Libro primero de las epístolas familiares
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Libro primero de las epístolas familiares

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Libro primero de las epístolas familiares

Descripción del libro

Libro primero de las epístolas familiares es un conjunto de textos que se publicaron en dos libros que contienen- ochenta y cinco cartas, - veintidós razonamientos, - discursos- y sermones.El primero libro apareció en 1539, y el segundo en 1542.Las Epístolasde Antonio de Guevara tratan sobre temas variados: consejos a viudas, y hasta una censura a una sobrina desesperada por la muerte de su perra. Contiene sátiras, chistes, anécdotas, transcripciones y comentarios diversos.Hay epístolas de interés político y también histórico. Otras hablan de la influencia de los humores en las enfermedades, de los enojos que hacen padecer a los enamorados, del tocado de las damas, y en otras se comentan textos sagrados.Cada epístola esta dirigida a personas de su tiempo. Aquí aparecen, entre otros: Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla; don Jerónimo Vique, embajador; don Gonzalo Fernández de Córdoba, Gran Capitán; y a mosé Puché. Ellas muestran un panorama de la vida social, política, jurídica y religiosa, del reinado de Carlos V.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN del libro electrónico
9788498975437

1. Razonamiento hecho a su majestad en el Sermón de las alegrías, cuando fue preso el rey de Francia, en el cual se le persuade a que use de su clemencia en recompensa de tan gran victoria

S. C. C. R. M.
Solón Solonino mandó en sus leyes a los atenienses, que el día que hubiesen vencido alguna batalla, ofreciesen a los dioses grandes sacrificios, y hiciesen a los hombres grandes mercedes, porque para otra guerra tuviesen a los dioses muy propicios, y a los hombres muy contentos. Plutarco dice que cuando los griegos quedaron vencedores en la muy nombrada batalla Maratona, enviaron al templo de Diana, que estaba en Éfeso, a ofrecer le tanto número de plata, que se dudaba quedar otro tanto en toda la Grecia. Cuando Camilo venció a los etruscos y volscos, que eran mortales enemigos de los Romanos, acordaron todas las mujeres romanas de enviar al oráculo de Apolo, que estaba en Asia, cuanto oro y plata tenía cada una, sin guardar para sí mismas ni una sola joya. Cuando el cónsul Silla fue vencedor del muy valeroso rey Mitrídates, tomole tan gran placer en su corazón, que no contento de ofrecer al dios Mars todo cuanto había habido de aquella guerra, le ofreció también una ampolla de su sangre propia. El muy famoso y muy glorioso duque de los hebreos Jethé, hizo voto solemne, que si Dios le tornaba victorioso de la guerra a do iba, ofrecería en el templo la sangre y vida de una sola hija que tenía: el cual voto así como lo prometió lo cumplió. Destos ejemplos se puede colegir cuántas gracias deben dar a Dios los reyes y Príncipes, por los triunfos y mercedes que les hacen: porque si es en mano de los príncipes comenzar las guerras, es en mano de solo Dios dar las victorias. No hay cosa que en Dios ponga más descuido, que es la ingratitud de alguna merced que él haya hecho, porque las mercedes que los hombres hacen, quieren que se las sirvan: mas Dios no quiere sino que se las agradezcan. Mucho se deben guardar los Príncipes de que no sean a Dios ingratos de los beneficios a ellos hechos, porque la ingratitud del beneficio recibido hace al hombre ser incapaz de recibir otro. Al príncipe ingrato y desconocido, ni Dios ha gana de ayudarle, ni los hombres de servirle.
Todo esto he dicho, Cesárea majestad, por ocasión de la gran victoria que agora hubiste cabe Pavía, a do vuestro ejército prendió al rey Francisco de Francia, al cual en sus propias galeras os le trajeron preso en España. Caso tan grave, nueva tan nueva, victoria tan inaudita y fortuna tan cumplida a todo el mundo espanta, y a Vuestra majestad obliga, y la obligación es agradecer a Dios la victoria, y pagar a los que vencieron la batalla.
