¿Cómo se gestó el peronismo?
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¿Cómo se gestó el peronismo?

Iglesia, Ejército y sindicatos en la génesis del peronismo (1943-1944)

  1. 237 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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¿Cómo se gestó el peronismo?

Iglesia, Ejército y sindicatos en la génesis del peronismo (1943-1944)

Descripción del libro

El peronismo es protagonista central de la realidad nacional desde hace casi ochenta años. El origen del movimiento político más importante de la historia argentina se encuentra en la Revolución de 1943. Una equivocación corriente es atribuir al levantamiento militar cierta afinidad con el nazismo o el fascismo. Lejos de ser una copia de experiencias foráneas, fue producto de una combinación de causas ligadas a particularidades de la realidad argentina.En esta obra se investiga la participación de la Iglesia, el Ejército y los sindicatos durante el proceso revolucionario iniciado en 1943. Estudiar el fenómeno desde esta triple dimensión ofrece una visión integral del asunto analizado. Gracias a este enfoque se puede apreciar, con suma profundidad, la excepcionalidad del movimiento peronista.

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CAPÍTULO 1
Situación anterior a 1943

–Hablando seriamente –prosigue Adán–, el hombre no solo ha de pedir a las cosas una grosera utilidad. ¿Cómo hemos definido al hombre?
–Una criatura intelectual –dice Ramos.
–Eso es. El hombre, como ser inteligente, goza conociendo. Y ese goce de su inteligencia, ¿no es en sí una utilidad?
Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres

1. Iglesia: el resurgir católico prepara el terreno para la revolución

En la segunda mitad del siglo XIX el catolicismo fue perdiendo gravitación política y cultural en la Argentina. Diferentes gobiernos promovieron el laicismo y abandonaron las raíces católicas del país. Esto empezó a modificarse a comienzos del siglo XX, cuando la Iglesia inició un proceso de recuperación de presencia social e institucional (Bosca, 2012: 465). Se produjeron, en aquellos años, los primeros atisbos del renacimiento intelectual del catolicismo. Luego del predominio del pensamiento positivista y muchas generaciones de argentinos formadas bajo el normalismo laico, el enciclopedismo científico y el individualismo jurídico (Parera, 1967: 47), empezó a modificarse el rumbo. En este contexto, en 1922 nacieron los Cursos de Cultura Católica, que cumplieron un papel muy importante en cuanto a la difusión del pensamiento católico.1 En la década de 1930 se registraron grandes acontecimientos para el catolicismo en la Argentina. Entre esos hechos los más destacados fueron los siguientes:
  • Fundación de la Acción Católica Argentina (1931).
  • Encíclicas papales: se incluyen documentos papales por la influencia que produjeron en vastos sectores del catolicismo argentino. Entre ellos, se destaca Quadragesimo anno (1931) –dedicada a la cuestión social–, donde se propone un orden que supera la falsa dicotomía entre el individualismo liberal y el colectivismo socialista. Asimismo, se publican trascendentes textos con críticas al fascismo y condenas al nazismo y al comunismo: Non abbiamo bisogno (1931), Mit brennender Sorge (1937) y Divini Redemptoris (1937).
  • XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires (1934).
  • Designación de Santiago Luis Copello como cardenal (1935).
  • Visita de Jacques Maritain a la Argentina (1936).
  • Enseñanza religiosa en la provincia de Buenos Aires (1936).
  • Influencia católica en el Ejército.

