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eBook - ePub
Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones
Descripción del libro
Desde el inicio de la humanidad, cuando los hombres no poseían ni una filosofía ni una ciencia en sentido sistemático, existió, sin embargo, el pensamiento; los hombres pensaban con los mitos, las narraciones, las creaciones poéticas. Su pensar se hacía realidad en sentimientos e instituciones, en obras plásticas como las de las pinturas rupestres, y en comportamientos rituales como la danza, las ceremonias, la magia, en los cuales el hombre se relaciona en cierto modo con el Universo y funda con sus semejantes una comodidad.
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Información
Categoría
PedagogíaCategoría
Psicología educativaAspectos lógicos del pensamiento intuitivo34
Introducción
En este capítulo tenemos en cuenta los antecedentes teóricos presentados sobre el pensamiento, el lenguaje y el concepto de intuición, y desarrollamos la hipótesis principal del trabajo según la cual es posible encontrar una serie de características o leyes que dan cuenta de aspectos lógicos en el pensamiento intuitivo, que involucran tanto el aspecto racional (intelectual) como el aspecto emocional del ser humano.
En principio, planteamos qué entendemos por aspectos lógicos, fundamentándonos en los términos lógica y logos, y diferenciamos un aspecto lógico de un sistema lógico propiamente dicho. Luego, proponemos, siguiendo a Ramírez (2012, ens. 55), que existen dos tipos de lógica que componen el proceso del pensamiento intuitivo: una lógica primaria y una lógica secundaria, las cuales interactúan en una lógica fractal.
Intelecto, razón, emoción
Antes de referirnos a los aspectos lógicos del pensamiento intuitivo, es conveniente aclarar los conceptos utilizados a lo largo del capítulo. Hemos dicho que la intuición involucra tanto el aspecto racional o intelectual como el emocional, pero ¿a qué hace referencia cada uno de estos términos? Y, ¿cómo se diferencian entre sí?
“Intelecto” proviene del latín intellectus, que a su vez deriva de intelligere: comprender (Corripio, 1979), mientras que “razón” proviene del latín ratio-ōnis, es decir, razonamiento, relacionado con “cálculo”, “cuenta” o “ración” (Coraminas, 1980). Para Ferrater Mora (1994), “intelecto” es la traducción del griego voūς (nous) que en la antigüedad fue entendido como orden del cosmos y como facultad pensante. Por su parte, “razón” tiene como una de sus acepciones la facultad que distingue al hombre de los demás animales, la cual le permite alcanzar el conocimiento de ideas universales; o también se asocia al decir (logos) inteligible o racional. Sobre las acepciones del término razón, dice Ferrater Mora (1994):
Común a todas estas nociones es la suposición de que la realidad tiene un fondo inteligible y de que es posible comprender semejante fondo o, cuando menos, orientarse en el mismo. Por este motivo se nota a través de la variedad de sentidos de la razón y de la multiplicidad de los términos empleados para designarla en la filosofía griega el intento de ligar la razón como facultad a la razón como substancia (u orden) de la realidad (p. 525).
De acuerdo con esto, la razón está ligada a la facultad para la comprensión de la realidad y el conocimiento de la verdad (Honderich, 2001). Así, el razonamiento se caracteriza por ser un procedimiento discursivo, mediante el cual se conectan ideas de forma coherente e intencional y se obtienen inferencias de forma lógica (Runes, 1969); mientras que el intelecto parece ser un término más general, referido a una “facultad cognoscitiva de la mente, en cuanto que opera en su nivel más elevado, abstracto y conceptual” (Runes, 1969, p. 192). Empero, lo intelectual no se presenta necesariamente de modo discursivo (διάνοια): también puede darse de forma intuitiva (νόησις) (Ferrater Mora, 1971).