En esto veréis, Señor, cómo no hay cosa en que menos corresponda la fortuna, como es en las cosas de la guerra: pues teniendo el rey de Francia allí a su persona, y de su parte a todos los potentados de Italia, perdió la batalla, fue presa su persona, y murió allí toda la nobleza de Francia. Mucho erraría Vuestra majestad si pensase que hubo esta victoria por su prudencia, o por su potencia, o por su fortuna, porque hecho tan ilustre y caso tan heroico como éste no cabe debajo de alguna fortuna, sino de sola la providencia divina. «Quid retribuam domino pro omnibus que retribuit mihi.» Si David siendo rey, siendo profeta, siendo santo y de Dios tan privado, no sabía qué ofrecer a Dios por las mercedes que le hacía, ¿qué haremos nosotros, míseros, que no sabemos qué le decir, ni tenemos qué le dar? Somos nosotros tan poco, y podemos tan poco, y valemos tan poco, y tenemos tan poco, que si Dios no nos da qué le demos, nosotros no tenemos que le dar, y lo que nos ha de dar es gracia para servirle, y no licencia para ofenderle.
En remuneración de tan gran victoria, no os aconsejaré yo que ofrezcáis a Dios joyas ricas como los romanos, ni plata, no oro como los griegos, ni vuestra sangre propia como Mitrídates, ni aun a vuestros hijos como Jethé, sino que le ofrezcáis el desacato y inobediencia que os tuvieron los Comuneros de Castilla, porque no hay a Dios sacrificio tan acepto como es perdonar el hombre a sus enemigos. Las obras que tenemos de ofrecer a Dios salen de los cofres: el oro sale de las arcas, la sangre sale de las venas; mas el perdón de la injuria sale de las entrañas, en las cuales está ella moliendo y escarbando, y persuadiendo a la razón que disimule, y al corazón que se vengue. Más seguro les es a los príncipes ser amados por la clemencia, que no ser temidos por el castigo; porque, según decía Platón, el hombre que es temido de muchos, a muchos ha él también de temer. Los que a Vuestra majestad ofendieron en las alteraciones pasadas, dellos son muertos, dellos son desterrados y dellos están escondidos y dellos están huidos, razón es, serenísimo príncipe, que, en albricias de tan gran victoria, se alaben de vuestra clemencia, y no se quejen de vuestro rigor. Las mujeres destos infelices hombres están pobres, las hijas están para perderse, los hijos están huérfanos, y los parientes están afrentados: por manera que la clemencia que se hiciere con pocos redundará en remedio de muchos.
No hay estado en el mundo, en el cual, en caso de injuria, no sea más seguro perdonarla, que vengarla, porque muchas veces acontece, que buscando un hombre ocasión para se vengar, se acaba del todo de perder. Al gran julio César, más envidia le tuvieron sus enemigos por haber perdonado a los Pompeyanos, que de no haber muerto a Pompeyo: porque por excelencia se escribe, que nunca olvidó servicio ni se acordó de injuria. Dos emperadores hubo en Roma de semejantes en nombres, y mucho más en costumbres: al uno llamaron Nero el Cruel, y al otro Antonino Pío, los cuales sobrenombres les pusieron los romanos; al uno de Pío, porque nunca supo sino perdonar, y al otro de Cruel, porque jamás cesaba de matar. A un príncipe que sea largo en el jugar, corto en el dar, incierto en el hablar, descuidado en el gobernar, absoluto en el mandar, disoluto en el vivir, desordenado en el comer y no sobrio en el beber, no le llamaremos sino que es vicioso; mas si es cruel y vindicativo, llamar le han todos tirano; que, como dice Plutarco, no llaman a uno tirano por la ropa que toma, sino por las crueldades que hace. Cuatro emperadores ha habido deste nombre; el primero se llamó Carolo Magno; el segundo, Carolo el Bohemio; el tercero Carolo Calvo; el cuarto, Carolo Groso; el quinto, que es Vuestra majestad, querríamos que se llamase Carolo el Pío, a imitación del emperador Antonino Pío, que fue el príncipe más quisto de todo el imperio romano. Y porque dice Calístenes, que a los príncipes les han de persuadir pocas cosas, y aquéllas que sean buenas, y con buenas palabras dichas, concluyo y digo, que los príncipes con la piedad y clemencia son de Dios perdonados, y de sus súbditos amados.

2. Razonamiento hecho a su majestad del emperador y rey, nuestro señor, en un sermón del día de los reyes, en el cual se declara cómo se inventó este nombre de rey, y cómo se halló este título de emperador. Es materia muy aplacible

S. C. C. R. M.
Hoy, día de los reyes, y en casa de reyes, y en presencia de reyes, justa cosa es que hablemos de reyes, aunque los príncipes más quieren ser obedecidos que no aconsejados. Y porque predicamos hoy delante aquel que es emperador de los romanos, y rey de los hispanos, será cosa justa y aun necesaria relatar aquí qué quiere decir rey, y de dónde vino este nombre de emperador, para que sepamos todos cómo ellos nos han de gobernar y nosotros a ellos obedecer.
