Universos corporales
eBook - ePub

Universos corporales

búsquedas, encuentros y alquimias

  1. 88 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Universos corporales

búsquedas, encuentros y alquimias

Descripción del libro

La autora, kineseóloga, fisioterapeuta y eutonista, recorre, a partir de la experiencia autobiográfica y a través de una estructura planteada en cuatro partes: Autobiografiando, Abriendo perspectivas, Nuevos horizontes y El alma terapeuta, el enfoque conceptual y aplicado de la Eutonía, disciplina corporal que se centra en lograr el equilibrio armonioso de la tonicidad en constante adaptación a la actividad y las acciones de la persona en cada momento de su vida. El acceso a este libro es valioso no solo para profesionales y técnicos vinculados con la salud del cuerpo en sintonía con la del espíritu, sino también para el lector medio que se interese en las terapias alternativas.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789874931269
1° PARTE

Autobiografiando

Devenires corporales

Autoimágenes somáticas de lo interno
Me gusta pensar en el armado de mi experiencia corporal y de mi ser en el mundo, basándome en una de las concepciones más reconocidas del filósofo francés J. Derrida, la de la “deconstrucción”. Y digo que trascurre una primera deconstrucción, la de mi esquema corporal y la de mi imagen corporal que, como en cualquier ser humano, inicia como mínimo, en los albores de mi existencia física. En ellas confluyen todas mis experiencias sensoriales, de movimiento, psíquicas y sociales conglomeradas en y a través de un cuerpo, en un continuum que se actualiza de forma incesante.
Entiendo que esta confluencia dinámica le abre lugar, desde esta óptica derridiana, a expansiones deconstructivas en las que nada de lo vivido se destruye o se torna desechable, por lo que todo eso experiencial se convierte en andamiaje que me crea y me recrea, promoviendo descentralizaciones, jugando malabares entre los famosos binarios pensar/sentir, decir/hacer. Entonces, pensarme, repensarme y despensarme desde el cuerpo y en ese proceso, el sentir y el hacer cobrando protagonismos, en un ida y vuelta que pulsa, que me impulsa.
¿Cómo me percibo internamente?, ¿Qué cualidades físicas me constituyen? ¿Qué cuerpos me rodearon, me referenciaron? ¿Sobre qué corporalidades fui construyendo mi propia noción y experiencia de cuerpo? Interesante ejercicio reflexivo para realizar…
En mi histórico somático, una de las mayores improntas corporales familiares tuvo que ver con un cuerpo paralizado, partido a la mitad, la mitad izquierda para ser más específica (hemiplejía la llaman técnicamente). Pero eso sí, impregnado de una voluntad férrea que a costa de vaya a saber qué, salió adelante como pudo y se movió y encontró su ritmo, su velocidad, su forma. Una forma que, con el paso de los años y de la vida se fue limitando cada vez más. Un organismo que sucumbió ante la fatiga de toda una existencia de esfuerzos, de resignaciones, de sumisiones, de deseos aletargados, de esa “sana envidia” por el otro que sí podía, un cuerpo fragilizado, deteriorado que, como todos, a fin de cuentas, un día rompió su cárcel para liberarse y partir.
Otras de las improntas corporales de mi entorno tuvo que ver con un cuerpo condicionante y condicionado desde lo sexual, un cuerpo transgénero que también vislumbró la muerte como posibilidad de liberación. Pero que forjó su camino en sentido inverso4 en base a la no aceptación, a la rebeldía frente a lo que le “había tocado en suerte” y así pudo realizar cambios y transitar transformaciones que alinearon el sentir, el pensar, el hacer, el ser…
