Libro IV. De la historia de Yucatán
Capítulo I. De la situación, temperamento, frutos y cosas singulares de la tierra de Yucatán
Ya que se ha dicho, como y cuando se descubrió Yucatán, quienes la pacificaron y sujetaron a la corona de Castilla, como poblaron la ciudad de Mérida, y Villas de españoles, que hoy hay: me pareció referir ahora las propiedades de esta tierra, y de los indios naturales de ella, no con la latitud, que algunos quisieran, refiriendo por menudo su primer origen, y de que partes pudieron venir, pues mal averiguaré yo ahora lo que tantos hombres doctos no pudieron asegurar en los principios de la conquista, inquiriéndolo con solicitud, como afirman: y sin que hoy haya papeles, ni aun tradiciones ciertas entre los indios de los primeros pobladores de quien descienden, por haber los ministros evangélicos, que plantaron la fe con celo de extirpar de todo punto la idolatría, quemados cuantos caracteres y pinturas hallaron, en que tenían pintadas sus Historias, porque no fuesen ocasión de recordarles sus antiguos ritos. Diré, pues, todo lo que he hallado, que me conste de las Historias y de escritos antecedentes, a estos, que se me han dado. El demasiadamente curioso podrá aumentar lo que le pareciere, con tal, que sea con la verdad que requiere una Historia, porque mi intento no es deleitar los ánimos con discursos varios, ni escribir libros de aventuras o caballerías.
Está Yucatán tan cercado del océano, y mar del Norte, por tres lados, que al principio de su descubrimiento estuvo tenido por isla, llamándole la isla Carolina. Por la parte oriental la ciñe el golfo de Guanajos, que llaman Honduras, hasta la isla de Cozumel, que va corriendo al Nordeste y al Norte a Cabo de Cotóch, en cuyo espacio estaba la bahía de la Ascensión, y en su playa se halla ámbar, teniendo esto de distancia ciento y treinta leguas. Por la parte del Norte, o Septentrión, le baña el mar de barlovento, que pasa desde el golfo de Guanajos al seno, que llaman mexicano. Va corriendo por el paralelo de veinte grados, y cuarenta minutos boreales, hasta veintiún grados, poco más o menos, en que tiene de costa setenta y seis leguas. Tiene por la parte occidental el seno mexicano, corriendo desde Punta delgada a Santa María de la Victoria: al Sur hasta Champoton, lo demás al Sudoeste sesenta leguas. El reino de Guatemala, con quien es Tierra firme hasta el Perú, le cae al mediodía. Medían entre esto reino, y el de Guatemala las provincias de los Taitzaes (T’Ah Itza), Ceháches (Ah Ceh Ach), Campim, Chinamitas, Lacandónes (Lacan Tun), Locénes y otras, que a todas juntas han dado título de reino del Próspero, y al presente año de 1655 se están aun de guerra, y infieles, sin haberse conseguido su reducción, aunque diversas veces se ha intentado, como se dice en sus tiempos. De donde consta tener esta tierra, que llaman Yucatán, doscientas y noventa leguas medidas por el aire; aunque en la disposición, que las puntas, ensenadas y puertos tienen, corriéndolos, como ellos están, y incluyendo lo que pertenece a Tabasco, hasta el golfo de Guanajos, pasan de cuatrocientas leguas por tierra. Desde Tichél (Tix Chel) corre la costa Leste Oeste a Champoton (Chakan Poton), Campeche, puertos de la Desconocida, Santa María de Zizal, Caucel, Telchac, Zinanché, Dzilan, Tabuzoz (Ti Buc Tzotz), Holcoben (¿Hol Coben?, ¿Hol Koben?), por otro nombre Río de Lagartos, playa del Cuyo, Bocas de Conil, y isla de Contoy, todo playa baja, que si no es en Campeche, es forzoso quedarse las naos muy afuera en la mar, aunque limpia de arrecifes con buenos surgideros. Cuantos navegan estos mares, van o vienen de España a las indias, a la entrada o salida, navegan estas costas de Yucatán, así por lo dicho, como por tener enfrente a la parte del Norte el puerto de La Habana (tan célebre, como ya sabe el mundo) distante el Cabo de San Antón, que está en aquella isla ochenta leguas, algo más, o menos de Cabo de Cotóch, Nordeste Sudoeste. En esta demarcación no deja de haber alguna variedad en los que la asignan; remítome a las cartas de marear, y a los mapas. Enfrente de Río de Lagartos tiene unas islas, que llaman los Alacranes, y otra saliendo de Campeche, para la Nueva España, que llaman las Arcas, ambas bien peligrosas para los que navegan.