Acerca deste nombre de rey es de saber que, según la variedad de las naciones, así nombraban por varios nombres a sus príncipes. Es a saber: los egipcios los llamaban faraones; los betinios, tolomeos; los partos, arsicidas, los latinos, murranos; los albanos, silvios; los sículos, tiranos, y los argivos, reyes. El primero rey del mundo dicen los argivos que fue Foroneo, y los griegos dicen que fue Codorlaomor. Cuál de estas opiniones sea verdad, sabe lo Aquél solo que es suma verdad. Aunque no sabemos quién fue el rey primero, ni quién será el último rey del mundo, sabemos a lo menos una cosa, y es que todos los reyes pasados son muertos y todos los que agora viven se morirán, porque la muerte también llama al rey que está en el trono, como al labrador que está arando. Es también de saber que en los tiempos antiguos ser alguno rey no era de dignidad, sino solamente oficio, así como lo es agora el corregidor y el regidor de la república, por manera que cada año proveían del oficio de rey que rigiese, como agora proveen a un virrey que gobierne. Plutarco dice en los libros de República que en el principio del mundo llamaban a todos los que gobernaban tiranos, y después que vieron las gentes lo que iba de los unos a los otros, ordenaron entre sí de llamar a los malos gobernadores tiranos, y a los buenos llamarlos reyes. Puédese desto, Serenísimo Príncipe, colegir que este nombre de rey está consagrado a personas beneméritas, y que sean provechosas a las repúblicas, porque de otra manera no merece llamarse rey el que no sabe bien gobernar.
Cuando Dios puso casa, y constituyó para sí república en tierra de los egipcios, no quiso darles reyes que los gobernasen, sino duques que los defendiesen, es a saber: a Moisés, a Josué, a Gedeón a Jethé y a Sansón. Y esto hizo Dios, por excusarlos de pagar tributos, y aun porque fuesen tratados como hermanos, y no como vasallos. Duró esta manera de gobernación entre los hebreos hasta el tiempo del gran Helí, sacerdote, so cuya gobernación pidieron los israelitas rey que gobernase sus repúblicas, y pelease en sus guerras, y entonces les dio Dios a Saúl rey, y esto mucho contra su voluntad; de manera, que el postrero duque de Israel fue Helí, y el primero rey fue Saúl.
En el principio que Roma se fundó y los romanos comenzaron a enseñorear el mundo, luego criaron reyes que los rigiesen, y capitanes que los defendiesen, y halláronse tan mal con aquella manera de gobernación, que no sufrieron más de siete reyes, y aun parecioles que habían sido setecientos. Y porque les dijeron los adivinos que este nombre de rey estaba consagrado a los dioses, mandaron los romanos que se llamase uno rey, aunque no fuese rey, y éste fuese el sumo sacerdote del templo del dios Júpiter, por manera que tenía el nombre solamente de rey, y el oficio de sacerdote.
Dicho deste nombre de rey, digamos agora del nombre de emperadores; es, a saber: dónde se inventó, cómo se inventó y para qué se inventó, pues es el nombre de todo el mundo más acatado y aún más deseado. Aunque entre los sirios y asirios, persas, medos, griegos, troyanos, partos, palestinos y egipcios, hubo príncipes muy ilustres y valerosos en las armas, y muy estimados en sus repúblicas, nunca este nombre de emperador alcanzaron, ni dél se intitularon. En aquellos antiguos tiempos, y en aquellos siglos dorados, los hombres buenos, y los varones ilustres, no ponían su honra en títulos vanos, sino en hechos heroicos. Este nombre de emperador, los romanos le trajeron al mundo: los cuales no le inventaron para sus príncipes, sino para sus capitanes generales, de manera que en Roma no se llamaba emperador el que era señor de la república, sino el que era capitán general de la guerra. Los romanos, cada año en el mes de enero, elegían todos los oficios del Senado, y en la tal elección elegían primero al Sumo Sacerdote, que llamaban rey; luego al dictador, luego al cónsul, luego al tribuno del pueblo, luego al emperador, luego al censor y luego al edil. Puédese desta elección colegir que lo que agora es dignidad imperial era entonces solamente oficio, la cual en el mes de enero se daba y en el de diciembre se acababa. Quinto Cincinato, Fabio Camilo, Marco Marcelo, Quinto Fabio, Annio Fabricio, Dorcas Merello, Graco, Ampronio, Escipión Africano y el gran Julio César, cuando gobernaban las huestes romanas llamábanlos emperadores: mas después que en el Senado les quitaban el oficio cada uno se llamaba de su nombre propio. Después de la gran batalla de la Farsalia, en la cual Pompeyo fue vencido, y quedó por César el campo, fue el caso que como vino a manos de César la República, rogáronle los romanos que no tornase el título de rey, pues les era muy odioso, sino que tomase otro cual quisiese, debajo del cual ellos le obedecerían y servirían. Como Julio César en aquel tiempo era capitán general de los romanos, a cuya causa se llamaba entonces emperador, eligió este nombre y no el nombre de rey, por hacer placer a los romanos; de manera que este gran príncipe fue el primero emperador del mundo y que dejó este nombre anexo al imperio. Muerto Julio César, sucedió en el imperio su sobrino Octavio: y luego Tiberio, y luego Calígula, y luego Claudio, y luego Nero, y luego Victello, y así de todos los príncipes hasta hoy, los cuales, por memoria del primero emperador, se llaman augustos y césares y emperadores.
