Las que somos
eBook - ePub

Las que somos

Cuentos

  1. 100 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Las que somos

Cuentos

Descripción del libro

A través de las protagonistas de cada historia de Las que somos, Rosalí León-Ciliotta nos muestra las diferentes aristas del ser mujer en un tiempo tan remoto como el Perú de la independencia, un país machista y misógino latinoamericano o un lugar tan lejano como el confín del mundo. Cada uno de los tres cuentos de este libro pone a sus protagonistas en lugares insólitos y situaciones límite de las cuales emergerán: Ventura hará lo que tenga que hacer y buscará la ayuda de sus congéneres para salvarle la vida a la persona que más quiere: su hijo. Vanessa tendrá que enfrentar los prejuicios de una sociedad conservadora que no les da derecho a las mujeres a elegir sobre sus propios cuerpos y hasta desafiar la ley para poder volver a casa. Y Aida explorará las fronteras del mundo, sus retos y altibajos porque tiene un objetivo que cumplir, y lo cumplirá contra viento, frío y marea.Rosalí León-Ciliotta (Lima, 1984) es escritora, editora, traductora e investigadora. Es doctoranda de Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona y su investigación gira en torno a la representación de género en la literatura infantil. Es comunicadora de profesión, cursó un diplomado en Docencia e hizo un máster en Derechos Humanos. Desde 2008 se desempeña como gestora de proyectos editoriales, autora de textos escolares y editora. Además, dicta charlas y talleres de su especialidad. Tiene cinco novelas infantiles publicadas y una novela juvenil escrita en coautoría con Juan Manuel Chávez. Su traducción de "Extractos de un diario: Perú, 1821" de Basil Hall fue incluida en la Lista de Honor IBBY 2018.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Las que somos de Rosalí León-Ciliotta en formato PDF o ePUB. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

