Los amores de Alarcón
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Los amores de Alarcón

  1. 90 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Los amores de Alarcón

Descripción del libro

La mejor de las obras dramáticas de Chavero es Los amores de Alarcón, deliciosa y, en más de un sentido, moderna. Su punto culminante es la representación de La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón en Madrid. Antes de llegar a ese momento, el heroico indiano afronta múltiples pruebas, entre intrigas y befas de quienes lo envidian, y el amor incondicional de la comediante Jerónima de Burgos. El reparto de la obra está integrado, entre otros, por el conde de Villamediana, Francisco de Quevedo y Luis Vélez de Guevara.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN del libro electrónico
9788498978278
Categoría
Literatura
Categoría
Arte dramático

Acto II

La escena pasa en el tablado, poco antes de que comience la primera representación de La verdad sospechosa. Decoración adecuada. En el fondo el telón y la concha. Los farsantes con los trajes de la comedia.
Escena I
(Villamediana con el disfraz del primer Acto. Morales con el traje de don García.)
Villamediana Lleno está ya el corral.
Morales Faltarán aposentos, según el tropel de gente que acude a oír la pasmosa comedia que estrenamos. Siéntome orgulloso de ser el autor de título del príncipe, que vale mucho más que el Corral de la Cruz, pues éste cuenta únicamente siete puertas y el mío ocho, ya para subir a los aposentos, ya para el escenario y su servicio; cuál para entrada de mujeres, cuál para los hombres, pues sabéis que no pueden entrar ni asistir mezclados ambos sexos; puerta hay para la alojería, puerta para la taberna, y otra que es la del cocherón. ¡Y qué espaciosos y cómodos son los aposentos de mi coliseo, nombrados según sus dueños o aspecto, ahora Pastrana, Uceda, Aragón, Carpio o Almirante, ahora Esquina, Reja Grande, Coge-esto o Tablas! La Villa tiene principal aposento, por el cual apronta trescientos escudos anuales; y don Rodrigo Calderón paga cien ducados por una celosía. ¡Con razón rinde mi corral ocho mil pesos por año a los hospitales!
Villamediana ¿Tanto producen estas farsas? ¿Cómo recaudas?
Morales Como el corral debe cerrarse al anochecer, ábrese al mediodía. De doce a dos se reparten los aposentos y bancos entre las personas que por ellos envían, dando natural preferencia a los títulos, caballeros y sujetos principales. A real valían los cien bancos, y a doce los aposentos altos y bajos; pero ya subí los altos a diecisiete y los bajos a catorce. La entrada ha costado indistintamente cinco cuartos; mas ya se está arreglando que se satisfagan dos al autor en la primera puerta; tres en la segunda, al comisario de los hospitales de la Pasión, Soledad y Antón Martín; cuatro al subir las gradas; y siete cada mujer que entre a oír la comedia. Los alguaciles cuidan de que nadie se excuse de pagar, y de que no haya escándalos, alborotos ni descomposturas.
Villamediana ¿Recuerdas el escándalo que se armó contra el tirano corregidor don Pedro de Guzmán que, por público pregón, prohibió en el año 13 la concurrencia del sexo hermoso?
Morales Recuérdolo, señor; pero triunfaron los hechizos y ruegos de las damas. Ahora la única gente de faldas que no se consiente es la frailesca.
Villamediana Lo que te probará, insigne autor, que el mérito no consiste en las faldas, sino en los rostros; que faldas también llevan las viejas, y yo de mí sé decir que ni por hembras las tengo.
Morales ¿Pues por qué las tenéis?
Villamediana Una vieja no es hombre ni mujer, es solamente vieja. A veces da en ser cosa peor.
Morales ¿Qué, señor conde?
Villamediana Suegra.
Morales Liberanos Domine. (Persignándose.)
Villamediana Amen. (Pausa.)
Morales Alegres andan los villanos, señor conde.
Villamediana Como que la salud de Su Majestad les devuelve la calma y la ansiedad les arrebata. Por irme a reconciliar con la corte, para salvar a la Jerónima, fui testigo de la solemne procesión que hizo la villa con el cuerpo del santo labrador, para salvar la vida del monarca. Lleváronse las reliquias al monasterio de La Encarnación, y allí se dijo la primera misa después de la beatificación; y a las tres de la tarde, colocado el bendito cuerpo en una litera de raso carmesí y pasamanos de oro, con cuatro faroles a las esquinas, en que ardían gruesas hachas de blanca cera, partió la procesión para Casarrubios y yo con ella. Los pueblos encendían hogueras por los caminos, haciendo de la negra noche clarísimo día; y a las 24 horas, entrábamos el domingo 17 por la cámara real con las venerables reliquias, colocadas en su caja de terciopelo carmesí con un paño de brocado, y llevadas en hombros de sacerdotes. Cuando entramos, se incorporó Su Majestad con gran trabajo en el lecho, adoró al santo, pidió la cayada del venturoso labrador, la besó tiernamente, y no quiso que la procesión volviese a Madrid sin que él la acompañase vivo o muerto. Fue casi milagroso el alivio; y después de 18 días, ayer a 5 de diciembre, era recibido el cortejo del santo labrador y del piadoso monarca por más de dos mil personas, que, con hachas encendidas y a caballo, habían salido en procesión de la corte.
Morales ¿Y vinisteis ya con la gracia de Su Majestad?
Villamediana Y con la libertad de la Jerónima, que se está aderezando para venir a estrenar la comedia del indiano.
Morales ¿Pues por qué entonces guardáis esas dos gibas que así os desfiguran lo gallardo del talle?
Villamediana Deseo apuntar La verdad sospechosa, pero quiero que no lo sepa nunca el jorobeta. He comenzado protegiendo esta representación, y no soy hombre de dejar a medias mis empresas.
Morales Si me lo permitís, señor conde, voy a ver cómo se adoban los rostros mis farsantas, y cómo están de trajes y presencia. Se acercan gentes, y no quiero que me interrumpan en faena tan importante.
(Se va.)
Villamediana Ve, Juan.
Escena II
Villamediana, después Quevedo, Suárez de Figueroa, Montalbán, Mira de Amescua, Vélez de Guevara, Salas Barbedillo y Andrés de Claramonte.
Villamediana Fatigado estoy del viaje, y de andar después a vuelta de covachas a tribunales y de alcaldes a inquisidores, hasta dar libertad a la Jerónima. Si pudiera descansar... un momento... Me cierra el sueño los pesados párpados... (Se duerme. Entran los poetas.)
Quevedo ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja! Miradl...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Dedicatoria
  4. Personajes
  5. Acto I
  6. Acto II
  7. Acto III
  8. Libros a la carta