¡Vaya, vaya…! En este incipiente relevamiento de mi anecdotario somático desde el cual, de una u otra forma me nutrí, aparece una especie de “patrón corporal”: el cuerpo vivido como una prisión. Una cavidad viviente que encarcela los deseos más profundos, que los apaga, los desdibuja, los asfixia, y entidades que la habitan resignadas o en una lucha constante por enfrentar y afrontar ese desafío vital articulado desde el cuerpo.
Con estos “reflejos”, entre otros, fui caminando mi corporalidad. Y es que, para hoy hacer consciente esa deconstrucción fue menester en su momento “ingresar”. Ingresar al cuerpo interno, al cuerpo sentido, al cuerpo contorneado por las improntas de mi propia historia. Ese yo psíquico que me constituyó y me sigue constituyendo desde lo corporal.
Y ese primer registro, que recuerdo ocurrió en una sesión psicoterapéutica. Fue fuerte, daba miedo, porque lo que apareció resultó ser amorfo, inconsistente, gelatinoso y encima, oscuro… muy oscuro, sin el más mínimo vestigio de luz. Eso era yo por dentro; desde ese lugar había vivido, desde ese lugar me había defendido, desde ese lugar me había vinculado.
Era casi perverso. Sin embargo, ese miedo generado por semejante imagen, quedó ahí. Ni siquiera existió el espacio para pensar en modificar nada… solo me quedó la resignación a eso amorfo.
Pero esta sabiduría que reina desde el cuerpo, hace su camino, más allá de intenciones, más allá de subjetividades… y yo no fui la excepción. Esta sabiduría que es Una con la totalidad, me fue mostrando itinerarios y posibilidades, fue definiendo, hasta casi grotescamente, ¿algunas? de mis elecciones.
Viví una historia impregnada no solo desde el no-registro de lo propio, sino peor aún, desde su desconocimiento, desde su carencia. Todo fue apuntando al cuerpo: lo recreativo primero, lo vocacional luego, lo profesional después, y en ese después sobrevinieron mis primeros reconocimientos corporales que fueron, como los de la gran mayoría, desde el dolor. Pero este fue un dolor inquisidor porque le dio cabida a crisis tan corporalmente llamativas, que me fueron llevando “en andas” hacia tiempos y espacios de repreguntas, de cuestionamientos ¡muy profundos! Sentir tanto dolor en mis manos y mis antebrazos, y en todo mi hemicuerpo izquierdo (la impronta quedó marcada a fuego) e ir encontrando muy lentamente el camino para empezar a equilibrar tensiones y malestares… Llegar a percibir que mi cuerpo era, literalmente, un ladrillo (rígido, duro, indeformable) arriba de una esfera en la cual se suponía que “tenía que chorrear como una gota de miel”5… ¡Qué paradoja contundente y desestabilizante que resultó esa!: mi rol profesional batallaba cotidianamente para que mis pacientes soltaran sus tensiones, se amigaran con sus cuerpos, y yo, ¡era un ladrillo! Sin lugar a dudas, ese fue un gran punto de inflexión en mi vida, en mi cuerpo.
A partir de ahí, sin querer, la necesidad hasta casi diría involuntaria, de empezar a desandar caminos, a desaprender formas, a desarticular estructuras tan… añejas. Es que el cuerpo en su infinita sabiduría o quizás más bien, la infinita sabiduría hecha carne encontró en mi cuerpo el vehículo propicio para llegar, para manifestarse, para instalarse y afincarse definitivamente en mi historia. Y esa sabiduría hizo que iniciara una formación profesional sin casi ninguna otra justificación más que la de ser la única que, en ese momento, podía hacer. ¡Iniciar un camino, sin siquiera saber de qué se trataba… y después descubrir que era la oportunidad de sanación más importante de mi vida!
Me formé y me diplomé como Eutonista y el leitmotiv de esta filosofía de vida toma su asiento “causalmente” en el registro de lo propio, en la valoración y aceptación de lo que pertenece para, a partir de allí promover el autoequilibrio, como recurso de salud. ¡La supremacía de la congruencia y de la honestidad manifestándose físicamente!