Refiere condiciones que ha de tener el buen rey, y expone el autor una autoridad de la escritura sacra.
Declarado este nombre de rey y dicho cómo se inventó este título de emperador, justa cosa será, Cesárea majestad, digamos aquí agora cómo el buen rey ha de gobernar el reino y cómo el buen emperador ha de regir el imperio, porque siendo como son los dos oficios mayores del mundo, necesario es que los tengan los mejores dos hombres del mundo. Gran infamia sería para una persona y gran daño para la república, viésemos a un hombre arar que merecía reinar, y viésemos reinar al que merecía arar, porque habéis de saber, soberano príncipe, que la honra es muy poco tenerla y muy mucho merecerla. Si el que es solamente rey es obligado a ser bueno, el que fuere rey y emperador ¿no será obligado a ser bueno y rebueno? Los malos príncipes de mayores y menores beneficios son ingratos; mas los buenos príncipes y cristianos emperadores los servicios han de recibir arrasados, y las mercedes que hicieren han de ser cogolmadas. El príncipe que es a Dios ingrato, y de los servicios que le hacen desagradecido, en la persona se lo ven, y en su reino se lo conocen, porque en ninguna cosa pone la mano de que no salga confuso y corrido. Y porque no parezca que habíamos de gracia y lo ponemos todo de nuestra cabeza, exponemos aquí una autoridad de la Sagrada escritura, en la cual se dice que tal ha de ser el rey en su persona y cómo se ha de haber en la gobernación de la república, porque el príncipe no abasta que sea buen hombre si no es buen repúblico, ni abasta que sea buen repúblico si no es buen hombre. En el Deuteronomio, capítulo dieciocho, dijo Dios a Moisés: «Si los del pueblo te pidieren rey, dar se le has; mas mira que el rey que les dieres sea natural del reino, no tenga muchos caballos, no torne el pueblo a Egipto, no tenga muchas mujeres, no allegue muchos tesoros, no sea muy soberbio, y lea en el Deuteronomio». Sobre cada una de estas palabras, decir todo lo que se puede decir sería nunca acabar. Solamente diremos de cada palabra una sola palabra.
Ante todas cosas mandaba Dios que el rey fuese natural del reino; es, a saber: que fuese hebreo circunciso y no gentil, porque Dios no quería que fuesen gobernados los que adoraban a un Dios por los que creían a muchos dioses. El príncipe que ha de gobernar a los cristianos conviene que sea buen cristiano, y la señal del buen cristiano es cuando las injurias de Dios castiga y las suyas olvida. Entonces es el príncipe natural del reino, cuando guarda y defiende el evangelio de Cristo, porque hablando la verdad y aun con libertad no merece ser rey el que no cela su ley.
Manda también Dios que el príncipe no tenga muchos caballos; es, a saber, que no gaste los dineros de la república en tener superflua costa, en traer gran casa y en sustentar gran caballería; porque al príncipe cristiano más sano consejo le es dar de comer a pocos hombres que tener muchos caballos. No es menos sino que en las casas de los reyes y altos señores han de entrar muchos, servir muchos, vivir muchos y comer muchos; lo que en esto se reprehende es que a las veces es mucho más lo que se desperdicia que no lo que se gasta. Si en las cortes de los príncipes no hubiese tantos caballos en las caballerizas, tantos halcones en las alcándaras, tantos truhanes en las salas, tantos vagamundos por las plagas ni tanto desorden en las despensas, soy cierto que ni ellos andarían tan alcanzados ni los vasallos tan agraviados. Mandar Dios que no tenga el príncipe muchos caballos, es prohibirle que no haga gastos excesivos, porque al fin al fin ha de dar cuenta a Dios de los bienes de la república, no como señor, sino como tutor.
