Correo del otro mundo al Gran Piscátor de Salamanca
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Correo del otro mundo al Gran Piscátor de Salamanca

Diego Torres Villarroel

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Correo del otro mundo al Gran Piscátor de Salamanca

Diego Torres Villarroel

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El Correo del otro mundo al Gran Piscátor de Salamanca es un diálogo epistolar entre Diego de Torres Villarroel y el Gran Piscátor Sarrahal de Milán, supuesto adivinador del futuro que escribe al autor desde el inframundo.Se sabe que Torres Villarroel fue un conocido exorcista de espíritus y brujas. Afrontó serios problema con la Inquisición. Tuvo la protección del duque de Alba y de la condesa de Arcos, en cuya casavivió dos años.El mismo Villarroel escribió que: «…los extranjeros que vienen a Salamanca, ha muchos años que no preguntan por la Universidad, ni por la plaza, ni por las cuevas donde enseñaban los diablos… sino por don Diego de Torres, pensando encontrar con un monstruo estupendamente afable, o con un oráculo deforme, predicador de misterios, adivinanzas, fortunas, desdichas o despropósitos».La tradiciónafirma que predijo dos sucesos de enorme relevancia en España y en la historia universal: el motín de Esquilache y la Revolución francesa.Villarroel asimismo participó en concursos públicos, sufrió cárcel y luego fue nombrado vicerrector de la Universidad de Salamanca. Allí también tuvo la cátedra de Matemáticas.ElCorreo del otro mundo al Gran Piscátor de Salamanca es una narración figural de las inquietudes y las virtudes de la adivinación.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788498976588
Categoría
Literature
Respuesta del gran Piscátor de Salamanca al gran Sarrahal de Milán
Recibo la de vuestra mortandad, y aunque no le he merecido que me diga de su salud, por acá se sabe que, si no está bueno, ha muchos a lo menos que no le duele nada. Y bien se conoce que está vuestra merced de espacio, porque para enviarme a decir que leyó mi Pronóstico, y le pareció mal, que está dicho, en lo que tengo dicho, me gasta una historia de un muerto, sobre si se apeaba de la vida, si era flojo y desmadejado, como si en mi vida no supiera yo que es muerte. Los que vivimos, señor mío, desde la escuela del nacer pasamos a la ciencia del morir; y los que tenemos vida, somos los muertos y los vivos. Pero vuestra merced ya es ni vivo ni muerto, sí un terrón de frío polvo que quedó de su muerte y su vida; y si quiere ser muerto, le ha de costar volver a la vida, pues ya no puede morir el que está en la nada del no ser.
Díceme que si hubiera tenido tripas, se las hubiera revuelto mi pronóstico; y en verdad que no sabe vuestra merced la fortuna que ha tenido, que por tener yo estómago, se me han asentado en él sus mentiras, de tal suerte, que toda la triaca magna no resolviera el embargo en que estoy. Siempre fui defensor grande de la facultad y apasionado de vuestra merced. Pero, pues llegó el caso de reñir aquéllas y aquéllos, se descubrirán los hurtos. La vanidad de haberme pintado con antojos, compases, estrellas, libros y bigotes, como yo vi a vuestra merced, me engañó a estudiar y aprender embustes. Y así, no nos creamos oráculos; que, hablando para los dos, todo lo que vuestra merced puso en Sistema de Guerras; en Aries, muertes de potentados; en Piscis, discursos de cometas; en Leo, ruinas de casas viejas; en Escorpio, el desteta niños, compra, ve a caza, recibe criados, etc., es un embeleso para tontos. Y vuestra merced sabe muy bien cómo se pone, para escaparnos siempre de la nota de embusteros y salvar los aforismos. Yo heredé sus embustes, y mañana me sucederá a mí otro bobo que adelante los míos; y siempre habrá quien nos crea, porque siempre habrá mentecatos. Y pues ni a éstos, ni a nosotros, ni a vuestra merced (aun estando en el mundo de la verdad) no ha llegado un sesudo desengaño, y todos estamos incapaces de enmienda, es preciso aguantar, y pase todo. Y si vuestra merced se quiere pudrir, buena ocasión tiene; y aunque acá no faltan, yo procuraré huir hasta lo preciso, que nada del mundo importa tanto como mi, pachorra.
Dice vuestra merced que mis redes no saben lo que se pescan; pero las suyas, señor pescador, ya no saben pescar. Y todo el pleito es porque yo pesco y a vuestra merced le han pescado. El cebo yo lo amasé; y aunque dice que es bueno para pesca de atunes (y que hay muchos en la corte) en su tiempo de vuestra merced no daban los mares otras pescas; y los que hay por acá son más bonitos; y la cosecha de éstos le hicieran a vuestra merced más salado; y por eso nunca corrió tormenta su nave, porque siempre estuvo a la lengua del agua. Pero dejemos metáforas, que vuestra merced no me entiende, aunque yo bien me explico.
No tengo la menor queja de que vuestra osatura me trate mal en su carta, cuando en ella leí el desprecio con que trata al gran Petosiris (a quien honra el Venerable Beda, consintiéndole su rueda en sus escritos) y al insigne Filo-astrólogo Hermes, y en la tabla de éste besó vuestra merced con felicidad el puerto de su fama, y en la rueda de aquél corrió con gran bonanza su fortuna. Y cuando vuestra merced no nos ha dejado otra memoria que un Pronóstico (que lo hacemos acá en ocho días, y nos sobran cincuenta horas) hace mal de querer usurpar la gloria a los antiguos con sus dicterios. Vuestra merced se dio más a conocer (lo mismo nos sucede a todos), pero es la razón, porque la rueda del uno y la tabla del otro no salieron a la vulgaridad, y nuestros papeles no hay bodegón, azotea, zaquizamí ni taberna donde no estén al paso; conque es preciso haber ganado más conocimiento; y la ventaja que vuestra merced nos lleva a los demás es haber nacido sesenta años antes, que en las obras, entre ruin ganado, etcétera.
No quiero creer que le pasó a vuestra difuntez por la fantasía el estilo metafórico que condena en mis Almanaques, porque no me persuado que quisiese, teniendo caudal, enviar a sus hijos, por el mes de Diciembre, desnudos a vagar los lugares de la Europa. Confiésese vuestra merced pobre de manías, y que no supo mientras vivió más que hacer un Pronóstico machacón. La metáfora es un galán vestido de la obra, y aunque sea malo el que yo le he puesto a mis papeles, ya es vestido; los suyos todos los hemos visto en cueros. Y más decente está un cuerpo en camisa que desnudo. Para hacer lo que todos, no hubiera yo salido a la plaza del mundo, porque estoy muy mal con los escritores de este mi siglo, pues no inventan, que trasladan. Yo advertí que nadie leía los Pronósticos, porque se cantaron de un príncipe de Aries; un quídam, un soberano de Géminis, etc., y púselos en solfa, y he logrado que me lean, pues enfastiada la juventud, y enferma toda la gente de los juicios de vuestra merced, no podían tragarlos, y yo les puse en punto de golosina los embustes, y los han tragado, que es el mayor milagro de un remedio hacerlo sabroso, para que no le aborrezca quien lo hubiera de tomar, como vuestra merced no sabe lo que son coplas, habla mal de ellas, y debe de pensar que las que hizo el mohoso Gotardo podían parecer con las que hoy hacen estos ingenios. Los poetas de entonces eran unos perdidos, despilfarrados; ahora hay en Madrid quien los trae e...

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