Colonialismo e imperialismo
eBook - ePub

Colonialismo e imperialismo

La grandeza perdida y el derribo de sus monumentos

Gustau Nerín

Compartir libro
  1. 240 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Colonialismo e imperialismo

La grandeza perdida y el derribo de sus monumentos

Gustau Nerín

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El relato de uno de los episodios más oscuros de la historia de las potencias occidentales, cuyos ecos resuenan hoy en día con la reivindicación de disculpas y la revisión del pasado.

El relato de uno de los episodios más oscuros de la historia de las potencias occidentales, cuyos ecos resuenan hoy en día con la reivindicación de disculpas y la revisión del pasado. Este libro analiza qué representó el colonialismo para las poblaciones de las diferentes partes del mundo, teniendo en cuenta tanto las experiencias de las sociedades colonizadoras como las de las colonizadas. Repasa las actuaciones coloniales de las potencias occidentales en Asia, África y Oceanía, a lo largo de los siglos XIX y XX. Analiza sus causas y sus consecuencias y los elementos diferenciales de cada proceso colonial. Y dedica especial atención al colonialismo español en sus últimos compases, en su expansión africana. Finalmente, trata de analizar cómo en los últimos años ha ido cambiando la visión del colonialismo, en las diferentes potencias coloniales y en los países colonizados, entrando en un debate que está en plena ebullición.


Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es Colonialismo e imperialismo un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a Colonialismo e imperialismo de Gustau Nerín en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia del mundo. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2022
ISBN
9788413611464
Categoría
Historia

Asia colonizada

~ Siglos XIX y XX ~

Asia es el continente que históricamente ha mantenido unas relaciones más estrechas con Europa. De hecho, muchas innovaciones técnicas, como la agricultura o la escritura, llegaron al Viejo Continente desde tierras asiáticas. Además, durante siglos, regiones importantes de Europa estuvieron bajo el control de pueblos originarios de Asia, como los árabes, los mongoles y los otomanos. Sin embargo, a partir del siglo XVI, las relaciones entre ambos continentes experimentaron un profundo cambio: Europa comenzó a ejercer una gran influencia en Oriente, hasta que en los siglos XIX y XX los europeos lograron dominar grandes territorios asiáticos.
En algunas de estas zonas, el dominio europeo se ejerció mediante el colonialismo clásico, estableciendo colonias de explotación, con elites europeas que ejercían un control absoluto sobre los autóctonos. En cambio, en China y en Japón el imperialismo europeo se ejerció de modo indirecto, preservando el Estado local, pero debilitándolo al máximo, para hacerlo vulnerable a las presiones externas. En este capítulo veremos los diferentes modelos coloniales que las distintas metrópolis aplicaron en las regiones colonizadas en Asia.

