Filipinas dentro de cien años
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Filipinas dentro de cien años

  1. 44 páginas
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Filipinas dentro de cien años

Descripción del libro

Filipinas dentro de cien añoses un ensayo que muestra la visión de José Rizal sobre el futuro de su país y su llamado a la unidad, la educación y el progreso. Esta obra muestra el pensamiento y las ideas de Rizal como líder nacionalista, y es un documento fundamental para comprender la lucha por la independencia de Filipinas.Filipinas dentro de cien añosempieza con un repaso a la historia de Filipinas, haciendo hincapié en la destrucción de la cultura y los valores nativos tras la conquista española. Al observar los desarrollos sociopolíticos de otras colonias españolas en Hispanoamérica, Rizal concluye que Filipinas permanecerá bajo dominio español solamente si a los filipinos se les concede algún derecho democrático, como la libertad de expresión y la representación en Cortes.Rizal rechaza los argumentos contrarios a la reforma, advirtiendo que el cambio tardío y obligado por el pueblo será violento, mientras que un cambio a tiempo, impulsado por las altas instancias, será pacífico. También subraya que aunque los filipinos tienen cosas que agradecer a España, no se puede pretender que renuncien a sus legítimas aspiraciones de independencia.EnFilipinas dentro de cien añosJosé Rizal también vaticina el rechazo de los filipinos a la posibilidad de caer bajo soberanía americana.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2012
ISBN del libro electrónico
9788498978865
III
Las Filipinas, si han de continuar bajo el dominio de España, tienen por fuerza que transformarse en sentido político, por exigirlo así la marcha de su historia y las necesidades de sus habitantes. Esto lo demostramos en el artículo anterior.
Esta transformación, dijimos también, ha de ser violenta y fatal, si parte de las esferas del pueblo; pacífica y fecunda en resultados, si de las clases superiores.
Algunos gobernantes han adivinado esta verdad, y llevados de su patriotismo, tratan de plantear reformas que necesitamos para prevenir los acontecimientos. Hasta el presente, no obstante cuantas se han dictado, han producido escasos resultados, tanto para el Gobierno como para el país, llegando a dañar en algunas ocasiones hasta aquellas que solo prometían un éxito feliz. Y es que se edifica sobre terreno sin consistencia.
Dijimos, y lo repetiremos una vez más, y lo repetiremos siempre: todas las reformas que tienen un carácter «paliativo» son, no solamente inútiles, sino hasta perjudiciales, cuando el Gobierno se encuentra enfrente de males que hay que remediar «radicalmente». Y si nosotros no estuviéramos convencidos de la honradez y rectitud de ciertos gobernantes, estaríamos tentados de decir que todas esas reformas parciales eran solo emplastos y pomadas de un médico que, no sabiendo curar un cáncer, o no atreviéndose a hacer la extirpación, quiere de esa manera distraer los padecimientos del enfermo, o contemporizar con la pusilanimidad de los timidos e ignorantes.
Todas las reformas de nuestros ministros liberales fueron, eran, son y serán buenas ... si se llevasen a cabo.
Cuando pensamos en ellas, se nos viene a la memoria el régimen dietético de Sancho Panza en la «Ínsula Barataria». Sentábase ante una suntuosa y bien servida mesa «llena de frutas y mucha diversidad de platos de diversos manjares»; pero entre la boca del infeliz y cada plato interponía su varilla el médico Pedro Rezio, diciendo: «absit!», y retiraban el manjar, dejándole a Sancho más hambriento que nunca. Verdad es que el despótico Pedro Rezio daba razones que no parece sino que Cervantes las escribió para los Gobiernos de Ultramar: -«No se ha de comer, señor Gobernador, sino como es uso y costumbre en las otras ínsulas donde hay gobernadores», etcétera -encontrando inconvenientes en todos los platos, unos por calientes, otros por húmedos, etcétera, enteramente como nuestros Pedros Rezios de allende y aquende los mares. ¡Maldito el bien que le hacía a Sancho el arte de su cocinero!
En el caso de nuestro país, las reformas hacen el papel de los manjares; Filipinas el de Sancho, y el del médico charlatán lo desempeñan muchas personas, interesadas en que no se toque a los platos, para aprovecharse de ellos tal vez.
