de febrero de 1951, durante su primera estadía en Madrid, un joven instructor de judo escribió: «Volvimos [su amigo Joaquín y él] al café Gijón, ayer por la tarde y salimos a las ocho; al paso súbitamente empecé a referir la idea de los cuadros a un solo color». Otros fragmentos de este diario de vida revelan que por esos días la principal preocupación de Yves Klein, el mentado instructor de judo, era encontrar trabajo. Asombra entonces que ya tuviera contemplado pintar y, más aún, que vislumbrara de un modo tan nítido el rol decisivo que su trayectoria pictórica, todavía inexistente, llegaría a desempeñar en la aventura monocroma. Tres días después, Klein cuenta que por insistencia de Joaquín ha empezado a pintar. Hiperconsciente, una vez más, de los alcances y limitaciones de su obra aún por venir, anota: «He empezado a pintar pero previniéndole que mi pintura (si se le puede llamar pintura) no le gustará. En efecto, él se desilusionó y para reparar la desastrosa impresión hecha, debí pintar rápidamente una acuarela de Toledo, según una tarjeta; eso, más realista, le agradó».
En su segunda estadía en Madrid, Klein pasó gradualmente de la teoría a la práctica. En marzo de 1954 se incorporó como profesor en el club de judo dirigido por su amigo, Fernando Franco de Sarabia. Allí habría colgado una serie de lienzos monocromos. Desafortunadamente, cuenta Javier Arnaldo, todos esos cuadros se destruyeron. Solo ha sobrevivido el folleto de una exhibición que, según críticos como Denys Riout, nunca tuvo lugar. Lo cierto es que el 18 de noviembre de 1954, en Sarabia, la imprenta del padre de Fernando Franco, publicó 150 ejemplares numerados de Yves: Peintures. Prologado por Claude Pascal, contiene diez láminas, cada una de distinto tamaño y color. Estos rectángulos monocromos son recortes de papel pegados centradamente en las páginas del folleto:
78.
79.
En mayúsculas, a modo de pie de foto, figuran el nombre del autor —solo «YVES», su nombre de pila—, ciudad, año y las medidas del monocromo, que «coincidían (tomadas en milímetros) con las de las láminas». Tanto las ciudades como los años —«A MADRID, 1954», «A TOKIO, 1953», por ejemplo— refieren a hitos de su biografía. Yves: Peintures es, entonces, «un vistoso resumen de su propia vida. Las cinco ciudades aludidas [Niza, París, Tokio, Londres, Madrid] eran las estaciones de la historia de su formación». Estas dos láminas podrían inducir a pensar que Klein planteó sistemáticamente una relación simbólica entre el nombre de la ciudad y el color del papel, patrón asociativo que el resto del folleto permite descartar por completo. Los rectángulos de colores, de distintas dimensiones, tampoco están pegados con la misma prolijidad. Confirman estas irregularidades los tres monocromos que supuestamente pintó en París:
80
81.
82.
De los monocromos parisinos el más disímil es el que he dispuesto en tercer lugar: su tamaño es ostensiblemente mayor y su apariencia inclinada revela que fue pegado con muchísimo menos esmero; además, es el único que figura firmado con su nombre de pila, esta vez manuscrito.
Como se ha indicado, cada uno de los nombres de estas ciudades va antecedido de la preposición «à», de modo que cada lámina aludiría a la ciudad en la que habría sido pintada, pero en realidad, y tal como señala Arnaldo, antes de 1955 «en el universo de Klein» la pintura monocroma era fundamentalmente una idea. Yves: Peintures documenta, entonces, «una retrospectiva inexistente». De este modo, Klein puso en escena «un lenguaje artístico, articulado en un catálogo que reemplaza a la obra».
Según Riout, de regreso en París a principios de 1955, Klein hizo pasar Yves: Peintures por un catálogo con todas las de la ley. En 1959 ratificaría esta versión en «Le dépassement de la problématique de l’art» señalando que en el mismo año (1954) habría publicado Les Fondements du judo en Ediciones Bernard Grasset y una recopilación de reproducciones de sus obras en Ediciones Fernando Franco de Sarabia en Madrid. La existencia fácilmente verificable de uno de estos dos libros (Les Fondements du judo) produce por contaminación un efecto global de verdad que se desmorona totalmente debido a que, por un lado, las supuestas reproducciones no son planchas de grabados impresas «sino papeles teñidos industrialmente, sin duda comprados en grandes hojas después recortadas de manera artesanal», y a que, por otro, a finales de 1954 Klein todavía no había expuesto nada. Por lo demás, jamás ...