El mundo árabe: de los otomanos a la sumisión

En el siglo XVIII, el Imperio otomano era una gran potencia que controlaba gran parte del mundo árabe e incluso poseía muchos territorios situados en Europa. Era un imperio peculiar, basado en la asimetría, es decir, cada territorio se adaptaba a las elites locales, que tenían derechos y privilegios particulares. Por ello, no era infrecuente que las aristocracias de los distintos territorios, o incluso los jefes de cuerpos militares (como los jenízaros o los mamelucos), se enfrentaran al poder central, conocido como la «Sublime Puerta», y trataran de ampliar el máximo su soberanía. Las potencias europeas aprovecharon estos conflictos para penetrar en estos territorios y debilitar al rival otomano, que en el siglo XIX ya mostraba signos de decadencia. De esta forma, algunas zonas del Imperio otomano se emanciparon de este antes de la Primera Guerra Mundial: Egipto logró su independencia en 1805, Argelia cayó en manos de los franceses en 1830 y Túnez, en 1881.
Mapa del Imperio otomano con una zona oscura que marca los dominios en 1878 y una zona clara que marca los territorios perdidos desde el año 1600, en el oeste y el norte del Imperio.
El Imperio otomano en 1878. La zona más oscura indica las regiones que se habían desgajado del mismo desde el año 1600 hasta ese momento.
Pese a todo, los otomanos retuvieron buena parte de sus dominios en Oriente Próximo hasta principios del siglo XX. Los rusos, que ya se habían anexionado las costas septentrionales del mar Negro en la guerra de Crimea (1853-1856), intentaron en 1877-1878, en la guerra de Oriente, apoderarse de los Dardanelos para asegurarse una salida al Mediterráneo (oficialmente alegaron que el conflicto fue ocasionado por la custodia de los Santos Lugares). Pero los otomanos lograron frenar a los rusos cuando ya se aproximaban a Estambul gracias al apoyo de Francia, Reino Unido y Cerdeña-Piamonte, que querían detener el creciente poder de Rusia. Aunque los rusos no consiguieron sus objetivos por la intervención occidental, el Imperio otomano salió muy debilitado de este conflicto, al evidenciarse que solo no podría enfrentarse a la poderosa Rusia. Como consecuencia de la guerra, el Imperio otomano perdió sus territorios balcánicos: Rumanía y Serbia se independizarían, Bosnia caería bajo el dominio austrohúngaro…
Un poco antes, en 1854, los franceses habían iniciado la construcción del canal de Suez, lo que fortaleció la presencia de Francia en la región, donde pronto se le reconocería además el papel de defensora de los católicos en el Imperio otomano. Las matanzas de cristianos en Damasco y en Líbano de 1860 facilitaron al Gobierno francés un pretexto para intervenir militarmente en la zona. Francia pensaba en liberar Siria y Líbano de los otomanos y convertirlos en un protectorado —un territorio con soberanía limitada, con autoridades locales, y bajo control europeo—, pero, finalmente, la intervención del Reino Unido frenó las aspiraciones francesas, aunque París logró conservar un papel predominante en la zona. Por su parte, los ingleses ocuparon Egipto en 1882, aunque hasta mucho más tarde no formalizaron legalmente un protectorado sobre este país. De la misma forma, en 1874 el Reino Unido firmó un tratado de protectorado con Adén, en el mar Rojo, un territorio en el que ya tenía presencia desde 1839.
La situación se complicó aún más para el Imperio cuando, hacia 1890, numerosos judíos europeos empezaron a sumarse al movimiento sionista. Sintiéndose rechazados en muchas zonas de Europa, donde imperaban potentes sentimientos antisemitas, decidieron buscar una patria para su pueblo. Aunque en principio no habían decidido que esta estuviera en Palestina (habían pensado también en Patagonia, Uganda y Madagascar, entre otros lugares), paulatinamente fueron centrando sus esfuerzos en este territorio y algunos judíos de Europa empezaron a instalarse allí, con el consecuente disgusto de los árabes, que temían ser expulsados de sus tierras en caso de consolidarse el nuevo estado.