Es toda la tierra de Yucatán igualmente de temperamento caliente, tanto que en ningún tiempo del año se llega a sentir frío, que lo parezca a la gente de España, y otras regiones semejantes. Desde octubre a marzo, que corren los Nortes, la refrescan, aunque en la parte que no dan, se siente el calor, sin hacer ejercicio alguno. Es tierra húmeda y muy fértil, aunque muy pedregosa, y no corren ríos por la superficie de ella; pero por señales que se han visto, es cierto corren por lo interior muy copiosos. Descubre en muchas partes diversas bocas, unas grandes y otras pequeñas, abiertas naturalmente en peña viva, que se pueden contar entre otras cosas prodigiosas, y suelen tener diez, doce estados, y más de profundidad, hasta el agua, y otros tantos de ella. Hacen abajo, como capacidad de muy grandes estanques abovedados de peña viva, sin que se vea por donde les viene el agua, y en ellos hay alguna pesca, especialmente de bagres. Entiende son ríos subterráneos, y el agua es más delgada, y mejor, que la de los demás pozos abiertos a mano, y en algunos se ha descubierto ser agua corriente. Nuestro convento de la villa de Valladolid está lo más dél fundado sobre uno de ellos, y es grande el espacio que hace abajo el agua, que dicen es casi, como dos cuadras. No falta quien afirme, que tener esta tierra tantas bocas de esta forma, es causa de que haya en ella muy pocos temblores, como los hay en Guatemala, Nueva España, y otros reinos de las indias, y llámanse comúnmente Dzonót Cenote.
En el pueblo de Tabi hay uno de estos, del cual el bachiller Valencia en su relación manuscrita, dice estas palabras: «Al mediodía, cuando los rayos del Sol le hieren de lleno, se parece en la mitad del Zenóte una palma vistosísima, la cual he visto yo muchas veces en compañía de diversos españoles, vecinos de la ciudad de Mérida, que al propósito, han gustado de verla a la hora dicha». Junto al pueblo de Tikóh entre el Sur y el Poniente hay otro, a cuyo asiento llaman los indios Jká, que entrando a él alguna persona, si no retiene la respiración, dicen, que muere luego, y así no se atreven a entrar a él. En respirando, o haciendo otro algún ruido, dicen que es grandísima la conmoción del agua, y el ruido que hace, que parece hierve fuertísimamente, y que han muerto muchos indios forasteros, que no sabiendo lo que allí sucede, han llegado a sacar agua dél. Así me lo afirmaron los indios de aquel pueblo, hallándome en el día de San Pedro Apóstol deste año 1655, en presencia de su Guardián Doctrinero, que me dijo ser esto cosa muy asentada entre ellos por cierta. Lo más es, que causa horror mirar estos Zonótes, ya sea de lo superior para abajo, ya al contrario por su gran profundidad.