Acción Católica Argentina

En 1931 se creó la Acción Católica Argentina (ACA), que impulsó a millares de laicos al apostolado. Con motivo de su formación, el papa Pío XI2 (1931a), el 4 de febrero de 1931 escribió una carta al Episcopado argentino donde, además de especificar diferentes aspectos sobre la organización de los laicos católicos, aprobó la fundación de la filial argentina de esta institución promovida por la Iglesia católica.
En primer lugar, se refirió a la naturaleza y a la finalidad de la Acción Católica y expresó que consistía en la ayuda de los laicos (seglares) a los sacerdotes en el ejercicio del apostolado. La Acción Católica debía ser obra de los seglares, pero siempre bajo la dirección de los sacerdotes –de quienes debían ser colaboradores fieles y abnegados–, sin cuya presencia no podría existir tarea alguna de apostolado. También se promocionaba la colaboración de la Acción Católica con los sindicatos. Luego, se fijó la posición que la Acción Católica debía tener con respecto a la actividad política y se ordenaba que se mantuviera al margen de los partidismos políticos. Igualmente, se aclaraba que esto no implicaba que se cerrara a los católicos la posibilidad de intervenir en los asuntos públicos. Al contrario, se enseñaba que todos los católicos, por ley de caridad social, estaban obligados a procurar, con todos sus esfuerzos, que los principios cristianos primaran en cada sociedad. Además, se les permitía a los católicos afiliarse a algún partido político.3 Hacia el final de la comunicación se formalizó la aprobación de la Acción Católica Argentina en los siguientes términos:
Las necesidades de los tiempos exigen que, según varían las costumbres y las maneras de vivir, se ejerciten también por el clero y los seglares nuevas formas de apostolado cristiano. De grado, pues, aprobamos la Acción Católica en la forma como la habéis iniciado. Que el apostolado ejercido por los seglares es la manera de apostolado que más responde a las necesidades de estos tiempos […] La obra de los párrocos y demás sacerdotes, por más afanosa y constante que ella sea, es insuficiente para responder a las grandes necesidades que en los tiempos actuales requiere el apostolado.
La Iglesia comprendió que se estaban viviendo “tiempos” que precisaban una mayor participación de los fieles laicos en la vida de la institución y en la vida de cada una de las sociedades en las que les correspondía actuar. La mayor contribución laica tendría efectos en diversos lugares del mundo y sería particularmente notable en la Argentina. En definitiva, la de la Acción Católica era una tarea esencialmente apostólica, pero esto no significaba que se desinteresase de asuntos de orden temporal y político. La Acción Católica se involucraba en las cuestiones políticas a través de “una influencia vital y espiritual animando desde dentro e impregnando con espíritu cristiano las actividades que les conciernen” (Maritain, 1967: 238-239). Pocos años después de su creación, la Acción Católica Argentina tuvo un rol muy activo en el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934 –evento que se tratará más adelante– y logró un gran desarrollo en nuestro país; en sus mejores épocas llegó a tener, en sus diversas ramas (varones, mujeres, jóvenes, niños, profesionales, obreros y universitarios), unos 130.000 adherentes (Parera, 1967: 48-49).4