Italia aprovechó el debilitamiento del Imperio otomano para apoderarse, en 1911, de Tripolitana y Cirenaica. En 1914, los otomanos entraron en la Primera Guerra Mundial al lado de las Potencias Centrales. Inglaterra y Francia rápidamente entraron en combate contra la Sublime Puerta: era la ocasión, no solo de derrotar a su rival bélico, sino también de hacer realidad sus aspiraciones territoriales sobre Oriente Próximo. Para ello, apoyaron el levantamiento de los árabes contra los otomanos (son célebres, por ejemplo, las acciones de Lawrence de Arabia). Mientras tanto, tras la firma del Tratado Sykes-Picot de 1916 se establecieron zonas de influencia en la región. Y al año siguiente, mediante la Declaración Balfour, los británicos se comprometieron a ofrecer un hogar nacional judío en Palestina, en contra de las aspiraciones de los árabes.
En 1920, después de la derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial y de la ocupación aliada de Anatolia, se firmó el Tratado de Sèvres, por el que se repartía el territorio otomano, siguiendo básicamente la distribución fijada en el Tratado Sykes-Picot. Siria y Líbano pasaron a estar bajo soberanía francesa, en tanto que Palestina, Transjordania e Irak quedaron bajo la administración del mandato británico. Aunque los ingleses no promovieron todavía el Estado de Israel, sí que permitieron la emigración de judíos sionistas hacia Palestina.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la Francia Libre prometió la independencia de Siria y Líbano a cambio del apoyo de estos territorios a las fuerzas aliadas en la contienda. La independencia formal se firmaría en 1943, pero la retirada de las tropas francesas no se haría efectiva hasta 1946.
Tras el fin de la guerra mundial, el Reino Unido se dispuso a independizar sus territorios de Oriente Próximo en respuesta a los acuerdos alcanzados con las elites árabes (solo conservaría enclaves pequeños y estratégicos como Kuwait y Qatar). En 1946 se concedió la independencia a Transjordania, pero la situación en esa región era muy tensa debido a que estaban llegando grandes cantidades de emigrantes judíos, supervivientes del genocidio, que organizaron un potente movimiento armado para forzar la proclamación del Estado de Israel, al que los árabes se oponían. En mayo de 1948, sin ningún acuerdo cerrado, el Reino Unido declaró el fin de su protectorado sobre Palestina y de inmediato los sionistas proclamaron unilateralmente el Estado de Israel. La maniobra hizo estallar la primera guerra árabe-israelí y abrió un conflicto que todavía no está cerrado.
Fotografía de Catroux haciendo una declaración en un auditorio repleto.
El general francés Jacques Catroux declara en 1941 el fin del mandato francés en Siria.
El resto de los territorios coloniales británicos en Oriente Próximo se descolonizaron más tardíamente, pues debido al establecimiento de protectorados no hubo grandes movimientos anticoloniales: Kuwait se independizó en 1961, Adén no se descolonizó hasta 1967 y Qatar no obtendría su plena soberanía hasta 1971.
Líbano, el país más diverso
En las zonas montañosas de Monte Líbano convivían tres comunidades minoritarias en Oriente Próximo: maronitas (católicos orientales), musulmanes chiitas y drusos (quienes no son reconocidos como musulmanes por otros grupos islámicos). En los años álgidos del imperialismo, Francia se presentó como la defensora de los maronitas frente al poder central otomano, mientras que el Reino Unido apostó por la causa de los drusos. Las matanzas de cristianos a manos de estos últimos, en 1860, hicieron que Francia enviara un cuerpo militar a la zona y obligara a los otomanos a crear una provincia en Líbano que estuviera dirigida por un cristiano, con un consejo asesor multiétnico y supervisada por los cónsules europeos.
Durante la Primera Guerra Mundial los otomanos persiguieron a los nacionalistas árabes de Líbano. Cuando terminó la guerra, los árabes querían la independencia, pero Francia obtuvo un mandato de la Sociedad de Naciones como administrador de Gran Líbano, el cual agrupaba a maronitas, sunitas, chiitas, drusos y alauitas. En 1926 se proclamó la República Libanesa, pero Francia la suspendió en 1932. Unos años después, en 1936, el Gobierno francés reconoció la independencia del territorio, pero al no ser ratificada por la Asamblea Nacional francesa se mantuvo su dependencia de París.
En 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, el general Catroux, delegado de la Francia Libre en Oriente Medio, concedió la independencia al territorio, a pesar de las reticencias del gobierno francés en el exilio.
Mapa que ilustra la posición del Libano.
Líbano obtuvo la independencia en 1943.