En consecuencia, es pertinente diferenciar lo “racional” de lo “intelectual”, y decir que el proceso de pensamiento intuitivo comprende elementos intelectuales, en tanto formas de cognición, de pensamiento, de comprensión y de captación. Esto no quiere decir que la intuición se oponga a la razón, ya que los procedimientos discursivos, de razonamiento, de entrenamiento, entre otros, son los que contribuyen a formar el pensamiento humano, y es posible que lo que antes era deliberado pueda incorporarse y hacerse intuitivo. Un ejemplo sería la adquisición de la virtud, la cual, de acuerdo con Aristóteles (2001), se logra a través de la ejercitación y la formación del hábito y del carácter, es decir, para ser justo no es suficiente razonar en torno a la conveniencia moral de la justicia, es necesario llevarla a la práctica y ejercitarse en ella, con el fin de transformarse a sí mismo.
Por otra parte, se encuentra lo emocional, como un segundo aspecto que comprende el pensamiento intuitivo. El término “emoción” proviene del latín emovere: mover, remover (Corripio, 1979). De acuerdo con Abbagnano (1986), se llama emoción a todo “estado, movimiento o condición por el cual el animal o el hombre advierte el valor (el alcance o la importancia) que una situación determinada tiene para su vida, sus necesidades, sus intereses” (p. 379). Este autor plantea que probablemente la primera teoría de las emociones fue enunciada por Platón, quien planteaba que “se produce el dolor cuando la proporción o la armonía de los elementos que componen al ser vivo es amenazada o comprometida y se produce el placer cuando tal proporción o armonía es restablecida” (Abbagnano, 1986, p. 379).35 Asimismo, se destacan dos posturas generales frente a este fenómeno: la primera propone que las emociones tienen un significado y una función en la existencia humana, y sus representantes son principalmente Platón y Aristóteles; y la segunda, correspondiente, por ejemplo, a los estoicos, sugiere que las emociones no tienen significación ni función alguna y son perturbaciones innecesarias del ánimo que empañan a la racionalidad, inferiores a la actividad intelectual humana. Esta última posición es contraria a la de Pascal, quien sostiene la idea de la “lógica del corazón” (Abbagnano, 1986; Ferrater Mora, 1971). De acuerdo con Warren (1996), el término “lógica afectiva” es usado para “designar ciertas sucesiones de ideas que parecen procesos lógicos, pero que están controladas por los factores emotivos que suministran o sugieren los eslabones conectores” (p. 209). Por tanto, consideramos que la intuición, además de comprender el intelecto, conlleva también emoción. Para Runes (1969):
La significación emotiva de un estado, en contra de la cognoscitiva, es su facultad de comunicar una actitud o emoción o inspirar un acto de voluntad sin transmitir la verdad. Las exclamaciones, órdenes y quizá los juicios éticos y estéticos, son emotivos, no cognoscitivos (p. 109).
No obstante, es importante mencionar que actualmente no se sostiene tal oposición tajante entre lo cognitivo y lo emocional, de hecho, se comprenden como dos procesos imbricados en las formas de actuar y de decidir en el ser humano (Damasio, 1996; Hogarth, 2002).36
¿Qué son aspectos lógicos?
Caracterizamos este trabajo como un análisis de algunos aspectos lógicos del pensamiento intuitivo, pero ¿qué entendemos por aspectos lógicos?, ¿por qué no decir la lógica de la intuición?, ¿o incluso en mayúscula: La lógica de la intuición? El término lógico proviene del latín tardío logĭcus y este del griego λογιχóς, “relativo al razonamiento”, que a su vez proviene de λóγoς (logos): “palabra”, “razón”, “lenguaje”, “pensamiento” (Corominas y Pascual, 1984). Para Heráclito, el término logos estaba referido a una especie de fuerza que organiza o articula los elementos individuales del mundo en un todo coherente (Flew, 1979). De acuerdo con Galimberti (2002), logos es un término que en la Grecia antigua aludía al orden del mundo, que luego pasa a designar el orden del discurso y, posteriormente, la razón.