Resulta que el pacienzudo Sancho, o Filipinas, echa de menos su libertad, renegando de todos los gobiernos, y acaba por rebelarse contra su pretendido médico.
De igual manera, mientras Filipinas no tenga prensa libre, no tenga voz en las Cámaras para hacer saber al Gobierno y a la Nación si se cumplen o no debidamente sus decretos, si aprovechan o no al país, todas las habilidades del ministro de Ultramar tendrán la suerte de los platos de la Ínsula Barataria.
El ministro, pues, que quiera que sus reformas sean reformas, debe principiar por declarar la prensa libre en Filipinas, y por crear diputados filipinos.
La prensa libre en Filipinas, porque las quejas de allá raras veces llegan a la Península, rarísimas veces, y si llegan, tan encubiertas, tan misteriosas, que no hay periódico que se atreva a reproducirlas; y si se reproducen, se reproducen tarde y mal.
Un Gobierno que «desde muy lejos administra un país», es el que más necesidad tiene de una prensa libre, más aun que el que Gobierna en la Metrópoli, si es que quiere hacerlo recta y decentemente. El Gobierno que «gobierna en el país», puede todavía prescindir de la prensa (si es que puede), porque está en el terreno, porque tiene ojos y oídos, y porque observa de cerca lo que rige y administra. Pero el Gobierno que «gobierna desde lejos», necesita absolutamente que la verdad y los hechos lleguen a su conocimiento por todas las vías posibles, para que pueda juzgarlos y apreciarlos mejor, y esta necesidad sube de punto cuando se trata de un país como Filipinas, cuyos habitantes hablan y se quejan en un idioma desconocido para las autoridades. Gobernar de otra manera se llamará también gobernar, puesto que es menester darle un nombre, pero es gobernar mal. Es juzgar oyendo solo a una de las partes; es dirigir un buque sin tener en cuenta las condiciones de éste, el estado del mar, los escollos, los bajos, el curso del viento, las corrientes, etc. Es administrar una casa pensando solo en darse lustre y pisto, sin ver lo que hay en la caja, sin pensar en los servidores y en la familia.
Pero la rutina es una pendiente por donde andan muchos Gobiernos, y la rutina dice que la libertad de la prensa es un peligro. Veamos qué dice la Historia. Las sublevaciones y las revoluciones han tenido siempre lugar en los países tiranizados, en aquellos donde al pensamiento y al corazón humano se les ha obligado a callar.
Si el gran Napoleón no hubiese tiranizado la prensa, acaso ella le hubiera advertido del peligro en que se precipitaba, y le hubiera dado a comprender que los pueblos estaban cansados y la tierra necesitaba paz; acaso su genio, en vez de gastarse en el engrandecimiento exterior, replegándose sobre sí mismo, hubiera trabajado por su consolidación y se hubiese consolidado. La misma España registra en su historia más revoluciones cuando la prensa estuvo amordazada. ¿Qué colonia se ha hecho independiente teniendo prensa libre, gozando de libertades? ¿Es preferible gobernar a tientas, o gobernar con conocimiento de causa?
Nos contestará alguno, alegando de que en las colonias con la prensa libre peligrara mucho el PRESTIGIO de los gobernantes, esa columna de los gobiernos falsos. Le contestaremos de que es preferible el prestigio de la Nación al de varios individuos. Una nación se conquista respeto no sosteniendo ni encubriendo abusos, sino castigándolos y reprobándolos. Además, le sucede a ese prestigio lo que decía Napoleón de los grandes hombres y sus ayudas de cámara. Nosotros, que sufrimos y sabemos todos los infundios y vejaciones de esos pretendidos dioses, no necesitamos la prensa libre para conocerlos; hace tiempo que están desprestigiados. La prensa libre la necesita el Gobierno, el Gobierno, que todavía sueña en el prestigio, que edifica sobre terreno minado.
Lo mismo decimos respecto de los diputados filipinos.
¿Qué peligros ve en ellos el Gobierno? Una de tres cosas: o salen revoltosos, pasteleros, o salen como deben ser.
Suponiendo que cayésemos en el pesimismo más absurdo y admitiésemos el insulto, grande para Filipinas, pero mayor aún para España, de que todos los diputados fuesen separatistas, y de que en todas sus proposiciones mantuviesen ideas filibusteras, ¿no está allí la mayoría,...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. I
  4. II
  5. III
  6. IV
  7. Libros a la carta