Director editorial: Lluís Pastor
Diseño de la colección: Boix Asociados y El Ciervo 96
Primera edición en lengua castellana: noviembre 2008
Primera edición en formato digital: noviembre 2011
© Jordi Pérez Colomé, del texto
© Fotografia del autor: Sònia Poch
© Editorial UOC, de esta edición
Rambla del Poblenou 156, 08018 Barcelona
www.editorialuoc.com
Realización editorial: El Ciervo 96
ISBN: 978-84-9788-282-8
Depósito legal:
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Índice
Un libro de periodismo
Primera parte. La precampaña
1. De dónde sale el dinero
2. Para votar hay que registrarse
3. La América que no se ve
4. La convención demócrata
Segunda parte. La campaña
5. Virginia
6. Pennsylvania
7. Ohio
8. El gran regalo
Un libro de periodismo
Este libro tiene dos partes, basadas en dos viajes a Estados Unidos. El primero lo hice entre principios de agosto y la primera semana de septiembre. Era plena precampaña. Hice unos diez mil kilómetros en coche por todo el país, asistí a ocho actos de la campaña demócrata, que culminaron en la convención del partido que escogía a Barack Obama como su candidato a la presidencia. En agosto, las primarias ya habían terminado y en esas semanas la campaña de Obama se preparaba para conseguir la presidencia. Se calentaban motores. Aprovecho los actos a los que fui para contar algunos de los aspectos principales de la política electoral americana: los voluntarios, la financiación, el registro de votantes, la cercanía de los políticos, el bipartidismo y los asuntos esenciales de la campaña presidencial de 2008.
Durante ese primer viaje, ya pude comprobar que una de las claves de la elección iba a ser la increíble organización a pie de calle de la candidatura de Obama. Este era el tema de mi segundo viaje y por eso volví a Estados Unidos para la última semana de contienda. En esos días, recorrí 17 oficinas de Obama en tres estados disputados: Virginia, Pennsylvania y Ohio, en cuya capital, Columbus, pasé el día de la elección, el 4 de noviembre; esta vez hice unos tres mil kilómetros. Se ha hablado bastante de la importancia del voto latino y negro, de la inspiración que representaba Obama como candidato, del error republicano al escoger Sarah Palin como vicepresidenta. Todo eso fue importante. Pero la clave de la victoria de Obama estuvo en la calle y en los voluntarios.
Según Karl Rove, ilustre cerebro electoral de George W. Bush, “la campaña de Obama entendió que durante los últimos 28 años sólo 11 de cada 20 posibles votantes de media, vota en las presidenciales. Se centraron en registrar y motivar a los otros nueve que normalmente no votan. Esta decisión, quizá más que ninguna otra, permitió a Obama ganar estados antes republicanos”. Desde que Obama dijo que sería candidato el 10 de febrero de 2007 en Springfield, Illinois, durante todas las elecciones primarias, que empezaron en Iowa el 3 de enero, hasta el 4 de noviembre, la campaña montó un dispositivo extraordinario basado en una parte pequeña de personal pagado y en millones de voluntarios. Yo vi la culminación de todo ese trabajo en la última semana de la campaña y a menudo participé como voluntario para entenderlo mejor. La campaña necesitaba gente, daba igual si eran españoles y periodistas. Había que hablar algo de inglés –a menudo ni eso– y tener tiempo libre. Mucha gente me contó por qué hacía eso, por qué querían ver a Obama de presidente. Esto lo explico en la segunda parte del libro.
Este es, en consecuencia, un libro de periodismo, un largo reportaje. Sólo sale lo que vi, oí y leí. No es un ensayo ni un libro de teoría política. Podemos aprender mucho de aquella democracia y cuando se tercia lo digo. Las campañas suelen ser cosas de políticos. Esta, en parte, también. Eso es lo que mejor suelen cubrir los medios de comunicación: los mítines, las declaraciones, las estrategias. Pero hubo más que eso. El movimiento de base de gente anónima que aupó a Obama a la Casa Blanca es único y será un ejemplo. Será historia. No sólo para los norteamericanos.
1
De dónde sale el dinero
Cuando llego a Syracuse, voy a dar una vuelta por la universidad. Syracuse está en la parte de arriba del estado de Nueva York, cerca de las cataratas del Niágara y de Canadá. Hoy, en el parque Thornden, hay una barbacoa para reunir dinero de la campaña local de Obama, Syracuse for Obama. Queda aún un rato para que empiece y paseo por el campus. Hay una boda en la capilla de la universidad y se hacen las fotos el montón de invitados, todos de etiqueta menos los niños.
Los campus de las universidades norteamericanas son sitios agradables para pasear. Siempre que puedo, paro a dormir o a comer en una ciudad con universidad. Suele haber césped y edificios de tipo europeo, no muy altos. La parsimonia del lugar promueve el estudio. La Universidad de Syracuse está en lo alto de una pequeña colina, se ve una parte de la ciudad y este sábado no hay casi alumnos.
Se acerca la hora y voy al parque, que es grande. No será fácil dar con la barbacoa. Primero encuentro un gran anfiteatro, con bastante gente en las gradas y nadie en el escenario. ¿Será aquí? Rodeo la verja para buscar camisetas o pósters de Obama. Al final leo en una pancarta: “Shakespeare in the park”. Voy hacia otra parte del parque y veo una pareja de chiquillos que preparan un micrófono y un hombre que aparca una furgoneta con un pequeño remolque negro. Son ellos y acaban de llegar. El hombre es negro y se llama John John. Le cuento quién soy. Y él:
–Ah, muy bien. Pat [mi contacto] vendrá en seguida. Ahora ayúdame a poner este mantel azul de papel en la mesa.