La sabiduría de mi cuerpo... en contacto

Mi sangre, mis huesos, mis músculos, mi piel. La energía devenida en cuerpo, con densidades tan variables, con escenarios tan diversos, movimiento interno, ininterrumpido, rítmico, inteligente.
¿Cómo nutrirme de semejante omnisciencia?, y encima, ¡está todo el tiempo ahí, a mi alcance, como si con solo estirar mi mano, la pudiese tocar! Pero no, cual gran contradicción, tamaña cercanía me impide acceder a ella. Porque para eso, no tengo que “tocar”, sino solo “dejarme tocar”. No es un hacer, es un no-hacer, es un permitir, un “abrir el espacio para que simplemente… suceda”.
La piel, por su cualidad dual, en eso es mi maestra eutónica predilecta. A través de uno de sus principios base: la Conciencia de la Piel, aprendí que solo ella sabe de esta capacidad de tocar y ser tocada, solo ella diserta a la perfección en el arte de la simultaneidad. Pero para llegar allí, antes atravesé un camino que inició en el reconocimiento eutónico de mi piel como envoltura, con una amorosa capacidad de protección, de refugio: descubrir el estar piel adentro, el estar en mí, a salvo primero y después, ejerciendo mi libertad de estar disponible o no (desde mi piel) para lo/s demás… ¡qué maravilla!
Pasé luego a reconocerla como límite, barrera natural entre lo interno y lo externo. Una membrana que, con el tiempo, descubrí porosa y muy hábil: desde su capacidad selectiva física (de absorción de algunas sustancias y excreción de otras tantas como sudor, pus, etc., manteniendo así un increíble equilibrio interno) hasta un sabio paralelismo selectivo emocional (lo que mi piel repele, lo que mi piel teme, lo que mi piel acepta, desea, disfruta) y de allí, esa misma y prolífera piel como exquisito elemento de vinculación y contacto con el afuera.
Recuerdo con empática serenidad, las épocas donde la única opción era perderme cuando me acercaba a otro. Vincularme, entrar en contacto, ¡tocar!, solo reafirmaba aquella masa amorfa que era mi único habitante interno y del cual, sin saberlo, huía afanosamente. Corolario: vínculos tóxicos, dependientes, violentados, invasivos, formateados en función del otro, de sus deseos y prioridades: el callejón sin salida terminaba convirtiéndose en el único final posible.
Aprender a permanecer en mí para jugar con el delicado equilibrio de no perderme al entrar en contacto con otros fue y es el desafío. El fantasma del desdibujamiento histórico, sigue allí, exhortándome a estar atenta, recordándome la necesidad de volver a mí, a mi piel, a mi lugar, siempre.
Así, la piel fue mostrándome un camino, como así también la posibilidad de trascenderla y quizás aún hoy, si puedo, si me animo, de vérmelas nuevamente con equilibrios finos si los hay, esos de estar en mí y a la vez estar en una otredad que me matiza y que me muestra a su manera lo que invariablemente, es mío. Eso que siento de “lo externo a mí”, que me puede confundir y desde ahí, provocarme rechazo, o miedo, o una falsa seguridad… ahí va dirigida mi mirada: es que solo siento lo que me pertenece, solo me perturba lo que reprimo.
Porque en el encuentro con ese colectivo de la otredad que es infinito, dinámico y variable, al igual que las vinculaciones que soy capaz de establecer: mi cuerpo reacciona desde sutiles maneras hasta otras muy evidentes: observar cómo estoy cuando estoy con ese otro: ¿Cómo está mi cuerpo en general? relajado, cómodo, inquieto, con posiciones cambiantes, ¿Cómo es mi respiración? tranquila, agitada, profunda, superficial… ¿Estoy atenta o distraída, apurada o disponible?… ¿y cómo queda mi cuerpo después de ese encuentro? ¿Aparece algún tipo de síntoma o manifestación? Desde un reconfortante silencio traducido en bienestar y confianza hasta dolores de cabeza, contracturas, pasando por decaimiento, náuseas, vómitos, erupciones dérmicas, etc. Mi cuerpo me ha dado sobradas muestras de su capacidad perceptiva. Capacidad perceptiva que alguna vez pasé por alto y que hoy me brinda un abanico de información que valoro y a partir del cual, incluso, tomo decisiones. El cuerpo, cual brújula vincular, también me orienta en lo que no soy capaz de descubrir conscientemente y su mensaje es de una claridad inobjetable.
Entonces, en ese encuentro con el otro, ¿cuánto de mí rechazo? ¿Qué de mí me incomoda? ¿Qué me saca de mi lugar conocido y me propone re-conocerme desde ese otro lugar? ¿Qué me molesta o atemoriza de mi corporalidad vinculándose con lo “ajeno” a mí? ¿Cuál es mi límite entre lo perteneciente y lo no-perteneciente en la esfera corporal? ¿Existe?
Diferenciarme del otro quizás sea obv...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Al lector
  5. Corporalidades inteligentes
  6. La ampliación de la conciencia y su cualidad metacorporal
  7. 1° Parte. Autobiografiando
  8. 2° Parte. Abriendo perspectivas
  9. 3° Parte. Nuevos horizontes
  10. Bibliografía general
  11. Sobre este libro
  12. Sobre la autora