La India: la joya de la Corona

En 1510, los portugueses situaron bajo su soberanía un enclave de la India, Goa, para servir a sus intereses comerciales y como escala en sus viajes ultramarinos. Más tarde serían imitados por holandeses, franceses e ingleses, que iniciaron un dinámico comercio con la zona. En 1717, el emperador mogol autorizó a los ingleses a instalarse en 38 poblados cerca de Calcuta, y estos los convirtieron en enclaves que en la práctica estaban bajo su soberanía y que contaban con sus propias fuerzas armadas. Durante el siglo XVIII, franceses e ingleses lucharon por imponer su hegemonía en la India, pero fueron los británicos quienes vencieron: en 1764 lograron que el emperador mogol Shah Alam II, que dominaba una parte importante de la India aunque su poder estaba en declive, les reconociera el derecho a administrar la zona de Bengala. Así, el territorio quedó en manos de la Compañía Británica de las Indias Orientales, una gran empresa privada protegida por la Corona.
A partir de Bengala, la Compañía fue incrementando su zona de influencia mediante intrigas y un gran número de guerras. Para gobernar estos extensos territorios los ingleses recurrieron al gobierno indirecto, es decir, llegaban a acuerdos con los maharajás y nababs —los reyes hindúes y musulmanes, respectivamente, de las distintas zonas—, y les aseguraban el reconocimiento de su autoridad y el mantenimiento de sus privilegios a cambio de que acataran su soberanía y estuvieran a su servicio. Los ingleses no solo comerciaban en la India, sino que también utilizaban este territorio como base para reclutar mano de obra destinada a sus otras colonias, lo que llevó a millones de indios a trabajar en distintos puntos del Imperio.
En el siglo XIX, la Corona inglesa fue incrementando sus intromisiones en los asuntos indios. El viraje decisivo se tomó en 1857, tras la llamada «revuelta de los cipayos» (véase el recuadro «Los cipayos»), que estuvo a punto de derrotar al colonialismo inglés en el país. Ante este fracaso de la Compañía, el Gobierno tomó las riendas del control de la India, la principal colonia británica, la que sería denominada «la joya de la Corona».
La educación británica se expandió a finales de siglo XIX entre las elites indias y las infraestructuras se desplegaron por la colonia. Sin embargo, hubo unas terribles hambrunas porque las políticas económicas coloniales no se orientaban a garantizar el bienestar de los pueblos colonizados, sino a servir los intereses económicos de la metrópolis. Más de veinte millones de indios murieron por la escasez de alimentos del período colonial; pese a todo, la población de la India no dejó de crecer.
Los cipayos
El Ejército británico jamás hubiera podido dominar un país tan extenso y tan poblado como la India sin la colaboración de áscaris (tropas nativas de los países colonizados). En la India británica, estas tropas tomaron el nombre de «cipayos». Tenían unidades propias, aunque los mandos siempre eran ingleses. En 1857 había 250 000 cipayos, y muchos de ellos estaban descontentos con sus condiciones laborales. La tensión estalló cuando se les dotó con unos nuevos cartuchos que estaban cubiertos por una membrana engrasada que se solía romper con los dientes. Al correrse el rumor de que se trataba de grasa de cerdo (prohibida a los musulmanes) o de vaca (prohibida a los hindúes), se generó una gran revuelta entre los cipayos que derivó en una escalada de violencia contra los europeos en la que participaron distintos sectores de la sociedad india. El alcance de esta rebelión llegó a poner en peligro el domino inglés sobre la India.
Ilustración de un cipayo con uniforme militar y un arma en la mano.
Un cipayo de principios del siglo XX, miembro del Ejército británico de la India.
Para someter a los cipayos, los británicos no tuvieron más remedio que recurrir a otras tropas autóctonas: los sijs del Punjab y los gurkas de Nepal. Todavía hoy, el Ejército británico cuenta con unidades de elite compuestas exclusivamente por gurkas.
Ya a finales del siglo XIX apareció en la zona un nacionalismo moderno, que se oponía al dominio británico y cuyo máximo exponente político era el Congreso Nacional Indio, que se pretendía interconfesional. Pero también había un nacionalismo claramente segregado por comunidades religiosas, que movilizaba a musulmanes por una parte, a hindúes por la otra y a los sijs separadamente de los anteriores. El Gobierno inglés reaccionó con lentitud ante las reivindicaciones de los autóctonos: se limitó a incorporar a algunos indios en instituciones consultivas, sin ningún poder real.
En la Primera Guerra Mundial, los indios colaboraron decisivamente en el esfuerzo de guerra inglés, y la necesidad de recompensar este apoyo obligó a modificar las políticas coloniales. En 1919, la Corona admitió la creación de una cámara legislativa votada e integrada por indios, aunque subordinada a los gobernadores ingleses. Pero esto no bas...

Índice