John John es un hombre de acción. El remolque es una enorme barbacoa. Se parece a un enorme bidón de petróleo horizontal y cortado a lo largo: en la parte de abajo, el carbón; la parte de arriba es la tapa. “¡Lo he tenido que encender esta mañana!”, dice. En la puerta de la furgoneta, pone, en inglés: “Cocina de pueblo de John John, con un toque de alma”.
John John no para con sus preparativos, no está para que le pregunte cosas. En una enorme cazuela hierve patatas: “Vas a ver mi receta especial”. Ahora me hace aguantarle el móvil: “Toma, llama a quien quieras en Estados Unidos, ¡gratis!” “¿Gratis?” “Sshhh”. Quién sabe cómo habrá conseguido llamar sin cargo. No sé a quién llamar.
La pareja de adolescentes sigue preparando el equipo de sonido para los discursos. Para probarlo, cantan con una guitarra. Al rato llega Pat Forken, con su marido e hijo. El niño viene con una camiseta donde hay una libreta con humo y dice: “El cambio climático ha quemado mis deberes”. Parece ingenioso, pero no hace reír. El niño tiene pinta también de ser así, graciosillo. Pat ha organizado esta barbacoa para recaudar dinero y pagarle el viaje a Lisa Daly, la delegada local que irá a la convención demócrata en Denver de finales de agosto.
Los delegados salen de las elecciones primarias de cada partido en los distintos estados. Las primarias son las elecciones que hace un partido para escoger su candidato para la elección general. Según el porcentaje de votos, cada candidato tiene un número de delegados que votarán por él en la convención. Para ganar las primarias hay que conseguir más de la mitad de delegados totales. Aquí, en el estado de Nueva York, ganó Hillary Clinton (que es senadora federal por este estado), pero no por tanto como era de esperar y Obama en Syracuse consiguió dos de los cinco delegados. Uno será Lisa, que tiene que pagarse el avión y el hotel. La campaña selecciona quiénes serán los delegados de su candidato. Según Lisa, intentan hacer que sea representativo entre origen geográfico, sexo, edad y raza.
Hay que reunir hoy unos mil dólares (un poco menos en euros). La barbacoa cuesta 20 dólares, aunque hay gente que paga más. Luego hay una tómbola en la que se sortean pósters de Obama y algún cuadro que han donado amigos o que ha diseñado el hijo de algún participante con el photoshop. No son nada del otro mundo. Mientras vende boletos, hablo con Pat. Esta es la segunda vez que se implica como voluntaria en unas elecciones; la primera fue en los años 70 en unos comicios locales. Desde entonces nunca había estado tan “excited” por un candidato a la presidencia. Se unió a la campaña durante las primarias, cuando Hillary empezó a creerse que la nominación era suya por decreto. “¡Somos nosotros los que decidimos!”, pensó Pat y se decantó por Obama.
En Estados Unidos hay dos grandes partidos: el Demócrata, de centroderecha, y el Republicano, de derecha. Puede parecer pobre respecto a nuestro sistema, donde hay diez partidos en el Congreso de los Diputados. Dos opciones parece limitado. La gran diferencia son las primarias, a las que puede presentarse el miembro del partido que quiera y son los ciudadanos quienes escogen, no el aparato del partido. Cada estado de la unión hace sus primarias. Normalmente sólo pueden votar los votantes registrados de ese partido, aunque cada estado pone sus reglas.
Las primarias para presidente empiezan en enero del año electoral y el primer estado en votar es Iowa. Al ser los primeros en votar su importancia es mayor. La tradición quiere que sea un pequeño estado del medio oeste el primero en dar su opinión. Esto obliga a los candidatos a recorrer el estado y la gente de Iowa puede conocerles de cerca. Los ciudadanos implicados se toman en serio su labor cívica de ser los primeros en elegir.
En Iowa, además, el día de la elección no se vota en una urna. Se usa el sistema de caucus, que consiste en reunir a todos los votantes de un distrito en una gran sala, un pabellón deportivo, por ejemplo. En distintos rincones se ponen lo partidarios de cada candidato y en el centro, los indecisos. Una vez empieza el caucus, los votantes decididos intentan convencer a los que dudan, que se van colocando donde les parece. Hay bastantes gritos y ver dónde están tus amigos y vecinos también cuenta. Cuando se acaba, se cuenta la gente de cada esquina. El candidato con más se lleva ese precinto electoral.
Este año en Iowa ganó por sorpresa Barack Obama, lo que le lanzó hacia la candidatura de su partido. Después de Iowa se vota en New Hampshire, otro estado pequeño, esta vez del noreste. Algunos estados intentan avanzar las fechas de sus primarias para tener más peso, pero es difícil cambiar la tradición. A principios de febrero se da el “supermartes”, donde votan buena parte de los estados grandes –California y Nueva York, por ejemplo– y suelen sellar el proceso. Esta vez no ocurrió así y Barack Obama y Hillary Clinton alargaron su disputa hasta junio. Esto es algo improbable. En el otro partido, el Republicano, desde marzo se sabía que John McCain sería el candidato del partido.
En las primarias se dan cita todas las tendencias dentro de un partido: los más progr...