Manda ...

Índice

  1. Créditos
  2. Presentación
  3. Preliminares
  4. Libro Primero
  5. 1. Razonamiento hecho a su majestad en el Sermón de las alegrías, cuando fue preso el rey de Francia, en el cual se le persuade a que use de su clemencia en recompensa de tan gran victoria
  6. 2. Razonamiento hecho a su majestad del emperador y rey, nuestro señor, en un sermón del día de los reyes, en el cual se declara cómo se inventó este nombre de rey, y cómo se halló este título de emperador. Es materia muy aplacible
  7. 3. Razonamiento hecho al emperador nuestro señor sobre unas medallas antiquísimas que mandó al autor leer y declarar. Tócanse en él muchas antigüedades
  8. 4. Razonamiento hecho a la reina germana sobre quién fue el filósofo Ligurguio y de las leyes que hizo
  9. 5. Letra para don Alonso Manrique, Arzobispo de Sevilla, y para don Antonio Manrique, duque de Nájara, sobre que le eligieron por juez en una porfía muy notable
  10. 6. Letra para el condestable don Iñigo de Velasco, en la cual le persuade el autor que en la toma de Fuenterrabía primero se aproveche de su cordura que experimente su fortuna
  11. 7. Letra para don Antonio de Zúñiga, prior de San Juan, en la cual se le dice que aunque haya en un caballero que reprender, no ha de haber que afear
  12. 8. Letra para el conde de Miranda, en la cual se expone aquella palabra de Cristo que dice: «Jugum meum sueve est». Es una de las notables cartas que el autor escribe
  13. 9. Letra para don Pedro Girón, en la cual el autor toca la manera del escribir antiguo
  14. 10. Letra para don Iñigo de Velasco, condestable de Castilla, en la cual el autor toca la brevedad que tenían los antiguos en el escribir
  15. 11. Letra para el marqués de Pescara, en la cual el autor toca qué tal ha de ser el capitán en la guerra
  16. 12. Letra para don Alonso de Albornoz, en la cual se toca que es caso de mala crianza no responder a la carta que le escriben
  17. 13. Letra para don Gonzalo Fernández de Córdoba, Gran capitán, en la cual se toca que el caballero que escapó de la guerra no debe más dejar su casa
  18. 14. Letra para don Enrique Enríquez, en la cual el autor le responde a muchas demandas graciosas
  19. 15. Letra para don Antonio de la cueva, en la cual se expone una autoridad de la sacra escritura muy notable, es a saber, por qué Dios no oyó al apóstol y oyó al demonio contra Job
  20. 16. Letra para el maestro fray Juan de Benavides, en la cual se expone lo que dice en la escritura. «Spiritus domini malus arripiebat saulem»
  21. 17. Letra para el marqués de los Vélez, en la cual se escribe algunas nuevas de Corte
  22. 18. Letra para el obispo de Túy, nuevo presidente de Granada, en la cual le dice qué es el oficio de los presidentes
  23. 19. Letra para el guardián de Alcalá, en la cual se expone aquello del salmista que dice: «descendant in infernum viventes»
  24. 20. Letra para don Diego de Camiña, en la cual se trata cómo la envidia reina en todos. Es letra notable
  25. 21. Letra para don Juan de Mendoza, en la cual se declara qué cosa es ira y cuán buena es la paciencia
  26. 22. Letra para el embajador don Jerónimo Vique, en la cual se trata cuán dañosa es la mucha libertad
  27. 23. Letra para el mismo don Jerónimo Vique, en la cual se declara un epitafio romano
  28. 24. Letra para el obispo de Badajoz, en la cual se declaran los fueros antiguos de Badajoz
  29. 25. Letra para don Juan de Palamós, en la cual se declara quién fue el caballo Seyano y oro tolosano
  30. 26. Letra para el duque de Alba, don Fadrique de Toledo, en la cual se trata de las enfermedades y provechos dellas
  31. 27. Letra para don Pedro de Acuña, conde de Buendía, en la cual se declara la profecía de una sibila
  32. 28. Letra para don Iñigo Manrique, en la cual se cuenta lo que aconteció en Roma a un esclavo con un león. Es historia muy sabrosa
  33. 29. Letra para don Pedro de Acuña, conde de Buendía, en la cual se toca en cómo los señores han de gobernar sus estados. Es letra muy notable para los que de nuevo heredan
  34. 30. Letra para el almirante don Fadrique Enríquez, do declara que los viejos se guarden del año de sesenta y tres