Desde Cabo de Cotóch, hasta Champoton, no hay río alguno, y en este pueblo hay uno (que baja de la parte del mediodía) en que hay muy buena pesca, y es tan caudaloso, que si no fuera la barra muy baja, pudieran entrar a asegurarse en él navíos grandes, y tiene de los lagartos, que llaman Caimanes. En todo este espacio de tierra, hay sola una fuente o ojo de agua, de que se forma un arroyo, que a poca distancia entra en el mar. Así la más agua, que en toda la tierra se bebe (donde no hay los Zonótes, que he dicho) es de pozos y norias cavadas por mano, y de muchas sale buena agua y delgada, que mejoran algunos curiosos colándola, y poniéndole al Sol y al sereno, con que se purifica más. En el pueblo de Chunhuhú, camino de Bakhalál hay un pozo con cuya agua cualquiera cosa se cuece, como con las demás; pero no los frijoles, que es una legumbre, como habas pequeñas, que aunque, les den cuanto fuego puede imaginarse, siempre están duros. Muchos españoles lo han experimentado. Cual pueda ser la causa, no es lugar este de controvertirlo. A lo oriental desta tierra (en contraposición de la otra fuente que se ha dicho, y está en Xampolól cuatro leguas de Campeche) hay un manantial de agua, cuya propiedad es extraña, que si llegan a beber della con silencio, está clara y buena, y en hablando se pone salobre, amarga y turbia. Muchos lo han experimentado, y así me lo han certificado personas de la villa de Valladolid, en cuyo distrito y jurisdicción cae, y llaman los indios al sitio donde está Hichi. A quien esto se le hizo extraño, lea a Baptista Fulgoso en sus colectáneas, y le hallará testigo de vista de otra fuente, que se enturbia hablando cerca della, y también si estándolo mire hacia atrás. Dice que hizo la experiencia de ir mirando la fuente con silencio, y hallarla muy clara, y reposada, y otra vez hablar una palabra, y alterarse toda, como si la menearan, y enturbiaran con alguna cosa. Que diremos de la fuente, que Aristóteles llama Eleusina (y hacen mención de ella Solino, y Enio poeta antiguo) de quien escribe Que tocando instrumentos de música en distancia, que pueda llegar el sonido a la fuente, se altera el agua, y crece hasta derramarse, como si sintiese la música verdaderamente. En una salina de aquel mismo territorio sale en medio de ella un ojo de agua dulce, y otro en lo de hacia Zizal en una salina, que llaman el puerto del Mariscal. Desta calidad ponen algunos autores otras en diversas partes, y una de ellas entre Sicilia y la isla llamada Enaria en la costa de Nápoles, donde se coge agua dulce en la mar, que mana encima del agua salada.
Hay en Yucatán por los campos muchísimas cuevas y cavernas, y algunas, que es de admiración ver la diversidad de cosas, que en ellas ha formado la naturaleza, condensadas de agua, que la tierra destila a ellas por sus poros. Las de Tikáx y Oxcutscáb son más nombradas, y en la primera (que he entrado) se ven formas de campañas, órganos, púlpitos, cepillas, como de iglesia formadas, y otras diversidades, que admiran. Una hay junto a Chichen Ytza, que dicen nadie le ha hallado término, y aun los indios han inventado sobre ella algunas fábulas. A poco trecho están muy oscuras, y así es necesario entrar con luces.
Es toda la tierra de Yucatán, que se habita, llana, aunque llena de arboleda muy espesa, que la hace montaña: todo su sitio muy pedregoso, y áspero de andar, por ser lo más piedra incorporada con la tierra, que lo llaman laja; y así si no es subiendo en alguna eminencia, se descubre poca distancia, pero por pequeña que sea la altura, se manifiesta la circunferencia del horizonte, sin que tenga impedimento alguno la vista al Sudeste de Mérida, y como al Sur de todo lo demás, que se habita, corre de Leste a Oeste la Sierra (que llaman) de altura tan corta, que solo siendo, como es lo demás tan llano, pudo dársele el nombre, porque no es más que una loma, o ceja, que hace la tierra. Desde esto que llaman Sierra, cuanto más va al Sur (aunque hace llanadas grandes) siempre se descubren mayores Sierras, hasta llegar a Guatemala, por donde dije en el primer libro haber pasado el marqués don Fernando Cortes a aquel memorable viaje, que hizo a las Hibueras o tierra de Honduras, recién conquistado México. Hay mucha abundancia de miel, por haber todo el año diversas flores; dícese ser muy sana, así de colmenas, que se benefician como por los montes, en que la da próvida la naturaleza: con que consiguientemente hay mucha cera: si bien con la continua y grande saca de estos dos géneros, y tala de los montes, que se hace para sacarlos, desde que se conquistó esta tierra, no es, ya tanta la abundancia como solía. Es grandísima la cosecha de algodón, de que se hacen diversos tejidos, y telas muy buenas, que corren por toda la Nueva España, y muchos hilados, que teñidos de diversos colores, sirven para labrados de ropa, que se hacen muy vistosos, y de gran primor. Cógese con mediana diligencia de los indios, y poco trabajo suyo, cantidad muy considerable de grana, que tiene buena salida para España. Hácese mucha jarcia de navíos, si bien no es tan fuerte, ni durable, como la de cáñamo. En los puertos de Champoton y Campeche se fabrican algunos navíos, estimados por la fortaleza de sus maderas. Muchas de ellas se van al fondo en el agua, y una que llaman Habin es tan dura, que necesita barrenar todo lo que ha de entrar la clavazón, porque haciendo violencia para que entre por gruesa que sea, antes dobla, que pase de donde llegó el barreno: pero lo que queda dentro lo conserva de tal fuerte, que cuando echan los navíos al través, y los deshacen, está el hierro como el día que lo clavaron. Hay grandísima abundancia del palo de tinte, que llaman Campeche, de que hay continua saca. Comenzose a beneficiar el añil, y cogíase muy fino, y en cantidad: pero mandó el rey, que cesase, por parecer su trabajo dañoso a la salud de los indios, como se dirá libro séptimo, capítulo tercero, y así no se coge más, que el necesario para el gasto de la tierra.