Encíclicas papales

El pontificado de Pío XI (1922-1939) fue prolífico en cuanto a la producción de documentos. A través de diversas encíclicas, el papa lombardo expresó la posición de la Iglesia sobre diferentes temáticas. Dio nuevo impulso a la Doctrina Social de la Iglesia y, en ese marco, retomó las críticas al liberalismo y al socialismo. También publicó textos críticos acerca de los excesos del fascismo, y condenó al nazismo y al comunismo ateo. Asimismo, se ocupó de reprobar el laicismo y de reivindicar el derecho de la Iglesia a impartir educación y formación religiosa. A partir del siguiente apartado se realizará un breve repaso sobre esos trascendentales documentos pontificios.
Quadragesimo anno (1931): actualización de la Doctrina Social
Con motivo de cumplirse los cuarenta años de la publicación de la encíclica Rerum novarum5 –que inició la reflexión de la Cátedra de Pedro sobre posibles soluciones a la llamada cuestión social–, el 15 de mayo de 1931 el papa Pío XI promulgó un documento conmemorativo de aquella, dedicado a la “restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica” (Pío XI, 1931b). Rerum novarum (“De las cosas nuevas”) –obra de León XIII–6 fue la primera encíclica dedicada íntegramente a la cuestión obrera. Dio nacimiento a la Doctrina Social de la Iglesia. En ese trascendental texto se propugnó una tercera posición, alejada del liberalismo y del socialismo, cuya línea fue ratificada en el cuadragésimo aniversario de su publicación, a través de una nueva encíclica que se llamó –justamente por ese motivo– Quadragesimo anno.
El papa Pío XI –en Quadragesimo anno– denominó a Rerum novarum como la carta magna en la que debía fundarse toda actividad cristiana en cuestiones sociales. En buena medida, el nuevo documento papal ratificó las enseñanzas del escrito fundacional acerca de la cuestión social.
Rerum novarum había marcado que el sistema capitalista –hacia finales del siglo XIX– había generado una insoportable injusticia social, donde la sociedad humana aparecía cada vez más claramente dividida en dos clases. Existía, por un lado, una minoría privilegiada con abundantes riquezas y, por el otro, en cambio, las mayorías obreras se encontraban reducidas a una angustiosa miseria. El catolicismo debía encontrar una respuesta y una salida justa a esta situación aborrecida por los principios evangélicos. Algunos proponían caer en la falsa solución del socialismo marxista, pero la Iglesia ya había indicado que no era recomendable ese camino. Las injusticas del liberalismo individualista no se reparaban con una revolución socialista marxista. El “remedio a la inmerecida indigencia de los proletarios” no podían darlo ni el liberalismo (impotente para resolver con justicia la cuestión social) ni el socialismo (proponía un remedio peor que el mismo mal). La solución había que buscarla en la sabiduría de la Doctrina Social de la Iglesia católica, que bebía de la fuente viva y vital del Evangelio.7 A tal fin se estimuló la creación de asociaciones de obreros, campesinos, artesanos y asalariados de todo tipo.
Tanto en Rerum novarum como en Quadragesimo anno se cuestiona la concepción liberal del Estado que se desentiende de la cuestión social. En contraposición, el catolicismo propugna una organización estatal comprometida con la prosperidad de la comunidad y de las personas, teniendo como prioridad a los más necesitados y débiles. Para la Iglesia, el Estado debe propender hacia el bien común y tutelar a los más humildes. Mientras que la clase social de mayor riqueza material se puede defender por sus propios medios, el pueblo precisa de la defensa del Estado, que debe abrazar con cuidado y providencia peculiares a los asalariados que forman parte de la clase pobre.
En Quadragesimo anno se recuerda que –a través de Rerum novarum– la voz del catolicismo se levantó para contrarrestar la perniciosa política del liberalismo que había impedido que se realizara una obra justa de gobierno. La Iglesia empezó a promover una política social más activa. Pero no se quedó en el ámbito de la propuesta, sino que actuó para hacerla efectiva. Los miembros de la Iglesia –laicos y religiosos– trabajaron arduamente para implementar una nueva legislación social y hacerla realidad. La encíclica Rerum novarum contribuyó considerablemente a mejorar la condición de los obreros. Explícita y categóricamente se reclamaba en ese documento que se los protegiera especialmente (Rerum novarum, N.º 27). Las nuevas normativas impulsadas por la Iglesia aseguraron los sagrados derechos de los obreros que les corresponden por su dignidad humana. Esas leyes protegían el alma, la salud, la familia, la vivienda, los salarios, las consecuencias de los accidentes de trabajo de los asalariados.
Asimismo, en Rerum novarum León XIII señaló que el liberalismo estimulaba y favorecía a las asociaciones de las clases privilegiadas y, al mismo tiempo, combatía a las asociaciones de trabajadores que se iban formando para defenderse de los atropellos de los poderosos. El catolicismo, en sentido contrario, defendía el derecho natural de los obreros de formar sus propias asociaciones y mantenerlas. La sabia encíclica de León XIII exhortó a los obreros cristianos a formarlas y les enseñó el modo de hacerlas. Esta actitud alejó a muchos de las opciones socialistas que se presentaban, falsamente, como el único refugio de los humildes y oprimidos. La finalidad de estas asociaciones de obreros era conseguir la perfección moral y religiosa de cada uno de los asociados y obtener el mayor aumento posible de los bienes del cuerpo, del espíritu y de la fortuna. Para alcanzar la paz y la prosperidad de la sociedad, era indispensable que se establecieran relaciones mutuas entre los miembros. Las asociaciones cristianas de obreros debían defender sus intereses temporales sin olvidar los preceptos religiosos. A través de su misión contribuyeron a la justicia y colaboraron con las demás clases sociales a la restauración cristiana de toda la vida social. Como nota fundamental para cumplir fielmente su tarea, los sindicatos debían contar con autonomía e independencia del poder estatal.8
Las asociaciones de obreros y de patrones cumplen un rol fundamental en esta tarea de conciliación de clases. En la encíclica Rerum novarum –el concepto es ratificado en Quadragesimo anno– se promueve la conciliación entre el capital y el trabajo. “No puede existir capital sin trabajo, ni trabajo sin capital”, sentenció León XIII en Rerum novarum (N.º 15), pero la defensa principal debe ser dirigida hacia pobres y débiles. A ese fin, la doctrina social católica propone que se eleve la condición material de los obreros, sin descuidar el cultivo del espíritu cristiano. La urgencia de lo material debe ser atendida con celeridad, pero sin olvidar la primacía de lo religioso y moral.
Del mismo modo, en la encíclica Quadragesimo anno se denunciaba que el sistema capitalista no solamente generaba concentración de riqueza, sino que esos potentados acumulaban inmenso poder. Se creaba, de ese modo, una dictadura económica, consecuencia de “la libertad infinita de los competidores que solo dejó supervivientes a los más poderosos”. El espíritu individualista en el campo económico trajo consecuencias funestas: la libre competencia se destruyó y el mercado libre fue suplantado por la prepotencia económica. El peor efecto de es...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Epígrafe
  7. Prólogo
  8. Introducción
  9. Capítulo 1. Situación anterior a 1943
  10. Capítulo 2. El GOU: el Ejército se organiza, planifica y realiza la revolución nacional
  11. Capítulo 3. Inicios del gobierno revolucionario (junio-septiembre de 1943)
  12. Capítulo 4. La revolución avanza (septiembre-diciembre de 1943)
  13. Capítulo 5. 1944: Perón, líder de la revolución nacional
  14. Capítulo 6. Perón y los principios de la revolución: Dios, patria y justicia social
  15. Capítulo 7. Perón y el recuerdo de la revolución de 1943
  16. Epílogo y proyecciones
  17. Bibliografía
  18. Créditos