  35. 31. Letra para el almirante don Fadrique Enríquez, en la cual se expone por qué Abrahán y Ezequiel cayeron de buces y Heli y los judíos, de colodrillo
  36. 32. Letra para el abad de Montserrat, en la cual se tocan los oratorios que tenían los gentiles, y que mejor vida es vivir en Montserrat que no en la corte
  37. 33. Letra para el almirante don Fadrique Enríquez, en la cual se declara una autoridad de la sagrada escritura muy bien tocada
  38. 34. Letra para el gobernador Luis Bravo, porque se enamoró siendo viejo. Es letra que conviene que lean los viejos antes que emprendan amores
  39. 35. Letra para el mismo comendador don Luis Bravo, en la cual se ponen las condiciones que han de tener los viejos honrados, y que el amor tarde o nunca sale del corazón do entra
  40. 36. Letra para don Diego de Guevara, tío del autor, en la cual le consuela de haber estado malo y de habérsele apedreado el término
  41. 37. Letra para el maestro Gonzalo Gil, en la cual se expone aquello que dice el salmista: «inclinavi cor meum ad faciendas justificationes tuas in eternum»
  42. 38. Letra para el abad de san Pedro de Cardeña, en la cual se alaba la tierra de la montaña
  43. 39. Letra para el doctor Manso, presidente de Valladolid, en la cual se declara que en el negocio ajeno puede hombre ser importuno
  44. 40. Letra para el conde de Benavente, don Alonso Pimentel, en la cual se trata la orden y regla que tenían los antiguos caballeros de la banda. Es letra notable
  45. 41. Letra para el condestable de Castilla don Íñigo de Velasco, en la cual se toca que el hombre cuerdo no debe fiar de la mujer ningún secreto
  46. 42. Letra para el condestable don Íñigo de Velasco, en la cual se toca que en el corazón del buen caballero no debe reinar pasión ni enojo
  47. 43. Letra para el condestable don Íñigo de Velasco, en la cual se le dice lo que el marqués de Pescara dijo de Italia
  48. 44. Letra para el condestable don Íñigo de Velasco, en la cual se declaran los precios de a cómo solían valer muchas cosas en Castilla
  49. 45. Letra para don Alonso de Fonseca, obispo de Burgos, presidente de las Indias, en la cual se declara por qué los reyes de España se llaman reyes Católicos
  50. 46. Letra para Mosén Rubín, valenciano y enamorado, en la cual se ponen los enojos que dan las enamoradas a sus amigos
  51. 47. Letra para el obispo de Zamora don Antonio de Acuña, en la cual es gravemente reprehendido por ser capitán de los que en tiempo de las comunidades alborotaron el reino
  52. 48. Letra para el obispo de Zamora, don Antonio de Acuña, en la cual le persuade el autor que se torne al servicio del rey
  53. 49. Letra para don Juan de Padilla, capitán que fue de los comuneros contra el rey en la cual le persuade el autor que deje aquella infame empresa
  54. 50. Letra para un caballero amigo secreto del autor, en la cual se avisa y reprehende a que no sea avaro y mezquino. Es letra muy notable
  55. 51. Letra para doña María de Padilla, mujer de don Juan de Padilla, en la cual le persuade el autor se torne al servicio del rey y no eche a perder a Castilla
  56. 52. Razonamiento hecho en Villa Bráxima a los caballeros de la Junta, en el cual el autor les requiere con la paz en nombre del rey y les dice muchas y muy notables cosas
  57. 53. Letra para el comendador Alonso Juárez, corregidor de Murcia, en la cual el autor le responde al parabién que le enviaba del obispado. Y tócanse en la carta muy notables cosas
  58. 54. Letra para el doctor Melgar, médico, en la cual se toca por muy alto estilo el daño y el provecho que hacen los médicos
  59. 55. Letra para Mosén Puche, valenciano, en la cual se toca largamente cómo el marido con la mujer y la mujer con el marido se han de haber. Es letra para dos recién casados
  60. 56. Letra para el duque de Alba, don Fadrique de Toledo, en la cual se expone una autoridad del apóstol y se tocan algunas notables antigüedades
  61. 57. Letra para el doctor coronel. Es letra familiar en la cual le responde el autor a ciertas cosas
  62. 58. Letra para don Juan Perelloso Aragonés, en la cual se trata que las mujeres que tienen a sus maridos ausentes las hemos de socorrer, mas no ir a visitar