Capítulo II. De la abundancia de mantenimientos que hay en Yucatán, y admirables edificios que en él se hallaron
Por los montes de Yucatán hay gran multitud de venados, y puercos monteses, que tienen el ombligo al espinazo, y si muertos no se les corta luego, se corrompe su carne con mucha brevedad. Hay muchos pavos y pavas monteses, que tienen la pluma más fina, que los domésticos, de que hay también grandísima abundancia, y estos comúnmente se llaman gallos y gallinas de la tierra, y su ordinario valor es 2 reales, la gallina o pava, y cuatro el gallo. Hay muchas tórtolas, codornices, palomillas torcaces, algunas perdices, como las de España, aunque no en mucha cantidad, y otras diversidades de aves y pájaros, que son comestibles. Tantos conejos, que aun hasta en los solares poblados, juntándose algunos muchachos, los matan a palos, pero no son de tan buen gusto como los de España. Hay por la inculto de los montes, tigres y leones, si bien de estos no se han hallado de la grandeza, que en otros reinos. Dos especies, o modos de zorros, unos, que la hembra tiene una bolsa abierta por la parte exterior del vientre, en que recoge los hijuelos, cuando son pequeños y huye, siendo sentida, y que la buscan, y así lleva ocho y diez, que suele parir. Otros son de cuerpo más pequeños, muy hermosos a la vista con manchas de diversos colores; pero sí se ven seguidos, evacuando la orina, no hay quien pueda parar con el mal olor en dos y tres cuadras, y si acierta a caer en alguna ropa, casi no es posible quitarlo, por la menos, sin que haya mucho tiempo de por medio.
Hay otros animales de diversas especies, y entre ellos muchas víboras o culebras, así de las que llaman bobas, que no son ponzoñosas, y de estas algunas tan grandes, que ciñéndosele a un venado al cuerpo, lo matan y después se lo comen; como de las venenosas, que matan con la ponzoña de su picadura. De estas hay diversas especies, unas que crían cascabeles, y dicen, que cada año uno: otras tan nocivas, que en picando a cualquiera animal, le hacen brotar sangre por todos los poros del cuerpo, y en veinticuatro horas el que más dura, muere, sin que se haya hallado remedio eficaz para este veneno; como se experimenta para el de otras especies, cuyas picaduras son mortíferas, si no se remedia con brevedad el daño recibido, para que es la medicina más activa un poco de ambir desecho en zumo de limón, si le hay, y sino en agua tibia. Hay muchas formas de arañas venenosas, y entre ellas una, que el indio llama Ham (h-am), que al que pica le hace estar su veneno, repitiendo en el quejido, que le ocasiona el dolor, Ham, Ham, hasta que muere, y es pequeñita de cuerpo. Pocas, o ninguna desgracia suceden por estos animales a los españoles, aunque si muchas a los indios, como andan continuamente por los montes.
Por ser tan crecido el número de los indios (respecto de los españoles, que viven en esta tierra) crían todos gallinas de Castilla; hay tantas, que ordinariamente valen a real en los pueblos de los indios, aunque llevadas a la ciudad de Mérida, su valor es real y medio. Hay tantas, porque aunque las crían los indios, es raro el que las come, ni aunque se esté muriendo y la...