Para Ramírez (2012, ens. 50, ens. 51, ens. 52, ens. 53), logos se refiere al paso a un nivel superior de articulación mediante la integración de un elemento novedoso, producto del azar, a lo ya existente, dando lugar a una nueva reiteración. De acuerdo con el autor, es válido utilizar el término espíritu para designar las distintas formas de expresión que toma el logos, las cuales podrían corresponderse con sus diferentes acepciones según el nivel de articulación o de “orden” al que nos estemos refiriendo; en principio, tal vez logos sea la acción de articular en general, luego, el verbo, la palabra, que deviene en lenguaje y en razón (lógica), entendida esta como un nivel superior de expresión del logos.
Para explicar con mayor claridad el concepto y su relación con distintos tipos de lógica, Ramírez (2011, art. 22; 2012, ens. 50, ens. 52, ens. 152) expone cuáles son los registros mediante los cuales se presenta la realidad. Para abordar este tema, plantea una conjetura sobre la evolución del cosmos: primero, existía el caos original todavía sin ninguna forma, esto es, “el real anterior a cualquier ser” (Ramírez, 2012, p. 118), en donde todo se transforma incesantemente, la energía pura, el registro real. En cierto punto, hay una acción que se sostiene en el tiempo, que permanece y permite cierta regularidad, es decir, una forma o figura (la materia o el ente, por ejemplo) que procede del caos originario, pero se diferencia de él, en tanto es energía condensada, en otras palabras, el registro formal. Cuando hay una representación de tales formas, “una repetición de la figura, de la presentación” (p. 118), una huella de lo real, hablamos del registro imaginario, es decir, del surgimiento de las imágenes.
Lo imaginario puede ser físico, como en el caso de una sombra o del reflejo de un objeto, que no necesitan ser percibidos para existir; pero cuando las imágenes se asocian y se articulan según las leyes de la percepción y dejan una huella o representación fisiológica (cfr. Manrique y De Castro, 2016), hablamos de un imaginario animal. Además, si nos referimos a imágenes mentales que requieren del psiquismo y de la relación con otros para ser evocadas –y que además se guían por estructuras lingüísticas–, podemos nombrar esto como imaginario humano. El último registro se da gracias a la articulación de imágenes mentales determinadas por las leyes del lenguaje (cfr. Manrique y De Castro, 2016) o las leyes culturales; el registro simbólico se refiere, entonces, a las representaciones (simbolizadas) de las representaciones (imaginarias), en tanto estas permiten abstracciones como conceptos y significados. Adicionalmente, da posibilidad a la comunicación humana.
Estos registros, aunque pueden diferenciarse teóricamente, se presentan como una mezcla inextricable en la experiencia cotidiana de la realidad, es decir, no es posible una forma sin energía, una imagen sin forma o una palabra sin una representación imaginaria, de hecho:
Toda realidad es una mezcla fractal de los respectivos registros: la realidad material es la unión de lo real y lo formal, la realidad animal agrega a esta realidad material lo imaginario sensorial: RFI [real, formal, imaginario]; y la realidad humana añade lo simbólico, RFIS [real, formal, imaginario, simbólico], ya que el hombre es un animal verbal, simbólico (Ramírez, 2012, ens. 52, p. 120).
Ahora bien, ¿cómo se relaciona el concepto de logos y los distintos tipos de lógica con estos registros? Para Ramírez (2012, ens. 142):
Podemos definir el logos como la acción de articular: la verbación, neologismo que tiene en cuenta su traducción latina, verbum, que en español, verbo, mantiene muy bien su doble significación de proceso y de palabra. También el vocablo articulación representa a la vez la acción de articular y su resultado. Pero el resultado, lo articulado, es más bien la acción conjunta de lo articulante, el logos o el Yang (lo creativo) de la filosofía china, con lo ya antes articulado, la ananké griega o el Yin chino (lo receptivo).