  63. 59. Letra para don Hernando de Toledo, en la cual se exponen dos autoridades de la Sagrada Escritura y de lo que los egipcios hacían por los amigos muertos
  64. 60. Letra para Mosén Rubín, valenciano y viejo, en la cual se le responde a ciertas preguntas muy notables. Es letra para la mujer que se casa con algún viejo
  65. 61. Letra para el comendador Angulo, en la cual se tocan muchas buenas doctrinas y avisos, en especial de cómo se han de haber los hombres recién casados
  66. 62. Letra para don Pedro Girón cuando estaba desterrado en Orán. Es letra muy notable para todos los hombres que están desterrados y atribulados
  67. 63. Letra para don Enrique Enríquez, en la cual el autor cuenta la historia de tres enamoradas antiquísimas, y es letra muy sabrosa de leer, en especial para los enamorados
  68. 64. Letra para don Fadrique de Portugal, Arzobispo de Zaragoza y viso rey de Cataluña, en la cual el autor le envía una carta de Marco Aurelio, no de las cartas de amores, las cuales muestra pena por haberlas traducido
  69. 65. Letra para el almirante don Fadrique, en la cual el autor toca la manera que tenían los antiguos en las sepulturas, y de los epitafios que ponían en ellas. Es letra notable y graciosa
  70. 66. Letra para el regidor Tamayo, en la cual se toca que el hombre honrado no debe tener su casa infamada
  71. 67. Letra para el alcayde Hinestrosa Sarmiento, en la cual se toca que de no castigar los padres a sus hijos salen después traviesos
  72. 68. Letra para el canónigo Íñigo Osorio, en la cual se toca cuán poco es lo que sabemos de lo que nos está bien ni mal en esta vida
  73. 69. Letra para el capitán Cerezeda, en la cual se ponen las señales del hombre que se quiere morir
  74. Libro Segundo
  75. 1. Razonamiento hecho a su majestad en un sermón de la cuaresma, en el cual se trata el perdón que pidio Cristo al padre de sus enemigos
  76. 2. Razonamiento hecho a su majestad en un sermón de la cuaresma, en el cual se toca la conversión del buen ladrón por muy alto estilo
  77. 3. Letra para don Francisco de Mendoza, obispo de Palencia, en la cual se declara y condena cuán torpe cosa es decir «bésoos las manos»
  78. 4. Razonamiento hecho a su majestad en un sermón de cuaresma, a do se expone una palabra del psalmista, que dice: «Irascimini et nolite peccare»
  79. 5. Razonamiento del autor hecho a los religiosos de su orden en un capítulo provincial, en la villa de Peñafiel. Año MDXX
  80. 6. Razonamiento del autor hecho a los religiosos de su orden, en un capítulo general
  81. 7. Razonamiento que el autor hizo predicando en un capítulo general de su orden es doctrina para religiosos
  82. 8. Razonamiento que hizo el autor en un velo de una monja ilustre: tócanse en él altas doctrinas para religiosos
  83. 9. Razonamiento que hizo el autor a sus religiosos, siendo guardián de la ciudad de Soria, la noche de la calenda, en el cual toca muy grandes documentos para los buenos religiosos
  84. 10. Razonamiento que hizo el autor en el monasterio de Arévalo siendo allí guardián, dándola profesión a un religioso
  85. 11. Razonamiento que hizo el autor a la emperatriz y a sus damas en un sermón de cuaresma, en el cual toca por alto estilo el bien y el mal que hace la lengua
  86. 12. Razonamiento hecho a la emperatriz Nuestra Señora, en un sermón que le hizo el autor, día de la transfixión de Nuestra Señora
  87. 13. Letra para el doctor Micer Sumier, regente de Nápoles, en la cual el autor le responde a ciertas preguntas que le envió
  88. 14. Letra para el comendador Alonso de Bracamonte, en la cual el autor le reprehende de los excesos que hace y le consuela de los trabajos que padece
  89. 15. Razonamiento hecho delante la serenísima reina de Francia doña Leonor, en un sermón de cuaresma, en el cual se trata de cómo no hay cosa más preciosa que es la honra
  90. 16. Razonamiento hecho a la serenísima reina germana, en un sermón que mandó hacer al autor, del amor de dioses materia muy delicada y en que el autor cortó muy delicada la pluma
  91. 17. Letra para el doctor don Juan de Biamonte, veinticuatro de Sevilla, en la cual se expone un antiguo refrán de Grecia
  92. 18. Letra para el licenciado Rodrigo Morejón, en la cual se expone una autoridad del filósofo. Es letra muy notable para los jueces del crimen