ISBN del libro electrónico
9786124857980
Tierra incógnita
A Sonia y Denisse, que llegaron al fin del
mundo y volvieron para contármelo.
«A lo largo de la historia, los seres humanos hemos traspasado una y otra vez las fronteras geográficas que limitaban nuestra existencia para ir en busca de lo desconocido. Montañas, desiertos, ríos, mares…».
—…Y ahora la Antártida… —completó Aida para sí misma y levantó la mirada del libro. Por la ventanilla redonda iba tomando forma la ciudad más septentrional del mundo, hacia el final del continente. Empezaba el descenso a Ushuaia.
Antes de aterrizar, cogió sus cosas y se puso las dos gotas de perfume que la habían acompañado desde que empezó la carrera: el tratamiento de aguas no sería glamoroso, pero ella no tenía por qué oler como los pozos sépticos que supervisaba.
Al llegar, le informaron a Aida y a sus colegas que se quedarían en el apartotel hasta que asomara el Humboldt para llevarlos, en el último viaje del buque, al territorio peruano más lejano: la base antártica de Machu Picchu.
—Si tiene frío, técnica Bravo, espere nomás a que lleguemos a Machu Picchu. Ahí viene lo rico —advirtió el veterano motorista Orozco cuando la vio sumergirse en su casaca de plumas. Esta era su quinta expedición antártica al mando de los zodiac de la estación peruana.
—Con el frío, puedo, Orozco, pero con este viento… Podría jurarle que tengo un zancudo atorado en el oído de tanto zumbido.
—Entonces le recomiendo que se quede bajo cubierta mientras llegamos a la base. Y lleve la faja que le recomendaron —afirmó con toda seriedad, pero con un brillo entretenido en los ojos, y enrumbó de vuelta al hotel.
Mirando al supervisor, Aida no sabía si bromeaba. Sí, cuando solicitó incorporarse como técnica de tratamiento del agua en la estación Machu Picchu vio la recomendación de empacar una faja. Le extrañó, pero no le prestó más atención y siguió llenando el formulario. Quiso preguntarle a Orozco a qué se refería, pero el viejo navegante ya había cruzado la calle. Antes que seguirlo, prefirió disfrutar un rato más del mirador en la costanera de Ushuaia. Colocó la lata de panetón D’Onofrio a su lado y disfrutó del paisaje: las montañas fueguinas, con su manto blanco a lo lejos, se le hacían surreales. De verdad estaba en el límite de la civilización. Mateo no se lo creería, se dijo.
Media hora después, la casaca ya no era suficiente para abrigarla. Con el atardecer, la temperatura había bajado de manera despiadada y tuvo que arrancar los ojos de ese cielo en llamas, tomando nota mental de que necesitaría ponerse otra camiseta térmica la próxima vez que saliera por la tarde.
A la mañana siguiente, los llevaron a tomarse la foto de ley en el cartel de «Ushuaia. Fin del mundo» y Aida pensó en El faro del fin del mundo de Julio Verne, esa novela que Mateo le leía, entrega por entrega con tanta pasión, cuando eran niños. Si encallaban rumbo a la isla San Jorge, ¿habría un pirata Kongre que los asaltara? Se rio, mientras recordaba el temible personaje de la novela de aventuras. Le hubiera gustado poder ir a ver el faro de San Juan de Salvamento. A lo mejor lo vería de camino a la Base con el Humboldt.
Como leyéndole el pensamiento, el omnipresente Orozco llamó su atención con una palmada en el hombro, señalando con la barbilla hacia el mar:
—Bravo, mire: su carruaje en el horizonte. Cuando estemos a menos de sesenta kilómetros por hora de viento, podremos abordar. Quizá mañana.
Aida entornó los ojos para ver, a lo lejos, un juguete de navío. Con todo y sus colores vivos. En estos días había visto buques de todos los colores pasar frente a la isla donde se asentaba Ushuaia, pero nunca uno tan rojo y amarillo como el BIC Humboldt.
Dicho y hecho. Al día siguiente, les dieron la autorización para partir. Los once técnicos peruanos y Aida alistaron sus maletines esa noche; se preguntó si seguiría siendo la única mujer en toda la expedición.
El amanecer de Ushuaia, con su azul profundo, le recordó a «la hora del gato» que decía su papá cuando de niña viajaban de Chimbote a la capital: salían poco antes las seis de la tarde para así llegar a la media noche a Lima. Aida cogió su maletín y su lata de panetón y salió del hotel. Pese a la emoción de empezar la travesía hacia la base Machu Picchu, no pudo evitar un bostezo. Anoche casi no había pegado ojo.
Al poner pie en el Buque de Investigación Científica, luego de que los operarios subieran todo el material que la expedición llevaría a la base, lo primero que le vino a la mente a Aida fueron las películas de marinos estadounidenses de la guerra fría: el gris metal interior, las cañerías a la vista, el olor a petróleo y las goteras. En cubierta, les esperaba el capitán del barco con su tripulación. Echó un vistazo alrededor y no vio ninguna mujer con galones de oficial, pero al levantar la mirada, notó con alivio a dos en el puente de mando. En el equipo del Humboldt que recibió a la expedición, sin embargo, sí identificó a dos civiles y supuso que eran las científicas con quienes compartiría camarote.
—…Así que no olviden el A, B, C para no caer por la borda: A-garrados siempre, Bo-tas antideslizantes, y Cuerpo inclinado hacia el centro del buque.
En su ensimismamiento, Aida solo alcanzó a escuchar la última parte del discurso y se mordió el labio con la esperanza de que no se hubiera perdido nada terriblemente importante.
Asintió al mismo tiempo que sus compañeros de misión y se rompió la improvisada formación. Apenas pudo, zigzagueó entre los oficiales y suboficiales del buque hacia las dos mujeres con quienes, imaginaba ella, compartiría habitación.
—Buen día. Soy la técnica Bravo. Me encargaré del tratamiento de aguas y residuos en la base —extendió su mano.
Las dos mujeres la miraron de arriba abajo; una de ellas frunció el ceño y la otra hizo un gesto con la boca, aunque le tomó la mano.
—Soy la doctora Millás y ella es la ingeniera Batres.
—Un gusto. Es mi primera misión. Soy del grupo de avanzada.
—Claro, los que acondicionan la estación para nosotras, ¿no? —preguntó la ingeniera.
—La acondicionamos para la misión «Antar XXI», sí —le respondió en lugar de decirle «Sí, para ti específicamente, señorita importante».
—Nuestra cabina está en el segundo nivel, tercera puerta de la izquierda —le informó la doctora, luego de dar una mirada de reproche a su compañera.
—Solo queda la cama de arriba a la derecha.
Aida asintió y se despidió. Ojalá las que estaban en el puente sean más amables, pensó y enrumbó en la dirección que le habían indicado. Al po...

Índice

  1. El brazo desnudo
  2. Será ley
  3. Tierra incógnita