Zurzulita
eBook - ePub

Zurzulita

Edición crítica

  1. 532 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Zurzulita

Edición crítica

Descripción del libro

Pasados cien años desde la publicación de la novela, parece retornar con urgencia la pregunta sobre el tipo de relación que establecen humanidad y naturaleza, una pregunta que, por motivos muy distintos a los nuestros, también era importante para Latorre. Una lectura hecha en el presente, puede ver con mucha claridad el desplazamiento y al hacerlo puede también iluminar cuestiones que hoy parecen vitales, como la formación de cierta conciencia acerca de los límites que separan lo natural de lo humano.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Zurzulita de Mariano Latorre en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Colecciones literarias. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789563573268
ZURZULITA
ZURZULITA
Mariano Latorre
La Herencia1
La muerte repentina de su padre fue para Mateo Elorduy un despertar doloroso a la realidad del vivir.
Desde el día del entierro, su espíritu impresionable se torturaba agudamente o se abatía, desfallecido, en el cansancio de la sensibilidad.
La gris monotonía que rezumaba el poblacho agrícola de Loncomilla, a través de sus casuchas soñolientas, de sus calles, llenas del barro negro de las lluvias recientes; el nicho aislado y triste donde dormían los huesos de su padre, en un rincón del cementerio aldeano; la pequeña agencia, hoy día cerrada, mostrando a los pocos transeúntes los desteñidos cuarterones2 de sus puertas coloniales; el silencio de la gran casa lugareña donde pasó su vida y que llenaba antes la alta figura de su padre, con sus espaldas cargadas de septuagenario3 y el arrastre cansado de sus chinelas por las tablas de la galería, a través de cuyos vidrios bronceaban las copas de dos viejos naranjos, desfilaban por su cabeza afiebrada como una loca cabalgata o se fundían bruscamente en la sombra de sus nervios agotados. Un llanto dulce de hombre nervioso, que humedeció un momento el ardor de sus mejillas, concluyó por desahogarlo de esta dolorosa angustia. Era una suavidad consoladora como un buen sueño, pero también después de esta crisis el cerebro vio más claro. Mateo se dio exacta cuenta de su aislamiento espiritual, de la soledad con que la vida lo rodeaba.
Mientras vivió su padre se dejó llevar por las aguas turbias de esa vida de aldea. Por un fracaso en un examen, había cortado sus estudios de humanidades en el Liceo de Talca y se había vuelto al pueblo. Su padre nada le reprochó nunca y su espíritu perezoso habituose a las monótonas costumbres del poblacho. Pasaron los días, vacíos, soñolientos. Parado en las esquinas o paseando por la soledad de las desiertas calles, sonreía a las muchachas del pueblo que, detrás de las ventanas antiguas, esperaban un novio mitológico: exteriorizaban en este mudo sonreír la única alegría de sus vidas muertas, débil florecimiento del instinto sexual. Sin deseos de trabajar ni de luchar, cerrado el porvenir con un espeso muro, nunca se le ocurrió que su padre moriría y que él debiera preocuparse de buscar los medios de ganarse4 la vida. Era un misterioso sopor el que pesaba sobre todos, sopor uniforme y gris como un interminable día nublado que se reflejaba en las chatas viviendas sin estilo, en las calles polvorientas de veredas de cascajo, en cuyas soleras verdeaba el pasto de la estación primaveral, en los tenduchos oscuros5 que mostraban en sus puertas las chillonas percalas o la burda casineta que venían a comprar los inquilinos de los fundos, aquellos huasos6 que con sus mantas pintarrajeadas atravesaban las calles los días de fiesta, imperturbables y tristes, si el alcohol no los hacía clavar las espuelas a los ijares sangrientos de sus pingos.
Esa herrumbre de inacción que flota sobre las aldeas había prendido también en él, aunque allá en el fondo de su espíritu, como un llamear vacilante, luchase su decisión de reaccionar contra ese ambiente rutinario, de volar hacia la ciudad, reanudar sus estudios, representar un papel más importante en la comedia de la vida; pero una embriaguez deliciosa, la comprensión aguda de su mal, bastaban para calmar su preocupación con un vicioso vaho sentimental. La rutina había agarrotado ya su espíritu con sutiles ligaduras.
La muerte de su padre lo dejó espantado, puerilmente inseguro ante los detalles materiales. ¿De quién recibiría ahora el dinero para sus gastos? ¿Cómo viviría si no entendía una palabra de ese negocio que lo había hecho comer, sin embargo, y vestirse y vivir durante tantos años?
Cuando la vieja sirviente7 de la casa, una buena mujer que no se había sacado el pañuelo de la cara desde que enterraron al patrón, entró una mañana a su cuarto para pedirle dinero, apresurándose a explicarle que el que su padre entregara se había gastado, el corazón golpeó azoradamente las paredes del pecho. Volvió de nuevo a sentir la embriaguez sentimental y la profunda compasión por sí mismo que eran su consuelo, la solución abúlica de todas sus dificultades y luchas; pero ahora el obstáculo era real. No admitía dilaciones. No le bastaba esta autoconmiseración para resolver el problema de su porvenir. Necesitaba hacer algo, revolver los papeles de su padre, buscar dinero, vender la casa, abrir la tienda, encontrar un administrador para la pequeña quinta que su padre tenía en las afueras.
Con cierta energía tumultuosa echó las ropas de la cama y abrió la ventana que daba a una calle estrecha y sola por donde pasó en ese instante la carretela de una panadería. Un sol alegre de fines de agosto doraba el aire tranquilo ...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Portadilla
  4. Índice
  5. Introducción
  6. Zurzulita
  7. Dossier
  8. Cronología. Lilian Arévalo, Nicole Monti, Lorena Seguel
  9. Bibliografía
  10. Colaboradores