Hay un devenir en la verbación, de lo caótico a lo elemental, de este a lo primario (animal) y de allí a lo secundario (simbólico humano) para terminar en lo terciario (formalización y matematización). La secuencia evolutiva sería la siguiente: Formación → Combinación → Organización → Asociación → Simbolización → Verbalización → Teorización → Formalización (p. 248).
Si definimos logos como la acción de articular, como el principio que articula los elementos del mundo (la chispa o la causa), al igual que lo hacen Heráclito y Ramírez (2012, ens. 50, ens. 51, ens. 52, ens. 53, ens. 54, ens. 102, ens. 141), hemos de aceptar que es gracias a él que surge la forma, que hay posibilidad de iteración,37 de devenir de caos a cosmos; aun cuando esto no está predeterminado, pues de la misma chispa (posibilidad creativa) puede surgir tanto el orden como el desorden (caos), que son dos caras de la misma moneda. Así las cosas, el devenir del logos va desde la formación (constitución de un ente o de un elemento) o con-formación, por ejemplo, cuando se constituye un átomo de hidrógeno; pasando por la combinación, como cuando el átomo se combina con otro de hidrógeno y uno de oxígeno; a su vez, estos se organizan para dar lugar a una molécula de agua, la cual es ya un elemento más complejo que sus componentes; las propiedades intrínsecas del agua se combinan y se organizan con otras condiciones del medio y con aspectos azarosos para dar lugar a los más simples (y luego a los más complejos) organismos vivientes. En los animales hay leyes de asociación de las imágenes y de las representaciones, las cuales les permiten percibir y actuar en el mundo que los rodea, y en los humanos hay palabras que nombran imágenes, es decir, hay una simbolización del mundo y de las experiencias, una transposición del mundo a entes abstractos, en principio, mediante el simbolismo y, posteriormente, a través del orden significante. Cuando las palabras se expresan mediante la verbalización, hay un paso más allá, en tanto la enunciación de palabras permite una descarga motora y una mayor articulación del pensamiento ya simbolizado (cfr. Zapata, 1995). Y además, si estas expresiones se articulan por medio razones, para formar proposiciones basadas en leyes simbólicas de no contradicción, llegamos al punto de la teorización. Finalmente, cuando se vacía el contenido de estas proposiciones y se deja únicamente su estructura, se pueden establecer relaciones formales entre términos (por ejemplo, fórmulas o matemas), es el nivel de la lógica formal. Este procedimiento sería una expresión elevada de la formalización, el cual de cierta forma ya ha sido “preparado” por los procesos anteriores que, aun cuando son formas de operación distintas, comparten el punto de tender hacia la articulación, inclusive en fases distintas del ser. Por esto:
El logos es la forma, es el espíritu de lo formal (el verbo); pero se hace carne cuando habla, cuando pertenece a un ser que habla; y este es el surgimiento de lo simbólico: cuando alguien se dirige a un congénere no con una señal, un grito o una presencia, sino con una palabra: esto es, un signo; que es elemento de un lenguaje pero utilizado como señal de algo: incorpora lo imaginario y lo formal, con un sentido fundado en lo real como último referente (Ramírez, 2012, ens. 142, p. 248).
Por lo anterior, en todas las fases del devenir del ser –físico-químico, biológico, psíquico y transindividual (psicosocial) (Simondon, 2009; 2014)– encontramos la expresión del orden, de la articulación: de distintas formas en cada uno de ellos hay expresión del logos. No obstante, dada la asociación del logos con el orden, no sobra aclarar que consideramos que la articulación no siempre conduce a una mayor organización, pues la otra cara (el caos) está presente en cada uno de los niveles de la realidad; y es la concepción dialéctica entre el caos y el orden la que nos permite evitar concepciones teleológicamente pre...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Agradecimientos
- Tabla de contenido
- Introducción
- Pensamiento, lenguaje e intuición
- Apuntes sobre el concepto de intuición
- Aspectos lógicos del pensamiento intuitivo
- Pensamiento intuitivo y toma de decisiones
- Conclusiones generales
- Referencias
- Notas al Pie
- Contracubierta