  93. 19. Letra para Garcisánchez de la Vega, en la cual le escribe el autor una cosa muy notable que le contó un morisco en Granada
  94. 20. Letra para don Alonso Manrrique, arzobispo de Sevilla, en la cual se declara una autoridad de la sagrada escritura. Es letra muy notable para que los jueces y perlados no sean muy rigurosos
  95. 21. Letra para doña Francisca de Guevara, dama y hermana del autor, en la cual se expone las letras de una su medalla, las cuales eran de la Sagrada Escritura. Es letra de muy alto estilo
  96. 22. Letra para el comendador Aguilera, en la cual se queja el autor de no le haber respondido, ni condescendido a un ruego
  97. 23. Letra para un judío de Nápoles sobre una disputa que hubo con el autor, y expónese la autoridad de la escritura, que dice: «non abominaberis Egiptum neque idumeum»
  98. 24. Letra para don Francisco Manrique, en la cual el autor toca por delicado estilo de cuán peligrosa cosa es osar el hombre casado ser amigado
  99. 25. Letra para el comendador Rodrigo Enríquez, en la cual se expone la autoridad del santo Job, que dice, «factus sum mihi metipsi gravis»
  100. 26. Razonamiento hecho a la serenísima reina de Francia, madama Leonor, en el cual el autor le cuenta muy por estenso quién fue la reina Cenobia
  101. 27. Letra para don Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y conde de Ledesma, en la cual el autor le consuela de la muerte de su nuera, doña Constanza de Leiva
  102. 28. Disputa muy famosa que el autor hizo con los judíos de Nápoles, en la cual les declara los altos misterios de la Trinidad
  103. 29. Disputa y razonamiento del autor hecho con los judíos de Roma, en el cual se declaran dos muy notables autoridades de la Sacra Escritura
  104. 30. Carta del filósofo Plutarco al emperador Trajano, en la cual se toca que los gobernadores de repúblicas deben ser pródigos de obras y escasos de palabras. Intérprete, don Antonio de Guevara
  105. 31. Carta del emperador Trajano a su maestro Plutarco, en la cual se toca que al hombre bueno puédenle desterrar, mas no deshonrar. Intérprete, don Antonio de Guevara
  106. 32. Carta del emperador Trajano al Senado de Roma, en la cual se toca que la honra hase de merecer, mas no procurar. Intérprete, don Antonio de Guevara
  107. 33. Carta del emperador Trajano al Senado de Roma, en la cual se toca que los gobernadores de las repúblicas han de ser amigos de negociar y enemigos de atesorar. Intérprete, don Antonio de Guevara
  108. 34. Letra del Senado romano al emperador Trajano, en la cual se toca que España solía dar a Roma oro de las minas, y después le dio emperadores que gobernasen sus repúblicas. Intérprete, don Antonio de Guevara
  109. 35. Letra para un amigo secreto dél autor, en la cual le reprehende a él y a todos los que llaman «perros», «moros», «judíos», «marranos», a los que se han convertido a la fe de Cristo
  110. 36. Letra para don Alonso Espinel, corregidor de Oviedo, el cual era viejo muy pulido y requebrado, a cuya causa toca el autor en cómo los antiguos honraban mucho a los viejos
  111. 37. Letra para el arzobispo de Barri, en la cual el autor le declara una palabra que predicó en un sermón de jueves de la cena
  112. 38. Letra para una señora y sobrina del autor, que cayó mala del pesar que tuvo, porque se le murió una perrilla. Es letra cortesana, y con palabras muy graciosas escrita
  113. 39. Razonamiento hecho a la serenísima reina de Francia, en un sermón de la transfiguración, en el cual se toca por muy alto estilo, el inmenso amor que Cristo nos tuvo
  114. 40. Letra para el conde Nasaot y marqués de Cenete, en la cual, le declara el autor por qué los de la secta de Mahoma unos se llaman Moros, otros Sarracenos y otros Turcos
  115. 41. Letra para el jurado Nuño Tello, en la cual toca el autor por muy buen estilo las condiciones del buen amigo
  116. 42. Letra para Micer Pere Pollastre, italiano, amigo del autor, en la cual se toca quán infame cosa es andar los hombres cargados de olores y por más risas. Es letra para personas avisadas
  117. 43. Letra para el abad de Compluto, en la cual se declara por qué dios da tribulaciones a los justos
  118. Libros a la carta